martes, 22 de noviembre de 2011

Impotencia en el reino del terror

Para Solos contra todos


Todo mal. Uno sale del laburo, se toma un micrito para ir a ver al Pinchita, que va ultimo y juega con el ultimo un lunes a las siete de la tarde. Y uno llega a Quilmes y la policía lo hace volver hasta Berazategui, sin demasiados motivos para modificar la habitual uta mas que algun calculo mas realizado por los muchachos del operativo.

Llegas, te apretujas haciendo cola, pasas tres cacheos, te hace un gol del Rorro y esto acaba de empezar. Y entonces, para terminarla, te suspenden el partido porque hay 10 tarados que lo único que fueron a hacer fue suspender el partido para mostrar su poder. Quieren parte de la torta, quieren entradas, quieren que se levante el derecho de admisión. Se hacen pasar por hinchas, pero quedo demostrado ayer que les interesa mas lo propio que el club.


Toda la movida que hiciste para llegar a la cancha un lunes, y en 10 minutos ellos resuelven que te vayas. Encima, saltan y se te rien en la cara, regodeándose en lo hecho, vanagloriándose de su poder, burlándose de todo el estadio que se queda sin voz no por alentar sino por putearlos.

 Y que hace la policía? La policía en el futbol sigue estando del alambrado para afuera. Mirando. Aunque los cientos de efectivos nunca ven nada, como las miles de cámaras. Por supuesto, la policía, contratada para garantizar la seguridad, no puede garantizarla ante una actitud “sorpresiva” , muy novedosa, como que diez tipos quieran suspender un partido tirando bombas de estruendo. Para que están, entonces? Para que se pagan operativos absolutamente inflados, con una cantidad de efectivos fastuosa (que además, son efectivos que no están en otros lugares), si 750 efectivos no pueden sino mirar como 10 tipos tiran bombas y suspenden un partido? Para que existe ese organismo absurdo, denominado CoProSeDe, en teoría creado para organizar la seguridad en los espectáculos deportivos? Resulta ya irrisorio que exista este organismo, que no trabaja con inteligencia previa, que nunca previene ninguno de los choques que se ven venir o situaciones absolutamente premeditadas como la que ayer ocurrió en Quilmes. Se trata de un organismo absolutamente nominal, careta, creado por los dirigentes de nuestro futbol y nuestra política para dar la sensación de que se trabaja en seguridad.

Los operativos del CoProSeDe

Pero todo es una mentira. Los operativos del CoProSeDe son todos iguales: muchos efectivos controlando la nada misma, haciendo mil y un cacheos, empujando y toreando al hincha comun, familiero, que deja encendedores y paraguas en la puerta. Mientras, las policías regionales, y el propio organismo de seguridad deportiva (todos recordamos el balazo al uruguayo que conto con la complicidad de Ruben Perez, el director del CoProSeDe, quien ordeno que se abrieran las puertas para que la barra fuera a realizar el ataque), están en general entongados con las barras. Entonces, mientras el hincha comun sufre “el operativo”, que no es sino una fachada para la televisión, los barras pasan caminando, tranquilos, sin hacer cola, sin hacer cacheos. Con armas, con fuegos artificiales, palos, con lo que sea.

El CoProSeDe es una entidad absolutamente podrida, que vive de cobrar operativos innecesariamente caros y que nunca previene ninguna de las tragedias que, ahora, vienen ocurriendo cada vez con mas frecuencia. El nombre del juego es platita, y nadie quiere quedarse afuera, ni siquiera estos barras que han pactado con el organismo para controlarse y controlar a los demás. Los barras son como patovicas empleados por el CoProSeDe, que, como los patovicas, de vez en cuando piden permiso al jefe para empezar alguna tangana. Y entonces, la comisaria del lugar o directamente el CoProSeDe liberan la zona y se arma en serio. A Estudiantes le sucedió en un partido con All Boys del año pasado, y también en aquel partido mencionado con Nacional. Pero sucede todo el tiempo en el fútbol argentino. Los lazos entre barras, policía y CoProSeDe, y la complicidad de estos en numerosos hechos de violencia mafiosa, son irrefutables y muy íntimos. El CoProSeDe no hace su trabajo de garantizar la seguridad, aunque mediante la fachada de seguridad convierte a los clubes en rehenes de sus estrafalarios e inflexibles pedidos de guita. Y para colmo, el organismo de Perez, demasiado sospechado, agudiza esa sensación que tenemos cada vez más los hinchas, de ser rehenes de unos pocos que hacen lo que se les da la gana, impunemente.


