domingo, 24 de julio de 2011

Contrastes: Argentina y Uruguay

Uruguay ya ganó: su proyecto a largo plazo funciona como un reloj
Por Federico Bassahun para Perfil

Oscar Washington Tabárez no puede con su genio: maestro de escuela primaria por vocación y entrenador por necesidad (“realicé el curso en 1979 porque quería otra fuente de ingresos, ya que era un momento de dificultad económica”), cuando terminan las prácticas de las selecciones Sub-15, 17 y 20 de Uruguay, a las que rara vez no asiste, habla menos de fútbol con los jugadores que de botánica y música clásica. “Un entrenador es un educador. Debe transmitir conocimientos. Llevar al grupo a conquistar cosas, pero no sólo a nivel utilitario”, argumenta Tabárez, autor del proyecto “Institucionalización de los procesos de las selecciones y la formación de sus futbolistas”, que presentó en marzo de 2006, no bien asumió como entrenador de una selección, Uruguay, que se caía a pedazos.

“Es un plan integral que incluye estudiar, jugar, competir y saber de fútbol. Es la base de lo que disfrutamos ahora: de ahí surgieron Suárez, Cavani, Martín Cáceres, Lodeiro, Coates, Abel Hernández...”, confió Tabárez después de la clasificación de su equipo a la final de la Copa América.

Apuesta a futuro. En marzo de 2006, tras la no clasificación de Uruguay al Mundial, Tabárez presentó, a pedido, un proyecto en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). El diagnóstico era alarmante. Escribió: “Conviven en el profesionalismo (uruguayo) futbolistas muy jóvenes, cuyo potencial no está respaldado por procesos de duración suficiente como para aportarles la adecuada experiencia, con futbolistas de edad alta que vuelven desde medios más exigentes y aportan su experiencia. El perfil futbolístico del fútbol uruguayo, en consecuencia, dista bastante de las características del fútbol de élite”. En limpio: en Uruguay no había futbolistas de selección ni condiciones mínimas para que aparecieran.

“Me alejo de los determinismos. No soy creyente”, subraya de vez en cuando Tabárez. No llama la atención, entonces, que su proyecto no se circunscribiera a la selección mayor, sino que contemplara, por ejemplo, a los 55 mil niños de entre seis y 12 años que juegan al fútbol en el Uruguay (de los que apenas el 0,14 por ciento, según estudió Tabárez, va a llegar a Europa). O que nombrara a los entrenadores de las selecciones Sub-20 (que se clasificó al Mundial de Colombia y, después de 84 años, a los Juegos Olímpicos), 17 (que terminó segunda en el Mundial de México) y 15, que deben jugar con el sistema 4-3-3, como la selección mayor. O que contratara a un psicólogo, Gabriel Gutiérrez, para trabajar con los pibes.

Vaya un ejemplo de lo que pretende Tabárez: en la previa del Sudamericano de Perú de enero, Gutiérrez explicó: “En la formación del grupo se tuvo en cuenta la parte humana. Por caso, el cincuenta por ciento tiene la secundaria terminada. No quiere decir que estudiar garantice jugar bien, que es para lo que están acá, pero les abre la cabeza. Tampoco quiere decir que los que no estudian no puedan hacerlo, pero se nota la diferencia en la tolerancia a las frustraciones y en el manejo de la agresividad”. Vaya otro: en el Mundial Sub-17 que se disputó hace un mes, los futbolistas estudiaban de lunes a viernes vía Internet.

En enero, el mismísimo Tabárez le contaba, pedagógico, al diario Olé: “En las selecciones menores, hacemos juegos de roles. ¿Cuál es hoy una de las tareas primordiales del futbolista? Comunicarse, hablar. Entonces hay que ayudarlos, pero, ¿cómo? Pues, jugando. Los chicos designan a un compañero que debe hacer de entrevistado. Improvisamos una conferencia de prensa. Hace cuatro años que lo hacemos. Los chicos periodistas preguntan y el protagonista contesta. Luego terminan, y los compañeros le apuntan: ‘Mirá, dijiste cinco veces la verdad que...’, o ‘te detuviste cuatro con el esteeee...’, y así, hasta mejorar. Porque todos nos reímos de los futbolistas, pero nadie los ayuda”. Remató: “Siempre recuerdo una frase que me dijo un director de escuela. Con los alumnos habíamos intentado una clase práctica que no salió, él me preguntó por qué y yo le expliqué que había sido porque los niños no me habían seguido. Entonces me dijo algo que me acompañará toda la vida: que los niños nunca
se equivocan”.

Los jugadores de la selección no son ajenos: aconsejan a los futbolistas de los representativos menores y hasta se encargaron de comprarles una biblioteca para la concentración. Más: los 23 que participaron del Mundial 2010 crearon la Fundación Celeste, que pretende, según se consigna en su página de Internet, “fomentar los valores del deporte en la educación de niños, niñas y adolescentes, particularmente a través del fútbol”: la fundación ya construyó polideportivos y hasta una sala de neonatología en el hospital de Colonia.

Los jugadores se involucran así en el proyecto de Tabárez, que “ejerce un liderazgo intelectual”, según define el capitán del equipo, Diego Lugano. “Para competir a nivel mundial –argumenta– debemos trabajar a largo plazo. Ganamos tres partidos en el Mundial y se taparon por un momento las carencias que tenemos en Uruguay, pero esas carencias siguen estando”.

Hasta desde el gobierno del Uruguay se apoya a la selección: tiene media sanción parlamentaria un proyecto de ley para promover, desgravación impositiva mediante, la inversión privada en el fútbol.

De última, la de Tabárez es una metodología que no garantiza el éxito futbolístico, según puntualiza: “No existe una relación unívoca entre trabajo y resultado”. Es apenas una idea. Que tampoco es original, según confiesa:
“No inventé nada: sólo observé el proyecto de Pekerman en la Argentina”.



