sábado, 21 de mayo de 2011

¿Tomate un vino y olvidate?

Escribimos esta semana acerca del pataleo como forma de ser de la escuela que más representa “la nuestra”, como los nadólogos del cafetín gustan de llamar a ese “estilo argentina” que mezcla la nobleza de nuestro supuesto linaje europeo “alto” con la viveza del argentino vizcachero del barrio y la villa. Utopía de un país eternamente mirando hacia fuera, mito que reniega de mirar su propio interior, despoblado, ineducado, marginado.
De ese interior surgió uno de los poco proyectos ponderables de emancipación deportiva de la capital. Sin conocimiento no podemos afirmar que no haya en el crecimiento de Godoy Cruz mafias locales, arreglos con barras, politiquerío sucio y lavado de dinero, que seguramente los hay. Lo cierto es que lo hay en todos los clubes de país y, sin embargo, en capital andan todos mal y del interior no llega nadie a primera.
Y Godoy llegó y pelea. Y su federalismo es una amenaza, y entonces lo bajaron. Porque el que me trate de loco conspirativo no vio las imágenes. El gol no cobrado es alevoso, sí, pero resulta absolutamente tendenciosa la expulsión de Sigali, jugador clave del Tomba, por el pecado de hablar. Si el árbitro pretende suceptibilizarse y expulsar a aquel que lo trate sin el respeto debido, debe primero sancionar correctamente, y no de modo tendencioso. Es una costumbre arbitral, propio de su ego de jueces, nociva sancionar peor una puteada en la calentura del partido que una patada fría y dañina. Sigali no jugará con Gimnasia, pero está claro que el favorecido aquí era el club capitalino: Vélez es, de la boca para afuera, el menos querido de los grandes (y en rigor de verdad, es el proyecto más serio del fútbol argentino todo) pero, y a los hechos me remito, es la segunda vez que lo favorecen escandalosamente, más allá de toda conjetura.
Para completar su nociva tarea, el impresentable Laverni (uno de esos árbitros, junto a Lunati y Maglio, que suele ser designado para partidos bisagra a pesar del desastre causado en el anterior partido bisagra dirigido) no señaló el punto de penal cuando a un metro suyo barrieron alevosamente al delantero tombino Navarro, a destiempo y a contramano del rumbo de la pelota. El penal le hubiese dado a los mendocinos la victoria, claro, pero seguro se quedaron más tranquilos con las declaraciones posteriores de Laverni, que en un acto absoluto de caradurez (y sin dudas digitado desde AFA, o el Colegio de Arbitros, que es lo mismo desde que comparten presidente) dijo no poder creer no haber cobrado el penal. Declaraciones que pretendieron apaciguar una semana que tuvo el llanto de River, las denuncias del ex árbitro Javier Ruiz y este robo, pero que lo único que hicieron fue dejar más en evidencia los mecanismos ocultos que funcionan debajo de designaciones, declaraciones, etc. (Hace poco tiempo, el árbitro que había amonestado a Teofilo Gutiérrez salió a declarar que se había equivocado para amparar así la decisión unilateral de AFA de volver atrás aquella amarilla).
Lo dijimos: River se quejó de lleno. No mira su propio pasado, donde como señaló Meiszner fue campeón tras mano alevosa de Ortega, gol que condenó a los quilmeños al descenso. Pero tampoco mira el presente: un presente donde a Olimpo le anulan un gol increíble, donde a Godoy Cruz lo roban en directo para todo el país, pero donde ninguno de ellos ni de los demás equipos del “resto del país” tienen un micrófono a mano que les haga una nota de dos o tres páginas denunciando los verdaderos robos. Con una resignación y un coraje que asombran, han aprendido simplemente, a convivir con esta realidad cotidiana, y siguen remando.

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