La reacción 

Hace rato que está cansado el hincha de Estudiantes. Enorgullece su reacción, su indignación. También la de los jugadores, que pusieron la cara, que no se desentendieron, que incluso se pelearon con la mafia barra. La línea que camina el club es clara y muy loable, pero como dijo el presidente Lombardi, es imposible no pagar por la determinación de cortar los recursos a la barra si no hay resoluciones de fondo en el futbol. Porque el problema es mucho mayor, y viene de arrastre: a las barras las dejaron crecer, mirando para otro lado, sin lidiar nunca de frente con el tema, como ayer hiciera el corajudo Verón, a quien extrañaremos profundamente.

Y entonces cual es la solución? La solución verdadera no puede nunca provenir del club, dado que como hemos descripto las barras trabajan con la venia de la policía y el CoProSeDe, y hasta que no se termine esta sociedad nefasta nada podrá hacerse verdaderamente más que tomar medidas-parche. Pero algo se podría esbozar más allá de las saludables medidas de negar entradas y admisión a los barrabravas, como por ejemplo contratar seguridad privada que trabaje independientemente de la policía de los mil cacheos que nunca para al tipo que lleva el arma. No mucho más, en verdad. Mientras tanto, no quedará otra que retrasarse siempre que uno va a la cancha, mirando impotente la parodia de operativo policial que te lleva por el camino más largo, te para, te revisa el micro y después pasa lo que pasó ayer. No quedará otra que resistir la voluntad del CoProSeDe, siempre poniendo partidos en horarios absurdos, no quedará otra que resistir el manoseo, las colas, la violencia innecesaria contra el pobre tipo que deja todo para ver al Pincha. Y no quedará otra que seguir aguantando estoicamente a estos hijos de puta que, mientras tanto, pasan tranquilos con un arsenal bombas y te suspenden el partido porque no les dan sus entradas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La última de Pires

Para Solos Contra Todos


¿Qué esperábamos? La movida que muchos celebramos, también la supimos podrida. Y fue, nada más y nada menos, la movida que le dio poder a ese sujeto que se llama Miguel Pires, que nadie sabe bien que hace en el club.
Pires ha traído varios buenos jugadores al club, es innegable. También ha hecho lo suyo para que otros no lleguen, favoreciendo así a sus representados: bajó de lo Pillud por Mercado, trabó lo de Licht, y se le dan méritos por tantos negociados turbios que uno no quiere decir más para no meter la pata. En tanto la relación sea meramente comercial, estará en Estudiantes no caer en las tretas de un tipo que, lógicamente, quiere ganarse el mango.
Pero cuando hace un año trajo a la Gata al club sin que tuviéramos que poner un peso, nadie dijo demasiado. Era evidente que estamos participando de una movida rara. El deseo del jugador debe ser respetado, desde ya: la Gata la pasaba mal en México y quería pegar la vuelta, y la burocracia del fútbol no debería ofrecer tanta traba. Después de todo, hecha la ley, hecha la trampa: las legislaciones de FIFA obligan que tras una rescisión el jugador debe esperar hasta el mercado de pases siguiente para integrarse a un equipo, pero de la mano de Pires, la Gata lo hizo inmediatamente. Los dirigentes de Estudiantes, en lugar de entablar una conversación con sus pares de Tigres, palmearon en la espalda al turbio mercader. Le debían un gran favor, de esos que no se olvidan. Pires había metido el pie en la puerta.
Desde entonces, Pires se integró al equipo de decisiones de Estudiantes. Presionó más allá de lo que deberían haberlo dejado, pero con la venia de Verón (hoy, dicen, algo arrepentido) y tras la muestra de amistad mostrada en el caso de la Gata, probablemente se haya vuelto poderoso naturalmente. Su twitter refleja descaradamente esta situación, insultando a varios dirigentes que lo cuestionan, e insiste desde esa plataforma constantemente en remarcar la deuda que tiene el club con él, que, dice, trae negocios de primera, expeditivos, a la institución. Varios de estos negocios de primera han resultado verdaderas pesadillas: hoy, por ejemplo, Nelson Benítez, pagado en euros, está colgado y tiene contrato por dos años más. Un invendible. De los que llegaron este semestre, José Luis Fernández, también prestado con dinero europeo, está ya marginado. La mayoría de los once refuerzos de este semestre llevan su rúbrica como representante o intermediario, en un fabuloso negocio en el que algún alto dirigente, sabiéndose de salida, ha hecho también un gran negocio con porcentajes de venta y alguna coima.
Y de pronto, en medio de un presente desolador al que nos hemos acostumbrado, surge el temita de la Gata. Cuatro meses parado, más 600.000 dólares. Y no faltará un boludo que diga que lo pagamos barato. Es cierto, el valor de Fernández es mucho mayor (Tigres pedía 1.200.000), más allá de que el jugador se depreciará con su inactividad de cuatro meses. El tema pasa por otro lado: Estudiantes pagó la llegada de la Gata con un favor adeudado a Pires, quien exprimió el favor hasta las últimas consecuencias. Mientras tanto, el supuesto favor volvió como un muerto vivo para morder a Estudiantes en el culo. Pero ¿qué podía esperarse? ¿No era evidente que esto iba a pasar? ¿O por un momento imaginamos que éramos los más vivos de la cuadra? 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Se enciende una alarma


