martes, 31 de julio de 2012

Cuento chino



Incomprensible ir a buscar al Chino Luna. Nadie niega sus credenciales, o que esté hecho para jugar en Estudiantes con su tozudo estilo y contundente definición. El tema es la incoherencia entre palabras y actos, entre proyectos y realidades: el Chino Luna no es un gasto necesario, en un momento donde, hemos ya ahondado en el tema, lo necesario es medir cada gasto y comprar con inteligencia.

No es inteligente comprar a Duvan Zapata y, por una lesión que le demandará tres o cuatro fechas, traer a un jugador grande que seguramente cobrará un contrato caro sobre su pase elevado y en dólares. La erogación por Zapata es inteligentísima, un jugador joven con futuro en el Viejo Continente; taparlo después de invertir en él, un acto que roza la estupidez.

No es inteligente armar un equipo con Zapata como titular y un buen suplente como Carrillo, que sin explotar tiene condiciones sobradas para relevar al colombiano, para, a la primera lesión de Duvan traer un jugador que los tape a ambos. No es inteligente desde la economía, y mucho menos desde el mensaje: a Carrillo le están diciendo sin decirle que, aunque meta goles y corra, permanecerá segundón como uno de esos arqueros eternamente suplentes.

¿Acaso no era el mensaje que había que desacelerar el gasto? Al final, todos los proyectos terminan siendo presos de la necesidad de campeonar. Estudiantes, un club que se vanagloria justamente de su inventiva para sacarle diamantes a las piedras, mejorar planteles con el trabajo y la táctica y comprar jugadores menospreciados para hacerlos brillar, hace varios mercados de pases viene operando con la lógica de los demás equipos: armar el mejor equipo posible, tentados como chicos ante cada ofrecimiento de crapulosos representantes, y después ver qué se hace con el buraco que deja en las arcas. Al semestre que viene, préstamo, cómodas cuotas y la pelota sigue rodando hasta que te vacían el club. Las palabras de esta dirigencia al iniciar su mandato indicaban un cambio de rumbo en esta histeria consumista: los actos, aunque al menos hayan conseguido disminuir el plantel y hasta vender a un jugador (¡aleluya!), siguen con la misma lógica.

El Chino Luna, gran jugador, no es necesario en este plantel. Lo necesario es hacerse la idea de que, quizás, Estudiantes no esté en principio para pelear el campeonato sino para realizar una necesaria transición. En el nivel actual del fútbol argentino, y con los referentes místicos y la calidad que hay en el plantel, eso no implica que, en efecto, no se termine conformando un equipo para campeonar: pero campeonar no debe ser el objetivo a la hora de formar el plantel, el objetivo debe ser equilibrar al club. El DT flamante, que pidió a Luna, debía ser contratado bajo esta premisa: los dirigentes, en todo caso, deberían haber dejado claras las prioridades. Pero entra un poco de platita y ya hay que gastarla.

viernes, 27 de julio de 2012

Los olímpicos: la Celeste vuelve a los Juegos


Como es habitual, la pelota comenzó a rodar antes de que se inauguren las Olimpíadas. Ayer fue el turno de las mujeres; hoy jugó la Celeste, que vuelve al torneo tras 84 años, dos medallas doradas y un reguero de fútbol y leyendas.

Para VAVEL.com



Uruguay defenderá hoy, al volver a un torneo olímpico de fútbol por primera vez desde Amsterdam 1928, un invicto de 84 años. Allá cuando no existían los mundiales de fútbol y una incipiente FIFA catalogaba a los torneos disputados en Olimpíadas como “campeonatos del mundo”, cuando la profesionalización del fútbol no había vedado la participación de los grandes cracks en los Juegos, la gloriosísima Celeste de la década del 20 fue el primer equipo sudamericano en participar del fútbol olímpico, en 1924, y desde el espectacular debut hasta haber concretado su segunda medalla dorada consecutiva en 1928, no paró de ganar: fueron 9 triunfos y un solo empate, ante Argentina en la primera final del 28. Coronó un proceso de ensueño con el título conseguido en el primer campeonato mundial de la historia, disputado en el legendario estadio Centenario de Montevideo.

