jueves, 26 de mayo de 2011

Rehenes de la policía

Hoy se confirmará la sanción que dispondrá para Estudiantes algún organismo de seguridad de esos que muta de nombre, se fusiona o se disuelve cada mes. Como la medida no la tomará directamente la AFA, el proceso de apelación será tan lento que, de existir, será sencillamente inútil: simplemente habrá que aceptar que con Argentinos el público del Pincha no podrá alentar a su equipo.
En verdad no nos interesa hablar demasiado de la sanción, es casi insignificante, nada más que la concreta demostración de la disparidad que reina en las medidas que toman estos organismos fantasma capitalinos: en Vélez-San Lorenzo un enfrentamiento barra provocó un muerto, heridos (policías entre ellos) y la suspensión del partido. Ninguno fue sancionado de manera alguna (recordemos que Vélez disputó un partido en la cancha de Boca, pero en esa oportunidad se trató de una medida absolutamente mediática: en el auge del antibengalismo tras la muerte de un pibe en un recital de La Renga, alguien prendió la tele, vio como los del Fortín festejaban su arribo a la punta y decidió entonces, campaña mediática “moralizante” mediante, suspenderles la cancha). Pero Huracán, pobre equipo que ya está condenado al Nacional, armó un lío y le retiraron el apoyo popular por lo que queda del torneo. Medidas absolutamente impares, claro, relacionadas con el famoso “peso” de uno y otro equipo en AFA, que, desde ya, digita todo con diversos nombres.
Esto no interesa demasiado, más que para el debate futbolero y como síntoma de algo más: lo que sí debe ser señalado, debatido, advertido, gritado, es que ambos incidentes, como tantos otros (recuerdo por ejemplo aquel partido en Floresta contra All Boys) pudieron ocurrir gracias a la complicidad policial, que liberó la zona para el enfrentamiento entre la Pandilla y los de Boedo del mismo modo en que la liberó para que la barra brava del Globo pudiera acceder a la platea que lindaba con la popular pincha, para luego mirar pasivamente todo lo que ocurría al punto que fueron los bomberos quienes desactivaron el conflicto.  Es una práctica constante que pone de manifiesto el lazo entre la policía de cada localidad y los mafiosos barrabravas, lacras de la pasión: ocurre en La Plata, como aquella vez que una facción de la barra dio toda la vuelta en el Unico para balear al Uruguayo; ocurre en Floresta, ocurre en Patricios, en Villa Luro… en cualquier lado. Las fuerzas que deben proteger, no sólo no protegen y miran todo casi con sorna (son muchos los testimonios de hinchas maltratados y gozados por la policía) sino que directamente participan en provocar enfrentamientos. Todo esto ocurre en directo, queda filmado, pero nadie pregunta nada. Es más, todos parecen quedarse conformes cuando se anuncia la sanción, como si solucionara algo prohibir la entrada de la hinchada por uno, dos o quince partidos.
Es evidente a esta altura que saben quienes son los que van armados a la cancha (ellos mismos les facilitan el accionar delictivo). Pero, mientras tanto, hay que pagar los fastuosos operativos o el partido no se juega. Los operativos son exageradísimos, claro, porque inflado paga más: todo partido es calificado “de alto riesgo”, siempre se necesita algo así como un policía cada dos personas, en fin. Además de dar la impresión de ser operativos inflados (cuya ineficiencia tiene que ver más con matufia policial que con impericia), da la sensación de que el único modo que tienen de controlar el espectáculo es prohibiendo la entrada de la gente: a la constante reducción del público permitido en un estadio, tanto local como visitante, se suman los enormes pulmones y la medida final de directamente prohibir el acceso a las canchas.
Así ocurre hoy con Estudiantes y Huracán: se toma la famosa “medida ejemplificadora”, que no es sino la solución superficial por excelencia, pues no modifica nada a largo plazo y mucho menos ayuda a poner en evidencia esta fabulosa puesta en escena en la que todos, AFA, dirigentes, policía y barras, tienen algún interés monetario que necesita del otro. Pero tranquiliza a la población desde los medios y, de paso, se sigue perpetuando el mito de “los inadaptados de siempre”, que convierten a los barrabravas en casos aislados de la sociedad, en locos sueltos, en enfermos, y no en productos de un aparato absolutamente corrupto. 