Ha transcurrido un tiempo prudencial para que el amor (por un tipo del club, en el que uno depositaba sus esperanzas) y del fracaso (de su ciclo, al que no le cabe otro adjetivo) no distorsionen el necesario balance que debe hacerse de este fin de ciclo de Russo, que tiene olor a cierre de una era.
El ciclo culminó como uno desea, con claridad y caballerosidad de ambas partes, pero la sentencia de Russo en su despedida sonó fuerte y clara: Estudiantes necesita terminar con su ansiedad de conseguir resultados en el corto plazo. “Ansiedad” fue el término utilizado acertadamente por Miguel: Estudiantes perdió la memoria como institución, y lo que supo ser cantera y apuesta al largo plazo hoy es improvisación en todo sentido. ¿Cuál es la política de Estudiantes, de su comisión anterior y de ésta? ¿Gastar poco, porque el club no cuenta con recursos? ¿O contratar once tipos a préstamo, vaciando virtualmente al club de dinero y patrimonio? La decisión de contratar a Martino (hoy caída) parecía ir en esta vía contradictoria de bajar el billete que hiciera falta con tal de intentar campeonar, sobre todo tras las clarísimas declaraciones de Lombardi aludiendo a la situación económica y el necesario desacelere que precisan las arcas del club.
De todas maneras, el pronóstico de Russo suena un tanto hipócrita: su apuesta fue claramente cortoplacista, su deseo era ganar el torneo o la copa y fue él quien orquestó, con los dirigentes salientes y quizás algún empresario involucrado donde no debe, la extraordinaria erogación de dinero que realizó Estudiantes para contratar nada menos que once tipos (cuando Filipas y Russo habían acordado en seis). El balance de 2011, que se inició con el comando deslucido de Berizzo y contó con un momento de lucidez, aquel interinato de Suárez con los pibes preparándose para jugar el semestre siguiente, se adelanta entonces naturalmente: fue un año donde hubo una política horrible de incorporaciones, en el cual Estudiantes se pareció a San Lorenzo e Independiente, eternamente cambiando medio plantel, sin ningún tipo de plan a largo plazo y cada vez más vaciado por los “intermediarios” que hacen negocios a través del club. En otras palabras, a Estudiantes le ofrecieron negocios supuestamente maravillosos y mientras los intermediarios se llevaban su tajada, Estudiantes vaciaba sus arcas para traer tipos por seis meses, a veces lesionados, a veces sin fútbol, a veces gordos. Los ejemplos sobran.
No se trata de minimizar las causas futbolísticas detrás de la debacle del ciclo Russo: está claro que el equipo debería estar más arriba por nombres propios, más allá de quienes se lesionaron o no rindieron como prometieron. Pero Russo nunca encontró un equipo, cambió constantemente a los jugadores y desmoralizó con sus pruebas a medio plantel. Equivocó cambios, marginó jugadores importantes como la Gata o Benítez solo para dar lugar a quienes había traído él, y se suicidó siempre defensivamente a cambio de un premio ofensivo generalmente nulo.  Los jugadores, desconcentrados, probablemente sin demasiadas ganas de jugarse la vida para salvarle el pellejo (notable lo de Benítez en el último partido: pretender que un jugador sistemáticamente marginado de los once te salve las papas era ridículo desde la previa), se mandaron las mil y una y siempre hubo que remar contra la corriente. Son ídolos de la institución, pero con Verón alejado y un tanto cansado, se nota un vacío de liderazgo que alguien deberá asumir. Por otro lado, es común que en los finales de ciclo los jugadores grandes quieran ser más caudillos que líderes, quieran mandar antes que dar el ejemplo, y una coexistencia armónica y voraz como aquella del plantel del 2009 resulta prácticamente inconseguible. Pasan los años, para todos, desgastan, agotan.
Se termina un ciclo raro, corto, absolutamente descorazonador y que plantea muchas interrogantes profundas acerca de la actualidad de este plantel, de las políticas económicas de la comisión entrante y del proyecto a largo plazo. La única certeza que parece haber quedado, en esta maraña donde uno no sabe bien quien va a jugar el año que viene y, sobre todo, quien merece jugar, mucho menos quien va a dirigir, es que para estar últimos, Estudiantes podría haber comenzado ya la transición profunda necesaria como el agua. Que los pibes jueguen con Verón, que Desábato le marque el camino a Sarulyte, que Braña cague a pedos a Auzqui y Hoyos, que Boselli le enseñe algunos trucos a Carrillo. Y que finalmente Estudiantes recupere su cantera y, de la mano de los pibes, gaste menos y venda más. Un camino lógico, clarísimo, hacia una refundación que se impone.
A Estudiantes todo le cuesta doble. El éxito parece haberlo confundido, parece haberle hecho seguir pasos atolondrados en intentos vanos por conseguir éxitos rápidos, en lugar de apostar, como marca su historia, a procesos largos y coherentes. El 2011 es la alarma que necesitaba este Estudiantes menemista, al borde del vaciado institucional, para volver a cuidar esa línea tan pincharrata para alcanzar la gloria. Estudiantes necesita, de cara al 2012, un proyecto no sólo deportivo, como pedirá el hincha y el periodismo con su ansiedad desmemoriada, sino un proyecto integral, sostenido en el largo plazo más allá de los nombres propios. 