LA PRIMERA VUELTA OLIMPICA

El torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos de París 1924 implicaron la primera participación de Sudamerica en medio del debate que había invadido los medios rioplatenses por entonces. La dicotomía de aquellos días continúa viva hoy: el futbol estaba en sus orígenes ligado al carácter disciplinario del deporte en la modernidad, un fútbol de escuela que habían traído los ingleses a nuestros países, un fútbol fuertemente físico, mecanizado y con hincapié en la eficiencia; la llegada del fútbol de amague y gambeta del Río de La Plata permitió poner en escena las batallas discursivas de la era. La aparición de aquel Uruguay, con su desfachatez sudamericana de un futbol jugado al margen de las escuelas, en los potreros, rompió todos los esquemas y ubicó al fútbol sudamericano, fuertemente subestimado, en el mapa mundial.

Uruguay sería el campeón, pero casi no llega a París. Su federación vivía momentos turbulentos que incluían la desafiliación de Peñarol de la liga y, por ende, la participación de jugadores del Manya en la Selección estaba vedada. Fruto de ello, muchos de los jugadores ocupaban puestos que desconocían, distintos a los que frecuentaban en sus equipos, al punto del absurdo en el caso de Pedro Petrone, laureado delantero de la Celeste que jugaba en Charley de arquero.

Aún así, Uruguay consiguió el Sudamericano de 1923 disputado en su tierra (repetiría al año entrante y en 1926, sin participar en 1925 y cediendo el título en manos de su vecino, hermano y picante rival, Argentina, en 1927 y 1929) y entonces, un alto dirigente de Nacional de Montevideo, entonces, se vio obligado a cumplir su promesa: si campeonaban, Atilio Narancio había juramentado llevar a la Celeste a los Olímpicos. Pero Uruguay no tenía afiliación olímpica y la federación no tenía fondos para encarar el costoso viaje: algunos insisten que incluso intentó en realidad frustrar el viaje a los Juegos Olímpicos, convencida del papelón que se venía.
Pero Narancio hipotecó su casa para cumplir y el presidente de Nacional, Numa Pesquera, firmó un cheque en blanco, permitiendo así el viaje soñado para el grupo de jóvenes uruguayos (a pesar de lo cual la gira bañada de gloria le resultó deficitaria a la AUF: finalmente fue el Estado quien se encargaría de las deudas).

De sueños poco tuvo la travesía: el larguísimo viaje fue realizado en un buque económico, en tercera clase. “Muchachos, van treinta minutos y nos quedan treinta días”, recuerdan las crónicas que dijo Zingone, resignado, intentando calmar al ruidoso e inquieto grupo uruguayo.
Nueve partidos jugados y nueve ganados. Veinte goles a favor y sólo dos en contra en el campeonato olímpico de fútbol de 1924. Es el inicio de un  proceso del fútbol uruguayo que muchos no dudan en llamar glorioso. “Pero cantábamos siempre, reíamos, comentábamos con gracia nuestra propia miseria”, recuerda Andrés Mazzali, portero del seleccionado.

La Celeste arribó a España para la gira previa, solo para enterarse que tal gira no existía: el delegado que había partido hacia Europa antes que la Selección con el fin de concretar tales esfuerzos nada había conseguido. Apenas jugaron un improvisado partido en Vigo que sirvió como única preparación tras 30 días, y a París. Europa no se tomaba en serio a los sudamericanos: en Vigo rechazaron el “desleal” juego de amagues y le auguraban un futuro negro a los charrúas en la competencia real, cuando estos hijos irreverentes enfrentasen a los padres del deporte.

Tantos fueron los inscriptos para aquel torneo que Uruguay se vio obligado a disputar una ronda desempate ante Checoslovaquia para pasar a la fase principal. Los periódicos europeos de la época se lamentaban que el equipo realizara tan largo viaje para encontrarse con los checos y volverse. En la previa, la imagen de incompetencia del novedoso seleccionado sudamericano se fortaleció: cuenta la leyenda que, conscientes de que el equipo europeo había enviado un espía a su práctica, los uruguayos se dedicaron una mañana a patear el suelo, enredarse los pies y tirar la pelota lejos. El ninguneo continuó cuando previo al partido se izó la bandera uruguaya al revés y se tocó una marcha brasileña en lugar del himno oriental, errores bizarros que, lamentablemente, no se circunscriben al carácter fuertemente amateur de la organización de aquellos días (ayer nomás, Corea del Norte sufrió el himno y bandera de su vecino y enemigo político, Corea del Sur, cuando el fútbol femenino enfrentaba a Colombia; las jugadoras se negaron a salir y las Olimpíadas sufrieron su primer retraso y su primer bochorno).

