viernes, 28 de junio de 2013

La Bestia


Ver a Verón, el marciano pelado, abría bocas de la admiración. Pero ver a Braña, al Chapu, al emblema del juego humilde y sacrificado, abrumaba por la emoción que, siempre, sin falta, causaba.

¿Qué haremos sin el Chapu, el corazón de todo? Porque el Chapu se va. El hombre que cambió lo que el hincha de Estudiantes, siempre exigente en términos de entrega, entiende por “dejar la vida”. Par ideal de la Brujita, que si encontró su mejor fútbol de veterano en Estudiantes, no fue solamente por una cuestión de identificación: fue porque a su lado corría, metía, recuperaba y entregaba con gran criterio un Animal, con cada una de las letras y con toda la carga semántica del sustantivo en el club: Braña, bestia pura del fútbol, era la bestia de la mítica tapa de un matutino porteño que decía “Sabella y las bestias” cuando, allá por 2010, Estudiantes conseguía su última corona hasta la fecha.

Fue el mejor jugador de aquel torneo: cuando entregamos al plantel "Rastrojero", la revista homenaje a aquel campeón, los propios jugadores nos reclamaron la ausencia del Chapu manejando la camioneta en la tapa, junto a la Bruja y Sabella. Aquel torneo increíble que disputó, desdoblándose para, en ausencia de Verón, jugar de Chapu y de Brujita, coronó un 2010 que, varias veces, me tuvo al borde de las lágrimas: aquel gol a Juan Aurich, claro, el partido con River en Quilmes en el torneo Clausura, también, ese despliegue extraterrestre, encarnación del sentimiento del hincha en el verde césped, su callado liderazgo, fútbol antes que palabras, y su esfuerzo constante por mejorar y aprender, insignia pincharrata desde los tiempos de Zubeldía, lo convirtieron a partir de aquel año en uno de los número 5 más increíbles que haya dado el fútbol, un perro de presa capaz de mover la pelota y los tiempos con un panorama veroniano y algunos momentos directamente sobrenaturales.

Pero no siempre fue Braña esta enormidad de jugador: arribó muy joven y muy quilmeño al club en 2004, cuando todavía era un ocho de marca y compartía un mediocampo temible con Bastía y Meléndez. Pero el Chapu, pronto corrido al medio del campo, fue ganándose a puro correr un lugarcito entre los titulares: todavía terrenal, pero ya con su marca registrada del sacrificio, Braña se ganó muy rápido el corazón de los hinchas, particularmente sensibles a las gestas hechas de barridas aguerridas y trabadas con el alma.

Fue clave en la gesta del 2006, y aunque todavía era catalogado como la rústica contraparte del Capitán en mitad de cancha, ya era algo más. Ese algo más fue en la increíble Copa Libertadores 09, y también en Dubai. Aquellas actuaciones le insuflaron de una confianza para manejar la pelota, que lo transformaron. De bestia a crack: tras aquellos años de crecimiento al lado de la Brujita, con Simeone y con Sabella, Braña se supo gran jugador.

Por esas cosas de la vidriera pincharrata, siempre mal considerada, no consiguió nunca una oferta concreta por su pase. Tampoco le permitió el éxodo el hecho de haber conformado una de las mejores duplas de mediocampistas de la historia del fútbol argentino. Estudiantes, sapiente de lo que tenía, lo tentó una y otra vez para quedarse a vivir en el club.


Otra vez nos emociona el Chapu, parte viviente de la leyenda de Estudiantes de La Plata, merecedor de mucho más que aplausos y ovaciones: su partida duele pero, realizada con total transparencia, no ofende. El Chapu quiere probar alguna otra experiencia antes de colgar los timbos pero, como él mismo dijo, será el inexorable destino, su ligazón metafísica, inquebrantable, con los colores y los valores del club, lo que con el tiempo lo volverá a encontrar con Estudiantes de La Plata. Será hasta entonces. Cuando, no cabe duda, el Chapu nos vuelva a emocionar.

domingo, 23 de junio de 2013

El futuro llegó


Belgrano tiene muy claras las ideas, y el gol tempranero le facilitó todo: Melano empujó una pelota que envió Velasquez, que apareció solito a espaldas de un Modón titularisimo en ataque pero caótico en el retroceso, a menudo imantado por la pelota. Modón está en la lista no oficial de prestables, pero aún con sus desobediencias tácticas, propias de un jugador que pasó su vida de juvenil como volante, jugó más que el Angeleri lateral. Porque, por caso, mandó el exquisito centro que cabeceó Carrillo para el gol, una conexión madie in Inferiores para sellar el empate que dejaría a Estudiantes con 48 puntos en la temporada. Y así, llegó el día: el Pincha arrancará, por primera vez desde la temporada 2003-2004, con una campaña sub-50 en el lomo.

Fueron varios los momentos que anunciaron este desenlace y que pedían a gritos transición y seriedad sumapuntos: pero curiosamente este momento indeseable llega en medio de un prometedor presente. Hay un técnico con ganas de hacer escuela, firme defensor del cerrojo en el arco propio y con cifras alentadoras no solo teniendo en cuenta el estado en que tomó el equipo, sino en cualquier circunstancia. Hay, además, un equipo comprometido con el entrenador, con su laburo serio, obsesivo y de punta.

Pero sobre todo porque en un panorama donde el futuro asomaba complicado, florece promisoriamente la juventud. Modón y Carrillo, claro, que quizás busquen sumar partidos en otro lugar; pero además, la seguridad de vuelo andujariano de Rulli, la fortaleza y valentía de Silva, de gran pegada, el coraje del sucesor de Chapu, Gil Romero (que ayer jugó un ratito nomás), el habilidoso y despreocupado vértigo que le imprime Correa al ataque: de ese círculo surgió ayer la arrasadora media hora de Estudiantes que abarcó los últimos 15 del primer tiempo y el primer cuarto de hora del segundo. Cada vez más afianzados, ellos serán parte de la columna vertebral del futuro inmediato, apuntalados, claro, por los gritos de Desábato, y, si los planetas se alinean, por un doble cinco de los mejores de la historia: si sigue Braña y vuelve Verón, Estudiantes enfrentará finalmente el proceso de transición como debería, los viejitos ordenando y los pibitos rompiéndola.

Por supuesto que no todo es un prado colorido en el porvenir: los 98 puntos que acumula Estudiantes obligan a no resbalar desde este instante. No será responsabilidad solamente del equipo o el entrenador: los dirigentes deberán apuntar con mucho cuidado los refuerzos, cuidandose del despilfarro pero buscando una necesaria jerarquización, y con el agregado de tener en consideración el presente de los pibes, para no volver a taparlos en la oscuridad. Porque el futuro son ellos, y el futuro ya llegó. Y llegó bastante mejor que lo que, hace apenas meses, imaginaban en calle 53.

martes, 11 de junio de 2013

¿No se mancha?

Hasta las baldosas sabían que el partido estaba suspendido por un muerto y un herido de gravedad, producto de un enfrentamiento entre facciones de la barra brava y la Policía. Pero los relatores de Fútbol Para Todos seguían haciendo su mejor esfuerzo por mostrarse anodadados por el tiempo que tardaban en salir de los vestuarios los jugadores. ¿Estarían aplicándose productos para el cabello?

Otra vez, mientras tanto, los hinchas esperaban pacientes, rehenes por enésima vez del accionar represivo de la Policía y las constantes luchas de poder en el seno de verdaderas organizaciones mafiosas como son las barras bravas, que protegen los políticos y los dirigentes del fútbol. Cada vez menos gente defiende el supuesto folclore que aportan los cabecillas de las tribunas, porque cada vez es más evidente que se trata de un discurso vacío que protege sus actividades criminales ilegítimas. Podremos analizar su legitimidad barrial, su surgimiento en el marco de la disolución de identidades locales de los noventa, su rol como defensores de los hinchas ante los abusos o vacíos estalaes-policiales, pero se torna cada vez más evidente que detrás de las narrativas sociológicas y folcóricas se esconden tipos que lucran con las diversas changas que permite el fútbol, desde venta de choripanes y estacionamiento hasta pases de jugadores. Y que se matan entre sí por el botín, con el guiño de una Policía que participa del negocio.

Y los hinchas siguen yendo, a pesar de que son manoseados y golpeados por una Policía que permite el ingreso de cientos de hinchas sin entrada y sin cacheo ante sus ojos. Siguen yendo, cuando pueden morir por una bala perdida, en medio de un enfrentamiento entre facciones, el único tipo de pelea entre barras hoy en día, terminado el romanticismo de “correr al otro”. Van, se comen una suspensión, y van de nuevo el finde que viene. Les ponen la AFA Plus y ellos la pagan: una absurda medida cuyas ganancias irán a parar al bolsillo de algún funcionario y que continúa con la política de hacer en la superficie pero negar el problema de fondo. Vender humo y que nada cambie, porque, en rigor, no hay ningún interés político en que estos “hinchas apasionados”, como se los llamó alguna vez desde el oficialismo, tengan que rendir cuentas que incluyen, claro, punterismo, seguridad privada para funcionarios, aguante en actos políticos y hasta un gremio de hinchas patrocinado por el kirchnerismo en la víspera del Mundial 2010. Mucha menos intención, como demuestra el sugestivo silencio de FpT mientras se determinaba la suspensión de Estudiantes-Lanús, hay de revisar los organismos de seguridad, los operativos costosos y futiles, la obvia connivencia entre las barras y la Policía.