lunes, 7 de noviembre de 2011

Contraculturalidad

Fue agotador escuchar esta semana hablar de los dos entrenadores más políticamente correctos en el fútbol. Hablamos, claro, de Guardiola y Bielsa, quien se enfrentaban por primera vez al comando de sus respectivos equipos, el colectivo superhéroe del Barcelona y los orgullosos vascos del Athletic Bilbao. La prensa se hizo un festín elogiando a quienes contra la corriente del fútbol supuestamente moderno y aburrido defienden la pelota. Los DTs se encargaron de fogonear esta andanada de prensa bienpensante y elogiosa, al elogiarse mutuamente jugando en el límite entre la cortesía y la exageración. “Bielsa es un entrenador distinto a todos. Admiro su valentía para ir a ganar todos los partidos, entrene un equipo peor, más grande o más pequeño”, dijo Guardiola para que los babosos anotaran felices de oir las palabras que tanto querían oir. Bielsa, más locuaz y articulado a la hora de hablar, fue más allá: “Los medios y las herramientas que utiliza son contraculturales y revolucionarias dentro del fútbol contemporáneo. Este Barcelona es especial no por los resultados ni por su sistema táctico. En una época como la actual en la que los números son emblema, Barcelona emite mensajes de mayor consistencia que van a perdurar en la memoria de los que queremos al fútbol por la manera en que ha decidido atacar y defender”.


