lunes, 20 de septiembre de 2010

El jugador malo

La selección natural de los jugadores produce otro fenómeno: si al defensor se lo elige por cuestiones superficiales (el físico, por ejemplo), por las mismas cuestiones superficiales se marginan jugadores. La lógica marketinera pide refuerzos y los clubes trabajan cada vez mas con la nocion de contratar en lugar de criar. Criar lleva tiempo, los resultados son a largo plazo: el resultado de esta impaciencia y de esta afición por el jugador comprado (que renueva expectativas, que vende casacas) es, en Argentina, absolutamente nefasto: es notoria la disminución de jugadores que son parte del patrimonio y juegan; la mayoría son prestados, lo cual afecta la economía de los clubes notablemente. El resultado profundo de esta tendencia es la carencia de jugadores interesantes en el futbol argentino. El lugar de los chicos lo ocupan veteranos, consagrados o jugadores cumplidores. El juvenil es demasiado inestable para la urgencia del futbol actual.
El resultado es el crecimiento de los países que se han mantenido mas cerrados al mercado (pongamos, por ejemplo, Alemania; el caso de España es extraño, puesto que el único equipo que no responde a la lógica de la contratación masiva de jugadores y que cria lo suyo, es el equipo que alimenta a la selección) y el retroceso de paises que se han entregado a la logica mercantil (Inglaterra y sus narcodolares; Argentina y Brasil y sus jugadores de vuelta) y que en lugar de contratar lo justo y necesario para “reforzar” y para ayudar a la crianza de lo propio, contratan en cantidad, esperando que algo sirva y tapando a los chicos que emergen.
Algunos jugadores son descartados por sus equipos y pasan a pasear por el mundo. La opinión común opina que son unos crotos, y probablemente haya razón en este argumento. Pero se trata de una razón que enceguece, que no permite ver la utilidad que ese jugador hubiera tenido si se hubiera quedado, se hubiera criado adecuadamente, si hubiera tenido tiempo. Ninguno hubiese sido crack, pero los jugadores malos pueden ser de gran utilidad si en lugar de considerar al futbol como un deporte de irrupciones mágicas individuales se piensa al deporte como un juego en equipo, donde cada uno cumple una función. El jugador malo debería ser la esencia del proyecto de los clubes chicos para apoderarse del mundo: el jugador barato, el jugador juvenil, el jugador incompleto pero que por ende quiere aprender, acepta jugar en diversas posiciones, ese es el jugador que necesitan planteles cortos y sin un mango. El jugador humilde, el que se pone al servicio del equipo.
No se trata de una utopia: Estudiantes fue campeón del mundo con un equipo con pocas luces desde el punto de vista hegemonico; también lo fue el Boca de Bianchi, que alineo en sus finales del mundo nombres verdaderamente sorprendentes, sobre todo si consideramos su trayectoria anterior y posterior. Jugadores malos, apuntalados en un funcionamiento colectivo inteligente, han llegado mucho mas lejos que muchos cracks sin corona.

martes, 14 de septiembre de 2010

El oficio

Hemos hablado recientemente del deseo aristocratico que en Argentina lleva el nombre de la “nuessstra”, que pretende no practicar y esclavizarse a la maravillosa improvisación. Fruto de este mal, los defensores no se valoran, y las defensas no se entrenan adecuadamente. A lo largo del tiempo, este mal genera un segundo mal subsidiario: de la creencia de que el talento crece solo, en lugar de ser cultivado, se produce un empobrecimiento del estudio y el trabajo técnico sobre el futbol. Entonces, “el oficio”, eso que en otros ámbitos designa una dedicación y un conocimiento técnico, en futbol designa un estado mágico que alcanzan jugadores que, por su experiencia, han encontrado “mañas”, trampas para imponerse: aguantar la pelota poniendo el culito, ganar la posición en un corner, etc.
Estas trampitas, este oficio, no es sino la utilización recurrente de ciertas técnicas que no se entrenan por prejuicio (es decir, se piensa que son moralmente malas) o por desconocimiento (pocos técnicos conocen “la técnica”, la mayoría se concentra en las cuestiones meramente estratégicas, grupales, y no en el modo de mejorar lo individual). Tambien en inferiores se han achicado los espacios para la practica puramente técnica, priorizando la competencia y empobreciendo el futuro de los jugadores (es que creemos en la nuestra, que implica que crack se nace).
Ningun otro deporte, sin embargo, incurre en este error. En básquet se entrena tirar al aro, ganar la posición o forzar la falta habitualmente. La técnica se pule, se purifica. Potencia el talento natural, no coarta la libertad sino que la apuntala. El mito del “habilidoso irregular” tiene, en mi opinión, este punto de partida: el mismo no conoce su capacidad técnica, no ha mecanizado ciertos movimientos básicos a partir de los cuales improvisar. Habita el reino de la gambeta salvadora, improvisada. Los jugadores argentinos tienen cada vez menos un conocimiento integral del juego, tanto técnico como mental, con poco tiro de larga distancia, poca definición, poca capacidad física, poco cabezazo, poca inteligencia de pase… todos herramientas que convertirian al crack en megacrack, y al mediocre en bueno. El jugador completo no existe, y en Europa, desde hace décadas, la tendencia lleva cada vez mas a un futbol ensamblado y complementario. Los resultados en los últimos mundiales están a la vista, con notorio retroceso de Brasil y Argentina y las potencias europeas en ascenso.
El jugador argentino no tiene formación, no tiene base donde pararse. Por eso es irregular (que se confunde con genial). El futbol es un trabajo como cualquier otro, donde se tolera en nombre del show un nivel de improvisación y una falta de moral de trabajo que no se tolera en ningún lado.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Los defensores

