martes, 26 de julio de 2011

ASCO


CLICK PARA ENTENDER EL TORNEO


Un asco que paraliza, que complica la escritura con su bilis que asciende incandescente por la garganta. Habría que prender fuego AFA, pero nadie reacciona. Alguna voz indignada, por ahí, que nadie escucha como si se tratara de un loco. Pero no, no es un loco: el nuevo torneo es un mamarracho absoluto, que merece un repudio visceral y genera una enorme sensación de impotencia ante la absoluta impunidad. Un pastiche de estilos donde es probable que el campeón no sea el que más puntos sume sino el más beneficiado por grupos y cruces, donde un comienzo malo será fatídico y donde, sobre todo, está más que claro que se nivelará a todos, de facto, para abajo, dándole como premio un ascenso a muchos equipos que no están en condiciones de jugar en la elite y que no han hecho merecimiento tampoco (mientras otros invirtieron esfuerzo y dinero para llegar a la elita, básicamente, al pedo). Así, lo deportivo se desnaturaliza notablemente, gobernado por la necesidad de lucro y venta de una sociedad fundida no por falta de inyección económica sino por despilfarro y malversación.

Pero aquel es recién el comienzo: si la confusa complejidad, que acarrea mucha injusticia, de algo que es sumamente sencillo hacer bien (torneos largos sin promedio, no hay método más justo) no era suficiente, allí, en los grupos y cruces, es donde en verdad comienza la milonga. Porque los grupos estarán armados, a dedo. Y porque habrá cabezas de serie designadas no a partir de méritos sino a partir de, sencillamente, ser los equipos del establishment. Porque si la TV puede alegar que estos equipos capitalinos tienen mas telespectadores y por ende les corresponde una prima mayor, no puede usar el mismo criterio AFA: los equipos designados como cabeza de serie no son ni deportivamente ni económicamente superiores, por más que los medios nos hagan creer que sí, naturalizando una construcción porque conviene económicamente. Se usa un criterio de la década del 50, donde impunemente mandaban los grandes en coalición con arbitrajes y federación, que digitaban de mil y un modos el destino de los torneos para que quedara en sus manos.

En aquel entonces, hace décadas, empezó esta historia de corruptelas. Cuando los chicos se avibaban o los grandes caían producto de sus propios excesos, se inventaba el parche. Los torneos cortos se inventaron hace dos décadas porque los grandes necesitaban poder ganar un par de fechas y conseguir un torneo: su apuesta nula a procesos largos había concluido en una amenaza real a su dominio. Y los grandes, que son rivales pero a la hora de la verdad son aliados, no dudaron e instauraron torneos cortos, con el verso de la emotividad y que se yo. Un tiempo antes, producto de la caída en desgracia de varios grandes (Boca, River, San Lorenzo andaban en la milonga), se habían implementado los promedios, que protegían a los capitalinos: una campaña mala podían tener, ¿pero tres?

Pero llegó el día. El descalabro, el exceso, la corrupción de los capitalinos amparada por los organismos de supuesto contralor terminó con River en la B, muchos millones de deuda y ningún grande en las copas y todos peleando por no descender, además, claro, de dejar a la Primera sin clásicos grandes salvo el de Avellaneda. Desastrosa situación, impensada, el torneo de Primera se quedaba sin “jerarquía”, que en realidad no es jerarquía deportiva sino mediática, capacidad para atraer telespectadores, vender el producto y tener platita. Estaba claro, había que arreglar esta nueva paridad del fútbol donde todo era posible. Entonces, un nuevo parche para salvar al establishment: este torneo híbrido, con grupos designados a dedo (como los arbitrajes y tantas otras cosas), y con un cabeza de serie que actualmente juega en el Nacional B. No puede sino generar un asco visceral la impunidad con que toman semejante determinación estructural, claramente digitada para salvar a River, y no contentos con la impunidad de su accionar criminal deciden ubicar al equipo de Núñez, junto con el vaciado San Lorenzo de conductas menemistas, el Boca sin rumbo y los equipos normalitos de Avellaneda, como cabezas de serie. ¿Y Vélez? ¿Estudiantes? ¿Lanús? ¿Godoy Cruz? Pareciera que la AFA siempre se las ingenia premiar con plata o complicidad a quienes despilfarran corrupción, y para castigar con injusticias a quienes hacen bien las cosas: líderes en los promedios hace varias temporadas pero ni siquiera reconocidos como cabezas de serie, la escalada sostenida de los equipos mencionados hacia la cima del fútbol se ve frustrada por una decisión de oficina que da marcha atrás con todo. Y lo hace, para colmo, para instaurar un sistema aún más injusto que el actual: como si se temiera que un torneo largo, sencillo, con dos campeones y dos descendidos (los últimos) tuviera resultados iconoclastas, todos los cambios evaden la modalidad de juego más lógica y extendida en el resto del mundo. Sólo en Argentina hubo promedios, y en apenas un puñado de países se juegan torneos cortos. Ahora seremos, junto a México y EE UU, uno de los tres países del fútbol desarrollado con un sistema de juego bizarro e incoherente. Y bueno, al menos se terminó el mamarracho de promedios y promociones...