Está bien, le damos la derecha a Marcelo en un par de cuestiones. Barcelona es, efectivamente, un equipo que juega para la historia, que da la sensación de “fin del fútbol”. Su fútbol se lo han apropiado los liricistas, pero tiene mucho de sistemático y también una intensidad sin pelota que requiere de una preparación física superlativa. El tiempo de posesión le da aire a un equipo que, sin pelota, se parece bastante a los de Marcelo Bielsa, una tromba de presión hacia delante. Todo nace con Cruyff y la escuela del Ajax, dirán algunos, pero no hay que olvidar que la mezcla naranja mucho tiene de los esquemas de Helenio Herrera y el Estudiantes de Zubeldía, al que se acusaba de hacer trampa, simplemente, por marcar sin tregua. Sí, la presión en Argentina es marca registrada de los muchachos del antifútbol.


No entremos en terrenos pantanosos, porque está claro a esta altura de la existencia de este blog que no creemos en el discurso ficticio que divide al fútbol del antifútbol, a la defensa del ataque y no se cuantas otras mentiras. Tampoco lo creen Guardiola, sin dudas, y Bielsa, quien de tanto en tanto se confunde y cree que suicidarse en defensa para atacar es valiente. La historia de siempre: los periodistas compran, los espectadores también, y todos vitorean el partido de ida y vuelta que propuso el Bilbao de Bielsa. Eso, al parecer, es fútbol.


Comencemos por separar las aguas: si los muchachos de Bielsa no creyeran en él, no hubiesen corrido como corrieron. El sistema de Bielsa, que recuerda al sistema que Paul Westhead utilizara en básquet, no permite parar. La intensidad que transmiten sus jugadores, envalentonados, los convierte en un temible oponente. “Jugamos contra bestias”, dijo Guardiola tras el empate en 2 que protagonizaron en la Catedral ambos equipos. Sin jugar así, es probable que un equipo modesto como el Bilbao jamás hubiera llegado a estar cerca de ganarle al Barcelona.


Sin embargo, no puede soslayarse que en el minuto 79, a diez del final, el Athletic convirtió el tanto que debió ser el de la victoria. Pero ningún equipo de Bielsa comprenderá jamás que aguantar un resultado no es cobardía, como a menudo no es valentía, sino imprudencia, ir siempre para adelante. En efecto, algo olvidado por las entusiastas crónicas del día después, el Bilbao tenía todo para ganarlo y lo dejó escapar, por no amucharse atrás. Lo que hubiera sido una victoria increíble se convirtió en un empate numéricamente insignificante.


¿Y por qué entonces se fue tan contento Bielsa, y también los vascos? Naturalmente, en primera instancia, porque sacarle dos puntitos al Barsa, aunque sea en casa propia, es una verdadera proeza en este fútbol absolutamente polarizado donde todo se reduce a dos equipos. Pero, en segundo lugar, el sentimiento de bienestar se debe a las palmadas en la espalda recibidas por medios y por los propios rivales, quien no pararon de elogiar a los albirrojos. Entonces, el equipo vasco durmió tranquilo y feliz, reconfortado en la aprobación de los demás. “Bielsa también fue contracultural”, escribió Claudio Mauri en relación al planteo del Bilbao. En la nota, el periodista desarrolla brevemente un concepto interesante: efectivamente, el planteo de Bielsa no es el que acostumbra a resolver el Barcelona, que tuvo que traspirar. Pero esta inusualidad dista de ser contracultural: ya la han practicado, por caso, el Manchester o el Arsenal contra el Barcelona, cuando pudieron. Los resultados han sido idénticos o peores a los de Mourinho, a quien el autor de la nota muestra como un empedernido loser frente a los catalanes, cuando es en verdad el único contracultural en este lío, bancando las opiniones contrarias hasta de su propia prensa partidaria por sus planteos, que sin embargo son los que mejor han funcionado contra el invencible equipo blaugrana.


