viernes, 14 de diciembre de 2012

Poder, política y porvenir


Para Solos Contra Todos



Verón regresó al club y sin hacer nada ya se nota su presencia. Rápidamente las declaraciones de la semana pasada del Chapu Braña en relación a sus dudas por renovar quedaron atrás, se vuelve a encaminar una extensión del contraro de la Gata Fernández y hasta Justo Villar, quien muchos hinchas ningunean, reconoció sentir cierto contento por la presencia de su ex compañero, cuya primera función es sin dudas restablecer el puente entre dirigentes y jugadores. Como director de fútbol su función diferirá de aquella que desempañaran Azconzábal y Romeo, pues estos solamente se encargaban del fútbol profesional: la idea de la Brujita es una reforma integral del fútbol todo, base y primera. Sin embargo, con el proyecto de juveniles, principal argumento para el desembarco de menor, aún en elaboración, y el desplazamiento de Pachamé, responsable del fútbol joven como ganador del concurso realizado a principios de año, todavía envuelto en un manto de dudas, el primer trabajo de Verón ha sido y será apaciguar las aguas y volver a dar voz a los futbolistas, que sienten que esta comisión, entre tanto campeonato económico, ha realizado esfuerzos insuficientes para mantenerlos con la casaca pincha. Incluso, dice el off, insuficientes de manera voluntaria.


La llegada de Verón se da, entonces, en un contexto más engorroso que el primer párrafo. El manejo de la CD al respecto, prácticamente echando sin echar a Pachamé a través de los medios, realizando el anuncio de la llegada de Verón sin dejar en claro cual sería el destino del volante campeón del mundo, ha sido por lo menos irrespetuoso, pero sobre todo contradictorio: meses nomás hace que se anunció el famoso concurso para dejar de poner amigos e hijos de vecino en un cargo tan fundamental como el manejo de los juveniles; hoy, sin concurso y con un proyecto aún crudo, asume Verón. Que Pachamé haya ganado, como se dijo en aquellos días, por pura chapa, es difícil discutirlo: su trabajo este año, complicado por cuestiones de salud, no resultó sino una continuación de las políticas erráticas, del laissez faire, que fueron lentamente secando el semillero. Pero resulta difícil discutir también esta imposición del proyecto Verón sobre uno elegido en un marco de supuesta elección estudiada: cortar un proceso pensado a largo plazo, a meses de comenzado, no parece haber provocado demasiado resquemor en la Comisión Directiva, aún si fue en perjuicio de una gloria absoluta como Pacha. Es sencilla la razón de este atropello: la cúpula gana mucha paz, puertas afuera con los socios (y con el propio Verón, quien se había convertido en un fuerte crítico del gobierno de Lombardi) y puertas adentro con los jugadores, gracias a la llegada de la Brujita.

La movida tiene mucho de político, pero no debe quedar reducida al provecho a corto plazo que la sede extrae de la vinculación de la Brujita al grupo de trabajo. Ese pensar dicotómico propio de los relatos construidos por la política, que determina el mundo pincharrata dividido en un hemisferio veronista y un hemisferio antiveronista, termina por aniquilar los argumentos y el pensamiento crítico: en rigor, el proyecto de Pachamé asomaba como poco novedoso y deficiente para revertir el déficit canterano, mientras que el de Verón, aunque sin garantías ni documentos que respalden la idoneidad de la Brujita y su proyecto para el área del fútbol juvenil, resulta al menos una idea ambiciosa que apunta no solo a terminar con el déficit sino a edificar a largo plazo una cantera que le de a Estudiantes una ventaja sobre las poderosas billeteras de los demás equipos. Ideas para vencer las desventajas genéticas de ser un equipo provinciano con dificultades para conseguir fondos y, por ende, contratar jugadores: “Hay que darle una vuelta más al fútbol, como hizo Zubeldía”, dijo Verón en su presentación, y hacia allí apunta su proyecto.