domingo, 22 de mayo de 2011

Zona liberada

I.
No somos partidarios de la palabra “dignidad” en el fútbol, a menudo pura moralina hipócrita, utilizada para descalificar, por ejemplo, modos de jugar tan pincharratas, o utilizado para calificar acciones de equipos con pocos recursos y olvidadas, o caratuladas de “viveza” o “folclore”, cuando son las mismas acciones pero ejecutadas para los poderosos. Preferiríamos dejar la palabrita para el periodismo supuestamente bienpensante que durante la semana siembra dudas y después recoge la cosecha, sea porque hubo o porque faltó dicha palabra. Aunque tampoco comemos vidrio, y sabemos: hay mucha cosa turbia e indigna en el fulbo nuestro, algo que conocemos pero que esta semana, Passarela, Ruiz y Laverni mediante, se destapó para que todos se regocijen con el escándalo.
Y sin embargo, Estudiantes dejó el folclore para el hincha, hizo lo que debía y caminaba hacia una victoria que cubría de dignidad, para los medios que de esto viven, el sospechado fútbol argentino, con el llanto millonario en la primera plana de todos los diarios (¿dirán algo mañana cuando San Lorenzo escriba un nuevo capítulo del tácito acuerdo entre los capitalinos y ayude a River a, por una fecha al menos, salir de promoción, o cuando el Millo reciba un penal de regalo para apaciguar el escandalete mediático que armó en la semana?) y el bombeo alevoso al Tomba en solo siete
días. Pero el fútbol argentino busca la manera, al revés de los gatos, de caer siempre mal parado: y si la actitud pincha (ayudado, claro, por el nivel paupérrimo de Huracán) limpiaba un poco el tufillo del mundo mediático-futbolero, bueno, entre la policía federal, eternamente en connivencia con las barras, y los hinchas, arrojándose casi circensemente carteles, puestos de coca y alguna lanza, el fútbol argentino volvió a tener ese gustito amargo, que deja unas ganas enormes de putear.
Es cierto que la situación quemera no invita a la tranquilidad, y que no pueden esperar pasividad de los hinchas de Estudiantes si son agredidos y ven como se le vienen los monchos sin ningún tipo de traba de las fuerzas de seguridad, pero es entonces que los carísimos y desproporcionados operativos tienen que servir para algo.
Por supuesto, cuesta creer que haya fallado, y no porque uno sea conspiranoico, sino sencillamente porque los hinchas de Huracán que estaban en la platea atravesaron el famoso pulmón como quien cruza el umbral de su casa, para tirar durante diez minutos cualquier clase de objetos sin recibir ningún tipo de control o reprimenda, e incluso siendo ayudados por los barrabravas, que cruzaron la popular y llegaron a la platea sin oposición alguna...
¿Dónde estaba la policía mientras volaban proyectiles, o mientras las barras atravesaban impunemente sectores del estadio para agregarse a la batalla? Todo huele a complicidad policial.
Los hinchas de Estudiantes veían como los quemeros saltaban y trepaban: si no los repelían pasarían a la tribuna pincha, donde hay familias, pibes, pobres tipos que ahorran toda la semana para perder el sábado yendo en un micro de morondanga hasta Patricios. Y bueno, ante la pasividad absoluta de la federal, los hinchas tomaron la justicia en sus propias manos hasta que ¡los bomberos! dieron una mano y la suspensión del partido hizo el resto para calmar las aguas.
II.
Pero antes hubo casi medio partido. Y bueno, en la previa se habló y se chusmeó y todo eso, se llenaron páginas de diario, nosotros metimos encuesta, polémica, todos comimos de las supuestas “suspicacias”. Por supuesto, en 15 minutos se terminó todo. Porque si el gol que hace Pereyra es un regalo que nada aclaraba, sobre todo porque luego vino una arremetida de Huracán que dejó en evidencia algunos horrorcitos defensivos de arrastre en el Pincha, después del cuarto de hora Estudiantes se acomodó agazapado, recuperó fácil y salió rápido por las bandas, donde hubo el habitual picnic de Enzo vs. Globo y facilidades para Iberbia y Mercado.
Parece un análisis demasiado concreto para treinta minutitos de juego, pero fue tan claro el rumbo de Estudiantes que en esos 15 minutos de claridad que tuvo, metió tres o cuatro jugadas claras, con ventaja numérica en el área, goles errados y claro, la combinación Chapu-Enzo-Rorro para descorchar el champán. La defensa de Huracán era zona liberada, una invitación a una goleada para retemplar los ánimos de cara al final del campeonato, pero terminó en partido suspendido y compromiso entresemana, sesenta minutos a los cuales podrá el Globo no se presentarse cabizbajo y vencido, como estaba ya ayer por la tarde, aunque claro, Huracán no tiene demasiadas reservas anímicas, o futbolísticas para el caso. Quedó dicho: al equipo de Patricios iba a resultar más sencillo ganarle que entregarle el partido, vaticinio que se empezaba a confirmar con el grosero error de Monzón. Es tan bajo el nivel quemero que no tiene demasiado sentido perder puntos que alimentan la tabla copera para dárselos al Globo, que los va a perder la fecha siguiente. Y no utilizaremos la palabrita esa que dijimos, otra vez no, pero es saludable ir para adelante, diferenciarnos de actitudes ajenas que esta semana recordaron los diarios. Enaltece. Enaltece ver que más allá de las inclinaciones de los hinchas, y sobre todo en estos tiempos de mediocridad, envidia, agachadas y mucha mafia, el Pincha no se vende ni se regala.
Pero... los partidos hay que jugarlos, claro, quedan sesenta minutos y al menos, ahora, Huracán jugará con el plus de disputar el match sin su público, motivo de insoportable tensión y malestar que ayer estalló, quizás incluso fogoneados por los medios: acudieron al Ducó con el vaticinio de fácil victoria quemera y se encontraron con un 0-2 en 30 minutos.

