domingo, 3 de abril de 2011

Cómo influyen las elecciones de los medios

Siempre es mayor el espacio dedicado a los clubes capitalinos en los diarios “nacionales” (es decir, capitalinos). Por mucha especulación que se haga, el motivo principal es un evidente beneficio económico que trae la promoción de equipos con una masa de hinchas grande. Desde ya que esa masa de hinchas se encuentra directamente relacionada a la difusión que dan los medios grandes a dichos equipos, formando así la opinión de todo el país. Una opinión centralista para un país absolutamente centralista, con un interior sin voz ni voto y con un centro del país que quiere apropiarse culturalmente cada vez más de los márgenes.
A fin de cuentas, se trata de negocios. El escudo de supuesta objetividad es absolutamente insostenible desde que uno abre el diario y lee apenas una columna de su equipo, aunque vaya puntero, y se coma dos, tres páginas con notas sobre los equipos capitalinos y sus internas. Para colmo, a uno le terminan interesando, lo cual demuestra la influencia que tiene sobre nuestro subconciente la constante exposición a conflictos absolutamente ajenos a nuestro club (y más aún, a nuestra vida real). Si esta fachada no fuera defendida con tanta fuerza a pesar de la clara agenda que manejan los medios grandes (y también la televisión, que incluso desde programas que anuncian en coro que darán el mismo espacio a todos invaden nuestra pantalla de información capitalina) no habría nada malo en esta práctica, una obvia práctica comercial donde una empresa hace lo que le conviene. Absolutamente lógico. (No vamos a entrar en la responsabilidad de los comunicadores sociales porque a esta altura resulta evidente que el periodismo es corporativo y no social).
Arrancó el torneo y el candidato de los medios era Racing, que a pesar de una marcada irregularidad arrancó con una voracidad ofensiva que no hacía del todo injustificada la candidatura. La cobertura, sin embargo, con apenas cinco fechas de recorrido, fue sin dudas exageradísima: notas constantes a jugadores, declaraciones altisonantes en primera tapa (“somos el Barcelona de Argentina”, tiró Yacob) y el drama del mártir Gio Moreno (que se lesionó por querer devolver una patada, y no porque le hayan pegado) quien protagonizó dos notas cuando ya se había quedado afuera, declarando que sentía lástima porque iba a ver campeón a Racing desde afuera. Un festín si le sumamos a todo esto la imagen de mártir que carga Racing como equipo.
Pero Racing cayó, víctima de su propio verdor y candidez, y entonces los medios se apropiaron de un nuevo equipo para vender: River. Por supuesto, sus métodos no fueron cuestionados moralmente, como se hace cada vez que un equipo chico llega a la cima (si llegó tiene que ser con trampa). De hecho, hasta se destacó que este River “también defiende” (a modo de justificación, porque para la prensa bienpensante el puntero debe atacar y ser “osado”), en lugar de decir que, en verdad, más bien “también ataca”. En otras palabras, se acomodó el actual River, utilitario, al paladar “de la gente” con un par de eufemismos y sin nada más, porque después de todo que los grandes estén arriba no hace falta justificarlo, es “natural”.
De los equipos en serio, ni noticias. Vélez se viene como una tromba participando de dos competencias, y es el equipo más coherente del fútbol argentino. Estudiantes, que tras la salida de Sabella ha perdido un poco el rumbo de su proyecto, sigue prendido también en ambos frentes, con dificultades a pesar de las cuales le alcanzan dentro de la mediocridad de un torneo que tampoco se señala como suele hacerse, porque, claro, los que están arriba son los capitalinos. Hace días fui testigo de un singular episodio en TN: se presentó el ranking de clubes a nivel mundial, pero la noticia era el puesto de Boca (quichicientos) y no que Estudiantes, hace tres años, no sale del top 10 de una lista que incluye al Inter, al Barcerlona, al Manchester… Apenas una mención al pasar a Vélez, y de nuevo a hablar de cómo ha perdido lugar Boca. Lamentable que el fútbol se mire desde esta óptica absolutamente parcial, que limita y moraliza el debate tremendamente, que proponen los medios por conveniencia y que se compra como si fuera la única verdad del fútbol.

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