viernes, 16 de diciembre de 2011

La descontrolada cajita feliz

Por Cristian Grosso

Nadie se imaginaba que ya estaba sellado otro escenario entre el fútbol y la TV. Menos, que la AFA y el Gobierno serían socios. Por entonces, a fines de julio de 2009, Julio Grondona, de visita en La Nacion, asumía un defecto suyo: "Fui demasiado bondadoso. He dado dinero, mejor dicho la AFA, y les dio la oportunidad de gastar más". Se refería a los clubes y sus economías desvencijadas, a los números dibujados en tantas tesorerías, a esas arcas desvalidas por algunos dirigentes sospechados o, sencillamente, incapaces. Grondona aceptaba que había subvencionado a malos administradores. Y describirse como alguien compasivo y caritativo no lo ponía a resguardo.

El nuevo vínculo televisivo que estalló prácticamente de un día para el otro hace algo más de dos años les inyectó a los clubes un caudaloso envión económico. Esos fabulosos nuevos fondos volvieron a ser regenteados por los mismos hombres que hasta entonces no habían evitado que sus finanzas arrastrasen $ 700 millones de pasivo. ¿Por qué había que creer en ellos entonces? Cumplieron los pronósticos, respetaron sus antecedentes de malos gestores: de acuerdo con los balance de la temporada 2009/10, los pasivos de las instituciones ya habían trepado hasta $ 1121 millones. Y a semanas de cerrar el actual ejercicio, las especulaciones filtran que la cifra rondará prácticamente el mismo volumen. O algo más.

Se acaba de certificar que otra partida de $ 225 millones del Gobierno llegarán al rescate? de buques ya hundidos. Si el contrato establece este incremento, al menos para honrarlo -y no burlarse en la cara de la sociedad en tiempos particularmente sensibles- todos tendrían que esmerarse por pulir los resortes de control. ¿Quién fiscalizará esta vez a los clubes, si Grondona y su generosidad ya aceptaron sus culpas? La AFA no tiene credibilidad, más allá de algunos mecanismos que se han anunciado -bajo el supuesto barniz de la inflexibilidad- como comprometerse a hacer cumplir las reglas que transparenten la utilización de la plata. "Habrá límites y sanciones, hasta la pérdida de la categoría. Será un tema de política no negociable", aseveran desde la AFA. Convendrá desconfiar de este soleado pronóstico meteorológico y salir con piloto.

¿Y el Gobierno? Por supuesto que debería colocarse al frente del destino y la utilización de este capital. Pero más allá de alguna declamación efectista, se desentiende porque tiene cautivo lo único que le importa: el colosal espacio propagandístico de la pantalla futbolística. Como se despreocupa de vigilar la ruta del dinero, es cómplice de los desmanejos posteriores. Parecerá cándido pensarlo, pero a alguien le tendría que pesar en su conciencia. Tal vez los clubes ahora vuelvan a sentirse aliviados frente a la renovada carretilla de dinero. Al menos algo de compromiso y un poco de vergüenza hablaría mejor de ellos.

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