Uruguay respondió a todo, con un tremendo siete a cero. La Celeste se convertía en una sensación de a noche a la mañana. El torneo, además, fue un verdadero paseo para los orientales: 3-0 a Estados Unidos, 5-1 a Francia, apenas 2-1 en semis a Países Bajos y un contundente 3-0 para cerrar la hazaña y conseguir la medalla dorada. Veinte goles a favor y sólo dos en contra: los europeos conocían y se arrodillaban ante las gambetas y las paredes que su juego, fuertemente frontal y físico, desconocía. En el estadio Colombes, la consagrada Celeste saludó al público de cada sector, enamorado del juego charrúa, inaugurando la tradición conocida como “vuelta olímpica”.

ENEMIGOS INTIMOS

El fútbol rioplatense era entonces de una fuerte rivalidad típica de los hermanos que se ayudan, se felicitan y se quieren ganar. Argentina había perdido el Sudamericano del 23, pero había ganado en 1921 y peleaba habitualmente los primeros puestos del torneo con Uruguay: infló el pecho y pidió jugar contra los campeones olímpicos. La expectativa fue tal que el partido, pautado para el 28 de septiembre, tuvo que reprogramarse debido a que la cantidad de público desbordó el predio de Sportivo Barracas provocando la invasión forzosa de la cancha. Nació así el alambrado olímpico para impedir el ingreso del público, cuando finalmente se disputó el partido.

Acorde a la argentinidad, aquel triunfo se recuerda como una verdadera epopeya. Los uruguayos eran la verdadera atracción y antes del partido realizaron una nueva vuelta olímpica para saludar a la gente,  pero cayeron por 2 a 1 con un golazo de Onzari: tiró desde el corner y entró. El gol a los olímpicos fue con el tiempo rebautizado, sencillamente, gol olímpico. Por supuesto, tras la victoria los argentinos realizaron su propia vuelta olímpica.

Lo que omite la historia argentina son las revanchas por los puntos: el empate en el Sudamericano de fin de aquel año coronó campeón al equipo charrúa y camino al título continental de 1926, Uruguay despachó a los argentinos por 2 a 0. Por supuesto, lo más importante estaba por venir.

En medio de esta rivalidad, llegaron a los juegos de 1928 de Amsterdam los dos equipos, entre palmadas en la espalda y deseos de buenaventura entre ambos teams. Lo importante parecía ser por aquellos días enaltecer el fobal rioplatense, mostrarle a los europeos que aquello de 1924 no era casualidad, que había un nuevo y digno modo de jugar al fútbol, que se jugaba a orillas del mundo, allá lejos en Sudamérica. El objetivo fue alcanzado con éxito. Argentina se floreó en su camino a la final, con un 11 a 2 espectacular sobre Estados Unidos, un 6-3 a Bélgica en cuartos y la goleada a Egipto por 6-0 en semis. Uruguay tuvo en el camino a varias potencias europeas que le dificultaron el camino, pero aún así le sobró: 2-0 a Países Bajos, 4-1 a Alemania y un ajustado 3-2 a Italia para alcanzar la final destinada. Era Argentina-Uruguay, por la medalla dorada. En el centro de la escena, el duelo de cracks: Manuel “Nolo” Ferreira, el capitán olímpico para los argentinos; el excéntrico Héctor “El Mago” Scarone, para los charrúas.

La primera final, puro nervio, terminó en empate. Petrone abrió el marcador a los 23 y Ferreira empató a los 5 del segundo tiempo. Tras 30 minutos de suplementario, se llegó al desempate a jugarse 3 días después, el 13 de septiembre. Arrancó ganando Uruguay, pero empató una Argentina con hambre que cascoteaba el rancho charrúa. Pero la defensa fue impenetrable esa tarde y, a 15 del final, apareció el fantasmal Scarone. “El Gardel del fútbol”, que se había negado repetidas veces a aceptar contratos en Europa para continuar defendiendo la camiseta olímpica celeste y seguía trabajando en el correo para subsistir, recibió su pase a la historia de parte de Tito Borjas. “¡Tuya, Héctor!”, gritó Tito, inmortalizando la frase, hoy parte de la jerga uruguaya, para siempre. Scarone tiró y Uruguay volvió a dar la vuelta olímpica.

