miércoles, 13 de julio de 2011

Apatrida igual

La columna CONTRA del Profesor Belvedere

La identidad es una mentira. En todos los casos las identidades nacionales son construcciones, realizadas mediante el poder de los medios, y estas construcciones son una idealizacion. Nacidas bajo un corazon romantico a fines de siglo XIX y principios del XX, se trata de idealizaciones de aspectos particulares que pretenden volverse universales: en Argentina el primer ejemplo claro parece ser la utilizacion politica del Martin Fierro; sin embargo, son varios los frentes mediante los cuales se crea esta nocion de nacion, y el futbol (el deporte en general) siempre ha sido parte de esa construccion.

En ese sentido resulta dificil creer que esta construccion, que se pretende independiente pero es siempre europeista, colonial, liberalista y sobre todas las cosas, unitaria: la argentinidad no es sino porteñidad (que no es sino falsa europeidad), y poco tiene que ver con la idiosincrasia del norte o el sur del pais, o de los habitantes que originalmente poblaron las tierras, los verdaderos argentinos luego masacrados junto a su legado cultural. Hoy, hay que decirlo, las tierras “civilizadas” del pais defienden una argentinidad que no es sino una mascara bajo la cual se oculta su creciente identidad global, irreconocible. La barbarie, el desierto, curiosamente, mantiene costumbres y tradiciones, y sentido de pertenencia, pero no tienen oportunidad de ocupar el centro del sistema (economico y politico) y por ende nada tienen que ver con lo que se cree que es este pais.

La frase facil ante la derrota, “esta selección no me identifica”, entraña una trampa: detrás de la idea de fútbol (siempre ambigua y variable) que sí se supone identifica, se esconde una idea de país. Y es en ese sentido que digo: ese país, a mí, no me identifica. Su fútbol, que en mi opinión es un fiel reflejo de sus propios mitos de identidad, por ende tampoco me identifica. No me identifica la identidad defendida por los mismos de un fútbol barcelonista, pero sin el laburo y el tiempo que ha invertido el Barcelona: parte de un complejo de inferioridad que es parte de una identidad culturalmente dependiente de Europa. Tampoco me identifica el sueño de un fútbol caótico y mágico, garcíamarquezco, galeanista, de gambetas negras: ya en 1958 aquel fútbol chocó de frente contra la realidad. La verdadera rebeldía se hace con esfuerzo y en colectivo.

Basta entonces de una Selección de la viveza y la vagancia, de la opulencia decadente, de la soberbia infundada y la mirada puesta en Europa. Es hora de que vuelva la Argentina que labura en silencio, con humildad, la Argentina de los viejos que se rompen el lomo para que sus hijos tengan la oportunidad de una vida mejor, la Argentina real, y no esa construcción capitalina, máscara que nos ponemos para que los europeos nos crean lindos y nos sigan garchando.

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