lunes, 20 de diciembre de 2010
RASTROJERO CAMPEON: el libro (anticipo) - Estudiantes: una heterotopia
domingo, 19 de diciembre de 2010
Camorra, mistica y punk rock
martes, 14 de diciembre de 2010
ESTUDIANTES CAMPEON
viernes, 10 de diciembre de 2010
El regreso de los feos, sucios y malos
POR HUGO ASCH, para Perfil
Ninguno de los dos goza de la simpatía de los imparciales de la middle class argentina, siempre inclinados a conceder su apoyo perdonavidas a las más tolerables “flores de un día”, gente de buen corazón pero escasa de recursos o inofensiva, como el Huracán cappista, el Argentinos Juniors de Borghi, el Arsenal copero o Pino Solanas candidato. Sin embargo ahí están, bien arriba y discutiendo el poder, nada menos, ese territorio inaccesible que parecía hecho sólo para los más poderosos. No está nada mal, eso.
Vélez incomoda por su serena eficiencia, algo intolerable para un país desmesurado como éste. Hacen todo bien. Planifican, se organizan, sus cuentas les dan bien, no se vuelven locos ante la primera frustración y cuando se achican, lo hacen de la mejor manera. Hoy tienen un equipazo. Sin dudas el que mejor juega, con un técnico eficaz y de bajo perfil, un arquero sólido, defensores confiables, un caudillo de la casa como Somoza, Maxi Moralez –que con 20 centímetros más jugaría diez años en el Madrid– y tres delanteros notables: el feroz Silva, por mucho el mejor 9 del torneo; Martínez, endemoniado y certero, y Cristaldo, la joya en el banco. ¿Cómo podrían quedarse sin título? ¿Quién se atrevería a discutir semejante liderazgo?
Pues… esos tipos sucios y malos que nunca se rinden. Los de siempre. La tercera generación de aquellos estrafalarios villanos de cómic que hace más de cuarenta años llegaron desde La Plata con ínfulas de cambiarlo todo. Y vaya si lo hicieron.
Este Estudiantes tiene bastante más que mística –del griego mystikós: encerrado, misterioso–, esa curiosa herencia del pasado que, cada tanto, retorna circularmente a lo Nietzsche y se instala sorprendiendo a todos. Acaba de suceder, por ejemplo, con el oficio copero de Independiente, la descomunal mala suerte de Racing o el rupturismo cuasi deportivo de los sindicalistas nativos, los de derecha, los de izquierda o los enganches sin problemas de perfil, como Moyano.
Antes que nada, Estudiantes tiene a Verón, un futbolista superior, incluso, a la suma de sus propias virtudes, el más decisivo que haya visto en este país en los últimos veinte años. Alguien capaz de cambiar la historia con su sola presencia, dentro y fuera de la cancha. Uno de esos que, dice Rodríguez que decía Brecht, resultan imprescindibles.
Y tienen la Voluntad, así, con mayúscula. Voluntad para reponerse después de una derrota. Suelo desconfiar de los invictos, de los infalibles, de las vírgenes y, en general, de la gente sin mácula. La verdadera madera de un hombre se advierte en el momento de la caída, muchachos. Cualquiera se ve valiente y bonito en el tren festivo de la victoria; el tema es mantener intacta la fuerza, el ánimo y la dignidad cuando la frustración te roe los huesos. Por eso amo al Alí que volvió de la prohibición y de Frazier, al Belgrano de Vilcapugio y Ayohuma, al Alfonsín pre Alianza que salió del bronce para ir a perder contra Fernández Meijide y Chiche Duhalde o al increíble Racing que, como Lázaro de Betania, se muere, se levanta y por ahí anda, con mi corazón en la boca.
Para la mayoría, estaban liquidados después de perder la Recopa contra la Liga de Quito. Minga. Ahí los tienen. Sin delanteros, con mil lesionados y chicos del club, a punto de ser campeones. De no creer.