Toda la cobertura en Contra Todos

sábado, 21 de mayo de 2011

¿Tomate un vino y olvidate?

Escribimos esta semana acerca del pataleo como forma de ser de la escuela que más representa “la nuestra”, como los nadólogos del cafetín gustan de llamar a ese “estilo argentina” que mezcla la nobleza de nuestro supuesto linaje europeo “alto” con la viveza del argentino vizcachero del barrio y la villa. Utopía de un país eternamente mirando hacia fuera, mito que reniega de mirar su propio interior, despoblado, ineducado, marginado.
De ese interior surgió uno de los poco proyectos ponderables de emancipación deportiva de la capital. Sin conocimiento no podemos afirmar que no haya en el crecimiento de Godoy Cruz mafias locales, arreglos con barras, politiquerío sucio y lavado de dinero, que seguramente los hay. Lo cierto es que lo hay en todos los clubes de país y, sin embargo, en capital andan todos mal y del interior no llega nadie a primera.
Y Godoy llegó y pelea. Y su federalismo es una amenaza, y entonces lo bajaron. Porque el que me trate de loco conspirativo no vio las imágenes. El gol no cobrado es alevoso, sí, pero resulta absolutamente tendenciosa la expulsión de Sigali, jugador clave del Tomba, por el pecado de hablar. Si el árbitro pretende suceptibilizarse y expulsar a aquel que lo trate sin el respeto debido, debe primero sancionar correctamente, y no de modo tendencioso. Es una costumbre arbitral, propio de su ego de jueces, nociva sancionar peor una puteada en la calentura del partido que una patada fría y dañina. Sigali no jugará con Gimnasia, pero está claro que el favorecido aquí era el club capitalino: Vélez es, de la boca para afuera, el menos querido de los grandes (y en rigor de verdad, es el proyecto más serio del fútbol argentino todo) pero, y a los hechos me remito, es la segunda vez que lo favorecen escandalosamente, más allá de toda conjetura.
Para completar su nociva tarea, el impresentable Laverni (uno de esos árbitros, junto a Lunati y Maglio, que suele ser designado para partidos bisagra a pesar del desastre causado en el anterior partido bisagra dirigido) no señaló el punto de penal cuando a un metro suyo barrieron alevosamente al delantero tombino Navarro, a destiempo y a contramano del rumbo de la pelota. El penal le hubiese dado a los mendocinos la victoria, claro, pero seguro se quedaron más tranquilos con las declaraciones posteriores de Laverni, que en un acto absoluto de caradurez (y sin dudas digitado desde AFA, o el Colegio de Arbitros, que es lo mismo desde que comparten presidente) dijo no poder creer no haber cobrado el penal. Declaraciones que pretendieron apaciguar una semana que tuvo el llanto de River, las denuncias del ex árbitro Javier Ruiz y este robo, pero que lo único que hicieron fue dejar más en evidencia los mecanismos ocultos que funcionan debajo de designaciones, declaraciones, etc. (Hace poco tiempo, el árbitro que había amonestado a Teofilo Gutiérrez salió a declarar que se había equivocado para amparar así la decisión unilateral de AFA de volver atrás aquella amarilla).