En la misma línea que AFA Plus, persecutoria de los hinchas, está la disolución del Coprosede, demasiado sucio ya tras perder todas las batallas posibles y demostrarse una y otra vez su connivencia en hechos de violencia (uno de los cuales sucedió en el mismo escenario que el encuentro de anoche: por Copa Libertadores, la Policía y los organismos de seguridad abrieron puertas que permitieron que una facción de la barra cruzara de tribuna y baleara a Sergio Chans). En su lugar surgió el Aprevide, que es, básicamente, el mismo organismo con la misma política. Su participación se reduce a determinar horarios ridículos “para mayor seguridad” (ayer lunes se jugó, por esos motivos, a las cinco de la tarde), y pedir operativos multitudinarios que resultan, cada vez que hay problemas, absolutamente impotentes. A veces son impotentes por falta de preparación, tanto logística (no puede ser que mil operativos armados sean abrumados por treinta sujetos y no tengan otra alternativa, otra herramienta, que la represión: que sean incapaces de prevenir y contener a pesar de su entrenamiento y su armamento) como en la inteligencia: mientras los medios advierten durante días la posibilidad de enfrentamiento entre barras (que además siempre recrudece cuando se terminan los torneos y se produce la repartija de lo recaudado que, encima, aumenta si se pelea por algo) la Policía parece no anoticiarse nunca. Por supuesto, estas distracciones ocurren muchas veces porque los operativos son impotentes porque quieren, socios de las barras en muchos chanchuyos barriales, amigotes. Los hinchas de Estudiantes recuerdan, recientemente, la liberación de una zona aledaña a la cancha de All Boys en Floresta que provocó un enfrentamiento entre parcialidades.

Pero no fue éste el caso: fue la Policía la causante del balazo mortal, que habría intervenido acorde a la costumbre en la disputa de modo represivo y habría ejecutado al barra de Lanús.Los líderes de la hinchada de Lanús fueron quienes desalojaron, antes de la suspensión, la tribuna visitante, pero en un nuevo error del operativo, la Policía permitió que llegaran al Hospital de Gonnet, donde se hallaba el muerto. Obivamente, se produjeron graves incidentes también allí.

Por supuesto, culpables no hay nunca, nadie se hace cargo a pesar de las toneledas de plata, dineros públicos incluso, invertidos en organismos y en operativos que a todas luces nada modifican, nunca, pero que sirven para la foto. Y ante los incidentes, nunca recae la responsabilidad en ellos: se utiliza a las barras como chivo expiatorio, demonio que surge de la nada, y no como un síntoma de una sociedad corrupta y de una voluntad política nula de solucionar los problemas concretos que permitió el crecimiento desmedido de un negocio criminal bajo su tutela. Mucho menos se los piensa como seres humanos: si son barras, parece disolverse el repudio por la muerte, parece ser motivo suficiente para tirar.

Esta notable negación del problema de fondo lleva a la continua aplicación de medidas vendehumo: se cierran los estadios en los clásicos, en la Primera B no se permite público visitante, se obliga a los hinchas a empadronarse o a dejar los encendedores en casa... Siempre parches, siempre claudicaciones, la Provincia acaba de determinar, tras una semana de terror, que las dos últimas fechas se jugarán sin público visitante, cuando los incidentes de los últimos años no vienen siendo causados por los choques de hinchadas sino por internas de barras. Se criminaliza al hincha y no se persigue al criminal. Y, además, claro, se suspenden encuentros: fueron dos este fin de semana (Estudiantes-Lanús y Velez-All Boys) y, en esta época de descensos y campeonatos, de histeria y guita en juego, suelen multiplicarse.

¿El show debe continuar? La suspensión del partido, molesta para mucha gente, en definitiva es incuestionable: ningún partido debería jugarse cada vez que se produce una muerte por el fútbol. Además, se corría riesgo real de que todo se pudra: el fallecido era cabecilla de la barra y el culpable, un policía. Pero, sin medidas reales para contener la violencia, resulta casi irónico parar un partido, que, treinta minutos después, se juegue otro y la atención vire, convenientemente, a otro lugar y que, como medida para solucionar la cuestión, se prohiba a los hinchas concurrir a los espectáculos deportivos: se trata de una concesión que demuestra la incapacidad de los organismos de seguridad de organizar un encuentro y de una medida mentirosa, con el único objetivo de llegar al fin del torneo y que todo pase, como reza el lema oficial de Julio Grondona.

El partido se suspende, pero la transmisión sigue, esperando hasta la hora del pase con Rosario, donde juega Newell's. Y en medio de toda esta producción de Fútbol Para Todos, claro, aparece, increíblemente, la publicidad de AFA Plus, la supuesta solución a todos los males. Los medios oficiales se hacen los desentendidos, no hablan (no pueden) de los abusos, ineficiencias o complicidades del operativo, de la falta de decisión política para solucionar la violencia en el fútbol, y, lo antes posible, otra vez, todo se disuelve en el aire televisivo. Rueda la pelota, sale el puntero a la cancha, sigue el show.

lunes, 27 de mayo de 2013

Oasis, espejismos y horizontes



Allí está el oasis, el alivio: no importa si es real o no. Espejismo o realidad, consuelo físico o anímico, el oasis es de todos modos un consuelo temporario, porque luego de bebida el agua o imaginado el reposo, la realidad del desierto que queda por caminar se impone. El oasis funciona, como el horizonte, para seguir caminando.

Estudiantes encontró en el inicio la era Pellegrino un necesario oasis. Tras una cosecha deshidratada quedó en medio del desierto, sacando cuentas y envuelto en dudas. El nuevo DT tocó un par de cositas, interpeló al equipo con mucho laburo semanal y consiguió una versión prolija de Estudiantes, que no se regala atrás como antaño, que aprendió a regular los partidos y que consigue encontrar, algo, fugazmente, a sus creadores. Machacando sobre la preponderancia de estos pilares, el equipo consiguió nada menos que 10 puntos sobre los 15 que tuvieron en el banco al flamante entrenador.

Enseguida comenzaron los delirios, propios del viajante en el desierto, los espejismos: Estudiantes era una maravilla y había, de repente, que sumar para clasificar a la Copa Sudamericana, un torneo ingrato para el club que, en este momento, traería nada más que dolores de cabeza en forma de lesiones, equipos alternativos y derrotas en el torneo que, la temporada entrante, le tiene que importar al club. Antes que pensar en el disfrute y la celebración, Estudiantes tiene que salir del desierto.

Y ese es el tema, justamente: la sumatoria de puntos calmó las sulfuradas gargantas, el infierno acuciante, el pánico del desierto sin fin. Pero aún no sale de las arenas ardientes: lejos está Estudiantes de correr, menos de volar bajito. Hilvanó un par de victorias a puro pragmatismo, pero nada le sobra y todo le costará. Argentinos llegó a La Plata con cinco derrotas al hilo y un compendio de juveniles y suplentes, en medio de un caos institucional que amenaza con incendiar todo y mandarlo a la B. Con un planteo modosito, maniató al equipo de Pellegrino y, si acertaba la que la suerte le dio, podría hasta haber ganado.

Porque mucho le falta a Estudiantes: defiende mejor (encontró un arquero que responde cuando lo llaman y hace rato no le marcan), funcionan los relevos, no queda mal parado, pero tampoco es una garantía; ataca mejor, se junta, busca por adentro y por afuera, pero en general no encuentra y sigue siendo predecible como contracara al orden hallado. Ayer fue la imagen viva de como la impotencia se termina convirtiendo en desidia: tras un primer tiempo de búsqueda paciente, el Pincha terminó jugando al gol azaroso y hasta perdió la pelota, por apresurado y harto, contra un equipo que no quería tenerla. Apenas Correa aportó rebeldía ante el empate clavado, en un equipo donde, otra vez, varios de los grandes agudizaron las dudas sobre su continuidad: Benítez fue tibio, Martínez demasiado errático, y la Gata coronó una media hora de flotación intrascendente con una expulsión boba que, además, privó a Estudiantes de una última jugada.

Pellegrino heredó un plantel caído física y anímicamente, repleto de jugadores con signos de pregunta respecto a su futuro y chiquilines de notable verdor, y consiguió torcer el destino inexorable de este torneo: perder este tipo de partidos. Hoy sumó un poroto que dejó a varios soñadores disconformes, pero que sirve para seguir caminando hacia el horizonte: el final del torneo. No es un “paso atrás” sino un paso más de este Estudiantes que no está para grandes pasos, y que puede tanto ganar (ahora sí) como empatar o perder, dependiendo todavía en gran parte (pero cada vez menos, parece) del alineamiento de los planetas.

Nada de copas o demás ilusiones: en estas cuatro fechas, el único objetivo debe ser sumar, como sea y lo que sea, y terminar este torneo Inicial de la mejor manera posible. La única utilidad de los oasis, pequeños triunfos en medio de un presente acuciante, debe ser la de motivar para terminar, de una buena vez, esta accidentada y sufrida travesía y comenzar un nuevo capítulo.

domingo, 26 de mayo de 2013

La corporación del fútbol contra el júbilo

San Martín de San Juan acababa de marcar el desnivel en un encuentro duro en que unos jugaban por la punta y los otros, los sanjuaninos, por mantenerse con vida en primera. El festejo se desató alocado, como sucede cuando los equipos tienen pocas oportunidades para celebrar, cuando cada gol vale oro. El festejo es, después de todo, la consumación del fútbol, el momento único de descontracturarse, el momento sin reglas ni tiempo. Por supuesto, hacia ese lugar anárquico y gutural fueron las reglas.

Terminada la celebración, el autor del tanto, Damián Ledesma, recibió una segunda amarilla, acusado de sacarse la camiseta, y se fue de la cancha en un momento clave para los sanjuaninos, y también para otros equipos interesados, como, por caso, estos chicos de Independiente. El jugador se había levantado la casaca pero no se la había quitado, por lo cual, en primera instancia, la sanción del árbitro resultó apresurada, descontextualizada, una sanción demasiado celosa de una regla banal, que no tuvo en cuenta momentos ni lugares, ni siquiera matices. Las críticas fueron acompañadas por las teorías conspirativas que, naturalmente, surgen cerca de junio cada año, y en contrapartida surgieron las voces que cargaron las tintas en la soncera y la inconsciencia del pobre Ledesma.

No sabemos si la corporación del fútbol (AFA, árbitros -que son de AFA- y medios) ayuda o no a Independiente, el club de Don Julio que, por ser uno de los grandes de capital, atrae gran cantidad de telespectadores. Tras años de fútbol todos hemos visto afanos, a veces sutiles amonestaciones que te sacan un jugador el próximo partido o faltitas que te inclinan la cancha, a veces groseras omisiones: sabemos entonces que algún ayudín seguramente habrá, aunque hasta aquí no le ha funcionado demasiado bien al equipo de Avellaneda. La cuestión, de todos modos, es puramente especulativa gracias a los “códigos” del fútbol, esos que Ezequiel Fernández Moores ha igualado con razón a la omertá (la ley del silencio de las mafias). No interesa, por ende, desarrollarla.