Hacerles un gol parece imposible. Se defienden maravillosamente bien con ese inexpugnable abanico formado con Fernández, Desábato y Re, más Mercado y Rojo en los laterales, Braña en el medio y Orión en el arco, vigilante y sereno como portero de edificio, moviéndose en cámara lenta, controlando quién entra y quién sale. No hay, casi, fotos suyas volando, rasguñando pelotas, jugándose en un mano a mano. Les hicieron 8 goles en 18 partidos. Todo dicho.
En esa telaraña se diluye el énfasis inicial del rival. Se va rindiendo, poco a poco. Entonces actúa el líder, Verón. Y su batuta maneja el tempo de los solistas: Benítez, con un guante en la zurda; Enzo Pérez, eléctrico, vertical, por fin liberado de la banda derecha, y la Gata Fernández, a pura pausa, enganche, amague, creatividad.
¿Y Sabella? Lo llaman “Pachorra” y uno entiende por qué viéndolo, con ese andar lento de tipo mayor a su edad, el pelo como de recién levantado, el gesto sereno aunque las balas piquen cerca. Vivió años a la sombra de Alonso cuando jugaba de 10 en River, del Passarella técnico, de Bilardo y ahora de Verón. A él no le importa. Al contrario: ese segundo plano lo libera de las luces, de la inquisidora mirada del otro. Lo deja en paz, listo para ejercer su antiguo oficio de armador, de sutil artesano de equipos.
Son ellos entonces, los de siempre. Tan feos, sucios, malos, y en lucha por no resignar su espacio. Quizá hasta ganen compatriotas. Si así sucede, sepan que brindaré por ellos.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Metáfora de nada
Hace unas semanas, en el diario "El País" de España, se publicó una nota con el título "Maradona como metáfora argentina". Está firmada por John Carlin y Carlos Pierini y en la bajada de la nota se puede leer: "¿Hay alguna relación entre el futbolista y el peronismo? Sí, cuando se eligen entrenadores, presidentes o sistemas de características populistas, autoritarias y con pocos pies sobre la tierra, el resultado es el fracaso". La nota tuvo un alto impacto, ya que fue replicada en varios medios argentinos y convocó numerosos comentarios en la red. Como es extensa y resulta arduo reseñarla en este limitado espacio, y como no quiero que mi reseña tergiverse su contenido, el lector Con los caníbales se puede hacer cualquier cosa, menos comérselos, porque si uno se los come estará reproduciendo lo mismo que condena en ellos
puede consultarla on line, en el sitio del periódico (www.elpais.com".Con los caníbales se puede hacer cualquier cosa, menos comérselos, porque si uno se los come estará reproduciendo lo mismo que condena en ellos
La nota comienza con un diagnóstico de la decadencia de nuestro país repleto de lugares comunes: tenemos muchos recursos naturales, éramos el "granero del mundo" y uno de los diez países más ricos (¿hasta cuándo se repetirán acríticamente estas frases de manual del secundario?), y ahora sólo advertimos (y padecemos) falta de educación, desnutrición, decadencia y pobreza. Agregan los autores: "Semejante aberración florece en un contexto político en el que a lo largo de más de medio siglo juntas militares han alternado el poder con Gobiernos populistas, corruptos o incompetentes". ¿A qué "medio siglo" se refieren? (¿cómo se pueden hacer afirmaciones tan terminantes de un modo tan impreciso e irresponsable?). Si se trata del último medio siglo, de 1960 hasta hoy, ¿es posible afirmar que todos los gobiernos democráticos han sido populistas, corruptos o incompetentes (yo, al menos, no lo diría del gobierno de Raúl Alfonsín)? Y si fuera así, ¿no correspondería decir cuál o cuáles y brindar los argumentos necesarios para probarlo? Mirando al presente, critican al gobierno de la presidenta Fernández de Kirchner y se preguntan: "¿Cuál es el problema?".