Lo dijimos: River se quejó de lleno. No mira su propio pasado, donde como señaló Meiszner fue campeón tras mano alevosa de Ortega, gol que condenó a los quilmeños al descenso. Pero tampoco mira el presente: un presente donde a Olimpo le anulan un gol increíble, donde a Godoy Cruz lo roban en directo para todo el país, pero donde ninguno de ellos ni de los demás equipos del “resto del país” tienen un micrófono a mano que les haga una nota de dos o tres páginas denunciando los verdaderos robos. Con una resignación y un coraje que asombran, han aprendido simplemente, a convivir con esta realidad cotidiana, y siguen remando.

lunes, 16 de mayo de 2011

Escuela de Fulbito Riverplei

En serio River te vas a quejar de un arbitraje? Tantos años de árbitros tendenciosos, campeonatos ganados con sospechas, años en que un penal en contra en el Monumental era impensable, años de jugadores de alto perfil y patada fácil que fueron inamonestables, no te alcanzaron?
Resulta tan inverosímil escuchar a River quejarse de un arbitraje como fue escuchar al Merengue llorar tras el match con Barcelona. Y sin embargo, es predecible. River siempre fue así, también el Madril. Equipos de paladar negro, que gustan de robarle promesas a otros clubes con su millonaria billetera y armar mega equipos para toquetearle con goce a los demás equipos, pero que siempre cuentan con defensores y volantes que pegan con impunidad y con el velo de la prensa que cubre sus actos, que nunca menciona la suciedad de estos equipos de guante blanco. Equipos sobradores, acostumbrados a ganar, que no saben perder: representa la derrota para ellos una subversión del estado de cosas, de la pirámide aristocrática que los tiene arriba. En la competencia internacional, por supuesto, no alcanza con favores arbitrales y mediáticos…
Almeyda, Gallardo, Carrizo, exponentes de esa escuela que cuando gana toquetea, juega limpio y declara lindo, cubriéndose de un halo de santidad. Ahora, cuando pierden… patadas, llanto, piñas (rasguños, bah) y una conducta que confunde la impotencia con el orgullo. Cuestionan al arbitraje por cuestiones mínimas. Lloran descaradamente en la primera plana, aunque lo terrible es el espacio que dan a declaraciones con tanto humo que hay que llamar a los bomberos, y el recuadro dedicado a los robos sistemáticos contra los chicos, campeonato tras campeonato. En esos momentos, en los que nadie mira, en partidos “intrascendentes” donde se juegan pavadas como descender o dejar en descenso a River, ahí los árbitros inclinan la cancha, ahí ocurren los robos verdaderos.
Para colmo, los del Millo deberían agradecer que las acciones del cacique no son penadas con 15 fechas: incitación a la violencia, agresión a un policía y… ¡al cuarto árbtiro!, que recibió el ya clásico rasguño riverplatense cuando intentaba calmar a Almeyda. Todo, tras haber sido expulsado por roja directa. Resultado: una sola fecha. En fin. Para colmo, después hablan caretamente de “bochorno” los diarios, cuando un equipo viaja a competir en serio, pierde, lo gozan, le tiran botellas y no se la banca y se arman las históricas trifulcas. Eso es un bochorno, pero reaccionar como un estúpido ante una derrota, reaccionar sin sentido en un partido donde no había nada en juego, calentar un pleito donde no había pasado naranja, salir desbocado de una cancha, agredir a las fuerzas de seguridad, a los hinchas rivales, eso está bárbaro. ¿Retractarse? Imposible. Los medios le dan manija. Loustau es el malo de la película, claro. Almeyda es un santo. 