Estudiantes cambió el fútbol una vez. Hermanó la inteligencia en la cancha con la inteligencia en los escritorios, y construyó desde la nada un equipo que desafió todos los límites. Un equipo chico le ganó en Inglaterra al más poderoso del mundo y fue rey. La reproducción y recreación de las ideas de Zubeldía viven en el club y garantizaron que los éxitos, aunque espaciados, continuaran: pero Estudiantes tuvo muchas más dificultades para proseguir por la senda dirigencial de Mangano. El modelo futbolístico le dio a Estudiantes una ventaja sobre sus rivales, aún rehenes de la oscuridad mágica que rodea al fútbol; el modelo dirigencial, en cambio, a menudo reprodujo los vicios de los dirigentes argentinos: desde lo estructural, Estudiantes perdió esa ventaja de pensar más allá.

Valga una aclaración: ese “gran negocio” que supuestamente es el fútbol, es conveniente solo para futbolistas y representantes. Los clubes de todo el mundo penan para pagarle a sus jugadores, temen campeonar por el pago de premios y, año tras año, son obligados por hinchas, medios y urgencias a comprar una decena de jugadores que vendan camisetas, entradas y que quizás lleven al ansiado y temido campeonato. En Argentina la situación se reproduce pero de una manera más lastimosa: los dos o tres refuerzos de calidad se los disputan por cifras que no pueden pagar dos o tres clubes, y el resto vende lo bueno para traer mucho a préstamo, terminando con el patrimonio del equipo. En seis meses, el equipo pierde a sus futbolistas prestados y se ve en la obligación, otra vez, de conseguir barato y a préstamo algo para tirar en la cancha. Un círculo vicioso que sirve para explicar someramente las deudas estratosféricas de los clubes de acá y allá.

En este contexto, fueron varios los ilustres presidentes que consiguieron acompañar procesos deportivos exitosos con viveza y, como explicó Verón en la conferencia de prensa, capitalizar los éxitos. La comisión directiva que concluyó el año pasado su mandato, sin embargo, tuvo un año final donde hizo todo para descapitalizar, por el afán de conseguir un último trofeo, y se fue dejando un rojo apabullante que obligó a la CD a retrasar el inicio de sus proyectos en carpeta para emparchar varias áreas del club. Con más intenciones que obras hasta el momento, Lombardi se embarca ahora en una doble caza de la ballena blanca: avanza a paso lento con el estadio, deuda identitaria de la década pasada, y se sube ahora a una revolucionaria transformación en el fútbol base, a través de la cual intentará, como Zubeldía, como propone Verón, cambiar las reglas de juego y volver a ubicar a Estudiantes, contra todo pronóstico y contra la lógica actual del fútbol, en lo más alto.

Las ideas de Verón implican en primera instancia la costrucción temprana de una identidad futbolística e ideológica del juvenil: tomado de las ideas de La Masía y de Borussia Dortmund, cambiaría completamente el paradigma imperante al dejar de necesitar de figuras caras y ajenas al club, suplidas por lo producido que, aunque no fuera de calibre crack, conocería a la perfección las ideas de juego del equipo de primera, replicada en cada práctica de las divisiones inferiores de cuarta a novena. La adaptación sería así más fácil que actualmente, donde muchos tocan primera pero pocos se establecen. Como segunda herramienta, aparece la formación conceptual en el fútbol de los chicos, que hoy, en todos los clubes, se dedican solo a jugar sin entender, algo que atenta contra el ADN pincharrata. Esta educación teórica acabaría con un divorcio de décadas entre las ideas y las acciones en el fútbol, a la vez que daría a los cientos de chicos que no llegan a jugar en primera la chance de comenzar una temprana carrera como técnicos: Verón propone el fortalecimiento de esta posibilidad al plantear que el club debe generar no solo sus propios jugadores, sino también sus propios técnicos y dirigentes, capacitados también para caminar la misma vía pretendida en el proyecto.