Los defensores son los villanos por excelencia en el futbol. Y siglos de prejuicio han agravado la situación, criando defensores para ser rusticos reventadores, raspadores burros, elegidos por su altura y criados para cumplir con dos o tres funciones básicas. Tenemos que escuchar, todos los días, que a los jugadores habilidosos hay que pulirlos, entrenarlos y permitirles disfrutar: sin embargo, nadie piensa que el defensor puede disfrutar de su oficio ni entrenar su técnica. Si trabajo es desagradable, y un verdadero misterio. No recibe reconocimiento mas que de su hinchada, pocos saben comprender el funcionamiento defensivo y a un buen defensor, y a lo largo del tiempo, esto ha generado una ignorancia absoluta en el tema que se reproduce, y una desvaloracion casi hasta sencillamente olvidarse de que hay defensores jugando: al defensor no se lo mira, se mira al tiracaños, el defensor aparece solo cuando interrumpe la magia. Villano incomprendido, el defensor, ninguneado por los medios y el ya mencionado espectador teatral del futbol.
Los pases de los defensores siguen siendo baratos, y son los jugadores que mas tiempo suelen quedarse en un club: no hay vidriera para ellos, y tampoco demanda, porque la simplificación de su profesión llega a tal nivel que los DTs no piden defensores, sino que se arreglan con lo que tienen en defensa (porque según ellos “cualquiera puede ser defensor, con dos o tres pautas”) y se encargan de reforzar el ataque con los jugadores de moda. Los dueños de los clubes festejan y promueven este tipo de decisiones, ya que un jugador popular les permite vender muchas camisetas y entradas, no asi la llegada de un defensor bueno, que requiere una erogación de dinero y no retribuye mas que con juego. No es negocio.
Las defensas continúan siendo un misterio para muchos trabajadores del futbol, que siguen hablando de “un trabajo simple” y de “no perder la pelota en lugar de recuperarla”. Las buenas defensas, entonces, escasean (algo que también conviene a los dueños, y si no vean lo que sucede en el futbol español, donde llueven goles todas las semanas): necesitan mucho mas que inspiración, necesitan coordinación, intuición, necesitan tener combinar altura y velocidad, saber doblar la marca, incomodar al jugador, en fin, necesitan trabajo, un trabajo que muchos no saben hacer o no quieren hacer. El mito de la inspiración al poder se impone siempre, y de la apreciación y concepción del futbol, vemos claramente como se pasa a consecuencias en la practica del futbol.