DIAGNOSTICOS Y METAFORAS
La respuesta pretende dar con el meollo de la cuestión: "El problema es Diego Maradona. O, para ser más precisos, lo encarna, como símbolo, Maradona, (...). La idolatría a los líderes redentores, el culto a la viveza y (su hermano gemelo) el desprecio por la ética del trabajo, el narcisismo, la fe en las soluciones mágicas, el impulso a exculparse achacando los males a otros, el fantochismo son características que no definen a todos los argentinos, pero que Maradona representa en caricatura payasesca y que la mayoría de la población, aquella misma incapaz de perder la fe en el peronismo, aplaude no con risas sino con perversa seriedad". A esa mayoría de la población incapaz de dejar de ser peronista y que, por ende, adula a Maradona con una seriedad perversa se la califica de "manada": "...fueron en manada a vitorearlo al llegar a Buenos Aires después de la goleada de 4-0 que Alemania le propinó". De Maradona afirman lo que todos sabemos (y yo comparto): hablan de su arrogancia, su pedantería, su innecesaria agresividad: "Nadie lo acusa ni lo maltrata por su triste enfermedad. Sólo se trata de señalar su soberbia desconsiderada, de carácter profundamente narcisista, base de sus penosas afecciones del alma, metáfora de la patología crónica de un país". No sé mucho de psicoanálisis, de modo que ignoro si la soberbia de Maradona es de carácter narcisista (¿alguno de los autores lo habrá tratado?), pero sí sé algo de metáforas, y en ningún momento los autores dan argumentos para probar que la patología de un ex-jugador de fútbol, ahora devenido en director técnico, se haya transformado en una "metáfora" del país. ¿Por qué razón? ¿Cómo se infiere una cosa de la otra? Termino la reseña de la nota con dos frases que resultan verdaderamente increíbles. Una: "El fracaso de Maradona en el Mundial fue el espejo del fracaso de Argentina como país. Por un lado, una falta de rigor y humildad en la planificación; por otro, un derroche de los recursos disponibles". Y me pregunto, entonces, ¿será que Marcelo Bielsa habrá sido una metáfora (un "espejo del fracaso") del país en 2002? ¿Y José Pekerman en 2006 será otra metáfora? Y si a Maradona le hubiera ido bien en el Mundial, ¿sería una metáfora del éxito del peronismo? La segunda: "Cuando llevados por la fantasía se eligen directores técnicos o presidentes o sistemas de características populistas, autoritarios y antidemocráticos, con pocos pies sobre la tierra, el resultado inevitable es el fracaso". ¿Los autores pensarán en serio que se puede asimilar sin más un técnico de fútbol con un presidente? ¿Sabrán lo que es un sistema representativo? ¿Sabrán lo que es la delegación popular mediante el voto? ¿Puede el fanatismo antipopulista de los autores enceguecer a tal punto sus (supuestos) argumentos?
ANTIPERONISMO Y GORILISMO
Quienes me han leído alguna vez bien lo saben: no soy peronista, y no simpatizo con los regímenes denominados "populistas". Pero hay algunas cosas que me enseñaron. Una es que con los caníbales se puede hacer cualquier cosa, menos comérselos, porque si uno se los come estará reproduciendo lo mismo que condena en ellos. Si uno acusa al populismo de demagogia, irracionalidad o fanatismo, no puede refutarlo con un artículo demagogo, irracional y fanático. Otra cosa que me enseñaron es que el antipopulismo, cuando se vuelve irracional y fanático, suele olvidar los argumentos de la reflexión mesurada y mostrar su peor cara: lo que otrora se llamó gorilismo. Uno puede refutar al peronismo de diferentes maneras, pero el gorilismo no es una refutación argumentativa, es una reacción epitelial, un rechazo de clase. Y es difícil de entender que sesenta y cinco años después del odio rancio encerrado en el "aluvión zoológico", volvamos a encontrarnos con la "manada": el desprecio brutal por las manifestaciones populares, aun cuando uno las considere equivocadas. Cuando leo este tipo de notas, y parafraseando a Borges, siento que al peronismo no me une el amor sino el espanto.