La situación de Ledesma revela, sin embargo, otro manejo apenas velado del fútbol. La reglamentación que devino en la expulsión del jugador de San Martín fue sancionada en 2004 por FIFA, en principio, para poner límite al festejo desmedido, a la “excesiva muestra de júbilo”. Una sanción disciplinaria injusta, exagerada, pero esperable en un deporte donde vuelan las patadas y los árbitros expulsan jugadores cuando los insultan.

Ahora, la regla 12 (Faltas e incorrecciones), dentro de la cual se incluyó la sanción que discutimos, habla, muy específicamente, del tema camiseta. El “festejo desmedido” por, digamos, colgarse de los alambrados o gritarle el gol a la hinchada ajena, queda abarcado por la ley, por su espíritu, primando como en todo el reglamento el criterio arbitral a la hora de definir qué es desmedido y qué no. Pero lo mismo no ocurre en cuanto al festejo con quita de camiseta (?), situación ante la cual la FIFA obliga a amonestar: la reglamentación de una situación tan particular dentro de un reglamento más bien acotado y librado mayormente a la interpretación de las situaciones parece, en principio, arbitraria, ortiva, un castigo caprichoso a una situación inofensiva. Por supuesto, toda regla tiene un alto grado de arbitrariedad: si el deporte reglamenta que uno no debe atarse los cordones dentro de la cancha, hacerlo es necesariamente irresponsable o inconsciente. Sin embargo, esta regla no es tan arbitraria como parece, y tiene su origen en la infame alianza entre fútbol, medios y empresas.

El gol es el momento de gloria pero, también, de exposición del futbolista. Por ello los festejos con bailecito, máscaras y dedicatorias que pululan por el mundo: es el instante donde todas las cámaras enfocan al jugador, donde lo vuelven protagonista absoluto. En este momento de pico de rating, a algunos locos se les ocurría, gran osadía, sacarse la camiseta que, además de la marca del club, promociona una tercera marca, la empresa patrocinadora, que se quedaba de ese modo sin tapa de diario, sin espacio en los noticieros, en fin, sin la razón de existencia de esta publicidad no tradicional.


Las empresas patrocinadoras, en general, suelen pertenecer a conglomerados que aglutinan medios y otras empresas: la causa de uno es la causa de todos, y cuando las costumbres del fútbol confrontan con los financistas del deporte, quienes tienden a cambiar son las costumbres del fútbol. Los ejemplos abundan, desde los números en las camisetas hasta el intento fallido de agrandar los arcos. La regla número 12 del reglamento de la Federación Internacional de Fútbol Asociado es uno de estos ejemplos que revela, a las claras, como las reglamentaciones, en el fútbol como en todos los deportes, no se decretan por el bien del juego, sino por el bien del espectáculo.

lunes, 20 de mayo de 2013

Manipulaciones


¨El instrumento básico para la manipulación de la realidad
es la manipulación de las palabras.
Si tú puedes controlar el significado de las palabras
puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras¨
Philip Dick


Se sucedieron en un fin de semana y sólo son 2 de los tantos que podríamos transcribir. La cantidad de conceptos vacíos de contenido real que se tiran al aire en muchas transmisiones de fútbol es difícil de cuantificar. Ya habíamos analizado en ¨Bian Lian¨ un texto lleno de ¨romanticismo¨ del Angel del Descenso y la idea a partir de aquí es exponer esos ¨conceptos¨ manipuladores de la realidad que hacen ciertos protagonistas y periodistas (o pseudo en algún que otro caso) a la hora de expresarse en un medio de comunicación. Lo hacen con mucho humo y verborragia en sus formas, combo ideal para que una buena porción de gente compre.

En este caso el que nos regala un par de tweets insólitos es ¨Gambetita¨Latorre. A propósito de la clasificación (en el 4to lugar) del Arsenal de Inglaterra a la Champions League, el ahora maratonista (¿qué paradoja no?) dijo lo siguiente:

Diego Latorre ‏@dflatorre4h
Arsenal se clasifica nuevamente a la Champions League. Gracias Wenger por resistir a los embates del capitalismo. 16ta temporada consecutiva

No vamos a opinar de Wenger en este posteo, no viene al caso aunque mucho podríamos decir de él. El punto en cuestión es la utilización de esa frase como ¨gancho¨; de esas que enamoran a más de un despistado:¨Gracias por resistir los embates del capitalismo¨. ¡Paaaaaaa! ¿Estamos en presencia de la reencarnación del Che?

Lo más curioso es que se refiere al DT-Manager de un Club que entre otras cosas construyó su estadio firmando un convenio con Emirates por 100 millones de libras esterlinas. Un club que es una Sociedad Anónima con las acciones divididas entre ricos empresarios, entre ellos Alisher Usmanov, un ruso sospechado de negocios turbios tras la caída de la URSS. Que como la mayoría de los clubes ingleses tiene en sus filas jugadores de muchas nacionalidades diferentes (es decir, una liga basada en la idea que se puede comprar lo mejor de cada país). Y lo más lindo que es que Diegote celebra en otro tweet que en esta temporada haya tenido un superávit de 50 millones. Ergo, vendría a ser un club capitalista modelo. Notable.

Pero no queda ahí. El tipo, que el fin de semana se leyó ¨El Príncipe¨ de Maquiavelo, en la primera de cambio te mandó esto en la red del pajarito:

Diego Latorre ‏@dflatorre4h
El Arsenal es un ejemplo de convicciones en esta época en la que no importan los medios para llegar al fin.

Efectista como pocas, es una de las típicas frases que suelen usar los mentirottistas a la hora de analizar fútbol. Una frase que repiten como loros los periodistas amigos del DT ¨Campeón¨ en la Dictadura. Y una frase que nunca han desarrollado con argumentos e ideas. Porque dando a entender que hay ¨otros¨ que llegan al fin por medios ¨no valorables¨, deberían contarle a la gente de qué equipos están hablando. Dar ejemplos, nombres. Pero su cobardía es tal que ni siquiera se animan a decir de frente eso que sienten (porque en el fondo es una barrabasada, lógicamente) y mucho menos cuando entrevistan a esos DT´s de esos equipos a los que suponemos aluden con estas ridiculeces.

Para finalizar y en sintonía con la manipulación que hacen de los hechos según la conveniencia, los invitamos a leer la columna de Martín Caparrós en el Diario Olé. Está referida al empate (y clasificación) de su equipo en Brasil. Recordemos que este señor escribió lo siguiente con respecto a SABELLA: ¨El mostro está felí¨. Allí decía entre otras cosas que ¨el bilardismo es esa forma de pensar el fútbol con el miedo a perder como centro de todo¨. Y también que ¨nunca entendí bien qué es lo que hacen los técnicos¨, para luego decir... ¨Aparentemente, tonterías: nada que no pudiera hacer cualquiera¨.

Pero como esta gente es una fuente inagotable de incoherencia, ahora parece que al tratarse de su equipo la vara cambia. Columna que a su vez demuestra, una vez más, lo que tantas veces hemos dicho: que los equipos juegan para sus hinchas. Que a esos hinchas lo que más les importa es ganar, sea con un 4-3-3 o con un 4-4-1-1 (como su club la semana pasada) y que la percepción del espectáculo que tengan los neutrales, a los que compiten y a sus simpatizantes les preocupa tanto como el precio de la papa en Burundi.

Lean y saquen sus conclusiones. Sólo como adelanto les dejamos una frase de esas que resumen todo, como si de golpe ahora simpatizara con ese supuesto ¨bilardismo¨ que tanto criticaba: ¨Otra vez uno de esos partidos absolutos, donde lo que importa no es ver fútbol: es ver pasar el tiempo. Son minutos lentos, laboriosos: minutos como son los minutos cuando sólo queremos que se pasen.¨

jueves, 2 de mayo de 2013

La ideología alemana



No hay milagro sino planificación. Alemania planeó hace una década conquistar el mundo, organizó su liga, hoy un ejemplo con enormes y lujosos estadios repletos, una agenda pautada antes del comienzo de la temporada y derechos televisivos que se cotizan año a año (y se reparten equitativamente). Organizó también su selección para dar el golpe no en su Mundial ni en Sudáfrica, sino en el torneo que se disputará en 2014 en Brasil.

Consecuencia, entonces: llegaron a la final dos equipos de la Liga mejor organizada, menos endeudada, auditorada cada año de modo privado, y una de las que más promueve el fútbol base. La Bundesliga, además, tiene la suerte de jugarse en el país más poderoso de Europa, y la estabilidad financiera y el flujo de dinero también han sido factores clave para acercar esponsoreo e inversión privada en el fútbol. Todo, sin despilfarro: donde hay plan a largo plazo no hacen falta inversiones ad-hoc.

Hace una década, sin embargo, la Bundesliga era una remota competencia sin lugar en la TV internacional. Los resultados magros conseguidos en los Mundiales del 94, 98 y 2002, sumados al fracaso de la Eurocopa 2000 en casa, empujaron a la federación a impulsar un aggiornamiento del histórico estilo hipermecanizado de los germanos. Mucho tuvo que ver Jurgen Klinsmann, que asumió la dirección técnica nacional en 2004 decidido a cambiar la vieja fórmula alemana del bochazo. Mucho tuvo que ver el influjo de inmigrantes que volaron hacia Alemania en busca de un futuro mejor: sus hijos tunesinos, turcos, bosnios, polacos, son hoy el corazón de una verdadera selección global. La Liga, en tanto, siguió el pedido del ex delantero, y se nutrió de entrenadores e ideas extranjeras y las nuevas generaciones se fueron nutriendo de los más elásticos modos que andaban de moda por entonces.

