domingo, 22 de mayo de 2011

Zona liberada

I.
No somos partidarios de la palabra “dignidad” en el fútbol, a menudo pura moralina hipócrita, utilizada para descalificar, por ejemplo, modos de jugar tan pincharratas, o utilizado para calificar acciones de equipos con pocos recursos y olvidadas, o caratuladas de “viveza” o “folclore”, cuando son las mismas acciones pero ejecutadas para los poderosos. Preferiríamos dejar la palabrita para el periodismo supuestamente bienpensante que durante la semana siembra dudas y después recoge la cosecha, sea porque hubo o porque faltó dicha palabra. Aunque tampoco comemos vidrio, y sabemos: hay mucha cosa turbia e indigna en el fulbo nuestro, algo que conocemos pero que esta semana, Passarela, Ruiz y Laverni mediante, se destapó para que todos se regocijen con el escándalo.
Y sin embargo, Estudiantes dejó el folclore para el hincha, hizo lo que debía y caminaba hacia una victoria que cubría de dignidad, para los medios que de esto viven, el sospechado fútbol argentino, con el llanto millonario en la primera plana de todos los diarios (¿dirán algo mañana cuando San Lorenzo escriba un nuevo capítulo del tácito acuerdo entre los capitalinos y ayude a River a, por una fecha al menos, salir de promoción, o cuando el Millo reciba un penal de regalo para apaciguar el escandalete mediático que armó en la semana?) y el bombeo alevoso al Tomba en solo siete
días. Pero el fútbol argentino busca la manera, al revés de los gatos, de caer siempre mal parado: y si la actitud pincha (ayudado, claro, por el nivel paupérrimo de Huracán) limpiaba un poco el tufillo del mundo mediático-futbolero, bueno, entre la policía federal, eternamente en connivencia con las barras, y los hinchas, arrojándose casi circensemente carteles, puestos de coca y alguna lanza, el fútbol argentino volvió a tener ese gustito amargo, que deja unas ganas enormes de putear.
Es cierto que la situación quemera no invita a la tranquilidad, y que no pueden esperar pasividad de los hinchas de Estudiantes si son agredidos y ven como se le vienen los monchos sin ningún tipo de traba de las fuerzas de seguridad, pero es entonces que los carísimos y desproporcionados operativos tienen que servir para algo.
Por supuesto, cuesta creer que haya fallado, y no porque uno sea conspiranoico, sino sencillamente porque los hinchas de Huracán que estaban en la platea atravesaron el famoso pulmón como quien cruza el umbral de su casa, para tirar durante diez minutos cualquier clase de objetos sin recibir ningún tipo de control o reprimenda, e incluso siendo ayudados por los barrabravas, que cruzaron la popular y llegaron a la platea sin oposición alguna...
¿Dónde estaba la policía mientras volaban proyectiles, o mientras las barras atravesaban impunemente sectores del estadio para agregarse a la batalla? Todo huele a complicidad policial.
Los hinchas de Estudiantes veían como los quemeros saltaban y trepaban: si no los repelían pasarían a la tribuna pincha, donde hay familias, pibes, pobres tipos que ahorran toda la semana para perder el sábado yendo en un micro de morondanga hasta Patricios. Y bueno, ante la pasividad absoluta de la federal, los hinchas tomaron la justicia en sus propias manos hasta que ¡los bomberos! dieron una mano y la suspensión del partido hizo el resto para calmar las aguas.
II.
Pero antes hubo casi medio partido. Y bueno, en la previa se habló y se chusmeó y todo eso, se llenaron páginas de diario, nosotros metimos encuesta, polémica, todos comimos de las supuestas “suspicacias”. Por supuesto, en 15 minutos se terminó todo. Porque si el gol que hace Pereyra es un regalo que nada aclaraba, sobre todo porque luego vino una arremetida de Huracán que dejó en evidencia algunos horrorcitos defensivos de arrastre en el Pincha, después del cuarto de hora Estudiantes se acomodó agazapado, recuperó fácil y salió rápido por las bandas, donde hubo el habitual picnic de Enzo vs. Globo y facilidades para Iberbia y Mercado.
Parece un análisis demasiado concreto para treinta minutitos de juego, pero fue tan claro el rumbo de Estudiantes que en esos 15 minutos de claridad que tuvo, metió tres o cuatro jugadas claras, con ventaja numérica en el área, goles errados y claro, la combinación Chapu-Enzo-Rorro para descorchar el champán. La defensa de Huracán era zona liberada, una invitación a una goleada para retemplar los ánimos de cara al final del campeonato, pero terminó en partido suspendido y compromiso entresemana, sesenta minutos a los cuales podrá el Globo no se presentarse cabizbajo y vencido, como estaba ya ayer por la tarde, aunque claro, Huracán no tiene demasiadas reservas anímicas, o futbolísticas para el caso. Quedó dicho: al equipo de Patricios iba a resultar más sencillo ganarle que entregarle el partido, vaticinio que se empezaba a confirmar con el grosero error de Monzón. Es tan bajo el nivel quemero que no tiene demasiado sentido perder puntos que alimentan la tabla copera para dárselos al Globo, que los va a perder la fecha siguiente. Y no utilizaremos la palabrita esa que dijimos, otra vez no, pero es saludable ir para adelante, diferenciarnos de actitudes ajenas que esta semana recordaron los diarios. Enaltece. Enaltece ver que más allá de las inclinaciones de los hinchas, y sobre todo en estos tiempos de mediocridad, envidia, agachadas y mucha mafia, el Pincha no se vende ni se regala.
Pero... los partidos hay que jugarlos, claro, quedan sesenta minutos y al menos, ahora, Huracán jugará con el plus de disputar el match sin su público, motivo de insoportable tensión y malestar que ayer estalló, quizás incluso fogoneados por los medios: acudieron al Ducó con el vaticinio de fácil victoria quemera y se encontraron con un 0-2 en 30 minutos.

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