jueves, 2 de septiembre de 2010

UN DEPORTE DE COMBATE: hacia una apreciación contrahegemónica del fútbol


INTRODUCCION: El paladar
Por que se piensa al fútbol de modo diferente a como se piensan otros deportes? Acaso quien hace salto en garrocha se preocupa por la belleza de su salto? O se encarga de preparar minuciosamente cada aspecto de su técnica? Debemos, en nombre de la Belleza, ser infelices, sometidos todos los que no fuimos agraciados por la “Naturaleza”? No será mejor desdeñar esta culpa absurda de no ser, y reivindicar un futbol “feo”, batallador, trabajador, digno y capaz de competir?
Sin lugar a dudas, ningún otro deporte enfatiza tanto su desprecio por la técnica y la practica. Es cierto, el futbol se diferencia de varios deportes por la dificultad que ofrece su sistematización: un deporte con pocas situaciones fijas, con mucho lugar para la improivsacion y la creatividad. Un deporte barroco. Esta dificultad ha terminado por edificar un sistema de apreciación futbolística basado en la improvisación y la belleza de la naturalidad.
Pero la belleza es, en el futbol, un ornamento, no su razón de ser (que es, inevitablemente, la búsqueda del mejor resultado), no es necesaria, funcional. No es el futbol “la dinámica de lo impensado”, no tiene por que serlo: no tiene por que aceptar los limites de su propia razón y entregarse a la sinrazón; puede desafiar sus propios limites, pensar lo que lo excede, puede intentar disminuir hasta su minima expresión el rol del azar.
A la hora de apreciar al futbol, sin embargo, permanecen los prejuicios y los mitos que lo ligan a lo estético. Las razones son bastante claras: el gusto no es personal, y lo que muchos piensan como una elección es en realidad una sutil imposición. El gusto por el futbol bello esta directamente relacionado a dos adherencias: en primer lugar, intentar acercar el objeto de estudio al arte, campo que goza de prestigio y que legitima hasta las tareas mas inútiles, una operación que no se limita solamente al futbol y el periodismo deportivo; en segundo lugar, la adherencia es de los equipos chicos hacia lo que pretenden ser. Ellos, los equipos medianos, los equipos chicos, legitiman con su deseo y su adherencia a ese modo de apreciar el futbol, el gusto aristocratico. Asi funciona la sociedad entera, con su ignorante admiración de las bellas artes. Se trata de eso que Pierre Bourdieu denomino “gusto legitimo”: el gusto de las clases altas, naturalizado, convertido en el gusto natural, el que emerge de la nada, transformado asi en el estándar para todos los demás. Los medianos (burgueses) y los chicos (proletariado) se someten a este gusto y se relacionan con el a partir de la distancia: los burgueses intentan alcanzar el ideal aristocratico, aunque finalmente no lo logren; los proletarios, directamente, reconocen que no son parte de ese mundo, que es legitimo y del cual no son dignos, el cual no son capaces de ejecutar: se someten voluntariamente al orden establecido. “El futbol lindo es el que juega River”, dicen, y se automarginan de una practica competitiva del futbol. De “el futbol que le gusta a la gente”. La relación se da entre los chicos y los grandes de cada liga, pero también, y mas notoriamente, entre los equipos sudamericanos y los europeos. El futbol se juega en Europa y nadie, ningún proyecto, osaria compararse, competir, contra los popes del Viejo Continente. Ningun equipo sueña con llegar a una final del mundo con el Barcelona: sería más bien una pesadilla, pues no hay chance verdadera de competir.
Pero el gusto legitimo es una construcción, un ideal aristocratico relacionado con sus condiciones y sus necesidades: en otras palabras, pueden darse el lujo los equipos grandes de juntar jugadores vistosos –en general provenientes de otros clubes y no de la cantera- y organizar un proyecto ligado al redito económico del “espectáculo” y del estatus que alcanza el futbol jugado estéticamente al relacionarse a las bellas artes; la superioridad alcanzada mediante un circulo virtuoso económico –mejores jugadores, mejor espectáculo, mas redito- se naturaliza, se convierte mediante el discurso del “gusto”, del “futbol legitimo”, del “paladar negro”, en una superioridad normal, se legitima su lugar superior en el mundo. Apenas grandes proyectos, hermanados a grandes momentos, logran molestas pero inofensivas excepciones al reino de los grandes.
Este futbol aristocratico es, por excelencia, opulento, inútil. Y, despojado de su objetivo (la victoria), solo puede ser propiedad de unos pocos: los que pueden darse el lujo de jugar para divertirse, y son justamente los mismos que vacian a los equipos chicos de sus jugadores, la aristocracia futbolera que dicta . El resto se ve dominado dentro del propio sistema, o sometido a practicas de violencia simbolica que lo niegan como futbol (“antifutbol”) y se encargan de desmantelarlo a través de operaciones mediaticas y económicas que desactiven la amenaza: es asi como el gusto se naturaliza e institucionaliza, asegurándose asi que tanto desde los sectores del poder, como de los medios y la gente, se empobrecerá la amenaza villana, y sobre todo, creando aliados inconcientes (los defensores de un futbol bello y políticamente correcto) en sectores que deberían oponerse a su regimen. El circulo de sometimiento incluye también operaciones mas sutiles y profundas (es decir, mas arraigadas en lo económico), cocinadas también desde los medios, como la imposibilidad de vender a un jugador a Europa si no es a través de un grande, o la nocion instalada de que no se puede pelear un titulo desde un club chico. Nadie cuestiona asi el orden jerarquico.