Así, y no de otro modo, se logró deponer la dictadura española: los alemanes dieron en las semifinales de la Champions dos de los golpes más grandes de la historia del fútbol, humillando al Real Madrid y el Barcelona y atropellando a lo Transformer la posibilidad de la morbosa final. No consiguió terminar (¿terminó?) la era Barsa el Real Madrid, con inversiones multimillonarias, sino Alemania, tras mil intentos y con el plan concreto de paulatinamente volver a ser. Requirió paciencia, cerebro, humildad y apertura mental, y hoy el fútbol más novedoso, el nuevo paradigma que ascendió desde los márgenes, se impone desde Alemania. Juego vertical, directísimo, control en velocidad y muchos intentos al arco: un fútbol físico es el eje tanto del Bayern Munich, con más jerarquía individual, potencia y control de balón, como del Borussia Dortmund, el laboratorio del científico loco Jurgen Klopp que se asemeja al estilo bielsista del ataque constante por las bandas y la presión alta.

Seguramente muchos equipos (incluidos quizás los viejos reyes) copien la fórmula en la cancha y no fuera de ella. Como sucedió con el Rey Barsa, todos querrán ser como los alemanes, pero pocos sabrán y podrán imitarlos. No interesa: el fútbol no evoluciona en única dirección, imponiendo tácticas superadoras a viejos modelos ya añejos, sino que, simplemente, surgen estilos de juego de modo rizomático, en diversas direcciones intentando deponer a los grandes equipos, buscando soluciones (siempre parciales, siempre el fútbol una manta corta) para alcanzar la gloria. Algunos consiguen vencer y se instalan en nuevos paradigmas, bajo la ilusión de un progreso.

El fútbol va hacia Alemania: el asesino de reyes marca el rumbo organizacional, pero muchos se fijarán en los experimentos que ocurren dentro de la cancha, en este nuevo-viejo fútbol que quita el aliento de tan vertiginoso y eficaz, de tan letal.


jueves, 25 de abril de 2013

Mística y carencias de la Copa Argentina


Las danzas germanas del martes y el miércoles, día del batacazo en fútbol, seducen con un panegírico acerca de los dos equipos que estarán en la final de la Champions. Pero aunque estén cerradas, las series aún no han terminado y, en verdad, nos han emocionado mucho más los triunfos sufridos y roñosos de Tristán Suárez y Estudiantes de Caseros sobre Racing y River respectivamente, que las implacables goleadas de los aguafiestas alemanes sobre los ¿decadentes? españoles. 

Porque la Copa Argentina es probablemente el mejor invento de la era Grondona (bueno, en rigor se trata de un calco de las competiciones europeas y plagio de los viejos Nacionales de vida fugaz). A pesar de AFA, incluso: porque el torneo con mayor potencial para crear epopeyas de infraperros y narrativas épicas presenta un sinfín de complicaciones ligadas a una organización antinatural y a lo que, parece innegable, es sencillamente impericia.

En primera instancia la decisión inexplicable de dar las ventajas a los mejores equipos (arrancan en octavos y son elegidos “cabezas de serie” a partir de criterios caprichosos como la tradición) es inexplicable. Además de representar una ventaja deportiva hacia los más poderososo (que son, también, quienes tienen mayor capacidad económica para afrontar viajes y partidos entresemana, y quienes tienen planteles más largos para afrontar la doble competencia) la decisión de filtrar a los equipos chicos en rondas eliminatorias previas a la entrada de los “importantes” provoca que sean pocos los enfrentamientos entre davides y goliates, y por ende menos aún los triunfos épicos de los infraperros. Justamente allí reside el encanto del torneo, desperdiciado por una decisión que, sin dudas, pretende que los equipos de Primera jueguen, en 4 o 5 encuentros, por una copa y un pasaje a la Libertadores y, por ende, que decidan prestigiar el torneo poniendo sus titulares en la competencia.

Pero ni siquiera esta decisión, política e elitista, le sale bien a AFA. El torneo surgió como una respuesta al famoso “torneo de los mil equipos” que los de Viamonte le chorearon a Daniel Vila, quien, en su vampírico intento por hacerse del trono de Don Julio, propuso un torneo inclusivo, federal, pinchando así en una de las viejas carencias de la interminable gestión de Grondona. La historia cuenta que, con el dinero público en el medio y su enésima reelección puesta en duda, Don Julio hizo propia la idea de Vila (con sutiles modificaciones) y, cuando esta fue rechazada hasta por los hinchas de River, que ascendían por decreto gracias al torneo de 40 equipos (que chocaba además contra las recomendaciones de FIFA), bueno, entonces se reflotó la vieja idea de un torneo nacional “tipo FA Cup”: la Copa Argentina.

Pero es curiosamente el promocionado “carácter federal” del torneo lo que desmotiva a los equipos de Primera a poner el once ideal en cancha. En primer lugar, porque el unitarismo mental del país provoca que cualquier viaje de la Capital Federal al interior parezca una travesía interminable que provoca un cansancio subrayado por los medios en esas tardes de jueves en las que no hay mucho para decir en el noticiero deportivo. En segundo lugar porque la idea de AFA sobre el federalismo implica, aparentemente, exportar el fútbol bonaerense, ese bien que todo el resto del país envidia, hacia las demás provincias: la Copa Argentina presenta entonces partidos tipo Tigre-Gimnasia jugados en Catamarca.

Sin embargo, los hinchas de Atlético Tucumán, por ejemplo, no tienen el placer de ver a su equipo contra uno de Primera y presenciar una posible noche histórica, sino que tienen que contentarse con lo que les lleve el azar a sus canchas mientras los tucumanos juegan en el sur del país. Como en la FA Cup, el verdadero modo de realizar una competencia federal sería, en primer lugar, no jugar en cancha neutra sino sortear las localías y, si le toca a Boca viajar a Chubut, entonces habrá fiesta de los fanáticos boquenses de esa provincia. En segunda instancia, para acrecentar las chances de este tipo de cruces “federales”, es necesario que los equipos de Primera arranquen la competencia en la misma ronda que el resto.

Probablemente, un torneo tan largo y con un premio tan reducido (económicamente el premio es jugoso para los equipos de categorías menores pero no tanto para los de Primera, y jugar ocho o nueve rondas de un torneo sin prestigio por un sólo lugar en la Libertadores parece más una inconveniencia que una posibilidad) no sea jugado por ningún equipo con sus once mejores jugadores. Pero, de todas maneras, tampoco sucede ahora. Ayer, mientras Estudiantes de Caseros festejaba haber viajado mil kilómetros y haber puesto en riesgo el físico de sus jugadores a cuatro días de un encuentro clave ante Villa San Carlos (con cuatro fechas por delante y por la punta de la Primera B), un mix de precoces millonarios, jugadores indultados y suplentes de River fingía sentirse afectado por su derrota y por los gritos de la tribuna que, decepcionada, los abucheaba. Es que, en definitiva, la Copa presenta una gran oportunidad de hacer historia para los chicos, pero representa mucho que perder (desde el físico al estatus) para los grandes. Seguirán, entonces, ninguneandola hasta que el torneo no se vuelva prestigioso y sus hinchas exijan poner lo mejor. Seguirán, entonces, avanzando casi sin intención por la competencia, incluso depositados por el azar en instancias decisivas, y a veces también mancillando su historia, hasta que los premios no sean mayores.

Allí residen las dos claves del trabajo que debe afrontar la organización. El prestigio puede ganarse bañando a la Copa Argentina de mística, obligando a los clubes a visitar territorios hostiles por todo el país, a atravesar numerosas rondas ante rivales menores pero mucho más hambrientos y deseosos de humillar y llenarse de gloria. El sorteo de la localía es una necesidad de la competencia, así como lo es la participación desde las primeras rondas de todos los clubes para volver al torneo verdaderamente federal, inclusivo y apto para todo tipo de batacazos: estas simples medidas darían un gran empujón al tiempo, que seguramente cumplirá su rol en volver al torneo tradicional y atractivo.

La otra gran necesidad de la Copa Argentina es la repartija de premios: demasiado se reparte en ese torneucho de 19 fechas y muy poco en este torneo de cientos de equipos. El premio económico seguramente crecerá a medida que los anunciantes se anoticien de este seductor, pero muy poco promocionado producto. El premio deportivo debe, sin dudas, ser mayor. A la plaza libertadora habría que sumar dos plazas de Sudamericana, al menos, y jugar, por ende, un partido por el tecer y cuarto puesto. Sería interesante, incluso, dar plazas a la Copa Libertadores a los dos finalistas aunque, claro, eso le quitaría algo del incentivo a la final.

La Copa Argentina tiene todo lo que nos gusta: esas historias del fútbol casi amateur, esos estadios desamparados, las duchas frías, las batallas entre pobres y millonarios con saborcito a batacazo. Pero los partidos casi ni se ven y, sin medios masivos que publiciten el torneo, poco se sabe de los partidos en que no juegan los equipos que uno sigue: hay que tener en cuenta que los derechos son de la TV pública, que cuenta con rating bajísimo, y que los diarios aliados también tienen un lectorado poco significativo. Quizás, entonces, deben explorarse las nuevas tecnologías: la televisación por internet es un saludable paso al frente en este sentido, pero la promoción es deficiente aún en la vía virtual. Hay mucho por hacer y, quizás, el problema resida en la capacidad y la voluntad de un grupo dirigencial que, hoy más que nunca, quiere quedar bien con los equipos poderosos y con los políticos poderosos (todo con tal de sostenerse en el poder) y terminan generando este proyecto lleno de agujeros, a medio cocinar.


lunes, 22 de abril de 2013

El show y la continuidad


Publicado en Ni tan rápido, ni tan alto, ni tan fuerte

Hoy se correrá la tradicional maratón de Londres, uno de los puntos altos de la temporada de atletismo que contará con verdaderas estrellas como el doble campeón olímpico Mo Farah, Wilson Kipsang, último ganador y bronce en los Juegos Olímpicos, Geoffrey Mutai o el recordman mundial Patrick Makau. Los corredores, profesionales y aficionados, y también los espectadores, han sido enfáticos en su deseo de tomar coraje y acudir masivamente a la maratón para que se desarrolle en su normal esplendor: pero sólo una semana la separa de su par de Boston, carrera en la cual dos explosiones provocaron heridas en cientos y la muerte de tres.