Y he aquí el quid del asunto: ¿por qué no aguantan atrás los equipos de Bielsa, cuando todo indica que deben hacerlo? La respuesta es, sencillamente, porque queda mal. El mundo ve con feos ojos el arte de la defensa, y Bielsa necesita que los medios le recuerden que el es un hombre de principios, que morirá con la suya.


Pero esta postura, que en otros ámbitos sería considerada necia e ingenua, es lo que convierte, finalmente, a Bielsa en un técnico que, a pesar de su probada capacidad y su conocimiento vasto, nunca alcanza el verdadero batacazo. Su sistema no propone real peligro al status quo, no es verdaderamente rupturalista, verdaderamente valiente, sino valiente para las cámaras de televisión. Es cierto que desde aquí es simple juzgar, pero siempre hemos tenido en claro que dar espectáculo no es un deber moral sino que es una imposición televisiva, que necesita goles y emociones para atraer inversores y justificar la plata gastada año tras año en los derechos. Creer en el deber moral de dar un espectáculo no se cansa de traicionar a Bielsa, que siempre termina cayendo de la misma manera, “con honor” pero con poca inteligencia para manejar el resultado. El valor espectáculo no es un valor deportivo, mucho menos moral; es un valor televisivo, económico, impuesto por quienes ponen la plata y entonces intentan distorsionar los discursos y las acciones del fútbol para atraer televidentes y anunciantes. Los mismos que quisieron agrandar los arcos y que, mundial tras mundial, imponen pelotas más ingobernables para que haya más goles.

Contra el "que se vayan todos"


¡Que se vaya Berizzo!, gritamos a los cuatro vientos. El contraste entre el funcionamiento pre-Toto y pos-Toto era demasiado evidente, y aunque la chapa y la inercia consiguieron cosechar una aceptable cantidad de puntos, mas alla de que el por entonces dulce paladar del hincha no aceptara esos 25 puntitos hace no tanto deseados como el oxígeno.

Y se fue Berizzo, que hoy reaparece en los programas de TV y radiales, convocado por un sector del periodismo que algo de malintencionado tiene: llamarlo hoy que Estudiantes está último en la tabla constituye una especie de mojada de oreja a la decisión de echar al Toto, de considerarlo único culpable, cáncer necesitado de extirpación para volver a la salud.

Y algo de cierto hay en este juego periodístico, puesto que Estudiantes cortó a un entrenador en definitiva sustancialmente opuesto a aquello considerado con ambigüedad la escuela pincharrata, y más puntualmente al estilo que había fijado en sus alumnos Don Alejandro Sabella. Hoy Toto habla por tevé resaltando que según su modo de ver las cosas, el equipo debe adaptarse a las necesidades del DT y no al revés, defendiendo por elevación su intento de cambiar la fisonomía de un equipo funcional, con todas las quejas y choques que aquello provocó.




Y en su lugar realizó Estudiantes una apuesta fuerte desde lo económico, pero absolutamente coherente desde lo futbolístico: trajo a Miguel Angel Russo, un hombre absolutamente probado, ganador, inteligente, de sangre albirroja pura y varias páginas de gloria en la historia pincha. Pero Estudiantes sigue penando, y anda ahora peor que con aquel timorato, vueltero comando de Berizzo, que nunca terminó de decidir un rumbo. Quizás le faltó tiempo, pero el fútbol, como cualquier trabajo remunerado como el deporte profesional y con tanto en juego, depende lógicamente de los resultados.

Lo que se vuelve indisimulable en este enroque es sin dudas que no es sólo la cabeza del equipo la culpable de este 2011 nefasto. El análisis siguiente que realiza el gritón de radio es que los jugadores no ponen huevo, son crotos, etc. Este análisis, equivalente al famoso “que se vayan todos” que se corea en las tribunas y se llegó a corear en ámbitos políticos, no sirve en absoluto. Ningunear a los campeones de esta generación es no sólo una falta de respeto; además carece absolutamente de realidad. Lo cierto es que hay jugadores clave, de esos que uno espera que tripulen en la tormenta, con niveles bajos, rendimientos verdaderamente sorprendentes, a los que se suman los nuevos, que desconcertados por una realidad distinta a la que imaginaban y faltos de fútbol, no han mostrado demasiado. Y tampoco negaremos que por momentos, desde afuera, ha dado la sensación de que liderazgo se ha confundido con caudillismo, un hecho que sucede con todo ciclo glorioso a medida que se aproxima a su fin: los grandes que exigen respeto, los nuevos y su frescura irrespetuosa, los técnicos atrapados entre imponer su plan y sus jugadores, y el plan y los jugadores de los líderes…

