viernes, 22 de abril de 2011

Berizzo, un balance

¿A qué juega el equipo de Berizzo? Hasta aquí son muchos los que se tiran de los pelos al grito de “muerte al bielsismo”, pero, sin embargo, poco de bielsista hemos visto en el campo: por ejemplo, salvo por minutos, jamás implementó el Toto un tridente de ataque (el domingo pasado amagó con ponerlo y finalmente dio marcha atrás); tampoco hemos visto cambios superofensivos, aunque si una predisposición a la presión constante y a pararse en campo contrario. Tampoco, y esto es destacable, se ha visto la febril necedad del Loco en el Toto, que tras intentar en las primeras fechas una mutación demasiado feroz hacia lo que pretendía, dialogando con referentes dio marcha atrás y volvió a las fuentes sabellianas.
Esta virtud, sin embargo, esconde la debilidad más grande que ha mostrado el técnico pincha: su condición de principiante, su falta de experiencia, se ha traducido en una notable falencia a la hora de tomar decisiones claras y de plasmar lo que pretende en el momento necesario. Si al inicio era lógico no tocar demasiado, con 17 partidos en el lomo sería esperable ya encontrar un equipo en medio de una transición marcada. Sin embargo, Estudiantes asoma como un equipo sin rumbo, con momentos buenos y momentos de caos, con marchas y contramarchas. Luego del diálogo y de la vuelta a las bases, Berizzo no ha conseguido plasmar paulatina y ordenadamente sus conceptos: cada vez que intenta modificar algo, el experimento falla. Berizzo demuestra allí que es novato, incapaz de traducir lo que quiere en lo que sucede. El resultado está a la vista: un equipo que no termina de saber si juega a defender, a contraatacar, a presionar, un equipo sin fluidez, inconexo.
Pero entonces, ¿qué pretende Berizzo? Al parecer, quiere un equipo con velocidad, vértigo, pase vertical y mucho pressing. Desde la base del esquema legado por Sabella (que nunca terminó de modificar para acomodar al lógico 3-4-3 bielsista) acomodarse a este esquema ha traido solamente problemas. Adelantar al equipo ha determinado que Mercado (un jugador hecho a la medida de Estudiantes) juegue de volante, con una participación con pelota dominada mucho mayor a la que debería tener y sin sorpresa, y con la consecuente merma de rendimiento. Sin embargo, y a pesar de algunos amagues, Berizzo no termina de sacarlo. El adelantamiento de los laterales trajo como consecuencia también una lógica desprotección abajo (la línea defensiva pasó a ser definitivamente línea de tres), que sumada al constante cambio de nombres por lesiones, y a las dudas y errores resultantes, ha determinado el nivel irregular de la defensa, bastión de la historia pincha que sólo lució cuando los titulares metieron dos o tres partidos seguidos. Pero el inicio de los problemas defensivos se halla en la decisión de, tras el desgarro del Chapu, jugar sin cinco de contención. Estudiantes recupera y tiene muy poco la pelota, y el vértigo con que se maneja una vez que la consigue genera rápidas pérdidas y un equipo con líneas muy separadas entre sí (y consiguientemente, y a pesar de jugar más arriba el partido, pocas llegadas, caóticas y fruto de individualidades). El equipo ha perdido esa posesión constante del balón y, por ende, el control territorial. Corre muchísimo para poder controlar al rival, en lugar de controlarlo mediante el balón. Esto, ante una doble competencia, equivale al suicidio.
Ante este predicamento, se imponía desde ya rotar jugadores constantemente. Sin embargo, Berizzo nuevamente mostró en este apartado ser un técnico sin experiencia, encargándose contra toda lógica de arengar a los suyos para jugar todos los partidos y sufriendo la insoportable consecuencia de lesiones, dolores y cambios obligados que no permiten asentar un estilo de juego. No tuvo el pulso firme necesario para mandar al banco a los referentes cuando estos necesitaron descanso, y como resultado, por ejemplo, jugó con todos los titulares 72 horas después de pelear la clasificación en Colombia. En esta última etapa Estudiantes sintió el desgaste, y ya no pudo aprovechar buenos momentos, suerte y jerarquía para llevarse triunfos: hace cinco que no gana. El plan de rotar súbitamente para el partido con Cruzeiro demostró ser desacertado: los jugadores que saltaron a la cancha tenían minutos de juego apenas, y sin dudas no sabían cómo ensamblar en lo que pretendía el DT, que no los hizo parte nunca del proceso. Luego de recibir la peor derrota como locales por Copa, el DT los devolvió al anonimato. Entre los jugadores marginados cuentan tipos que pueden aportar muchísimo, como Barrientos, Sánchez o Stefanatto.
La idea de jugar un solo torneo ahora se cae de maduro. El campeonato local tiene muchísimos pretendientes, y si bien ninguno es serio y todos son más bien de pacotilla, han conseguido puntos cuando Estudiantes debió y no pudo. Sin embargo, ahora juega el equipo dos veces de local y, como viene la cosa, ni siquiera perdiendo puntos se despedirá el Pincha del torneo. La decisión, entonces, debe venir desde el cuerpo técnico.
Para ser justos y no idealizar el pasado, el equipo de Sabella también sufrió la doble competencia, las lesiones, y los inicios desfavorables, de rumbo incierto y mal fútbol. El plantel, sobre todo sus referentes que con coraje piden jugar todo, tiene un alto promedio de edad y es por ende propenso a lesionarse en la seguidilla de partidos. Obviamente son jugadores muy difíciles de reemplazar, que a menudo cumplen funciones de dos o tres jugadores terrenales (caso Chapu) y por ende sus salidas a menudo requieren una reorganización del esquema y la estrategia para que las cosas funcionen. Sabella, sin embargo, logró pilotear en la tormenta con inventiva y soportando muchas críticas y planteos; Berizzo, aún nuevo en la conducción, se nota falto de batallas y tormentas de esas que atemperan el ánimo: todavía no es ese capitán de barco que impide que todos se tiren por la borda en el naufragio, que genera una inquebrantable fe en su conducción. Esto, por supuesto, de la mano de un rumbo futbolístico incierto, por falta de experiencia del técnico para imponerlo.
A pesar de la incertidumbre que trasluce el equipo, de la marcada irregularidad y de una creciente condición de equipo al que le cuesta y no le sobra, que puede perder y ganar, a pesar de todo, desde el country suelen surgir palabras elogiosas hacia el discípulo de Bielsa. Al principio parecían ser meramente formas de apoyo moral a su conducción, pero a medida que pasa el tiempo suenan más y más a que cierta convicción crece entre los jugadores acerca de la capacidad de Berizzo. Muchos han mencionado sus aciertos a la hora de preparar los partidos y señalar virtudes y defectos, incluso culpándose a sí mismos por cometer errores advertidos por el técnico antes de entrar a la cancha. Y capacidad de trabajo no le falta, pero tiempo no le sobra, menos ahora, en lo que podría ser la última semana completa de entrenamientos.
Los números y el juego no lo favorecen, pero sigue con vida. Es el momento, entonces, de que todo lo que sabe, lo bien que lee los partidos, sus ideas, la autocrítica, su laburo, se empiecen a vislumbrar, a plasmar en la cancha. El escenario no es el ideal, no hay tiempo y todos los partidos definen mucho. Pero Berizzo debe crecer, de golpe y sin excusas. Debe convertise urgente en el piloto que Estudiantes necesita.


Columna publicada en Contra todos

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