¿Hasta qué punto se justifica forzar la normalidad y continuar con el show? ¿Hasta qué punto es un acto de genuino desafío al terror y hasta qué punto una campaña fogoneada por los anunciantes? Hace poco más de dos semanas se inundaba la ciudad de La Plata. Tres días más tarde Gimnasia tuvo que hacer su aparición en las canchas a pesar del pedido de hinchas, acompañado tímidamente por la dirigencia, de suspender el encuentro. Los jugadores salieron al ruedo acompañados por un pequeño grupo que escapó a la zona del desastre por unas horas, más que nada, para expresar su descontento. El fútbol estuvo ausente: todos, jugadores, hinchas, dirigentes, habían sufrido el diluvio, y habían pasado los días limpiando casas o recolectando ayuda. Nada en sus vidas había vuelto a la normalidad. El lunes le tocó saltar a la cancha a Estudiantes, en el mismo contexto. Nadie en el estadio sintió que la necesidad de volver a la normalidad estuviese ligada al regreso a las canchas, sino al regreso de la luz y del agua.

AFA no se anotició. El fútbol argentino ha visto numerosos encuentros suspendidos, pero siempre cuando las circunstancias fueron ya abrumadoras. Se han reanudado partidos tras suspensiones de hasta una hora, tras hechos atroces de violencias, tras asesinatos en las inmediaciones, tras aprietes (la excepción es la suspensión del encuentro de mañana de Huracán): AFA prefiere hacer la vista gorda y pasa esa misma directiva a sus árbitros, a través del Colegio presidido por Don Julio. Para que todo pase, el show debe continuar.

La premisa nunca es, entonces, el regreso de los ciudadanos a sus vidas normales: garantizarles cierto sentido de seguridad, brindarles contención a través del deporte, puede pensarse también como un modo de acallar los reclamos de la población en tiempos de crisis. El deporte, su necesidad imperiosa, generalmente mix del deseo de sus participantes y de sus organizadores, de continuar con el espectáculo sea como sea, opera a favor del restablecimiento del orden, pero de un orden que prefiere no dar explicaciones.

Freddie Mercury cantaba desgarrado que el show debía continuar, mientras moría lentamente. El deporte canta con el mismo desgarro luego de Boston que todo debe seguir como si nada hubiera pasado. Participar del deporte se ha transformado en parte de la vida cotidiana de la población occidental: hecho social, cultural, se reanuda como se reanudan, tras atentados, muertes y catástrofes, las dependencias públicas. La fachada de normalidad es necesaria para restablecer la normalidad, para que la rueda productiva no se detenga. Y en tanto la rueda gire, lo demás se maquilla: el show sigue, todo pasa, el deporte no reflexiona sobre sí e impide, como un apéndice del Estado, que la patria atraviese un duelo demasiado prolongado para eso que llaman el bien común. El triunfo es interiorizar esta creencia, y que los participantes de Londres, o los hinchas del fútbol, terminen utilizando su coraje en esta continuidad perpetua que no permite nunca detectar las falencias del presente y prevenir las derrotas del futuro.



domingo, 21 de abril de 2013

Nube negra

Soluciones mágicas no hay. El entusiasta trabajo de la semana del nuevo DT, Mauricio Pellegrino, alcanzó apenas para mostrar cositas, paredes, presión, ideas en ataque, que duraron hasta que a Estudiantes se le acabó la nafta. Con la energía se fueron también las ideas, y el Estudiantes del segundo tiempo fue alarmantemente parecido al del ciclo Cagna: exausto, hasta indolente, sin ideas, con delanteros-isla, y perseguido por una persistente nube negra.

Porque si bien Quilmes hizo algún mérito más, su única herramienta fue su desesperación, su deseo. Fogoneados por la localía y su preocupante posición en la tabla de los promedios, y advertido por los boqueantes jugadores pincharratas que la mesa estaba servida, el equipo cervecero fue como pudo. Casi no llegó, pero ¡por supuesto! cuando encontró el hueco, facilitado por una defensa fusilada, no la tiró por arriba del travesaño o se enredó con la pelota, sino que hilvanó una jugada clara y veloz, indigna de Quilmes, con una definición europea, digna del Capitán Frío Dennis Berkgamp antes que del fructífero pero terrenal Martín Cauteruccio.

Así volvieron a despojar a Estudiantes de algún puntito sobre la hora. Porque Estudiantes, si bien no merece ser puntero, si podría tener, al menos, dos o hasta tres veces sus 4 miserables puntos sobre 30 disputados. Repasemos. Tigre y River le ganaron bien, pero ya en la tercera fecha San Lorenzo le empató en el cierre. El partido siguiente fue a la vez uno de los puntos más bajos y el más representativo de la suerte: Estudiantes lo ganaba 3-1, tuvo el cuarto, lo erró, y Colón, un equipo que quería echar a su técnico (y tendría éxito rápidamente), con 4 minutos en el reloj, tiró dos bolas al área, casi de compromiso, y lo empató. Luego los suplentes de Ñuls se devoraron a Estudiantes en la segunda etapa (el Pincha lo ganaba 2-1 y lo perdió 4-2), Vélez le convirtió a 10 del final en el mejor partido albirrojo (lo empataría, en la única señal de reacción anímica, con bastante fortuna) y Racing y Arsenal, con muy poquito, le afanaron los puntos sobre la hora.

Por supuesto, se puede hablar de los errores groseros del arquero y de una defensa estática, ingenua, súbitamente envejecida y superada tridimensionalmente, por abajo y por arriba y también por los costados, cada vez que el rival se lo propone; o del panicoso desconcierto que domina los corazones en cada pelota parada; o de su mediocampo abierto 24 horas, de sus ataques evidentes hasta a los ciegos o de su única amenaza jugando lejos de todos, en otro código postal (Estudiantes lleva 372 minutos sin marcar). Pero Estudiantes perdió 3 de los últimos 4 encuentros sobre la hora (con tres entrenadores diferentes, como para desestimar con toda claridad las teorías conspirativas), y si cada tiempo durara 40 minutos, tendría 10 puntos más, y alcanzaría unos pobres pero más decorosos 14 puntos. Demasiado castigo para una mediocridad que no está por encima de la de la mayoría de los equipos del fútbol argentino que, sin embargo, se las arreglan para cosechar el puntito inteligente y ganar de vez en cuando.

Teoricemos gratuitamente: Estudiantes paga muy caros los errores porque, sin identidad y sin un jugador que saque conejos de la galera, nunca se decide a ganar los partidos. Y porque, por repetición de derrotas sobre el final, teme, se agazapa, defiende en retroceso en lugar de salir a romper, y defiende a destiempo, porque a la parálisis provocada por los nervios y la frustración, se suma la falta de reacción provocada por el resto físico inexistente.

Entonces, ese será el trabajo más urgente: atender la cuestión física. Porque ocho días, hasta el choque con Boca no alcanzan para modificar demasiado el ideario futbolístico. Pero sí para meter al menos dos dobles turnos y, sobre todo, generar mucho sudor para transpirar el absceso, ese cáncer que hace que pies y cabezas pesen mucho en los complementos, la hora de la verdad. Seguro que se imponen cambios de jugadores y por supuesto que es importante trabajar sobre la identidad futbolística del equipo, que durante toda la temporada ha sido, cuanto menos, difusa. Pero para escapar a la nube negra hace falta algo más que sólo fútbol: hace falta carácter, hace falta correr, sangrar y transpirar hasta que la suerte deje de ser un factor crucial, porque, está claro, la suerte nunca está del lado del que, desesperado, mira como vuela la pelota hacia el área esperando que el delantero mande el cabezazo afuera. Y, por supuesto, también se precisa con suma urgencia un cimbronazo anímico. Ambos, lo físico y lo anímico, el sudor y el corazón, van de la mano. Llega Boca, golpeado, de local. Llegó el momento de cansarse de este momento, y mandar a la nube a la mierda.

sábado, 20 de abril de 2013

La cuestión física



Si fuera una de las viejas batallas de Libertadores, vaya y pase: pero la cantidad de jugadores lesionados, sentidos, con molestias, que pidieron el aerosol o el cambio en el insípido Estudiantes cero Godoy cero, un partido con la intensidad de su marcador, constituye a la cuestión física en el argumento fundamental a la hora de explicar la debacle súbita del ciclo Cagna.

Seguro, faltó fútbol, con Román Martínez incómodo en la cancha y fuera de ella, con la Gata Fernández atravesando una oscura sequía de gol y juego en medio del litigio con Tigres y con el propio club por la renovación de su contrato, con los chicos aún verdes y sin asombrar. Defensa y arquero comenzaron a cometer errores pavos que se sumaron a errores nerviosos, esos que se cometen cuando, por miedo a los errores pavos del pasado, las piernas se congelan: la seguidilla transparentó la falta de laburo en pelota parada, un sufrimiento excruciante para el equipo. Cagna, en rigor, nunca encontró el equipo: probó con 3, con 4, cambió allá y metió acá, pero nunca se formaron las sociedades y los cambios, más que aportar variantes, trajeron un desconcierto irremontable sobre el final. Porque, además, faltó carácter, rebeldía, quizás porque Cagna, falto de verba motivadora, fuera más capitán de laguna que de mares bravos.

Pero, ¿cuánto menos hubiera faltado si no hubiera fallado la parte física? Cada vez que un alarmado Estudiantes intentaba resurgir, se despertaba de su siesta y decidía rebelarse, chocaba contra sus propias limitaciones. Una enfermería en el lugar donde antes hubo un Country embarraba cada semana el armado del equipo: entrenamientos diferenciados, jugadores entre algodones hasta el último día y cambios fueron la norma. Pero el límite físico se vislumbraba aún más claro en el césped: luego de unos 20 o 30 minutos iniciales de presión marca Cagna, el equipo empezaba un pronunciado declive físico. Si la coordinación entre los jugadores no era la mejor de arranque, la falta de piernas y de cabeza provocaban un verdadero desastre: pases errados a un metro, jugadores atravesados como alambre caído y, claro, horrores defensivos. Estudiantes era antes un equipo sin reacción desde lo físico, que un equipo sin reacción anímica.