Que dos señores a quienes no conozco hayan escrito este lamentable artículo no me importa demasiado. Que este libelo gorila lo hayan publicado medios importantes de España y Argentina sí me preocupa, aunque confieso que ya no me sorprende.
sábado, 30 de octubre de 2010
Actividades prácticas - Un proyecto de formacion
Vélez, club ejemplar en varios aspectos, va un poco más allá y da a sus jóvenes la posibilidad de acceder a herramientas concretas: en su club se cursa la carrera terciaria de Educación Física. Los que prefieran, pueden cursarla mientras compiten por llegar a primera. El diploma les permite tener una salida laboral alternativa y relacionada con el campo en el que tienen experiencia y que, en teoría, les gusta (el deporte) terminando así con la oposición absurda y contraproducente entre aprendizaje y deporte, entre academia y actividades físicas. Si esto se implementara a nivel nacional, además, los clubes tendrían asegurados varios profes de educación física. Se supone incluso que en un ámbito de debate surgen ideas novedosas: por lo tanto el desarrollo en este área debería ser considerada una inversión a futuro concreta, no abstracta y moral como son los programas para que los chicos terminen la escuela. Se trata, sin dudas, de un ejemplar camino que debe continuarse, incluyendo todo tipo de carreras relacionadas al deporte en el currículum, ya sea ciencias económicas o dirección técnica. Si los clubes forman sus propios valores futbolísticos, ¿por qué no forman sus propios dirigentes, empresarios, profesores, entrenadores?
lunes, 18 de octubre de 2010
Mourinho, el revolucionario
lunes, 20 de septiembre de 2010
El jugador malo
martes, 14 de septiembre de 2010
El oficio
sábado, 11 de septiembre de 2010
Los defensores
jueves, 2 de septiembre de 2010
UN DEPORTE DE COMBATE: hacia una apreciación contrahegemónica del fútbol
domingo, 29 de agosto de 2010
Pagar una entrada (2)
lunes, 23 de agosto de 2010
Puto el que lee esto (R. Fontanarrosa)
Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. "Puto el que lee esto", y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento..." Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.
Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés.
No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. "Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos." Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.
El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros. Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. "Puto el que lee esto." Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones.
"Es un golpe bajo", dirá algún crítico amanerado, de esos que gustan de Graham Greene o Kundera, de los que se masturban con Marguerite Yourcenar, de los que leen Paris Review y están suscriptos en Le Monde Diplomatique. ¡Sí, señor -les contesto-, es un golpe bajo! Y voy a pegarles uno, cien mil golpes bajos, para que me presten atención de una vez por todas. Hay millones de libros en los estantes, es increíble la cantidad alucinante de pelotudos que escriben hoy por hoy en el mundo y que se suman a los que ya han escrito y escribirán. Y los que han muerto, los cementerios están repletos de literatos. No se contentan con haber saturado sus épocas con sus cuentos, ensayos y novelas, no. Todos aspiraron a la posteridad, todos querían la gloria inmortal, todos nos dejaron los millones de libros repulsivos, polvorientos, descuajeringados, rotosos, encuadernados en telas apolilladas, con punteras de cuero, que aún joden y joden en los estantes de las librerías. Nadie decidió, modesto, incinerarse con sus escritos. Decir: "Me voy con rumbo a la quinta del Ñato y me llevo conmigo todo lo que escribía, no los molesto más con mi producción", no. Ahí están los libros de Molière, de Cervantes, de Mallea, de Corín Tellado, jodiendo, rompiendo las pelotas todavía en las mesas de saldos.
