sábado, 17 de diciembre de 2011

El secreto de Havelange

Por Ezequiel Fernández Moores

João Havelange salió airoso del hotel Hilton, de Buenos Aires. Sobrevivió primero al Comité Ejecutivo de la FIFA, que durante seis horas de pura tensión interrogó al presidente Joseph Blatter por la quiebra de ISL. La Asamblea del día siguiente, 7 de julio de 2001, fue un paseo. Con Europa en minoría, el micrófono fue acaparado por los presidentes de las Federaciones de Rumania, Haití, Jamaica, Libia, México, Cuba, Perú, Sudán, Congo y Bulgaria. Blatter recibió una alabanza tras otra. Apenas se levantó la maratónica sesión, los delegados corrieron al baño. A sus 85 años, el más anciano de todos, caminaba tranquilo por el salón. Havelange había cedido el trono de la FIFA a Blatter en 1998, después de 24 años. Pero caminaba con el mismo aire "intimidatorio" de siempre, que lo hacía "devastador en el cara a cara", como lo describió una vez el dirigente escocés David Will. Aproveché para preguntarle si no sentía responsabilidad por la quiebra de ISL, una creación suya y de Horst Dassler, el fundador de Adidas. "Recibí la FIFA en 1974 con 20 dólares en la tesorería y la dejé con 4000 millones. Allí están los contratos de TV y marketing que ahora vuelven a la FIFA", me respondió. Observó que a su lado todos seguían buscando desesperados el baño. "Mi próstata -le dijo en voz baja a Julio Grondona, que estaba a su lado- funciona como si tuviera 20 años".

Una hora después, Blatter ofreció una conferencia de prensa caliente, que incluyó nuevas preguntas sobre ISL, el brazo comercial de la FIFA. Había rumores de supuestos pagos en cuentas secretas y de que Blatter, presionado por el Comité Ejecutivo, entregaría algunos nombres. Havelange saltó de su asiento cuando Blatter entró en el salón. Lo sorprendió con un beso y se sentó en la primera fila. Volvió a aguantar hasta el final. Hasta que escuchó la última respuesta de Blatter y se aseguró de que todo seguiría igual. Comprendí que su próstata adolescente permitía a Havelange cuidar un secreto aún más importante. Es el mismo secreto que la FIFA volverá a cuidar cuando el Comité Ejecutivo se reúna este sábado en Japón. Blatter había prometido hace unas semanas que esta vez sí daría los nombres. Lamentablemente, dice ahora, los tribunales suizos no lo autorizan a exhibir el acuerdo extrajudicial de 2010 que permitió el archivo del expediente ISL. En pleno Mundial de Sudáfrica, la FIFA, según el periodista Andrew Jennings, pagó 4,9 millones de dólares al tribunal suizo. En 2004, Peter Nobel, ex abogado de Blatter, había pagado otros 3 millones. El pago, una devolución de coimas al síndico de la quiebra, cerró la causa sin que trascendieran oficialmente los nombres de los supuestos implicados. Jennings los conoce desde que en 2006 publicó su ya célebre libro Tarjeta Roja . Todo comenzó, dice allí Jennings, a las 7 de la mañana de un día de invierno de 1998, cuando llegó a una oficina equivocada de la FIFA un sobre de ISL con un cheque de un millón de francos suizos. Blatter, entonces secretario general de la FIFA, ordenó al director de Finanzas, Erwin Schmid, que el cheque debía ser entregado a su destinatario real: el presidente João Havelange.