Si Berizzo por momentos permitió que le armen el equipo, de Russo no puede decirse lo mismo: mandó al banco a la Gata, un preferido del público y de los referentes, por varios partidos, y hoy juega pero sale siempre; tampoco tuvo problemas en darle banco a un histórico como Boselli en el partido contra Racing, donde, contrario al pensamiento generalizado, considero que se hizo un planteo correcto con un hombre menos y que el cambio de Boselli tenía sentido por el gran recorrido que le da al equipo el Rayo Fernández, vs. un Mauro notablemente mufado y desgastado. Algo de lo que pretende Russo comienza lentamente, muy lentamente, a verse en la cancha, aunque también es evidente que no termina de haber feeling con el plantel, y que en definitiva eso marca la diferencia entre un equipo que juega convencido y uno que hace el trabajo que le indican.

Uno imaginaba un par de victorias que ayudaran a convencer, pero ya nos encontramos en la fecha catorce, últimos, y las probabilidades indican que, salvo una seguidilla de victorias improbables, el DT dejará su cargo en diciembre, dejando un legado de unos diez jugadores a préstamo traídos por él, varios inutilizables, una economía que no permite realizar incorporaciones para suplantar las incorporaciones fallidas y una nula promoción de juveniles. Hoy el plantel de Estudiantes tiene poco material propio, por lo cual la situación pos-junio es todavía más alarmante: sin Verón, sin Boselli, sin Cellay, sin Coria, y con otros probables éxodos, Estudiantes se enfrentará con un vacío en su plantel impensado hace un año atrás. Jugará con un equipo que mezclará los últimos partidos de los históricos que sobrevivan, con las primeras armas de los chiquitos que han sobrevivido este año y medio a pura incorporación, a puro tapón a los jugadores de inferiores. Algo, algo más profundo que un técnico o que un grupo de jugadores, se hizo mal.

En el medio de los ciclos de Berizzo y Russo hubo un momento de lucidez: el interinato de Luis Suárez permitió que algunos pibes demuestren que son igual o más que muchos refuerzos que se acercaban al club tras un esfuerzo económico que terminó colocando al club en una situación de desacelere forzado, y no estratégico. Porque en aquel entonces parecía el plan más sensato: dedicar el último año en cancha de Verón a la formación de los líderes del futuro, que son también apuestas económicas. Sin embargo, aquel plan se desvaneció en el medio de un mercado de pases demasiado osado para una comisión que salía: contratar un DT del calibre de Russo y traer los once refuerzos que llegaron a apenas un par de meses del fin de su mandato es sin lugar a dudas una locura, desde la coherencia de los proyectos pero sobre todo desde lo económico. Esta comisión pasará buena parte de su mandato tapando los agujeros dejados por un mes de caprichos dirigenciales, caprichos que le negaron al DT campeón de América tantas veces que dio el portazo que hoy se lamenta más que nunca.

Hoy, entonces, Estudiantes se ve forzado a desacelerar su rumbo. El mercado de pases de verano verá partir a muchos y llegar a pocos. Sin Verón y quizás con nuevo técnico, el tema del liderazgo en un momento tan caliente resulta una interrogante mayúscula. Hay que tomar conciencia de estas realidad y bancar el inicio de un nuevo ciclo. Pero sobre todo hay que aprender: Estudiantes necesita un proyecto de fondo, un proyecto institucional antes que deportivo. El espasmódico y menemista modo de contratar, a puro préstamo, que ha caracterizado a la institución en este último tiempo, es propia de equipos como San Lorenzo, que campeonato tras campeonato pretenden romper el mercado gastando euros en traer jugadores por unos meses, siempre en mal estado y sin compromiso, para terminar endeudándose ante la falta de éxitos y convertirse, en definitiva, en clubes encubiertamente manejados por capitales privados.