Se trata de una idea integral, cuya complejidad la volverá de efecto lento y la convertirá en víctima de obstáculos, sobre todo de miradas que resisten el cambio de paradigma. La primera oposición ya ha surgido en el vox populi: la cuestión de las formas no es un tema menor, ya que la profesionalización de diversas áreas, propuesta por Lombardi primero y por Verón puntualmente en el tema fútbol, constituye un divorcio inevitable con el modelo social que tienen los clubes en Argentina. No es un gerenciamiento, como proponen los apocalípticos de siempre, intencionalmente, buscando construir siempre los bandos pro y anti. Las bases del modelo veroniano, es cierto, son el fútbol europeo, privado y cada vez más similar a las franquicias norteamericanas, y el proyecto llevado a cabo por Pepe Sánchez en el basquet de Estudiantes de Bahía (hoy Weber Bahía), que separó de hecho su operativa social de su operativa profesional. Las razones para defender este cambio de paradigma son entendibles, cuanto menos: manejar presupuestos millonarios con personal que muchas veces ni siquiera está capacitado ha resultado muchas veces peligroso para los clubes y, casi siempre, poco efectivo y nada lucrativo. Sin embargo, puntualmente, no se han planteado reformas mayores en la estructura y mucho menos una tercerización de las tareas en casi ningún aspecto ni de parte de Lombardi ni de parte de Verón: Estudiantes continúa siendo un club donde el socio tiene la última palabra.

Los cambios, de todos modos, siempre generan desconfianza. El viejo modelo asociacionista es defendido sin dudas con cierto romanticismo folclórico y requiere de una actualización; la actualización no tiene por qué implicar una privatización, ni, por supuesto, debe implicarla. La justificada desconfianza del sector privado, de manejos muchas veces corruptos, de compromiso laxo con la institución y sobre todo de cierta presencia carroñera en la década del noventa, ha sin lugar a dudas frenado la aplicación de rigor profesional en áreas que van desde el marketing, altamente deficiente en el fútbol argentino, hasta el manejo del fútbol juvenil, y estos sectores han recaído en las manos de personas de la cúpula, o cercanos a los altos dirigentes, o ex jugadores, que han mostrado interés, pero que han demostrado ser menos que idóneos. La discusión, como se ve, es de una complejidad tal que obliga a un debate mucho más serio que el planteado por el presidente a través de los medios, y es en esa puja, en el equilibrio entre el club social y el fútbol profesional, que se decidirá el porvenir de Estudiantes, su nueva fisonomía. Hasta ahora, sin embargo, han primado por sobre el debate las luchas de poder que desvelan a todos y las divisiones políticas que desgarran el club: el famoso puterío.

A Verón no se le deben dar las llaves de Estudiantes: sus ideas no son indiscutibles ni mucho menos, y su inexperiencia en el área dirigencial y la pasada asociación con Miguel Pires, causante de varios dolores de cabeza, invitan a controlar sus procederes. Pero esto es otra cosa, y no deben mezclarse los tantos solo con el fin de desprestigiar. Verón intenta construir un club aggiornado a los tiempos: los primeros pasos que anunció son absolutamente alentadores, y lejos de privatizar el área juvenil proponen construir, realísticamente, científicamente, una cantera que abastezca los equipos y las arcas del club. Se aplaude, además, que el período en que se constituyó en un obstáculo al crecimiento, criticando desde afuera, haya sido corto, y se ovaciona que, con todo para perder, haya asumido una enorme responsabilidad por sus ganas de llevar a Estudiantes a lo más alto. Se trata de algo mucho más coherente con su personalidad que esos meses de rencillas mediáticas: Ahab, el eterno romántico, el de la mirada torva y sangrante en plena final libertadora, encontró su nuevo desafío: revolucionar el fútbol contra, una vez más, ciertos prejuicios romanticones.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Rastrojero y después


Para Solos Contra Todos



Un 12 de diciembre Estudiantes conseguía un título puro ADN Pincha: sin delantero de área, con un esquema pergeñado desde la necesidad y perseguido por un equipo mediático y lujoso, se recuperó de su subcampeonato anterior con un título que tuvo todos los visos de una elegía. Porque el capitán sufría dolor cada vez que pisaba y no podía completar los partidos, porque el equipo se había desarmado, porque todos envejecían. Y porque, finalmente, aquel fue el último campeonato de Sabella.