Hemos analizado mil y una veces ya como son quienes promulgan "el juego" (el divertimento, el placer infantil, estético) quienes terminan convirtiendo el deporte en una guerra, con buenos y malos... siendo ellos, claro, los buenos, a pesar de sus conductas corruptas (arreglos, manipulación de medios y conducta menos que noble en la derrota) que pretenden ocultar bajo la bandera del fútbol bello e inocente que promulgan con ayuda mediática. No es la primera vez, ni será la última, que vemos a los poderosos que, despojados de su poder, en lugar de rebelarse, de escalar, patalean. Hay rasguños de Copa Libertadores, cabezazos de Mundial y mil tapas de diario que atestiguan la inescrupulosidad, el egoísmo y la tendencia hacia la bomba mediática de estos poderosos manipuladores. Y sin embargo, siguen poblando nuestras selecciones (y no es que nos importe demasiado la Selección, otro mundo de puterío, simplemente señalamos la injusticia en el reconocimiento y también en la vidriera que permite jugar para la patria) y siguen siendo los héroes favoritos de nuestros pobladores de ese país enorme que queda afuera de capital federal, pero que recibe desde la cuna las noticias de ese mundo capitalino como si fuera lo único que existe.

domingo, 15 de mayo de 2011

Napoli a Champions!


Bueno, los muchachos napolitanos han llegado a Champions, con un equipo solidario y con mucho desparpajo, tras completar una gran campaña. No alcanzó para más, aún verde como está el joven equipo de celeste, que perdió siempre que podía arañar la punta, que se quedó afuera de Europa por distracciones y de la Copa Italia por un bajón anímico. Pero sin dudas esta experiencia de lucha, de ambición y de frustración, templará el ánimo para la temporada que viene, donde damos por seguro que Napoli seguirá siendo fresco y sorprendente en el terreno doméstico e internacional... y quien sabe que pase...

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viernes, 13 de mayo de 2011

AL PIE... DE LA LETRA: Verón para todos ("El lado V", de Sergio Maffei)

VERON PARA TODOS
Reseña de “El lado V”, de Sergio Maffei, por Prof. M. Belvedere
Maffei es conocido por el pincherío mayormente por su columna partidaria en el diario Olé, donde en escuetos caracteres, dado el poco espacio del club en los medios capitalinos/nacionales, logra ajustadísimas descripciones del fútbol y el estado de ánimo de Estudiantes y sus hinchas. También, claro, es uno de los responsables de la brillante revista Animals!, por lo que su voz, de mucho Country y gran capacidad, es sin dudas, como demostrarán las numerosas anécdotas, datos e intimidades que se cuentan en el libro, palabra autorizada a la hora de hablar del hombre en cuestión: de Juan Sebastián Verón trata el libro que escribió para editorial Sudamericana en el aparente marco de una colección de libros sobre deporte que vienen lanzando.