Desembarcó ya Pellegrino y, en lo inmediato, intentará solucionar lo solucionable: Estudiantes es hace rato un equipo sin línea de juego. Pero, sabe el flamante técnico, la mejoría futbolística posible  tiene un techo, en tanto no se trate paulatinamente la cuestión de fondo, la cuestión física. Para eso trajo en su cuerpo técnico a Gabriel Macaya, hombre de ásperos entrenamientos acordes a la historia de un club que no se alinea con aquellos que ningunean la preparación física, y luego la sufren al final de cada encuentro y atañen las derrotas a “la mala suerte en esa última pelota”. Macaya vio los últimos dos encuentros del equipo desde la tribuna y pidió al club las carpetas con la preparación de cada jugador durante la temporada: hombre de gesto adusto y obsesión enfermiza con su trabajo, sin dudas es un profe para el club. Ya pasó por Estudiantes en la era Astrada y, dicen, dejó algún que otro enojo: pero este es, justamente, el momento de dejar de lado los egos y juntar las cabezas para sacar adelante al equipo. 

miércoles, 10 de abril de 2013

La solución inglesa



La mañana comenzó con una nueva noticia escalofriante: el hallazgo de un hombre muerto bajo las gradas de la cancha de Vélez todavía no ha sido esclarecido y se presume se trató de un accidente, pero no deja de recordar al periodista asesinado en la pileta del estadio de Racing hace meses nada más, en tiempos donde figuras del fútbol profesional pasan sus días en el penal de Ezeiza por encubrir homicidios. El fútbol argentino, jaqueado por la violencia y olfateando lo que serán las bataholas por tickets al mundial, no sabe qué hacer. “Se pide el documento de identidad para entrar en los estadios, se persigue a los hooligans, se les ficha, se les ordena ver partidos en comisaría si tenían antecedentes…El presidente del Luton Town, miembro destacado del partido conservador de Thatcher, llegó a impedir el paso a los hinchas visitantes en su estadio. Pero el sistema no funcionó. Los hinchas se peleaban fuera de los recintos”: esta fue la tan mentada “solución inglesa” al problema, que nos suena familiar porque hoy aplica con el mismo éxito Argentina.

Acaba de morir Margaret Thatcher, la mujer que mandó a hundir el Belgrano y una de las responsables de la creación de la Premier League, el fútbol más espectacular del mundo. Su receta contra la violencia la hizo odiada por todos los hinchas del fútbol, pero no fue hasta 1989, un año antes de la dimisión de la Dama de Hierro y con el desastre de Hillsborough, que la verdadera profundización de un nuevo modelo de fútbol comenzó a gestarse. El primer Informe Taylor instaba a los clubes a reformar sus instalaciones para evitar mayores tragedias; el documento no condecía con el reporte policial, que culpó a los hinchas y su ebriedad por morir atrapados y sin asistencia, a la vez que los acusaba de todo tipo de atrocidades. Recientemente, la investigación, gracias al empuje de los familiares de los muertos en la tragedia, dio una vuelta y se hizo público el negligente accionar policial, que, acostumbrados a la represión de las sometidas clases populares durante el thatcherismo (particularmente mineros y hooligans revoltosos), permitió el desbordamiento de la capacidad del estadio solo para trabar todas las posibles salidas. Murieron 96 hinchas, que fueron luego culpados de sus propias muertes.

La propia Thatcher ordenó distorsionar la investigación y el resultado del reporte policial y el informe Taylor preliminar (cuatro años más tarde, ya sin Thatcher, la versión final daría cuenta de la negligencia policial, que tardó 23 años en ser reconocida por el Estado) fue una profunda “limpieza”del fútbol inglés. Nuevos estadios, costeados con créditos públicos, en un deporte libre de hooligans gracias a la exclusión de las clases populares, que no pueden afrontar los altos precios de las entradas y, mucho menos, los abonos por temporada, y que fueron marginados a los pubs de Inglaterra. Allí siguen los encuentros a través de Sky, la cadena televisiva de Rupert Murdoch, que, movimiento inverso al argentino, consiguió con la fuerza del dinero quitarle la concesión a la televisión pública inglesa, la cadena BBC. La decisión fue tomada luego de que la Primera División decidiera separarse de la tradicional Football League: el dinero de la TV púbclia en 1988 daba 44 millones de euros que la FL dividía en cuatro categorías. El primer contrato con Sky fue de 262 millones. La creación de una división top, la Premier League, era un negocio lógico para los clubes de primera división, que recibirían el dinero de la televisión privada y repartirían el dineral entre solamente 20 clubes. Y también era un producto despojado de los violentos antecedentes de la Football League, un nuevo comienzo en flamantes estadios lujosos, fácil de ser vendido y exportado.

Hoy la cifra aumentó a estrafalarios 8400 millones de dólares por tres años. El dinero se reparte entre los 20 equipos que disputan la Premier, pero de manera desigual, enriqueciendo a los ricos, las marcas que hacen atractiva la liga a nivel mundial. Los clubes cotizan en bolsa y han hecho millonarios a sus dueños, pero los equipos deben 5000 millones de euros, un pasivo solo explicable por la falta de control del sector privado que no suele saber demasiado de sustentabilidad. El indispensable documental "The Four Year Plan" muestra la incursión de los magnates de la Fórmula 1 Flavio Briattore y Bernie Ecclestone en el negocio del fútbol: junto a capitales árabes compraron el tradicional QPR y lo vendieron, luego de mil caprichos y descalabros, tras cobrar la bolsa por el ascenso a la Premier. Cuando la familia Glazer compró Manchester United, varios hinchas decidieron formar su propio club, movimiento retratado en “Looking for Eric”, el film en que actúa Eric Cantona y que dirigió Ken Loach. El club fue comprado mediante créditos luego pagados por el United: el club más poderoso del mundo adeuda 800 millones y busca inversores.“Privaticemos su funeral, es lo que hubiera querido”, dijo el director Loach, opositor a las políticas de privatización que devastaron a la Inglaterra obrera pero enriquecieron a tantos.

Pero la Premier League en sí, que recibió la muerte de la mandataria con cánticos, abucheos y sin silencios, fue beneficiada absolutamente por las políticas de los ochenta y noventa. Hoy es la liga más vista en el mundo, y también la que mejor fútbol muestra, pero su selección pasa por las competencias importantes sin pena ni gloria. La entrada de capitales extranjeros, interesados en resultados a corto plazo que alcen el precio de venta y permitan hacer negocios rápidos y multimillonarios, implica el flujo de jugadores de todo el mundo como un modo de potenciar a los equipos y de vender camisetas globalmente, y tiene como consecuencia la marginación de los jugadores ingleses criados en los clubes, que seguramente terminen en los pubs con los hinchas. El entrenador de West Ham, Sam Allardyce, encontró otra causa para los fracasos del seleccionado: los recortes de Thatcher en el sector público cerraron las ligas escolares, encargadas de la formación temprana de los chicos. “Mató al fútbol y al deporte británico”, sentenció.

En lugar del muerto, dejo un deporte limpio, ofensivo, espectacular: el thatcherismo futbolístico es una prueba contundente de que el espectáculo es un valor televisivo, algo que interesa a los dueños en tanto crea más consumidores televisivos, que equivale a una entrada mayor de dinero. El fútbol en los estadios es casi una molestia, que requiere de complicados operativos y no deja demasiado a cambio: por ello, el fútbol en Europa se ha resignificado lentamente, hasta transformarse en un teatro. Espectadores, no hinchas: respetuoso silencio, aplausos predeterminados y la sensación de ver a los protagonistas de la vida real, a los deportistas del star system, en carne y hueso. Precios altos que prestigian la reunión social; palcos y plateas donde se pueda. Un modelo que comienza, ominosamente, a cobrar sentido en un país que no sabe qué hacer con una liga que, entre la violencia y el empobrecimiento, pierde prestigio. Y que solo subsiste gracias a una dádiva estatal que financia los descalabros de dirigentes que buscan terminar el descenso sin descensos, y sin morir en el intento.

sábado, 30 de marzo de 2013

No es lo que hay: un llamado a la cordura

Demasiados técnicos han pasado ya por el club durante estos últimos años como para plantear hipótesis simples para esta crisis que atraviesa Estudiantes. Tampoco, claro, es el Pincha la anomalía: todos los clubes despiden técnicos con pasmosa facilidad, la misma con la cual contratan al sucesor entre los técnicos disponibles y pagables, mientras hablan de proyecto y largo plazo. Por eso, dada la escasa disponibilidad de nombres, son demasiado pobres los técnicos que suenan para suceder, como para imaginar soluciones simples a esta crisis que atraviesa Estudiantes.

Los problemas son varios, profundos y de difícil diagnóstico. Pero, pareciera, lo que requiere urgente solución es la inmediatez, lo futbolístico. El paso al costado de Cagna sirve para dar aire, bríos, a un ciclo que se notaba desgastado aún en sus momentos de juego pasable. Quizás estirar la decisión, por motivos económicos, por falta de convencimiento en los nombres que rondaban, y también por respetar la bandera del "proyecto", haya sido desacertado, teniendo en cuenta que Cagna nunca fue el DT elegido para el largo plazo y la tan mentada transición, sino un técnico que llegó tras la negativa de los señalados por la sede para llevar adelante el proyecto futbolístico. Cagna llegaba con la obligación de demostrar, se construyó un colchón de 28 puntitos el torneo pasado, pero despilfarró su crédito en estas siete fechas.

Las derrotas, y sobre todo su forma desoladora, protagonizadas por un equipo desinflado, atonal, evidenciaron ánimas bajas y, sobre todo, la incapacidad del actual cuerpo técnico de elevarlas. Quizás hayan colaborado los constantes cambiazos y borronazos como única solución, el sufrimiento defensivo de un equipo que se olvidó, a pesar de contar con tres centrales de experiencia, como marcar la pelota parada, la falta de cambio de ritmo, de sorpresa, en el ataque, siempre terminado en centro largo y predecible, siempre lento en la transición, y, claro, la evidente merma física de los segundos tiempos, que provocó las derrotas que más duelen. Cualquier falencia de las muchas que muestran los equipos de Argentina se expone doblemente cuando las cabezas andan gachas, cuando no hay confianza. En siete fechas, Estudiantes fue potenciando cada desgracia con otra desgracia en un suplicio que parecía no tener fin. Un suplicio que dejó sin fuerzas ni respuestas a Cagna y también a sus jugadores, notablemente abrumados por cada gol sufrido.