El futbol ofensivo, de toque, de lujo, el futbol aristocratico, siempre va a ser mejor jugado por los aristócratas, los que traen a sus líneas a quienes son técnicamente superiores, los que cuentan con todo un sistema económico complejo, relacionado a los medios y al poder, que le permiten mantener su posición hegemonica. En la medida que los clubes de futbol mas chicos sigan apreciando de la misma manera el futbol, siempre caerán cuando se encuentren con un club grande. Lo habran hecho, inclusive, mentalmente, antes de ingresar a la cancha, obnubilados por jugadores que inclusive quizás sean menos aptos (sea lo que sea que eso significa) pero inflados a partir de constantes apariciones en los medios.
La mención constante al periodismo no es casual, dado que son el agente principal de difusión de las ideas hegemonicas, al punto de que ya no existe ni siquiera una batalla discursiva seria, una rebeldía fuerte: el gusto por lo bello se ha naturalizado profundamente, y hasta los periodistas mas lucidos muestran la hilacha y no pueden correrse del lugar políticamente correcto, de la preferencia por un futbol elevado, limpio y bello. Un futbol artístico. También su prosa se contagia de este deseo de adherir al gusto legitimo: escribir “bien” es para ellos escribir bello e intrincado, y referir constantemente (aunque de modo ambiguo, sin especificar) a operas, libros, etc. La referencia vasta a la alta cultura intenta adherir no solamente su oficio (el periodismo) sino su pasión (el futbol) a la cultura aristocratica, intenta elevar el futbol, convertirlo en algo mistico, diferente e imposible de aprehender (a la vez otorgando al periodista el “beneficio de legitimidad”, que consiste en sentirse “justificado de existir como se existe, de ser como es necesario ser”). Asi se corre al futbol del lugar del deporte, con sus técnicas y sus objetivos, hacia el mistico lugar que el arte ocupa en el imaginario (lo elevado, lo sublime); y comienza el proceso de naturalización y mistificación que oculta los mecanismos de dominación y violencia simbolica indicados.
El modo de salir de esta lógica interpretativa del futbol no es sencillo, y siempre permanecen prejuicios demasiado arraigados en nuestros razonamientos. Nadie puede escapar a la lógica hegemonica hacia un sitio limpio de preconceptos desde el cual realizar un análisis puramente futbolístico. Es justamente por ello que se vuelve necesario, al menos, emprender una tarea que desmitifique el futbol, que lo desnude, que muestre lo caprichoso de la apreciación actual, que demuestre su carácter construido, no natural, que termine con algunas dicotomías que han terminado por perpetuar inexactitudes e injusticias en el futbol. Que eduque sin bajar línea: educar no es sublimar lo estudiado, convertirlo en materia mágica imposible de conocer, solo posible de ser admirada; educar es, a partir de un trabajo de desarme de estos mitos sublimantes y sometedores, intentar conocer el objeto lo mas desprejuiciadamente posible. La mistificación funciona en definitiva como modo de perpetuar el sistema vertical; la educación atenta contra los mitos, dispersa la cortina de humo a través del conocimiento, busca (quizás en vano) la utopia horizontal y paracultural, modifica y cuestiona verdades aparentemente fijas y, en el camino, construye una apreciación contrahegemonica del futbol, racional e igualitaria. Permanecera, a todas luces, una utopia: trabajar afuera del futbol es imposible. Se puede, sin embargo, trabajar “contra” el gusto: reivindicar las formas marginadas y deslegitimadas, sin fetichizarlas por ello, igualándolas a las demás opciones en el horizonte de posibilidades futbolísticas. Pretendemos de ese modo acercar el futbol a su lugar (el deporte) y alejarlo de las lugares mistificadores y aristocraticos que hoy ocupa en el campo. La intención será, entonces, desmitificar el futbol, aunque necesariamente construiremos un discurso y un gusto que no serán sino ficciones, incompletas en su acercamiento y siempre, necesariamente, atravesados por la lógica hegemonica: ya que no podemos liberarnos, procuraremos edificar un discurso subversivo, resignificador, desmitificador y pragmático. Aunque ello nos posicione en un lugar del absurdo y simplista debate dicotómico que absorbe inútilmente el tiempo de los opinadores de futbol, no nos interesa esta impostura, que, de todos modos, no es sino una construcción del poder hegemonico para caricaturizar y villanizar toda posible forma de oposición inteligente y sostenida. Nuestro interés no es debatir inútilmente con ellos, sino destruir sus argumentos y construir posibilidades iguales a partir de una minuciosa desarticulación de su lógica naturalizada, acercando al futbol hacia una utopia donde el discurso y la sociedad no lo atraviesen y lo utilicen, un futbol donde las estrategias no estén moralizadas y cada uno pelee con sus herramientas sin ser condenado ni estarlo de antemano.
Bajo el influjo de ciertas lecturas cesgadas de Bourdieu y Foucault, montamos este modo de ver combativo, este provisional teatro mutante –eternamente incompleto-, porque lo creemos necesario; excesivo por tramos, a lo mejor, generalizador, corrosivo, pero, esperamos, capaz de iluminar los mecanismos ocultos, sistematizados, del futbol, que provocan que, excepto inofensivas excepciones, siempre ganen los mismos.