lunes, 22 de abril de 2013

El show y la continuidad


Publicado en Ni tan rápido, ni tan alto, ni tan fuerte

Hoy se correrá la tradicional maratón de Londres, uno de los puntos altos de la temporada de atletismo que contará con verdaderas estrellas como el doble campeón olímpico Mo Farah, Wilson Kipsang, último ganador y bronce en los Juegos Olímpicos, Geoffrey Mutai o el recordman mundial Patrick Makau. Los corredores, profesionales y aficionados, y también los espectadores, han sido enfáticos en su deseo de tomar coraje y acudir masivamente a la maratón para que se desarrolle en su normal esplendor: pero sólo una semana la separa de su par de Boston, carrera en la cual dos explosiones provocaron heridas en cientos y la muerte de tres.

¿Hasta qué punto se justifica forzar la normalidad y continuar con el show? ¿Hasta qué punto es un acto de genuino desafío al terror y hasta qué punto una campaña fogoneada por los anunciantes? Hace poco más de dos semanas se inundaba la ciudad de La Plata. Tres días más tarde Gimnasia tuvo que hacer su aparición en las canchas a pesar del pedido de hinchas, acompañado tímidamente por la dirigencia, de suspender el encuentro. Los jugadores salieron al ruedo acompañados por un pequeño grupo que escapó a la zona del desastre por unas horas, más que nada, para expresar su descontento. El fútbol estuvo ausente: todos, jugadores, hinchas, dirigentes, habían sufrido el diluvio, y habían pasado los días limpiando casas o recolectando ayuda. Nada en sus vidas había vuelto a la normalidad. El lunes le tocó saltar a la cancha a Estudiantes, en el mismo contexto. Nadie en el estadio sintió que la necesidad de volver a la normalidad estuviese ligada al regreso a las canchas, sino al regreso de la luz y del agua.

AFA no se anotició. El fútbol argentino ha visto numerosos encuentros suspendidos, pero siempre cuando las circunstancias fueron ya abrumadoras. Se han reanudado partidos tras suspensiones de hasta una hora, tras hechos atroces de violencias, tras asesinatos en las inmediaciones, tras aprietes (la excepción es la suspensión del encuentro de mañana de Huracán): AFA prefiere hacer la vista gorda y pasa esa misma directiva a sus árbitros, a través del Colegio presidido por Don Julio. Para que todo pase, el show debe continuar.

La premisa nunca es, entonces, el regreso de los ciudadanos a sus vidas normales: garantizarles cierto sentido de seguridad, brindarles contención a través del deporte, puede pensarse también como un modo de acallar los reclamos de la población en tiempos de crisis. El deporte, su necesidad imperiosa, generalmente mix del deseo de sus participantes y de sus organizadores, de continuar con el espectáculo sea como sea, opera a favor del restablecimiento del orden, pero de un orden que prefiere no dar explicaciones.

Freddie Mercury cantaba desgarrado que el show debía continuar, mientras moría lentamente. El deporte canta con el mismo desgarro luego de Boston que todo debe seguir como si nada hubiera pasado. Participar del deporte se ha transformado en parte de la vida cotidiana de la población occidental: hecho social, cultural, se reanuda como se reanudan, tras atentados, muertes y catástrofes, las dependencias públicas. La fachada de normalidad es necesaria para restablecer la normalidad, para que la rueda productiva no se detenga. Y en tanto la rueda gire, lo demás se maquilla: el show sigue, todo pasa, el deporte no reflexiona sobre sí e impide, como un apéndice del Estado, que la patria atraviese un duelo demasiado prolongado para eso que llaman el bien común. El triunfo es interiorizar esta creencia, y que los participantes de Londres, o los hinchas del fútbol, terminen utilizando su coraje en esta continuidad perpetua que no permite nunca detectar las falencias del presente y prevenir las derrotas del futuro.



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