Tras los durísimos choques las cosas no quedaron bien entre los hermanos rioplatenses. Carlos Gardel, el mítico Zorzal Criollo “anclao” entre las dos orillas, intentó conciliar las partes y los invitó a un cabaret parisino. Se sentaron intercalados, un argentino y un uruguayo, para promover la camaradería: todo terminaría muy mal, por supuesto. Alcohol, recriminaciones y cargadas: en el medio de la velada Orsi estaba a punto de irse a las manos, cuando Gardel, todavía empeñado en hermanar a los equipos, invitó al extremo argentino a subirse al escenario. Orsi era un eximio violinista, aceptó la propuesta y pidió prestado el instrumento. Pero mientras se acoplaba con maestría a la ejecucación de un tango en París, las fieras estallaron en una tangana generalizada. Andrade, que se había pasado la velada cruzando reproches con Orsi por un pisotón vengativo, aprovechó la confusión generalizada y se tiró sobre Orsi: rápido de reflejos, el argentino estrelló el violín ajeno en la cara de Andrade. El instrumento era nada menos que un carísimo Stradivarius y el argentino tuvo que huir, esa misma noche, de Europa, para no afrontar los imposibles costos.

La saga charrúa tuvo su lógica conclusión en el Mundial de 1930 disputado en Uruguay. Los rioplatenses de ambas orillas jugaron un magnífico fútbol y alcanzaron una nueva final. En un impresionante partido, Uruguay arrancó ganando, lo dio vuelta Argentina y luego los charrúas, empujados por su gente, viraron otra vez el tanteador. Sobre el final, decoraron el resultado: fue 4-2 para los gloriosos olímpicos.

“Gracias al fútbol nos conocieron en el mundo. ¡Cuando ganamos las Olimpíadas, en París, la gente no podía creer que un país tan chiquito, que casi no estaba en los mapas, saliera campeón!”, recordaba el escritor uruguayo Mario Benedetti. Nacía el mito del fútbol de potrero, pícaro y gambeteador, gigante en las adversas. “Una manera propia de jugar al futbol iba abriéndose paso, mientras una manera propia de bailar se afirmaba en los patios milongueros. Los bailarines dibujaban filigranas, floreándose en una sola baldosa, y los futbolistas inventaban su lenguaje en el minúsculo espacio donde la pelota no era pateada sino retenida y poseída, como si los pies fueran manos trenzando el cuero. Y en los pies de los primeros virtuosos criollos, nació el toque: la pelota tocada como si fuera guitarra, fuente de música”, romantiza el escritor uruguayo Eduardo Galeano: los uruguayos cambiaron el fútbol mundial, para siempre.

domingo, 22 de julio de 2012

Amor: la abnegación de los que vuelven a la aventura extrema del fútbol argentino



Hay uno, supuestamente ejemplar y románticamente moral, que se fue sin que lo echen, en plena definición. Otro, romántico hasta la locura, paradigma del progresismo, que arma escandaletes donde está. Pero hay otros, por suerte. Que dien menos y hacen más. Maxi Rodríguez deja el Liverpool a pesar de los ruegos de su entrenador, con 31 años y mucha carrera por delante, no de última o descartado: en su plenitud, buscando aportar. Se suma al Ñewell's del Tata Martino, que se jugó por el corazón cuando tenía chances de dirigir varios seleccionados, y se volvió para Rosario a jugar en la cancha que lleva el nombre de otro.