Sabios eran los faraones que se enterraban con todo lo que tenían: sus perros, sus esposas, sus caballos, sus joyas, sus armas, sus pergaminos llenos de dibujos pelotudos, todo. Igual ejemplo deberían seguir los escritores cuando emprenden el camino hacia las dos dimensiones, a mirar los rabanitos desde abajo, otra buena frase por cierto. "Me voy, me muero, cagué la fruta -podría ser el postrer anhelo-. Que entierren conmigo mis escritos, mis apuntes, mis poemas, que total yo no estaré allí cuando alguien los recite en voz alta al final de una cena en los boliches." Que los quemen, qué tanto. Es lo que voy a hacer yo, téngalo por seguro, señor lector. Millones de libros, entonces, de escritores importantes y sesudos, de mediocres, tontos y banales, de señoras al pedo que decidían escribir sus consejos para cocinar, para hacer punto cruz, para enseñar cómo forrar una lata de bizcochos. Pelotudos mayores que dedicaron toda su vida, toda, al estudio exhaustivo de la vida de los caracoles, de los mamboretás, de los canguros, de los caballos enanos. Pensadores que creyeron que no podían abandonar este mundo sin dejar a las generaciones futuras su mensaje de luz y de esclarecimiento. Mecánicos dentales que supusieron urgente plasmar en un libro el porqué de la vital adhesividad de la pasta para las encías, señoras evolucionadas que pensaron que los niños no podrían llegar a desarrollarse sin leer cómo el gnomo Prilimplín vive en una estrella que cuelga de un sicomoro, historiadores que entienden imprescindible comunicar al mundo que el duque de La Rochefoucauld se hacía lavativas estomacales con agua alcanforada tres veces por día para aflojar el vientre, biólogos que se adentran tenazmente en la insondable vida del gusano de seda peruano, que cuando te descuidás te la agarra con la mano.
Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge. El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano.
Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse. Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros -le advierten-, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.
No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas.
De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja.
"Puto el que lee esto."
John Irving es una mentira, pero al menos no juega a ser repugnante como Bukowski ni atildadamente pederasta como James Baldwin. Y dice algo interesante uno de sus personajes por ahí, creo que en El mundo según Garp: "Por una sola cosa un lector continúa leyendo. Porque quiere saber cómo termina la historia". Buena, John, me gusta eso. Te están contando algo, querido lector, de eso se trata. Tu amigo Chiquito te está contando, por ejemplo en el club, cómo al imbécil de Ernesto le rompieron el culo a patadas cuando se puso pesado con la mujer de Rodríguez. Vos te tenés que ir, porque tenés que trabajar, porque dejaste la comida en el horno, o el auto mal estacionado, o porque tu propia mujer te va a armar un quilombo de órdago si de nuevo llegás tarde como la vez pasada. Pero te quedás, carajo. Te quedás porque si hay algo que tiene de bueno el sorete de Chiquito es que cuenta bien, cuenta como los dioses y ahora te está explicando cómo el boludo de Ernesto le rozaba las tetas a la mujer de Rodríguez cada vez que se inclinaba a servirle vino y él pensaba que Rodríguez no lo veía. No te podés ir a tu casa antes de que Chiquito termine con su relato, entendelo. Mirás el reloj como buen dominado que sos, le pedís a Chiquito que la haga corta, calculás que ya te habrá llevado el auto la grúa, que ya se te habrá carbonizado la comida en el horno, pero te quedás ahí porque querés eso que el maricón de John Irving decía con tanta gracia: querés saber cómo termina la historia, querido, eso querés.