Blatter, que también incumplió en estos días un acuerdo anticorrupción que había establecido con Trasparencia Internacional (TI), quedó expuesto por la postura diversa que adoptó el Comité Olímpico Internacional (COI). Más duro desde que en 2001 el belga Jacques Rogge reemplazó al español Juan Antonio Samaranch, la Comisión Ética del COI apercibió la semana pasada a dos de sus miembros. La sanción para el camerunés Issa Hayatou (integrante también del Comité Ejecutivo de la FIFA) y el senegalés Lamine Diack no fue mayor porque no eran miembros del COI cuando aceptaron el dinero de ISL. Sí lo era el tercer investigado: Havelange, dirigente decano del movimiento olímpico, negoció su renuncia por razones de salud a cambio del silencio. Nadador en los Juegos de Berlín '36, el joven João de 20 años se declaró maravillado por la organización nazi, la Filarmónica de Berlín y el descuento del 75 por ciento en el precio del boleto que le permitió conocer 25 ciudades de Alemania. En los Juegos de Melbourne 56 ganó medalla de bronce con la selección brasileña de waterpolo. Siete años después, en 1963, entró al COI como dirigente. En 1980, ya poderoso presidente de la FIFA, cocinó en su habitación del hotel Moskwa, junto con Dassler, la designación de Samaranch como nuevo patrón olímpico. En 1998, tras aspirar sin éxito al Premio Nobel de la Paz, impuso a su delfín Blatter en la FIFA. Al año siguiente, el COI lo distinguió como uno de los tres mayores "Dirigentes del Siglo", junto con Samaranch y el barón de Coubertin. En 2009 conmovió a muchos cuando pidió la sede olímpica para Río 2016 y dijo que esperaba a todos para celebrar juntos ese año sus 100 años de vida. Jamás se imaginó que el mundo se le vendría abajo a los 95. Que en diciembre de 2011, como escribió Juca Kfouri, debería "entregar los anillos olímpicos para no perder los dedos".

Ultimo patrón de la pelota (Blatter es apenas un empleado, Dassler pagó sus primeros sueldos en la FIFA), Havelange siempre supo que el deporte abría puertas para los negocios y la política. Los contactos que hizo cuando nadaba en el club de élite Esperia le permitieron abrir en 1947 su primer gran negocio, una empresa de trasportes de nombre profético: Cometa. En su primer Mundial como presidente de la FIFA, Havelange fue condecorado por el dictador Jorge Videla. Argentina 78 fue también el debut de la sociedad comercial con Dassler, que creció con los patrocinios de Adidas, Coca-Cola y McDonald's e hizo nacer a ISL, luego afortunada dueña de los derechos de televisación de los Mundiales. Havelange designó vicepresidente FIFA al almirante Carlos Lacoste. Llegó a declarar ante un juez que él le había prestado 90.000 dólares cuando la justicia argentina, ya en democracia, abrió una causa porque el patrimonio de Lacoste se había incrementado en un 500 por ciento. Dijo que el Mundial había permitido a la Argentina mostrar su "verdadero rostro". Por lo bajo, pidió a Videla por Paulo Paranaguá, nieto de un ex presidente de Fluminense que había sido desaparecido por la dictadura. En la Copa de 1986, las cámaras de Televisa, la cadena de su amigo Guillermo Cañedo, no bloquearon a tiempo y un periodista alemán alcanzó a preguntarle por qué la FIFA había invitado a Lacoste a México. La conferencia terminó un minuto después.

La misma furia invadió a Havelange diez días atrás. "Déjenme en paz", respondió a un periodista que le preguntó por ISL. En sus tiempos de "Rey Sol", como lo apodó David Yallop en el libro "Cómo nos robaron el juego", Havelange ordenaba al periodista que se pusiera una corbata si quería entrevistarlo. En 1994, el periodista Roberto Pereira perdió su trabajo en Jornal da Tarde y sufrió amenazas. Finalmente, Playboy publicó su investigación sobre el reverenciado "doutor João". Procesos por fraude fiscal y lavado de dinero, denuncias de corrupción cuando comandó la Confederación Brasileña de Deportes (CBD) y ventas de armas de la fábrica que heredó de su padre belga a la dictadura boliviana del general Hugo Banzer y a la Sudáfrica del apartheid. La cara menos amable del dirigente que rompió el elitismo inglés y expandió el fútbol por los cinco continentes, como aún hoy se le reconoce. El diario O Globo, de la cadena de TV que siempre lo protegió, lo distinguió en marzo de 2010. Clubes, un estadio que lleva su nombre, políticos y otras organizaciones en Brasil seguían homenajeándolo hasta unos meses atrás. Hoy, pese a las protecciones de la FIFA, hasta su ex yerno, Ricardo Teixeira está en peligro. Presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) desde 1989 y del Comité Organizador (COL) del Mundial 2014, Teixeira también está acusado de haber devuelto dinero a la quiebra de ISL a cambio de silencio. En Privataria Tucana, libro reciente, Amaury Ribeiro Jr. muestra la ruta del dinero de las supuestas coimas que le adjudican a Teixeira. El mismo día que el COI anunció la renuncia de Havelange, el deporte brasileño lloró la muerte de Sócrates. Al ex crack le preguntaron una vez sobre los dirigentes de fútbol de su país. "Es repugnante -respondió el fundador de la Democracia Corinthiana- ser representado por esta gente".

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