domingo, 11 de marzo de 2012

Escuchar para saber: el estadio, rodeado de mitos




El rumbo deportivo comienza lentamente a estabilizarse y tomar cierto color de cara al futuro, con la aparición de varios pibes y el compromiso dirigencial de intentar el saneamiento de las inferiores. De la mano de este rumbo tomado, y de cierta política de austeridad anunciada pero cumplida a medias (no se recortó el plantel y vinieron Andújar y Pérez, cuya craquez justifica la inversión), podemos los hinchas respirar algo más tranquilos respecto a la realidad económica del club. De los puntos fuertes que se disputaron en las recientes elecciones, queda pendiente sin embargo quizás el más importante para la generación anterior a Verón, que recuerda con mucho amor y nostalgia las caminatas hasta la canchita de calle 1, los mediodías de restorán, las tardes de tablón. Cuando los candidatos a presidente anunciaron sus propuestas, el tono del principal opositor y de un sector de la oposición que no se presentó era apocalíptico. Desbordaban críticas a la vez contra la comisión saliente, por la dejadez con que trataron el tema estadio, amparados en éxitos deportivos, y contra el actual presidente, denunciando que su proyecto faraónico era impracticable en el panorama económico crítico que atraviesa el club. Las denuncias, por supuesto, eran exageradas, y si bien fogonearon a un amplio sector del pincharraterío, no consiguieron seducir a más del 20% con sus antipropuestas. Su campaña negativa se vio absolutamente opacada por las propuestas concretas de Lombardi, que sedujeron a un electorado con ganas de crecimiento sin humo.
Pero las propuestas de Quique, que ya eran difíciles de llevar a la práctica, encontraron dificultades inesperadas: a una deuda mucho mayor a la esperada se le sumó un nuevo retroceso en el frente judicial, que parecía allanado. Con histeria, los hinchas, nuevamente influenciados en parte por la oposición, salieron a denunciar en los medios la situación: que promesas incumplidas, que mentiras, que improvisación, etc. La eterna posposición de la asamblea sólo agregó leña al fuego.

Difícil resulta separar de esas críticas de voz ronca alguna verdad. Lo concreto es que Lombardi asumió con diversos planes para la construcción del estadio, que el llamaba "ingeniería económica" para construir la cancha sin endeudar al club, pero rápidamente eliminó la idea de pedir un préstamo, algo que endeudaría al club de modo irreversible, y la opción de la participación de un grupo inversor, fuertemente repudiada antes de las elecciones por su significado privatizador y que, en efecto, dejaba a Estudiantes con el 49% de las acciones del estadio. Ya Verón y Lombardi habían hablado de la idea de dejar ir parte del patrimonio: utilizar la sede para construir un hotel y mudar las actividades deportivas al Country, donde se vienen emplazando obras de importancia, fue el proyecto primigenio. Pero chusmeando, Lombardi encontró seis hectáreas sin uso y que, para colmo, son explotadas por quienes están a cargo de un grupo privado. Las famosas seis hectáreas del golf se encuentran sin uso, y el golf mismo se halla licitado, es decir que en verdad, más allá del patrimonio que implican las tierras, el club no saca ningún rédito de los terrenos lindantes al Country. Tasadas en siete millones de dólares, constituirían el puntapié inicial en la constitución de un fideicomiso, idea que, en rigor de verdad, siempre fue defendida por los militantes de calle 1.

Es válido que el hincha quiera defender los terrenos históricos y se reniegue a desprenderse de un patrimonio tan importante. Pero también es importante escuchar y analizar profundamente. Hacer un estadio de 25 millones de dólares (para empezar) sin realizar sacrificios, sean deportivos, patrimoniales o incluso aceptando jugar en el arenero de 25, resulta impracticable en el corto plazo. No hay ingeniería que venza la sencilla realidad de que el dinero no crece en los árboles.

Lo importante es que se discuta sin histeria ni banderas políticas, en el ámbito en el que se suele participar poco y votar apurados para ir a almorzar: la asamblea es el escenario donde se dirimirá la cuestión, y resulta primordial que mucha más gente que la habitual acuda. Y que opine y vote no como ha sucedido por la propuesta más espectacular o por el candidato más seductor, no influenciados por la histeria radial o por el deseo de ver la cancha hecha, sino que opine y vote informado. Las discusiones hoy son a los gritos, nadie escucha. Hay que escuchar, sopesar, no dejarse engañar.

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