No se trata de un detalle menor: el Verón del que habla Maffei es un Verón más nacional que local. Es, por ende, el Verón polémico, temido, odiado, enjuiciado, y no el Verón adorado, el Verón nuestro. La obra guarda espacio de un capítulo a las aventuras del Gran Capitán desde su retorno a Estudiantes, y se explaya, a lo largo de las viñetas que construyen un personaje que crece a lo largo de su vida y no escapa a las contradicciones, en su otra vida, la vida previa, hecha de Mundiales, trofeos europeos, autos y pocos pelos en la lengua.

El libro de Maffei intenta, justamente, acercar a Verón al gran público, ese que lo chifla todas las tardes, explicando, pero sin pedir perdón o poner excusas: Verón es quien es, un ser frontal, que no come vidrio. Un personaje malinterpretado seguido, por la necesidad que hay en este país de buscar un chivo expiatorio: señalado culpable de la inexplicable debacle del 2002, desde aquel momento se consolidó como el pirata, el tipo despreciable, sucio, que venden los medios y compran los que miran más televisión que fútbol. Maffei intenta un acto de justicia hacia el eternamente vituperado Sebastián, se centra sobre todo en su historia mundialista y justifica su rendimiento en 2002 al revelar por primera vez desde la voz de Verón que jugó desgarrado, herniado y mal diagnosticado aquella Copa del Mundo, problemas físicos a los que le sumó la durísima preparación que un Bielsa siempre fundamentalista armó para tipos que venían de una temporada pesadita. De aquella seña de calma, que se puede decir: los necios se conjuran siempre contra los lúcidos, piden soluciones drásticas, magicas, centros sin sentido y apuros que pierden tiempo y pelota. Pero los lúcidos saben que cuando uno está apurado, hay que vestirse despacio. Aquel gesto de Verón fue un llamado a pensar y luego ejecutar, en un país que tiende a ejecutar sin pensar. Que lo hayan convertido en villano por el mismo gesto que, en el césped uruguayo tras la clasificación al último mundial, lo elevó a la categoría de único ser pensante, coherente, de líder magnífico, gracias a una operación de prensa nacional antimaradoniana, no deja de hablar una vez más sobre la incoherencia futbolera del país y lo sugestionable que es el público.

Es cierto que el hincha de Estudiantes hubiese deseado que le libro ahonde más en cuestiones pincharratas, como el alejamiento de Caldera, Pires o la relación con Sabella. Puede para ello leer el libro que Sergio Marelli, hijo del Dr. Marelli, escribiera sobre la Brujita hace cosa de año y pico, tras la obtención de la Libertadores. Se trata de un libro un tanto empalagoso, sin embargo, puramente pincharrata pero lleno de loas (y de un extraño liricismo para el tema que trata). Preferible es el personaje que pinta Maffei, el rebelde que amamos, el problemático, el que lucha contra todas las fuerzas de la “naturaleza” (la opinión naturalizada de los medios), el que nos enorgullece por su coraje y porque, cada tres páginas de su vida, menciona su deseo de pegar la vuelta a su casa, a su lugar de pertenencia. Ese Verón, el abanderado de la escuela pincharrata que llevó la bandera por el mundo y decidió volver resignando plata y prestigio, nos llena el pecho.

Existe una historia oficial, de blancos y negros, hegemónica y parcial. Y existe el lado anverso a esa historia, el lado sin humo, sin correcciones políticas, sin mentiras mediáticas, el lado que escriben los parias de la historia oficial: ése es el lado que cuenta la historia de la Brujita, el lado V.

AHAB







Dentro de su barca es el capitán incuestionable. Su febril búsqueda convence a los suyos a realizar los esfuerzos más infrahumanos, porque él mismo pone el cuerpo detrás de las ideas, deja un ojo, deja un tobillo, anda por ahí, mítico, con una venda que se asemeja a un parche y un tobillo de palo. Desde afuera es para todos el pirata inglés, un sicópata. Sus motivos parecen los del loco: eso de dejar todo por la pasión, eso de sacrificar el cuerpo domingo tras domingo, aguja tras aguja, hasta que el tobillo cobra la textura de la madera. El hombre del pie de palo, el capitán que se sacrifica por los suyos, mientras los demás, envidiosos, incapaces de comprender la visión de los genios, se conjuran contra él y le arrojan piedras.