Los tres puntos en siete fechas parecen empujar, por un lado, a emparchar rápido el fútbol: conseguir alguien que se haga cargo del equipo, que comience a trabajar ya mismo en la remontada, parece obligado. Y sin embargo, en esas condiciones se contrató a Cagna, Berizzo, Sensini, Russo, incluso a Sabella, único de la lista en funcionar. Si Estudiantes apuesta verdaderamente al largo plazo, no debe conformarse con lo que hay en el mercado. Debe apostar por un DT que amerite banca en las difíciles porque es un técnico integral a un proyecto. Repite Verón cada vez que puede que Ferguson pasó sus cuatro años iniciales sin ganar nada en Manchester: Estudiantes necesita su Ferguson, difícil en un fútbol gobernado por la intuición, el amiguismo y la ambición, hermanos del cortoplacismo.

Si ese hombre idóneo no está disponible, debe, necesariamente, esperar tanto tiempo como pueda (es decir, lo que resista el interinato) en busca de su conductor ideal, porque, en definitiva, quien venga enfrentará los mismos problemas de fondo que condenaron a varios entrenadores al fracaso. Sino continuará contratando técnicos incapaces de elevarse de la medianía, aves de paso que durarán lo que duren los resultados circunstanciales, y el volátil ánimo y el compromiso de los jugadores que son directa consecuencia de ellos.


miércoles, 27 de marzo de 2013

La inteligencia valiente




En “Ilíada”, uno de los dos cantos homéricos sobre el mítico pasado de la civilización griega, rigen las leyes de la retribución y el sometimiento a la voluntad de los dioses. Y en su universo de semidioses como Aquiles (que es, después de todo, Brad Pitt El Perfecto), Odiseo, “el de pensamientos complicados”, es considerado un cobarde por sus inteligentes ardides para alcanzar la victoria. Una idea suya acaba con una guerra inútil, entre pueblos hermanos, originada en el orgullo de sus despóticos gobernantes: pero este episodio clave en la historia helénica queda afuera de un canto que se centra en la furia de Aquiles, toda una guerra justificada por venganzas y egocentrismos.

Distinto es el héroe de “Odisea”, protagonizada por un hombre nuevo para un mundo nuevo. El mundo tribal dio lentamente lugar al panhelenismo, que obligaba a la convivencia y la diplomacia. Tres siglos más tarde, la tragedia de Sófocles recuperaría al héroe en “Ajax”, reflejando el cambio del paradigma de héroe que a la vez implicaba un cambio de valores. En medio del auge del panhelenismo, el autor, casi existencialista, quizás iconoclasta y sin dudas apesadumbrado por el silencio de los dioses, ve en el Odiseo de “Ajax”, que obtiene para sí las armaduras del guerrero Aquiles venciendo mediante la sagacidad a la fuerza del homónimo del equipo holandés, el estandarte de una nueva era pluralista: es el paso, también retratado en la “Orestíada” de Esquilo, de la ley del Talión, la retribución personal, de una civilización tribal y guerrera, a una civilización plural, pacifista, a través de la razón. Una transición fuertemente humanista.

El fútbol argentino sigue considerando figuras deleznables, cobardes, a los inteligentes. Sigue negando la existencia de un fútbol pensado, rogando por el nuevo advenimiento de la era del talento puro, sin entrenamientos, mecanizaciones ni otro trabajo más que el hedonismo puro dentro de la cancha. Sigue, también, proponiendo un modelo tribal, polar, de interpretación futbolística, que lleva a la confrontación eterna (la sangre que venga la sangre que venga la sangre) y por ende a la suspensión del tiempo. El pensamiento es un defecto de los mezquinos, nunca el arma de los humildes y de los limitados para superar las limitaciones de su ambiente. El fútbol argentino se niega a cambiar de paradigma de héroe: prefiere los salvadores a los pensadores, los talentosos a los laburantes. Y ha construido un discurso maravilloso alrededor de su particular forma de concebir la justicia y la moral futbolística.

IR AL FRENTE. ¿Por qué se considera cobarde a la inteligencia? Idea propia de la tradición romántica cuchilleril y parte de la vacía cultura del “aguante” neoliberal (porque bancársela, que nada cambia, es de guapo), opera como un discurso pretendidamente popular que obstruye el cambio y evita que, mediante el pensamiento, los menos “favorecidos” por la “naturaleza” igualen el terreno de juego.

Ir al frente es la que va. Quien no lo hace, cagón est; y si gana, además de cagón es sucio, y una amenaza a la “moral”, al “buen gusto”, conceptos aristocráticos todos ellos y que ayudan a mantener el “orden”, a excusar las ventajas. Este discurso permea el fútbol y allí está, como consecuencia, la lucha de los multimedios por establecer (apropiándoselo) un “fútbol que le gusta a la gente” lírico, conservador, hecho a medida de los clubes capitalinos, con grandes billeteras, explotadores de ajenas canteras y capaces de tener en sus filas a jugadores “distintos”. (Nobleza derrotada, el chistecito se les empieza a terminar a medida que los clubes chicos comienzan a negociar sin intermediarios -o con otro tipo de intermediarios- con los clubes de afuera: entonces los clubes “grandes” se transforman, lentamente, en equipos feos, incapaces de competir con el fútbol de las grandes billeteras y, en su propio detrimento, aún creyéndose merecedores de no sé qué, nostálgica fe de tiempos donde los jugadores se morían por vestir sus casacas y los árbitros eran muy susceptibles a cualquier faltita en el área).

Dos partidos sirven como ninguno para explicar hasta qué punto es detrimental este supuesto coraje sin sustento: la Selección, Messi incluido para los cuestionadores, se comió 6 con Bolivia hace 4 años y 4 con Alemania hace un poco menos. Ambos encuentros son los estandartes de los errores y excesos del maradonismo, caudillo que igualaba entrega absoluta al ataque constante, que quería recuperar de la abulia a un equipo obligándolo a ir al frente. Por supuesto, se esconde allí la vieja trampa del orgullo: la necesidad de demostrarse valiente termina mal, privilegia la imagen al objetivo grupal. Pero Maradona nunca creyó en su propio trabajo de técnico, se negó sistemáticamente a otro plan de juego que no fuera apelar a la mística y ninguneó la altura. Maradona era más un motivador casi mágico que un entrenador, en un país que perderse detrás de quienes prometen salvación. 



CONTRA LA CORRIENTE. Existe una contracorriente a esta orgullosa necesidad argentina de ir para adelante. Previo al encuentro con Bolivia dio vuelta por los medios la historia del Seleccionado dirigido por Miguel Ignomiriello que, en 1973, venció en la altura luego de aclimatarse durante ¡40 días!. “El equipo fantasma”, como bautizaron a los hombres que podemos ver en la imagen disfrazados de miembros del Ku Klux Klan, contaba entre sus filas a hombres como Trobiani o Kempes, pero sin dudas el aporte más importante estuvo en el cerebro de Miguel, hombre que forjó la base del Nacional campeón del mundo 1980 y, claro, del Estudiantes campeón de todo. Ignomiriello, en una época donde la dirección técnica se encontraba más menospreciada aún que hoy, derrotó a Bolivia en la altura de La Paz por 1 a 0, encaminando así la clasificación al Mundial del 74. Argentina había disputado tres encuentros por Eliminatorias ante Bolivia como visitante y había caído en dos oportunidades.

Pekerman, quizás homenajeando aquella ocurrencia de Don Miguel pero sin incurrir en los extremos del Viejo Ignomiriello, enfrentó el dilema de jugar en la altura a 4 días de un duelo clave ante Colombia, enviando una semana antes un “equipo B” para aclimatarlo. El conjunto totalmente suplente venció a su par de Bolivia por última vez en eliminatorias por 2 a 1, con goles de Luciano Figueroa y Luciano Galletti, consiguiendo la primera victoria desde 1973 (jugaron dos veces en medio: un empate bien bielsista, 3 a 3 con goles agónicos incluidos, y la famosa derrota por 2 a 1 en el partido del “corte” de Julio Cruz). El historial en La Paz mostraba, antes del partido de ayer, para los ninguneadores de los efectos de la altura, 4 victorias para Bolivia, 1 empate y 3 victorias argentinas ante un equipo que nunca venció a la albiceleste cuando esta fue local. 

Alejandro Sabella, siguiendo similar plan que José Pekerman, cambió casi por completo el equipo que venció cómodo a Venezuela, pero en lugar de realizar la semana previa de aclimatación su herramienta contra la altura fueron unos novedosos tubitos de oxígeno que aumentaron la sensación de guerra que se vivió ayer, y se vive siempre, en La Paz. En un durísimo encuentro, la entrega de los jugadores fue conmovedora y sin dudas lo que más se celebró, antes que el útil punto, fue el carácter de una selección que demostró huevos sin la necesidad de perder la cabeza yendo al frente y regalándose. Lejos estuvo el planteo de Sabella de ser perfecto, y eso que lo podría haber ganado tranquilamente, si un Messi fusilado no hubiera errado un gol que hace con los ojos cerrados habitualmente. Pero depuso el orgullo que obliga al protagonismo y, en una señal de inteligencia instó al equipo a pararse tranquilos atrás, no correr la cancha y explotar la velocidad en la contra.

En absoluto cobarde, el planteo suponía una caminata de 90 minutos por la cornisa, y así expuso el gol de Bolivia. Por unos instantes, desde afuera nos preguntamos que pasaría con el planteo: adentro no hubo dudas. Argentina continuó transitando siempre por el mismo camino, llegando con peligro y empatando el encuentro. Así ocurre cuando un equipo tiene una idea de juego de fondo, y no solamente busca ser el más guapo: eso es identidad. Para jugar de este modo, tan al límite, en condiciones tan adversas, boqueando y corriendo siempre atrás de la pelota, se necesita un compromiso especial del equipo, una convicción y una solidaridad que hace tiempo no se veían, que dista mucho de ser esa entrega vendehumo que termina en expulsión. Esta Selección sabe lo que hace y cree en lo que piensa.