Son las cosas lindas, absolutamente excepcionales no importa que cuento cuenten desde los medios, de este fútbol subdesarrollado y pobre, pero la contracara es evidente: el empobrecido y explotado mercado argentino necesita de estos gestos de extremo desinterés material para jerarquizarse. La ingenuidad invitaba a pensar que el apoyo estatal y el crecimiento del fútbol brasileño de cara a 2014 potenciarían nuestro fútbol: la inescrupulosidad para manejar fondos en connivencia con representantes de sí mismos y la absoluta falta de control desde AFA, que amenaza siempre con sus inhibiciones que nada inhiben y sus promesas de castigos a quienes adeuden, acabaron con los 600 millones de la Nación con la voracidad de un ratón asiático; el país vecino, en tanto, se encarga de aprovechar la necesidad de vender para no fundir de los clubes criollos y se llevan lo bueno para jerarquizarse ellos. Brasil se llevó la Libertadores en 2010, 2011 y 2012, para colmo con tres equipos diferentes; la liga que se arma este año será realmente espectacular, y muestras claras de sus intenciones de volverla espectáculo global es como, de a poco, empezamos a ver más y más partidos del fútbol carioca por nuestras pantallas.
Se trata una vez más de chances desaprovechadas. El funcionamiento profundo del fútbol argentino, no solo sus dirigentes corruptos sino la desesperación colectiva y mediática en torno al deporte, y por supuesto también los inescrupulosos que aprovechan para mover espejitos de colores de acá para allá, provocan una vez más que nuestro fútbol siga viviendo rehén de la tele y la exportación de materia prima. Cuando se piden proyectos a largo plazo, pocas veces se toma en cuenta la realidad económica y estructural de nuestro fútbol, que camina lentamente hacia el apocalipsis de la privatización. El vaciamiento sistemático de los clubes ya estuvo en los 90 a punto de desembocar en los gerenciamientos, pero los hinchas salvaron lo autóctono de nuestro fútbol. Pero con los vecinos invirtiendo dólares privados en su fútbol, ¿cómo competir? Las vitrinas internacionales quedarán vacías como los fondos utilizados en superficiales esfuerzos de jerarquizar los equipos. Y entonces, ya sucede hoy con San Lorenzo, no solo dirigentes sino los propios hinchas buscan al salvador dólar y entregan las llaves del club.
Quizás lo de Racing parece, en el contexto, ingenioso: contrato varios jugadores libres y de nivel, erogando muy poco dinero. ¿Qué sucederá cuando, sin embargo, tenga que pagar sus sueldos? ¿Y si campeonan como pagarán los premios? El fútbol nuestro vive en un estado de perpetuo endeudamiento, apostando a que los éxitos deportivos tapen las deudas hasta que toque dejar la dirigencia. Mientras tanto, todos se llevan vueltitos y comisiones, claro. Nadie sale empobrecido de la dirigencia de un club.
No parece existir plan alguno en el fútbol argentino. Ni de los altos dirigentes, ni de los clubes. Todo se reduce al efectismo, a la contratación lujosa, al título aislado. Y luego el sálvese quien pueda: clubes que hipotecan todo después de ganar (como botón de muestra, Banfield y Huracán terminaron en la B inmediatamente después de campañas exitosas), y otros que apuestan a que la AFA salve una vez más a todos y tome cautivos los votos de las próximas elecciones. Algunos, peor, se la juegan en el mercado de pases previo a su partida de la dirigencia y le dejan el quilombo, la deuda declarada y la no declarada, que suele doblarla, al pobre sucesor.
Este funcionamiento vicioso sólo engrandece el amor (¿qué es el amor sino estos gestos de absoluta abnegación?) de Maxi Rodríguez y al Tata Martino. Hay que animarse a venir al fútbol argentino: una aventura cada vez más parecida a dirigir en Bombasí, aquel perdido país africano recuperado por Fontanarrosa en Area 18, que jugaba en un estadio sobre un volcán en erupción.

miércoles, 18 de julio de 2012

El modelo de los crotos: hacia una política de las incorporaciones





Estudiantes cerró su gran compra del mercado: se aseguró (previo descarte bostero) la llegada de Román Martínez, eximio jugador e idóneo reemplazante del irreemplazable Verón. Andújar es imposible, Mercado se va, Cellay entrena con Boca en medio de una gran incógnita y la Gata, al parecer, sigue. Con prolijidad, se mueven los dirigentes para reforzar la defensa (bien apuntado Pellerano, valioso el posible retorno de Alayes y Angeleri) y quizás traer algún volante más, dado que Carbonero parece haberse encaprichado con no volver (ya hablaremos de esto más adelante).
Ahora, ¿debe Estudiantes buscar algo más que lo señalado? No seamos ingenuos ni para un lado ni para otro: de clasificar a la Sudamericana, el actual plantel (sobre todo contando que varios de los que trotan por City Bell no serán tenidos en cuenta) no cuenta con recambio asentado, y si bien hay varios pibes que asoman, no dejan de ser chicos en formación; por el otro lado, Estudiantes está hoy fuertemente endeudado, por lo que quizás conviene continuar la depuración, desistir de traer más refuerzos y enfocarse en un sólo torneo, con el otro sirviendo para mostrar a los pibes.

El ejemplo a seguir es el de los crotos. El de All Boys, Arsenal, Unión, que con poco hacen mejores campañas que nosotros. No se trata de crear un compendio de picapiedras sino de bucear antes de comprar, de comprar barato y vender caro, de descubrir uno y no que descubran los demás y te lo vendan. En los mercados de pases reside una porción grande del éxito posterior en el fútbol de mercado de hoy: quien compra nombres compra caro, compra marca. Así ha hecho Estudiantes durantes los últimos mercados de pases, queriendo asegurar calidad a precios altísimos. La apuesta era más segura que traer, digamos, pibes de la B Nacional, pero mucho más cara y, finalmente, inefectiva. ¿Hace cuánto no hace Estudiantes un gran negocio?