Entonces yo, que soy un literato, que he leído a más de un clásico, que he publicado más de tres libros, que escribo desde el fondo mismo de las pelotas, que me desgarro en cada narración, que estudio concienzudamente cómo se describe y cómo se lee, que me he quemado las pestañas releyendo a Ezra Pound, que puedo puntuar de memoria y con los ojos cerrados y en la oscuridad más pura un texto de setenta y ocho mil caracteres, que puedo dictaminar sin vacilación alguna cuándo me enfrento con un sujeto o con un predicado, yo, señores, premio Cinta de Plata 1989 al relato costumbrista, pese a todo, debo compartir cartel francés con cualquier boludo. Mi libro tendrá, como cualquier hijo de vecino, que zambullirse en las mesas de novedades junto a otros millones y millones de pares, junto al tratado ilustrado de cómo cultivar la calabaza y al horóscopo coreano de Sabrina Pérez, junto a las cien advertencias gastronómicas indispensables de Titina della Poronga y las memorias del actor iletrado que no puede hacer la O ni con el culo de un vaso, pero que se las contó a un periodista que le hace las veces de ghost writer. Y no estaré allí yo para ayudarlo, para decirle al lector pelotudo que recorre con su vista las cubiertas con un gesto de desdén obtuso en su carita: "Éste es el libro. Éste es el libro que debe comprar usted para que cambie su vida, caballero, para que se le abra el intelecto como una sandía, para que se ilustre, para que mejore su aliento de origen bucal, estimule su apetito sexual y se encame esta misma noche con esa potra soñada que nunca le ha dado bola".
Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. "Puto el que lee esto." Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos.
No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.
domingo, 15 de agosto de 2010
Los rebeldes antifascistas
La victoria contra el Greuther Furth aseguró el segundo puesto para el Sankt Pauli, asegurando el ascenso a primera división. La fiesta, cuentan nuestros corresponsales en Hamburgo, fue descomunal, como aquellas que sucedían a menudo a fines de los 70, pleno apogeo punk, y que dieran fama al equipo.
El puerto de Hamburgo (Alemania) ha sido tradicionalmente una ciudad obrera y popular. Uno de sus distritos, el Sankt Pauli, es hogar de jóvenes y trabajadores, y se ha caracterizado por ser un lugar inquieto, descomplicado y rebelde, refugio de punks y okupas. Todo un gueto en medio de la estrictez alemana.
El equipo del distrito, el FC Sankt Pauli, es una de las muestras de su particularidad. Sus emblemas son los de los piratas, y es un equipo proclamadamente antifascista, antirracista, antisexista y antihomofóbico, postura consagrada en los estatutos del club. Su hinchada se declara de izquierda y utiliza logos antifascistas. En 1977, al llegar a primera división, entró a la élite del fútbol en pleno apogeo del movimiento punk, convirtiéndose en todo un símbolo social y cultural. Su pequeño estadio, Millerntor, se atesta de hinchas mujeres y homosexuales. El St. Pauli abre sus partidos de local con Hell's Bell's de AC/DC, y muchos músicos alemanes y europeos se han declarado hinchas del “equipo pirata”.
Su filiación le ha traído conflictos con barras neonazis, como la rivalidad surgida con el Hansa Rostock en la década de 1990, debido al gran número de neonazis hinchas del Hansa. Así mismo, se ha agudizado el hostigamiento con el rival de patio, el Hamburgo, el que también cuenta con hinchas ultraderechosos. Pero el Pauli se la banca, y estos muchachos punkitos y obreros no le tienen miedo: los enfrentamientos suelen ser monumentales, como aquel que sucediera al término del match que diera el ascenso a segunda en mayo de 2007, contra el Dynamo Dresde. Aquella noche, tras las bataholas, unas 35.000 personas se congregaron en el barrio rojo de Hamburgo para celebrar hasta altas horas de la madrugada el ascenso del equipo.
Activo en acciones benéficas y humanitarias, en 2005 el club, el equipo y los hinchas iniciaron la campaña “Viva con agua de Sankt Pauli”, con la que se recaudó dinero para dispensadores de agua para escuelas en Cuba. También fue anfitrión de
Señores, otra vez, después de 8 duras temporadas y de tocar fondo en tercera, el Sankt Pauli, el equipo punk alemán, los antifascistas del norte, los que entran a la cancha con Hell’s Bells sonando a fondo, los de la cancha en la zona roja, volvieron a
martes, 13 de julio de 2010
Esos que hablan de códigos...
