jueves, 8 de diciembre de 2011

El Pincha nunca supo cómo y frenó su levantada

Lo auspicioso se dio en los primeros minutos: un Estudiantes desveronizado toqueteaba en la tónica de los momentos brillantes del partido contra All Boys, intentaba llevarse por delante a Olimpo y se arrimaba con criterio al arco. Pero luego todo se empantanó. El objetivo de jugar simple que ha venido desarrollando el equipo desde la llegada del Vasco, quien ha intentado un saludable regreos a las bases, cayó en la trampa de Olimpo y su caja de fósforos, y todo se volvió bruma. Tampoco fue el mismo el color anímico del equipo, que se fue diluyendo en frustración hasta resignarse.

Bahía es una parada difícil, donde hay pocos espacios y tarde o temprano se impone la lógica del pelotazo. Estudiantes quiso imponer su propia lógica, la que venía esbozando en estos días vascos, la del toque, la gambeta y las paredes arriba, con la Gata y Mariano González más el orden y la claridad prístina del capitán. Pero faltó justamente Verón y el equipo perdió la brújula demasiado fácil. Benítez nunca se calzó el traje, intermitente y finalmente ausente, Galván mostró una cara indolente que preocupa, Boselli sigue perdido y así, Estudiantes no supo encontrar variantes. Fue al juego de Olimpo casi siempre, intentó algo distinto en algunos pasajes pero finalmente careció de profunidad y justeza.

Mientras tanto, en la cueva, Estudiantes sigue mostrando que, a pesar de una notable mejoría posicional comparando las macanas ingenuas del ciclo Russo con estas macanas, sigue siendo una defensa poco confiable. Iberbia no garantiza marca, mucho menos Galván, Modón es más volante que lateral y, cuando se lanzan con espacio contra Ré o Cellay, Estudiantes se las ve negras. Sobre todo en el caso del Samurai, que pareciera querer batir algún récord de bloopers. Sigue quedando pagando casi paródicamente, desparramado, resbalándose, saltando a destiempo, cruzando el aire. El Samurai es uno de los jugadores que requiere una brutal pretemporada, hecha a conciencia, si no quiere perder el puesto.

El empate, en este sentido, no debe dejar de ser valorado. La realidad indica que Estudiantes hoy pena en el fondo, más allá de haber hilvanado un par de triunfos y haber mejorado. La cancha de Bahía es difícil, el rival la conoce y es experto en aprovecharla. La defensa pincha, más allá de las fisuras y desconcentraciones, bancó bien la parada en un segundo tiempo bravo, y un partido que en otra época se hubiera perdido, quizás tontamente, hoy al menos es un empate. Es algo.

El resultado, además, le va bien al trámite. Olimpo encontró sus situaciones en el segundo tiempo, fruto de los errores de Cellay y Albil, del cansancio y de las variantes ofensivas de Asconzabal, que poco redituaron en la realidad, llevando incluso a Estudiantes a retrasarse y, finalmente, a quedar desbalanceado. Los pelotazos terminan generando alguna chance de peligro siempre en el potrero de Bahía, de rebote, de casualidad o por error, cuando la concentración no acompaña, y así tuvieron oportunidades al menos rescatables Pavlovich, Rolle y Furch. Estudiantes llegó con un poco más de toque, pero siempre terminó en el centro, salvo por aquella exquisita combinación entre Benítez y el felino, cuando el Pincha todavía ilusionaba con ratificar su levantada.

Entonces nadie hizo mucho para ganar. Olimpo hizo algo de negocio, a pesar de ser local, apostando al orden y al cero; Estudiantes, sencillamente, sin su líder, no pudo, no encontró la manera. Como si sus compañeros le enviasen a Juanse un nuevo mensaje: Pelado, te necesitamos.

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