Las razones concretas de la salida abrupta de Pachorra, en plena pretemporada, nunca fueron develadas, pero mediante las pistas uno puede darse una idea bastante concreta de lo que sucedió: fueron dos mercados de pases donde se hizo oídos sordos a los pedidos del DT campeón de la Libertadores y el Apertura, donde le acercaron jugadores que no quería y donde a raíz de algunos reclamos suyos se generaron problemas con algunos de los referentes. Sabella, cansado de ser subestimado por la dirigencia y viendo que en puerta había un conflicto con los jugadores, deseosos de cobrar sus premios, confiados en que su capacidad no necesitaba refuerzos y algo frustrados por la danza del DT en torno a la firma del contrato seis meses antes, dio el portazo antes que pelearse con sus jugadores o agachar la cabeza.

Caro costó aquel juego de poder entre dirigentes, jugadores y DT: Sabella, integral para el proyecto futbolístico a largo plazo de Estudiantes, orgulloso de su herencia pincharrata y generador de mística en el vestuario, el hombre que comprometió a la Gata, el técnico que creó a Fernández y Rojo (las grandes ventas del club en los últimos años), ingenioso para superponerse a los obstáculos y obsesivo para pensar el fútbol, la partida de Sabella dejó un vacío muy difícil para llenar. Primero se pensó que el origen de todo era Verón y sólo Verón, y se pensó que cualquier técnico novato podía ser moldeado por la Brujita en un DT ganador: así llegó y se fue Eduardo Berizzo, así pasaron también los interinatos interesantes de Azconzábal y Zucarelli. El siguiente reflejo fue, como si de una fórmula se tratara, buscar a una gloria del club para recrear la mística: así llegó y se fue un hombre de los pergaminos de Russo. Entretanto, Estudiantes, que ya en 2011 estaba en un claro proceso de desgaste y envejecimiento, desperdició tiempo valioso para comenzar su necesaria transición.

Son dos años de aquel título ejemplar, que convirtió un plantel corto y desarmado en 45 puntos campeones y un equipo hambriento y comprometido. Un campeonato donde las críticas de afuera y de algunos de dulce paladar de puertas adentro surgieron de todos lados en las malas, atacaron desde posiciones agazapadas con sonrisas sádicas. Una historia para cerrar una era gloriosa. Estudiantes afronta ahora otro proceso: Cagna es el DT elegido, y por suerte mantenido durante un campeonato entero, para llevar adelante una transición que pinta aburrida, desprovista de épica, pero que debe constituirse en nueva semilla. Los procesos a largo plazo son valiosos y deseables, pero también deben llevar consigo metas cortas, que mantengan a socios y jugadores comprometidos. La enseñanza de Sabella, que edificó un equipo campeón donde no había plantel, donde abundaban las lesiones y donde el perseguidor asomaba feroz. El Rastrojero, todo un símbolo de los ideales de Estudiantes, debe guiar el camino: lento, pero seguro.

martes, 11 de diciembre de 2012

El año de la madurez de Messi

Publicado en Diario El Día


Corren 25 minutos de la primera etapa y Messi acaba de recibir un taco displicente de Iniesta para enviar en un zurdazo cruzado la pelota a la red: se trata de su segundo tanto en el encuentro ante Betis, y el gol número 86 en los 66 partidos que lleva disputados en 2012. Muy tranquilo, busca a sus compañeros y sus compañeros lo buscan: sonríe y celebra sobriamente entre abrazos y felicitaciones. Se acaba de convertir en el jugador que más goles ha convertido en un año, superando el record sideral de Gerd Müller, pero para la Pulga se trata solamente de un día más en la oficina.