Trajo a Nelson Benítez, que se fue sin dejar un peso y perdonando una deuda. Un sueldo alto durante dos años que dejan ni plata ni rendimiento. Ni hablar de José Luis Fernández, a préstamo de Europa, o de Coria. Mercado, una inversión alta pero al menos rendidora, se va dejando casi lo mismo que lo que costara: Estudiantes lo mejoró y a cambio, nada. Algo similar a lo que ocurrió con el uruguayo Díaz. Enzo Pérez y su paso fugaz acrecentaron la deuda y nada más. En el medio, ante tanta partida, el tirito para rejerarquizar al Pincha: en una movida verdaderamente humeante fueron a buscar a Sosita. A José lo dejó ir la dirigencia anterior a Ucrania por no poner los dos palos que pedían, una inversión que asomaba perfecta desde el lado de la calidad deportiva, la pertenencia y la economía (lo venidmos a cuatro veces más, y encima tiene valor de reventa). Ahora, si bien algunos medios desinformaron que Sosa no era tenido en cuenta, el pibe la rompe, es capitán y piden 10 palos para rescindir. Otra vez se perdió un negocio.

Ni que hablar lo que pasó con Carbonero: el colombiano llegó a Argentina, quería mimos y se encontró con un club turbulento, algunos chiflidos y mucho banco. Alma sensible, no le gustó, y cuando campeonó con Arsenal creyó que era justicia divina. Bueno, Carbonero que juegue donde quiere: no nos rasguemos las vestiduras por un muchacho que dista de ser Van Basten. Lo lógico es que dejara plata pero... ¿qué hay en ese misterioso y complejo contrato? Que mal se han portado los dirigentes que ni siquiera podemos vender a un jugador que tiene contrato con la institución.

Malos negocios por doquier resultaron en algunos momentos que recordaron, por la cantidad de aves de paso, a lo peor de los 90. Se llega hasta acá producto de un proceso largo, lleno de especulaciones sobre si quienes se beneficiaban con este proceso de vaciamiento eran representantes oscuros o dirigentes inescrupulosos (el club, seguro que no). Hoy el plantel tiene jugadores grandes conviviendo con pibes verdecitos. No hay hoy futbolistas en su momento justo de madurez futbolística.

Además de la impericia dirigencial y de varios chanchullos, hay que resaltar el papel de la histeria que corre en el fútbol argentino: un día necesitamos pelear con 10 refuerzos, al otro tienen que jugar 10 pibes. No hay que desvalorizar los mercados de pases y depender 100% de la cantera, tampoco comprar doce tipos en euros: hay que buscar bien, buscar prolijo. Bucear el mercado, dejar de mirar tanto a las figuritas, buscar pibes en otras categorías, en otros países. No traer a Kalinski: el negocio con el pibe de CASLA era antes de que se fuera de Quilmes, ahora te venden a dos palos a un muchacho del montón. Y sobre todo, no traer por traer, no traer por nombre, por tentación; menos por sugerencia de terceros... Estudiantes debe volver a edificar su inteligencia, construir una oficina seria que siga a potenciales incorporaciones desde inferiores, que rastree por el mundo, que mire fútbol: sólo desde allí puede aventajar, sobre todo en estas épocas de vacas flacas, a las poderosas billeteras de capital federal.

domingo, 8 de julio de 2012

Divide y reinarás


En el escenario más aristocrático del deporte, el más elegante de los jugadores fue alentado por sus majestades para, en tiempos de tenis sudado y esforzado, devolver el reinado al que hace todo sin esfuerzo. Pero en la previa, poco consideraran verdaderamente a Federer candidato a Wimbledon. Credenciales no le faltaban, pero hace rato que se cuestiona su vigencia, en algún punto real y en algún punto sensacionalismo y desvalorización de lo que puede aportar la madurez al tenis: después de todo, es el 3 del mundo, y desde 2011 ha jugado seis semifinales sobre siete de Grand Slam. El nuevo bipolio, en tanto, no parece poder emular, desgastado e irregular, los cuatro años de competencia feroz y caballeresca entre Nadal y Roger: Nole, menos voraz, no es el modelo 2011, y Rafa luce herido, seleccionando sus batallas y dejando pasar otras. Presionados ambos por la lucha del número uno, cuerpo y mente magullados tras sus finales de tenis extremo, el Rey Federer, que de asuntos cortesanos sabe bastante, esperó a que se sacaran los ojos y, parsimonioso, caminó al trono casi sin que nadie lo advirtiera.