Mucha gente se declaro feliz ante la partida (por ahora, provisional, ante la ola de conciliaciones que tuvimos que oir en las ultimas 24 horas; todo pasa, porque Grondona asi lo ordena...) del Diego de la direccion del Seleccionado. Yo, futbolisticamente, voy a ser feliz cuando el que se vaya sea Don Julio.
Se hablo mucho sobre el modo en que se echo a Maradona (la vieja estrategia de poner condiciones imposibles para la continuidad, ejercitada por ejemplo por el Cholo Simeone para escapar de Estudiantes hacia River). Sin dudas es un modo poco etico, cobarde. Y esta claro que Grondona no se sento a negociar los terminos: los impuso. Maradona, desde ya, no puede dejar de ser Maradona, y si los terminos eran inaceptables, nunca lo sabremos: el tampoco intento negociar. Y es este el verdadero error: Maradona, despues de dudosos resultados que incluyen un 6-1 en contra vs Bolivia, una derrota como locales ante Brasil y una estrepitosa caida en cuartos de final del Mundial, debio al menos sentarse a explicar por que debian continuar sus colaboradores, unos verdaderos ceros a la izquierda en terminos de experiencia. Y, en realidad, deberia haberse sentado a explicar por que el mismo debia continuar, luego de evidenciar que el rumbo elegido (correctamente) cuando las papas quemaban y se necesitaba una resurreccion animica del seleccionado con muy poco tiempo para proyectos, tenia sus limitaciones. Maradona no intento explicar su proyecto, los cambios que pretendia hacer para mejorar lo producido, y en todo caso, por que la presencia de Mancuso era primordial para tal proyecto. Se sento cruzado de brazos a escuchar lo que sabia le iban a decir, para luego salir a echar culpas, a jugarla de victima y a hablar de codigos. Codigos, esos manejos mafiosos que responden mucho mas a los manejos sospechosos que a la transparencia...
Maradona no es de ninguna manera la victima en esta historia. No fue despedido como deberia haberselo despedido, por respeto, pero se actuo de esa manera porque Grondona, el zar protegido, siempre actua de modo tal que quede lo menos expuesto posible, y porque, para colmo, ahora veia el doble filo de haber puesto al Diego ahi arriba: ahora que habia que echarlo, se daba cuenta de que era in-echable. Sin embargo, no puede chillar Maradona: tanto el, como Grondona, como Bilardo, actuan siempre consumidos por el afan de poder. Sus modos son siempre los de las politicas, y los codigos, los famosos codigos, son los propios de estas pujas de poder: al final, siempre se hace silencio, nunca se dice la verdad, no por honor, sino por lo que el otro sabe que puede llegar a decir. Diego participo del golpe a Basile. Ahora lo echan y el ve complot y traicion. Siempre, Maradona ve traicion, siempre ve enemigos: aqui no los hay. Simplemente, hay un staff dirigencial que considero insuficiente su tarea. El ex DT no ve esto, porque es incapaz de hacer autocritica: pudo armar un cuerpo tecnico practicamente acorde a sus caprichos (porque tener a Mancuso no puede obedecer sino a un capricho), convoco a cuantos quiso, conto con un plantel de primera calidad y no alcanzo el objetivo. Si esto no merece no renovarle el contrato, a menos merece sentarse a discutir, a analizar el proyecto a futuro.
Pero Maradona es un sintoma. Porque lo que ocurre aca es que el manejo totalitario y censor de Grondona, la falta total de transparencia, facilita que se hable de traiciones, de mentiras y de esos codigos de los cuales nos enorgullecemos, pero que no dejan de ser parte del manejo amiguista, irracional y fundamentalista seudo mafioso que genera que todos los acuerdos se sellen a puertas cerradas y que el que hable no tenga codigos, y sea silenciado. Ese manejo clientelista de todo lo que es politica en Argentina, esa, esa es la nuestra, la nuessstra, tan ponderada por los borrachines del bar. La nuestra... o