Todo en Messi, en sus formas, en su andar, muestran maduración. Nacido en el Barcelona que operaba bajo la estrella divertida de un Ronaldinho que iniciaba su decadencia de fiestas y trasnoches, fue primero el mimado y luego la figura, el eje. Siempre consentido, incluso en sus excesos juveniles en la gambeta y en la individualidad, Lío fue mutando bajo la conducción de Guardiola. Cambió primero de posición, para transformarse lentamente en un comodín. Pero también mejoró su dieta y aprendió, gracias a Pep y su sistema de explotación de la Pulga, a racionar sus energía y explotar en los momentos definitorios. Hoy juega donde lo necesita el equipo y hace lo que pide la jugada. Es goleador voraz y asistidor ochentoso a la vez. Y ya no es la estrella, sino el líder: la conciencia de las responsabilidades que conlleva un gran poder son la causa de este cambio.
Messi declara distinto: atrás quedaron los días de declaraciones suspiradas y caseteras, y hoy, más analítico y menos obvio, hasta se atreve a bromear con una celebridad que antes resistía: “Lo rompí para que no se hable más del record”, tiró ayer entre risas, lejos de ese chico demasiado tímido para el estrellato y que parecía abrumado por su propia grandeza y necesitaba de la contención de todos. La paternidad parece haberle sentado bien; la capitanía en la Selección, aún mejor.
Porque Messi pasó en el equipo nacional de atribulado niño demasiado pendiente de los medios y la gente, a un convencido capitán. La designación de Sabella leyó perfectamente la maduración del crack, y le otorgó una responsabilidad para aumentar su compromiso y confianza. Siempre se dijo que la hora de Messi en Argentina había llegado, pero ningún entrenador le había prestado su real confianza a quien es sin dudas el jugador más determinante del fútbol: siempre relegado al rol de solista, aislado del juego en equipo, recayendo el liderazgo en hombres de menor peso y mayor edad, seguramente ni siquiera el propio Messi habrá querido en aquellos días esas responsabilidades. Lo cierto es que bajo la órbita de Pekerman, Basile, Maradona y Batista, Messi nunca operó “como en el Barcelona”: siempre fue un jugador aparte de todo.
Ahora, en Barcelona y en Buenos Aires, en cancha hay otro Messi. Competitivo desde siempre, hoy se reconoce líder, se hace cargo de su descendencia alienígena, su capacidad interestelar para practicar un fútbol a años luz del resto, y abandona las costumbres autistas de las que ha sido acusado por más de un biógrafo para gritar, alentar, enfurecerse: este Señor Messi hasta ha dejado de lado cierta juvenilia en los peinados. Entra a la cancha con el gesto adusto y juega absolutamente comprometido: lejos del autismo gambetista de los primeros días, Lío se calienta. Y cuando se enoja, mejora. Todo responde a una reinvención: de vanidoso solista a solidario engranaje del equipo que defiende, de la causa con la cual se identifica.
Messi no marcó goles en el Mundial de 2010 ni en la Copa América 2011. Pero terminó el año pasado con 9 goles de selección y este año logró 12 tantos con la albiceleste. Ayer marcó dos veces en 25 minutos y se sacó de encima un récord que algunos consideran pertenece a una era anterior: Lío hizo terrenales los números estratosféricos de Müller. Lo que antes lo apesadumbraba, sus días con la Selección, su estrellato, hoy son para él desafíos. Messi, como los grandes, juega contra la historia. Y con apenas 25 años, todos los títulos a nivel club en su vitrina e, inminentemente, dueño del cuarto Balón de Oro de su carrera, solamente le falta levantar un trofeo.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Misiones y lecciones



Da la sensación de que el torneo quiere arrancar antes de tiempo las vacaciones, porque todos, los buenos y los malos, ya cerraron la persiana y quieren irse de viajecito, algunos con las metas cumplidas y la promesa de un disfrute sin preocupaciones y otros, sencillamente, para dejar atrás el año de falsas promesas. Estudiantes, de una irregularidad con pisos de pobreza conceptual y modestos techos y, a la vez, el primer Estudiantes que tiene, desde 2010, más o menos claro el rumbo que busca (salga o no), se encuentra en el pelotón de los primeros, los que se van del Inicial hechos y satisfechos: por fin, luego de una serie de amagues desafortunados, parece en camino de superar el shock de perder a Sabella y a Verón y consiguió loables 27 puntos.

Lo hizo con un paradójico aprovechamiento y desaprovechamiento de la irregularidad del fútbol argentino: sumó más puntos de los que sugerían el presente institucional y algunos medios apocalípticos, pero también quedó la sensación de que, aún en transición, perdió la chance de arrimar de modo tonto. Nunca dejó de correr, pero dejó escapar muchos puntos de local, muchos contra equipos accesibles, muchos por los famosos errores boludos y varios sobre la hora. Para colmo, contra los equipos que sabían a qué jugaban, Estudiantes demostró estar a la altura: un empate en cero con Vélez y otro con Lanús demostraron que, aunque falto de juego, el equipo de Cagna podía emparejar sus falencias a partir de orden y sudor.