La final con Murray sobró. Coach Lendl efectivamente levantó un poco esa actitud de perdedor empedernido, de eterno segundón, del británico, fantástico jugador deslucido por tres titanes de la historia del deporte. Pero eso no alcanzó para entrar en el All England y pelear contra sus demonios (4 finales de Grand Slam y ninguna copa en la vitrina) y los de su país (76 años sin un ganador británico en el verde césped de Londres en la competencia masculina): sirvió para ponerle cierto picante a un lindo partido, muy parejo. Pero, al final del día, los parciales se fueron igual para Roger y, tras el clásico parate por lluvia, también el partido. Lo único que tuvo que hacer el mejor de la historia fue empujar a Murray a pensar. En desventaja todo el encuentro desde que Roger igualó a uno los set, la debacle del escocés fue lenta pero inevitable.

Todo pareció un trámite para el aristocrático talento de Federer, siempre calmo y armónico. Tuvo varios partidos flojos, pero los sacó adelante. Olfateaba lo que pasaba en la corte: un rey vulnerable y un conspirador cansado le dejaban servido, contra todos los pronósticos, el trono que le pertenecerá para toda la eternidad. Nadie lo tenía hasta el domingo: una falta de respeto para Su Majestad que seguramente sirvió de combustible. La final ansiada, morbosa revancha de Wimbledon 2011 y del reciente abierto francés que pusiera el 1 en juego entre Nole y Rafa, se diluyó producto del desgano de Nadal y de la inteligencia de Federer para sacar a Djokovic del torneo. En la final real Roger tiró la chapa. El rey sigue siendo el rey: miró mientras sus contrincantes se deshacían en inútiles batallas, capturó los despojos de la guerra y está de nuevo en su trono. ¿Vigencia? Conquistó su séptimo Wimbledon, alcanzando los 7 de Sampras, y comenzará su semana número 286 en la cima del ránking, igualando el record absoluto de Pistol Pete y muy lejos de quienes pretenden su reinado. Ya decía el bolero, “no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar”.



martes, 3 de julio de 2012

Cuchilleros (una visión seudosociológica de los barrabravas y la argentinidad)


Borges admiraba el valor de los cuchilleros de fin de siglo, seres marginados que solucionaban las cuestiones de honor en duelos a matar o morir. A la vez, deploraba lo que para él significaban, hijos del desierto, de una tierra inhabitada, incivilizada, productos de la barbarie argentina. Este discurso maniqueo de Borges es el que está presente en el análisis de los medios en torno a la problemática de la violencia en el fútbol. Tan es así que un reciente documental español que recorre las “exóticas” barras argentinas con una fascinación horrorizada, entrevista al líder de la barra de Excursionistas, a quien muestra ejecutando una especie de danza alardeando sus cuchillos desmesurados mientras una voz en off comenta que murió, en circunstancias sospechosas, la semana siguiente.

Este discurso es reproducido habitualmente por los medios y forma la opinión pública, que ubica en el centro del problema a las barras y encuentra entonces la tranquilizadora solución, que reside en eliminarlos para eliminar la violencia. Se arman así dos bandos y se construye a los barras como “inadaptados”, “irracionales”, excepciones al sistema que deben ser erradicadas. Todas las leyes dedicadas a la violencia en el fútbol se han dedicado, así, a combatir a “los violentos”, ese grupo que opera desde las sombras para arruinar la fiesta del fútbol. Pero los barras, en verdad, son seres sumamente racionales, en cuanto obedecen a una lógica, y en absoluto excepciones, sino más bien seres integrales de la sociedad que obedecen las reglas de un código moral compartido por gran parte de los argentinos: el “aguante”, que obliga a poner el cuerpo en defensa del honor y que ganó particular legitimación durante la década de los 90. La fragmentación de la sociedad producida en aquellos años por el debilitamiento del Estado y la invasión privatista provocaron la disolución de las grandes identidades. Subsistieron las micro-identidades, particularmente los equipos de fútbol, como último bastión de la identidad, y de pronto comenzó a tener sentido dejar la vida por el equipo en cuanto implicaba la defensa de algo mucho más grande, una comunidad. Así los barrabravas se constituyeron como seres románticos (los retratados en el programa El Aguante) y héroes barriales.