Y tenemos que creer que todo esto es un intento por federalizar más el fútbol (consigna que defiende el otro mafioso que intenta gobernar AFA, Vila), justo en el año en que, con muchísimo esfuerzo y apoyo económico indispensable de sus provincias, aunque fuera de manera temporal, aunque fuera difícil de sostener, la realidad marcaba que se habían metido en Primera un número inédito de equipos no porteños (Newell's, Colón, Unión, Belgrano, Atlético Rafaela, San Martín de San Juan, Godoy Cruz, a los que podríamos sumarles el lejano -para este país centralista- Olimpo). ¿Es creíble, realmente, que este plan tenga como objetivo lograr una mayor integración del resto del país en la máxima categoría, si el porcentaje de equipos del interior en Primera es hoy del 40% (8 de 20) y sería desde agosto del 2012 del 45% (hay hoy en la B 10 equipos del interior sobre 20, es decir que habría 18 de 40 equipos en el Nacional que serían del interior)? ¿Es creíble imaginar una reforma estructural para aumentar apenas en 5% -dos equipos- la “federalización del fútbol”?... Pareciera más bien que se trata, sencillamente, de una medida pro River, grandes y clásicos, y contra Vila, que se sabe no acarrea -en teoría- demasiado riesgo contra el establishment capitalino de parte de los equipos del resto del país (apenas Godoy Cruz asoma como competidor con aspiraciones), una medida careta, cambiar para que todo siga igual: ya fue implementado el Nacional en el fútbol argentino, y la gran diferencia entre los equipos originalmente de Primera y los del interior (es cierto, hoy menos absimal, pero aún así muy distinta en términos económicos) terminó por hacer que el torneo perdiese interés hasta sus instancias finales. Justamente el argumento que se esgrime contra los torneos largos...

Pero existe una arista más que todo lo moviliza: si la caída de los grandes y la muerte de los clásicos implicaba una pérdida económica significativa para el negocio del fútbol (que es el negocio de la televisión, de donde proviene la mayoría de los ingresos de los clubes y AFA), que se dispute un campeonato con 40 equipos y todos los clásicos posibles implica que habrá fútbol, probablemente, todos los días, a los que se sumarán los partidos por Copa Argentina (¿continuará?). Golazo. No es casual que junto a la reestructuración de las competencias se haya lanzado la señal AFAtv (manejada por la supuesta amante despechada del asunto del fútbol argentino: TyC…), que transmitirá los encuentros. Detrás de todos los intereses, detrás de todas las manipulaciones, siempre el incentivo es finalmente económico, de una u otra manera. El presupuesto de los clubes está básicamente atado a la televisación, y ya ha quedado establecido para este torneo el doble de dinero para los clubes (el Gobierno prometió 1500 millones en total, dicen, asegurándose a la vez muchísima más publicidad oficialista), dado que habrá el doble de equipos. AFA sigue sin penalizar a los clubes que, dos salvatajes después, siguen cayendo en abismos producto de su incapacidad para lograr proyectos sustentables y su voracidad para la compra y la corruptela; AFA sigue, de hecho, premiando a estos clubes, salvandolos ahora una vez más con una inyección de dinero para que continúen endeudándose viciosamente hasta el colpaso total. Los clubes, por supuesto, no han tenido que pensar mucho: los de mayor voz, los capitalinos, necesitan desesperadamente plata para saldar deudas y conformar equipos (nunca procesos) que vuelvan a la primera plana. Los chicos viven como pueden y cualquier platita es bienvenida. Resultado: mucha discusión en la reunión, pero ni un solo voto en contra. Apenas cuatro abstenciones casi igual de cobardes que quienes levantaron la mano.

Y a pesar de tanta evidencia de que se trata de un cocoliche creado para lucrar y proteger a la elite, se nos incita a creer que se trata de un proyecto integrador y superador. Tenemos que creerlo a pesar de la alevosía con que han favorecido históricamente estas modificaciones estructurales a los grandes, la misma alevosía con que en el presente intentan favorecerlos (por lo pronto, ya ascendieron de facto a River). El nivel de corrupción de este mamarracho ilógico sin pies ni cabeza, debería sorprendernos, debería provocar la ira de los dirigentes del fútbol y destrozos de hinchas indignados en calle Viamonte. Pero no. La poca disidencia con el tiempo se irá apagando, a medida que todos se vayan acostumbrando, hasta que quede naturalizado, perpetuado, inamovible este sistema extraño, argentino como el dulce de leche y la creatividad para la trampa. Perpetuado, claro, hasta que una nueva crisis de los gigantes de pies de barro obligue a un nuevo parche en ese universo de la improvisación que es el fulbito nuestro.

Cuando el proyecto empezó a rumorearse (impulsado, decían, por el presidente de Colón y el vice de ¡River!), los que charlamos el fútbol todos los días nos negábamos a creerlo. Rumores hay todos los días (torneos largos, fin de promedios y promociones) y todo sigue igual: este proyecto, esta vuelta al sistema de los Nacionales de antaño, sería tan claramente beneficioso para River que implementarlo sería exponer alevosamente los favores prestados desde AFA a los clubes capitalinos. No podían ser tan crasos, pensábamos, en cambiar todo por un club y un puñado de partidos. Pero sí. Podían antes, y pudieron ahora. Hace 80 años, hasta fusionaron equipos para hacer frente a las imposibilidades económicas. Hoy no ha cambiado nada demasiado.

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