jueves, 28 de abril de 2011

El regreso de la suspicacia

La suspicacia arrancó con una nota de doble página acerca de la designación de Pezzota para el partido que jugarían Boca y Estudiantes. Pezzota había dirigido la final del 2006, que perdieron los Xeneizes en buena ley y sin decisiones arbitrales determinantes (se discute la expulsión de Ledesma, que se fue con Pablito Alvarez, cuando éste también tiró su patadita sin pelota): la derrota pasa a ser entonces el argumento único de la sospecha de que el árbitro fue puesto a dedo. Boca no puede perder y si piede debe ser culpa del árbitro, ergo el árbitro es contra.
Absurda acusación de esas que proliferan en el fútbol y que no hacen nada bien, generando un clima de constante sospecha. Pero lo verdaderamente terrible es que el diario Olé levantó la noticia y dedicó una página doble al tema, con encuentras, polémicas y todo, como si hubiese pruebas contra Pezzota y fuera natural esperar que un árbitro, por dirigir una final en la que uno cae derrotado, no dirija más a ese equipo.
Las consecuencias fueron inmediatas. En aquel partido Pezzota obvió dos planchas de Chávez que el mismo jugador consideró para expulsión, dejó pegar a Somoza a lo pavote y cobró mancha o menos en el tiro libre que terminó en el empate bostero (una falta de esas que le cobran siempre a Riquelme, de esas en las cuales se frena para reclamar nada, un manotazo, justo él que juega tanto con los brazos). No es que Pezzota haya sido comprado por Ameal ni ninguna de estas pavadas: simplemente se trata del poder de los medios para influenciar más allá de lo consciente. Pezzota, después de toda la perorata, no podía hacer nada que fuera polémico para no exponerse a una semana de calvario y al consecuente parate obligado. Quizás inclusive a no dirigir más partidos importantes. En algún nivel sabía esto Pezzota, que dirigió simple, cobró las divididas para el local, le regaló todo a Riquelme y, desde ya, no echó a Chávez.
Se trata de una práctica habitual de los grandes, por eso su constante llorar no es más que una estrategia a la cual hay que estar atentos. Pero por supuesto, cuando llega a los límites que acaba de llegar, ya se trata sin dudas de un abuso. La decisión de levantarle una amarilla a Teófilo Gutiérrez, que lo dejaba afuera del siguiente partido, significa demasiado. Al respecto, citamos entera la excelente nota de Román Iucht para canchallena.com, conduntente testimonio de la significación de este tipo de fallos, las suspicacias futuras que generará y la propensión al manejo corrupto que implica:

“Se vienen momentos tensos, difíciles. Nos preparamos para un ámbito de confusión, de debate encendido. El Tribunal de Disciplina está a punto de agregar a su larga lista de desaciertos una de las decisiones más polémicas y sospechadas de los últimos tiempos.
Si se le quitará el gol a Tigre, mal convalidado por el árbitro, luego de comprobar que Tula rechazó la pelota antes que traspusiera la línea, Ramón Díaz seguiría siendo el técnico de San Lorenzo. Si se anulara la conquista de Facundo Parra por una situación idéntica con Carlos Soto como protagonista, All Boys le hubiera ganado a Independiente y la vida de Mohamed estaría mas agitada de lo que ya lo está. Si mi abuela hubiera tenido bigotes, se habría llamado José y sería mi abuelo.
Por un lado, no se puede vivir de las hipótesis. Por el otro, no aceptar el error como parte del juego es desconocer la existencia del mismo
Está claro que ninguna de las jugadas mencionadas líneas arriba, tiene algún punto de contacto con aquella en la que Galmarini fue injustamente sancionado por suponer que tocó la pelota con la mano y que se transformó en la madre del borrego. Pero digámoslo de una vez: la acción que involucra a Teófilo Gutiérrez tampoco se parece en nada.
En un contexto tan sensible como el del fútbol, en el que lo que hace falta es claridad y pureza, aquellos que deciden, se han empeñado en hacer un aporte más a la confusión general.
Seamos capaces de diferenciar entre dos situaciones similares, pero sensiblemente diferentes. La acción que marcó un precedente histórico fue un hecho objetivo. Galmarini no tocó la pelota con su mano, el video lo ratificó y el debate quedó saldado. No era una materia opinable. En la archi- discutida jugada del colombiano se nos presenta una jugada de apreciación. Quién aquí escribe, entiende que la falta existió y por lo tanto el árbitro Juan Pablo Pompei cometió un doble error al no marcar la falta y amonestar. Pero si el juez interpretó algo distinto y su subjetividad lo llevó a hacer su particular lectura de la situación, es su decisión la que debe respetarse. Cualquier otra, sería tapar un error con otro aún más grande, con el agravante de que éste último se estará tomando luego de varios días como para repensar la decisión.
Por otra parte, no se entiende porque podría quitarse la tarjeta en una acción de apreciación y no aplicarse en la artera plancha que el propio Gutiérrez le propinó a Mauro Bogado, en una jugada en la que no hay segundas lecturas. Si la justificación es que se puede cambiar lo que se hizo, pero no agregar lo que no se cobró, suena cuanto menos caprichoso. Pompei no pudo sancionar la patada si no la observó, pero si tiene cuatro patas, ladra y tiene cola, se supone que estamos en presencia de un perro y si la imagen lo certifica, ya no quedarán dudas al respecto.
Simultáneamente, cambiar el fallo supone lesionar claramente la autoridad del juez y ante esto, existen los resortes ordinarios para aplicar en tal efecto, como pararlo por las fechas que sean necesarias.
Cada uno mira de acuerdo al lado del mostrador que más le conviene. Racing se siente parte de una conspiración y ya se sabe que el perseguido siempre encontrará razones para sostener su sensación de paranoia. Es verdad que a ningún otro equipo la tabla la debe tantos puntos como a la "Academia" en función de lo que ha sido su juego, pero no es menos cierto que los de Russo han exhibido en la crispación e irritabilidad dos rasgos repetidos de su personalidad.
Si como todo parece indicar se accede al pedido de los dirigentes de Racing, Teófilo Gutiérrez podrá jugar frente a Ríver, pero la seguridad jurídica del fútbol argentino ingresará definitivamente en un espiral de protestas permanentes.
Mientras tanto en la AFA se tejen alianzas y favores, y el Tribunal solo tiene disciplina a los deseos del hombre del anillo. Cuando conviene se escucha, cuando no vale la pena se hacen oídos sordos.
Nadie recordará que en la misma fecha de la inolvidable mano de Galmarini, se produjo la muerte del hincha Ramón Aramayo aún sin esclarecer y que por casualidad o por causalidad, una noticia desplazó a la otra para hacerla olvidar casi por completo.
El fútbol tiene sus propias reglas, aunque de tanto doblarlas se corra el peligro de romperlas en mil pedazos.”

Que sea Racing (que se ha dedicado a llorar todo el campeonato a pesar de que en la tabla confeccionada por canchallena.com de fair play estan anteúltimos) el primer beneficiado de esta medida es, al menos, sospechoso. El equipo mártir, el equipo que perdió a su maravilloso enganche en manos de los malosos, se ve recompensado no por un acto de justicia sino por un acto de injusticia. Además de, por supuesto, continuar con esa costumbre tan argentina del parche en lugar de la solución, del arreglo casero en lugar de la solución profunda: no hay compromiso con la educación de nuestros árbitros, no hay discusiones profundas, no hay innovación tecnológica, no hay criterios más o menos unificados y continúa siendo éste el reino del arbitraje de muñeca, del árbitro canchero que "maneja" el partido con charla y advertencia y demás cuestiones marginales al reglamento. Sigue proliferando este arbitraje casi ilegal, siempre propenso a la injusticia, a la desigualdad de criterios y a la corrupción o a su sospecha, claro. 
Es entonces esta decisión sin dudas un retroceso hacia etapas de arbitrajes alevosamente digitados y campeonatos arreglados. Justo cuando uno pensaba que más podrida la cosa no podía estar.

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