Los muchachos dándole al oxígeno. Misión cumplida

miércoles, 13 de marzo de 2013

Tanta tinta


La cofradía barcelonera revivió




Otra vez se ha incurrido en el eterno error del periodismo deportivo de creerse que su rol es vaticinar en lugar de analizar. Todos dieron por muerto al Barcelona, de insoportable mística ya: este ilustre señor (?) procuró ser ante todo mesurado en sus exposiciones, y de ninguna manera creyó que las tres derrotas consecutivas eran el inicio del “fin de una era”. Pero, de ninguna manera tampoco, imaginaba a este equipo, notablemente alicaído y de terrenal defensa, remontándole al bondi catenaccio milanés un 0-2 y pasando de ronda gracias a una contundencia que parecía de otros tiempos.

En la remontada hay un rol relevante de la suerte: la vuelta arrancó con un gol adentro y el partido irremontable de los dos goles contra la muralla italiana tornaba en casi 90 minutos para marcar un solo tanto. El plan del Milan incluía la desesperación del rival, el caer de la arena dentro del reloj, aparentemente lenta pero implacable, insoportable. Quien fue insoportable fue el Barcelona, que salió de entrada nomás a devorarse al conjunto italiano, con una intensidad olvidada en ataque, donde años y años de planteos defensivos parecían, en los últimos encuentros, haberlo abrumado, frustrado: había mucha posesión pero poca verticalidad en el Barsa que amagó con quedarse afuera de la Champions demasiado temprano. La famosa jaula, esa estrategia defensiva que rodea a Messi de cuatro o cinco rivales, aplastó en la ida la creatividad del Barsa, no lo dejó tocar y pasar, su juego preferido para romper defensas y redes. No demasiado cambió, en términos de táctica, en la vuelta: pero el Barsa recuperó, humillado, el fuego. Salió a defender su historia.


Y aquí aparece el otro actor principal de la serie. Messi. “Es un hombre poseído, ensimismado. Esa cara mete miedo. No parece la de un ídolo de los niños. Es la de un homicida serial”, escribe Juan Pablo Varsky. El también salió a defender su historia: mucho se habló de un Messi apesadumbrado en las semanas que pasaron. Como respuesta, él encabezó la rebeldía a la adversidad. Rompió la jaula cuando pudo, pero alcanzó para que marcara dos goles, participara en varias ocasiones más y terminara enloqueciendo a los rivales. Messi volvió a ser picante, impredecible, esa fiera inmarcable al que no se le puede dar ni un centímetro. Y fue otra vez absolutamente decisivo. Un animal que contó con el apoyo de otro que no quería quedar afuera por nada en el mundo: también Iniesta respondió cuando se lo necesitó con la vergüenza deportiva de los grandes. No marcó, pero hizo absolutamente todo bien.

Y así fue que, otra vez, a las 7 de la tarde hora local, el bando periodístico barcelonista se sentó a gastar tinta en loas al equipo de Vilanova, que para la próxima ronda no necesitará más del whatsapp para dirigir. Se gastará a partir de ahora tanta tinta como cuando parecía eliminado: en todo el mundo parece replicarse la confrontación entre madridistas y barcelonistas que tiñe cada edición de los periódicos españoles. La rivalidad estilística, largamente exagerada, entre el fútbol de La Masía y las ideas de Mourinho, narra una historia atrapante de héroes y antihéroes, pero olvida que, como muchas veces ocurre en las tiras cómicas, la bondad y la maldad son sólo cuestión de perspectiva: como Alan Moore demostró en Watchmen, o Frank Miller con sus oscuras depicciones de Batman, muchas veces superhéroes y villanos ocultan tras relatos color de rosa una moral dual, ideas muy cercanas entre sí. El fútbol exquisito del Barcelona fue replicado, hace un par de semanas, por el equipo de Mourinho: quizás con más vértigo y poder, los merengues le pegaron un baile de aquellos en el mismísimo Camp Nou a los hombres de blaugrana. El juego pragmático de Mou apareció ayer, sobre el final: con el 3-0 consumado, Barcelona estacionó su propio micro en el área, con línea de 5 incluida. Salió de contragolpe y firmó una goleada sobre la hora que hace olvidar que un solo gol del Milan, hasta ese tanto de Alba, lo hubiesen dejado afuera.

Rorschach, uno de los héroes ambiguos de Moore

domingo, 10 de marzo de 2013

Al borde del suicidio

El ciclo de Cagna se termina devorando a sí mismo
Hace un par de semanas nomás, Diego Cagna declaró que a su parecer Estudiantes defendía notablemente mejor con línea de 3 y Angeleri parado de líbero. Aquella sentencia duró apenas siete días: Estudiantes no pudo contar para el choque con Newell’s al Rana Iberbia y la ausencia del lateral utilitario desencadenó un nuevo cambio de esquemas y nombres.

El último volantazo de Cagna dejo al equipo al borde del suicidio: con una línea de 3 mediocampistas habituados a presionar y adelantarse (incluso Braña), Estudiantes dejó un campo a sus espaldas que aprovecharon los rapiditos de Newell’s con envidiable eficiencia, devenida en parte de las comodidades que tuvieron (Desábato y Shunke, dos centrales lentos, tuvieron que encargarse de marcar a los movedizos delanteros de la Lepra) y en parte, claro, de la suerte, que no ha acompañado este inicio de campeonato. El equipo de Martino atacó 6 veces y marcó 4 goles.

Por supuesto, hay responsabilidad individual: el presente de Silva, y en menor medida de Desabato y Shunke, ha tenido mucho que ver con la fragilidad defensiva. En el resto del equipo poco han hecho Braña, Martínez y Fernández (17 fechas sin marcar), los encargados de darle jerarquía al equipo. Pero Cagna no ha logrado, y no parece encaminado a lograr, elevar el nivel de las individualidades, encontrarle la vuelta al equipo, brindarles a sus jugadores comodidades posicionales, certezas desde lo estratégico, para que levanten vuelo: pasó de jugar con un esquema durante todo el verano, buscando asentar un once de memoria, formar sociedades y construir un equipo sólido, a esta versión ciclotímica de Estudiantes, que presenta un equipo diferente cada encuentro y margina a los jugadores que juegan mal, volviéndolos responsables a ellos y no al andamiaje colectivo. Cagna busca, pero ha extraviado claramente el rumbo, el eje. Conduce, en consecuencia de estas circunstancias, un equipo vaciado de ideas, de identidad.

Un equipo, además, notoriamente falto de piernas. El resultado de una pretemporada aparentemente mala es un equipo lento, falto de reacción y que pareciera derretirse en las segundas etapas. Los comienzos del equipo suelen ser interesantes, intensos, profundos en ataque, sólidos y solidarios en defensa. Suelen arrancar bien, los de Cagna, pero luego se diluyen, se quedan sin nafta.: 7 de los 12 tantos que le marcaron fueron en el segundo tiempo.

Tampoco parece Cagna, adentrándonos en la metafísica, capaz de insuflarles mancomunión y espíritu guerrero. De modales parcos, su manejo grupal, quizás más apto para administrar riqueza que para capitanear tormentas, no se vislumbra que en la semana el técnico toque fibras íntimas y conduzca a generar una hermandad fortalecida por la adversidad. El Estudiantes de Cagna, carente de ánima, casi fantasmal, arrancó ganando 4 de sus 5 encuentros (Tigre, San Lorenzo, Colón y Newell’s), y no ganó ninguno: apenas rescató, de esos 12 puntos posibles, 2. Los golpes lo demuelen, lo derrotan antes del límite: Estudiantes se ha transformado en un equipo fácil, con la mandíbula de cristal. Es lógico, por tanto, que flaquee en los momentos donde debe hacerse fuerte, y que continúe recibiendo goles sobre la hora, en lugar de hacerlos o al menos buscarlos.

Es esta percepción la que genera ese olor a fin de ciclo: no se advierte que Cagna pueda revertir el momento desde el juego o desde el ánimo. En apenas 5 fechas parece haber despilfarrado la dignísima campaña del 2012: 27 puntos, por primera vez en el post-Sabella, pero 7 derrotas, que sumadas a las 3 de este año ponen en números rojos la estadística del DT al frente de Estudiantes (8 victorias, 6 empates y 10 derrotas).
En rigor nadie esperaba campañones, a pesar de que la percepción general es que Estudiantes no carece de jerarquía en el nivel que se declara, para excusar la irregularidad, sino que por contrario tiene más que muchos. Pero ante un arranque con 3 derrotas y ninguna victoria, con 12 goles en contra en 5 encuentros, 7 en los últimos 2 partidos, con rivales accesibles y desenlaces descorazonantes, y habiendo sacado 2 puntos de los últimos 18… en los tiempos cortos y algo histéricos del fútbol argentino, con los pocos pergaminos de Cagna y una perceptible falta de comunión, de llegada con el grupo, un buen torneo no alcanza.

Los números son contundentes: el ciclo Cagna se dedicó durante 5 fechas a autodestruirse, a despilfarrar lo edificado, en las últimas dos fechas de los modos más espectaculares, y se encuentra al borde del suicido. Pero Estudiantes no tiene plata para indemnizaciones y debe esperar la decisión del DT, que probablemente se mantenga en el cargo hasta que la evidencia lo aplaste o se produzca el milagro de la revolución. Tarde o temprano, a todas luces, Cagna se convertirá en un DT más que no cumple su contrato, el quinto desde la partida de Sabella (Berizzo, Zuccarelli, Russo y Azconzábal engordan la lista). Es un rubro clave, que en este momento de crisis económica, no permite una nueva falla.

Los nombres mencionados, sin embargo, técnicos jóvenes, accesibles para las arcas del club pero sin demasiados pergaminos, asoman apuestas riesgosas que parecen destinadas a sumarse a la lista mencionada: Estudiantes necesita un técnico capaz de aportar un plus, de potenciar lo que hay, y ya no un administrador de riquezas para un equipo que juega solo. A lo mejor, al traicionar su pasado tacticista e imaginando, ninguneando y expulsando a Sabella, que el equipo volaba en piloto automático, es que Estudiantes perdió la línea. Se urge encontrarla, no elegir entre lo que está disponible sino buscar lo que se precisa.