La Selección, esa cultura del caos en la que el amiguismo mata cualquier plan
Por Marcelo Rodríguez para Perfil

La historia es la del Gran Bonete. En la rueda de responsabilidades, el culpable es voto cantado: siempre paga el entrenador. Sergio Batista es el nuevo mártir de una estructura con pies de barro, que agita la bandera de la improvisación. Alguna vez César Menotti dijo: “La AFA es Grondona, Gaby, Fofó y Miliki”. Pintura de una institución personalista que en octubre volverá a refrendar el poder de Julio Grondona. Dato clave: esta vez Grondona quiere a su corte adicta contenta, así que mañana escuchará opiniones sobre la Selección y la reestructuración del nuevo campeonato (¿fusión entre Primera y B Nacional en 2012/2013?). De todos modos, Batista es tema cerrado. El operativo desgaste fue un éxito y ya se cobró a la víctima. Cualquier argumento o excusa es la cáscara misma. La AFA, la casa del Gran Bonete, siempre tiene a mano un cambio para no cambiar.

¿Que se vayan todos? “Si la ola es más grande, puede ser un tsunami”, advierte un allegado al presidente de AFA. Es que algunos dirigentes, esta vez, no quieren parches. Los menos grondonistas (no confundir con anti Grondona) quieren arrancar la hoja y escribir sobre una nueva. Son los que miran de reojo a Carlos Bilardo y Humbertito, el núcleo duro de las decisiones de la Selección, hasta acá indemne a cualquier maquillaje.

Los que están a favor de la continuidad de Batista podrían conceder en ese punto y aceptar lo que Grondona ya maneja como un caso cerrado. Sin embargo, si pierden una carta pretenden jugar otras. “Hay que hacer una reprogramación, con o sin este técnico”, sostuvo ayer Mario Contreras. El presidente de Godoy Cruz es uno de los que aboga por no cambiar de nombre, sino de formas. Para Grondona, bla, bla. “Cuando el Viejo te quiere limpiar, nombra una Comisión para que lo haga”, apunta en off una fuente cercana al hombre de la última palabra.

El contrato de Humbertito termina el 31 de julio. Una formalidad; la fecha de caducidad la propuso él mismo. El de Bilardo finaliza el 31 de octubre. Como sea, el director y el subdirector de Selecciones Nacionales están tranquilos. Si bien hay directivos que no terminan de comprender sus funciones, Julio los quiere cerca. Suficiente para que sus presencias suenen a proyecto. Por las dudas, Bilardo ayer aseguró: “Yo no renuncio”.

Todos pasan. Grondona tenía un punto incuestionable. El respeto por los procesos fue su espada para defender la gestión deportiva: “Nunca eché un técnico”, repite. Repetía. Menotti, Bilardo, Alfio Basile (primer ciclo), Daniel Passarella, Marcelo Bielsa y José Pekerman conforman la selecta lista de entrenadores que se sucedieron durante 28 años. La ecuación cambió. En los últimos cinco años, “proyecto” es una palabra fantasma y la consecuencia se paga con volantazos. Cuando Grondona fue por Basile (el DT de Boca), creyó recuperar el pulso de una Selección que venía de toparse con la barrera de cuartos de final en Alemania 2006; la gestión de Coco terminó en renuncia, con rumores de complot de los jugadores. “Es la hora de Diego”, lo convencieron Humbertito y Julito a su padre. Después, Maradona fue acorralado para que su salida no oliera a despido. Con Batista sucerá lo mismo; mañana se asumirá la pantomima de escuchar a todos para que no suene a decisión unilateral. Entonces, Argentina buscará su cuarto entrenador en apenas un lustro.

La base no está. En su momento, Pekerman sorprendió, porque su apellido no brillaba entre los escritorios del establishment. El hombre era Carlos Griguol. Sin embargo, el de perfil bajo, carpeta en mano, ganó la pulseada. Grondona le dio la bendición. El proyecto fue un éxito con logros mundiales y continuidad. Cuando Pekerman asumió en la Mayor, a cargo de las Juveniles quedó su asistente, Hugo Tocalli.

Hasta que el caso fue tratado como un asunto entre amigos. “Tocalli sabía hasta cómo jugaba el 4 de Unión y el 9 de Defensa y Justicia. Estos tipos ni vienen a ver los partidos de inferiores; te piden a los tres o cuatro mejores y listo”, se queja ante PERFIL un directivo de un importante club de Primera. Su referencia es a la “Generación del ’86”, la idea que instaló Humbertito cuando era coordinador de las Selecciones Juveniles. En efecto, Batista había llegado a la Sub-20 sin pergaminos, luego de haber estrechado su vínculo con el hijo mayor del presidente de AFA.

“Yo pretendía charlar del resto de los integrantes que había que traer, de un entrenador de arqueros, de un psicólogo... No querían a Tojo y yo deseaba que se quedaran todos para seguir trabajando”, reveló Tocalli en 2007. El modus operandi con él fue el utilizado últimamente: dejar sin opción al entrenador. Enrique Merelas y Hugo Toschi primero se sacaron de encima a Tocalli (llegó Batista) y después incluyeron a Walter Perazzo, amigo del presidente de El Porvenir. Hoy, Perazzo es el entrenador de la Sub-20.

Como el fracaso de los juveniles está a la vista, el final del heterogéneo grupo de técnicos a cargo también está escrito. A todos se les termina el contrato y no se les renovará. Grondona volvió a pensar en Pekerman. Tarde. El hombre “del proyecto” le dio su palabra a la Federación Peruana de Fútbol para hacerse cargo de las juveniles de aquel país. Ahí no buscaban un amigo.

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