Pero al hombre de los mil enemigos no le importa. Sus enemigos no son sus críticos, sino sus rivales. Su objetivo es esa ballena blanca, indescriptible, alegórica, que es la gloria. La posibilidad de la inmortalidad. El límite que nos han prohibido trascender. El capitán apunta su barco al infinito, ambos su nave y él cada vez más golpeado por el paso del tiempo, el oleaje, las bajas, su tropa cada vez más hambrienta, cada vez más feroz y peligrosa. Úna mirada del capitán contiene todos los motines. Palabras, pocas, y en general no son amables; pero su compromiso es incuestionable y su entrega total, sacrificada hasta la emotividad y el dolor físico real. Ante eso no hay discusión posible. Sus hombres saben que inevitablemente el barco naufragará, estallará. Saben que el camino de la febril obsesión del capitán los lleva a la destrucción, a la locura. Pero saben también que solamente guiados por él podrán saborear, aunque sea por un instante, las dulces mieles de la eternidad. Los cobardes saltan del barco. Los tripulantes de otros barcos tejen una leyenda de locura y maldad.

En 2006 regresó a su patria. Joven aún, rebelde, desafiante. Con la altanería de los que se saben destinados a grandes cosas y sienten que pierden el tiempo dando explicaciones. Para colmo, a oídos sordos. Regresó del viejo país, donde conoció la fama y la opulencia, pero resistió el canto de sirena del éxito, las mieles que adormecen con su calor, y en una decisión de valor absolutamente inconmensurable, para el cual aún no hay dimensión que permita medirlo y explicarlo, dejó todo. Todo, por volver a su hogar y comandar la nave paterna. Y la nave del capitán Verón, aún sin la cicatriz sobre su ojo, aún con el tobillo original, partió con un grupo de marineros reos, reclutados en las profundidades de la patria. Consiguió, enseguida, fama y gloria. Muchos creyeron que aquello, que entonces parecía una hazaña, era suficiente para justificar el retorno del Rey. Los siguientes años de luchas menores confirmaban que aquel título era suficiente.

Pero claro que no fue así. El capitán Verón esperaba, agazapado, su chance. La tuvo cuando el año 2008 llegaba a su fin. Peleó como pelean los grandes de espíritu, más allá de las palabras de consuelo y dignificación. Cayó en aguas tropicales y regresó jurámentandose venganza entre nuevos vaticinios de fin de ciclo. La barca, es cierto, arrancaba de cero. Desde febrero, fue una lucha constante para reconstruir la nave, para mantener a la tripulación unida. Partieron algunos, llegó un comandante idóneo. Y se atrevieron a volver a soñar en grande. Nadie creía en ellos, claro.

Y los forajidos comandados por el controvertido capitán y el novato pero atrevido comandante, se convirtieron en los mejores de América. Y fijaron rumbo para una cita en extrañas tierras contra el dios del fútbol, el monstruo de once cabezas, el divino, el justo y bueno Barcelona. Al príncipe del mundo redondo se le enfrentaba una tropa enrojecida de hambre capitaneados por un demente, un orate. Todos esperaban la batalla afilando sus cuchillos. Quizás por ello el príncipe Barcelona se vio sorprendido por esa barcaza al borde de la destrucción con la bandera albirroja. Si todos los que lo enfrentaban oponían resignada, desidiosa batalla…

La Fortuna favorece a los audaces, pero los dioses castigan a los atrevidos. Y los dioses castigaron el atrevimiento de la nave de los reos que se atrevía a desafiar al hijo pródigo: obligaron a su capitán a un error fatal, dieron oro al oro y todo estuvo bien en la tierra. Mientras todos respiraban aliviados y una vez más anunciaban el fin de una era, el capitán levantaba los trozos de su nave, ya sostenido por un solo pie, ya sufriendo una profunda y desgastante frustración.