Las barras bravas, entonces, actúan no de modo irracional sino acorde a una racionalidad “cuchillera”, y es la propia sociedad la que los empuja a la pelea, a la defensa de la identidad: los barras, así legitimados, hacen lo que la lógica del aguante espera de ellos. El momento de la prueba, que determina su valía como hombres, es necesariamente el combate. Las cicatrices de los cuchilleros constituyen su capital simbólico, prueba de su aguante. No responder al llamado, no defender el honor, implica la pérdida de la masculinidad, la peor desgracia de un código que ordena el mundo no entre hombres y mujeres sino entre hombres y no hombres.

lunes, 2 de julio de 2012

Los caballeros: la frontera última de la civilización



El deporte moderno ha sido, desde su creación destinada al disciplinamiento, uno de los modos en que el Estado promueve su discurso de nación. Pero la avanzada privatista de los '90 en América Latina y el consecuente retroceso del Estado en su injerencia pública implicaron que, cada vez más, sean los multimedios los productores de identidad, desplazando de ese rol al Estado. El vacío fue llenado a través de los relatos construidos desde los medios, que postulaban la idea de nación no como algo existente sino como un horizonte sin conflictos que se alcanzaría siguiendo ciertos ejemplos deportivos que aparecían ligados a diversos productos, aprovechando la expectativa, la necesidad de una narrativa organizadora para construir mercado. De este modo, las nacionalidades se vuelven apenas un tópico publicitario.

El relato nacional preponderante en Argentina ha sido siempre el discurso plebeyo del fútbol, que reproducía la idea de ascenso social del peronismo; el debilitamiento del Estado permitió la construcción de alternativas: las publicidades del rugby, por ejemplo, sostienen una narrativa antiplebeya, protagonizada por personajes que si bien muestran el tesón plebeyo presente en el imaginario popular argentino, buscan romper con ese modelo ligándose a la racionalidad: junto a la “animalidad” puma aparecen la disciplina, la caballerosidad y el arte, símbolos inconfundibles de estatus. Los Pumas son “animales con corazón de caballeros”, como dice la publicidad de Visa en la que Omar Hasan, barítono, muestra su civilidad entonando el Ave María.

El concepto de la caballerosidad, ligado a Los Pumas, no es casual en cuanto a que, lejos de oponer civilidad a salvajismo, los concilia, legitimando la violencia que es práctica cotidiana en el rugby. La caballerosidad como código moral supone un costado violento en absoluto irracional, pero sí de gran bravura, para la defensa del territorio físico y simbólico: como los caballeros medievales defendían sus tierras, así defienden Los Pumas la argentinidad, la patria. No son solo deportistas, son hombres encargados de la construcción y la defensa de la nación. Y los hombres encargados de la edificación de la nación no son plebeyos, sino la clase media-alta, filiación construida claramente en las propagandas sobre rugby a través de vestimentas, modos, paisajes.

Los Pumas no son entonces un híbrido del barbarismo plebeyo y el civismo inglés, como podemos inferir directamente del eslogan mencionado arriba (utilizado para volver masivo algo con demasiadas señales de clase), sino, más bien, representantes de la civilización, hombres superiores capaces de controlar, a diferencia de la plebe, sus pulsiones violentas, redireccionarlas hacia la defensa de las causas nobles. El valorado respeto por las normas, la dignidad en la derrota, son elementos que provienen de la noción inglesa del fair play antes que de las leyes de las zonas libres del potrero argentino: más propia de ámbitos disciplinares que de territorios desregulados.

Pero la animalidad controlada no es un tópico que pueda considerarse único de la narrativa rugbística nacional, sino un elemento de todo discurso del rugby, ligado fuertemente desde su origen inglés al la lógica moral-disciplinaria del fair play. En este mundo (deportivo) de caballeros, machos civilizados como edificadores y defensores de una nación, Los Pumas se diferencian por ser los más aguerridos: la publicidad “Soy un Puma” muestra a la perfección como cualquier argentino es más bravo, más puma, que un rugbier anglosajón.

Las identidades se construyen a partir de la inclusión y exclusión, y si, propone la publicidad, incluso las mujeres son pumas (defienden consumen narrativas nacionales creadas por hombres, donde la bravura, el coraje, es una cualidad de los hombres extensible a las mujeres solo por imitación: la mujer sólo es valiente si es puma), los excluidos son los extranjeros, incapaces de ser argentinos. El discurso estándar, global, del rugby, entonces, se modifica sutilmente para adaptarse a la lógica regional: Los Pumas son tan caballeros como los ingleses, pero más indomables; no más violentos, lo que supone descontrol: son más bravos, defienden a pesar de su animalidad (o a través de su animalidad, redireccionándola), con mayor fiereza (pero sin desmesura) lo nuestro del enemigo, la barbarie, la no identidad, la anarquía.