Se trata sin dudas del punto de partida que debe elegir el DT: la defensa, aún con sus altibajos, fue el puntal de los 27 puntos del Pincha (con tres por disputarse) y, si consigue (quizás refuerzos mediante) que el esquema con tres abajo no signifique que por las bandas se dejen agujeros o no se ataque, Estudiantes se volverá decididamente peligroso. De esta falta puntual se habla hace ya rato, y Estudiantes, desequilibrado, tendrá que comenzar a subsanar el desequilibrio y conseguir más volumen en defensa y en ataque, mayor elasticidad, más acompañamiento, que equivale a posesiones más sorpresivas que a la fórmula del desborde y el centro a la que terminó apelando mucho Cagna: su equipo terminó por encima de la media a fuerza de individualidades y empuje, pero así como dio la sensación de que no le faltó demasiado para pelear, tampoco nada le sobró.

Las explicaciones de que Estudiantes se haya quedado a mitad de camino entre el apocalipsis vaticinado y la gloria soñada, en un fútbol sin procesos y por ende sin demasiada lógica, pueden encontrarse, primero, en los demás, en la irregularidad del resto; pero también en la propia irregularidad de Estudiantes. No estuvo tan dada, como se sugiere rápido, por la famosa transición: es un hecho que desde la cúpula se apuesta al largo plazo, que han aparecido algunos pibes y que se apuesta a que sigan surgiendo. Pero también es cierto que en Estudiantes jugaron tipos que de nenes no tienen nada, y no pocos: Villar, Desábato, Schunke, Ré, Martínez, Braña, Gelabert, la Gata, incluso Núñez e Iberbia, suman mucha experiencia y también varias batallas por la gloria. La transición tiene algo de mito, y en todo caso tiene más sentido hablar de un plantel corto por elección, sin más recambio que el de los juveniles y con muchos pibes con un verdor o condiciones que los hacen más aptos de acompañantes que de componentes diferenciales de la ecuación (de ello se trata el famoso plan de reestructuración del fútbol juvenil que propone Juan Sebastián Verón). Vélez, por ejemplo, arrancó el torneo envuelto en dudas y en medio de una marcada transición: con aportes de sus refuerzos (pocos y claves) y gracias al piberío, que comenzó nervioso y terminó pintando caras, fue campeón.

Es que en el fútbol argentino no hace falta sino algo de coherencia para campeonar. Y no hace falta, tampoco, ir a un ejemplo tan moralista como el equipo de Liniers, la Cenicienta del fútbol argentino: Belgrano sacó agua de las piedras y es el escolta con mucho menos que Estudiantes y varios, a fuerza de orden y convicción; Lanús, con un poco más que el Pirata pero sin ser diferente a una decena de planteles de primera, fue animador rescatando puntitos con viveza y aprovechando las oportunidades. Ninguno, ni siquiera Vélez, descolló más que por algunos momentos donde, en rigor, también ayudaron las limitaciones de los rivales.

Cagna buscó el equipo y si bien aún no lo encuentra, ha perfilado bastante lo que quiere: alentador de cara al año que viene, tanto como su perfil bajo, un requerimiento en estos tiempos de transición que precisa de paciencia, y también como el hecho de que Estudiantes, al fin, terminó un torneo con el mismo entrenador con el que lo comenzó. Este acomodamiento de las piezas a la realidad se pretende como el piso, los pilares de lo que se pretende construir. El próximo objetivo no debiera ser buscar el campeonato, que de todos modos puede llegar con un poco de suerte, sino el retorno del Pincha al plano continental: un escenario ideal para, además de volver a prestigiar a la institución a nivel deportivo, dar rodaje a más pibes y buscar, mediante una maduración sin presiones, a esos jóvenes capaces de marcar la diferencia. Pensar que los diferentes pueden surgir del mercado de pases es un error, un pensamiento de equipo grande e incluso de equipo grande de otra época, que es necesario corregir. El negocio deportivo y económico, se sabe pero no se ejecuta, está en la producción propia.