Pero la nave del mal pincharrata siempre resurge. Muchos sugieren propiedades alquímicas en esta reconstrucción misteriosa del barco. A ellos no hay nada que explicarles: de todos modos son oídos sordos que prefieren explicar todo, lo bueno y lo malo, a través de la magia, nunca a partir del hambre, del trabajo, del esfuerzo y el coraje. El barco pincharrata enfrentó nuevas batallas, siempre destartalado pero nunca vencido. Al borde de la autodestrucción se llevó un título, pero las huellas en la nave y los tripulantes aún siguen, profundas. Otra vez, todos dan la barcaza por hundida, y el capitán por muerto, fruto de su propia osadía. Otra vez soportó el agonizante Verón el repudio de los otros, señalándolo como conductor hacia el fracaso, como impulsor del salto por la borda que diera el comandante Sabella y, por supuesto, de todos los males del mundo.

El capitán y sus fieles, fruto de tanto luchar y ser apedreados, ya no llevan la rebeldía alegre del trasgresor, sino la mirada afiebrada, calma y feroz que busca con voracidad y sagacidad felina una última chance. Los ojos ya están cansados, las arrugas por momento ocultan el fuego de la mirada. El barco para en un puerto después de mucho tiempo, llega a la costa al borde del naufragio. Algunos guerreros se retiran, los bolsos harapientos llenos de gloria y los rostros marcados por mil cicatrices físicas y metafísicas, para contar la leyenda en otros lugares y descansar. Entonces todos alzan la bandera velezana, anuncian el fin de ciclo, otra vez. Mientras tanto, el capitán descansa, pero nunca descansa, pensando en los tripulantes idóneos para su último viaje. Piensa en viejos marineros, curtidos en mil batallas, a los que no hay que explicarle nada. Piensa en viejos amigos.

Su búsqueda parece la de un loco, que busca alcanzar alturas confinadas a los agraciados por dios con una banda pueblerina de orates en una misión. Pero cada día que pasa convence mas y mas a compañeros, hinchas y también rivales. Se puede. Con el detrás del timón, las hazañas son posibles. Es hora de un último viaje. Y con Verón detrás del timón, todo es posible.

jueves, 12 de mayo de 2011

Basta de merecimientos

Hurtado de Laboratorio Pincharrata


¨En este mundo, cada cual consigue 
lo que se merece. Pero sólo quienes 
alcanzan el éxito lo reconocen.¨ 
Georges Simenon.

Es un lugar común en los análisis del fútbol escuchar ¨merecimos ganar¨, ¨ya hizo los méritos suficientes para ir ganando¨ e incluso un ¨patearon una sola vez al arco y nos ganaron¨.


Es curioso este tema de los merecimientos: no existen en el básket, en el rugby, en el tenis y en ningún otro deporte (ni siquiera el boxeo, porque las tarjetas están directamente relacionadas a golpes conectados).

Tampoco existe en algunas situaciones de la vida: ¨merecí aprobar el exámen¨ o ¨merecía ser Doctor, pero pegué 4 aplazos seguidos¨. Pero pareciera como si el fútbol es una burbuja; en el fútbol ¨hay merecimientos¨.

Desde este Laboratorio sostenemos que merece ganar simplemente aquel que gana. El que gana, siempre, hizo más méritos que su rival para lograrlo. Por carácter transitivo el CAMPEÓN, siempre, es el mejor. El mejor de ese torneo en disputa. Si buscamos el mejor de un período de tiempo más prolongado, seguramente Estudiantes aparecerá en primer lugar.

Existen diversas variables que entran en juego para ganar un partido: los jugadores como individualidades, el funcionamiento del equipo, los fallos arbitrales y, como en todo juego, el azar. Y aquí hay un punto importante: si el fútbol es un juego , ¿desde cuándo hay merecimientos?

Ahora bien, esta última variable, el AZAR, debe ser analizada dado que suele utilizarse como excusa en una derrota o empate con sabor amargo. Y entre quienes más la utilizan, por supuesto, están los líricos cultores de ¨la nuestra¨.

El diccionario dice, en su primera acepción de AZAR, ¨casualidad¨. Y casualidad es una ¨combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar¨.

Si un jugador tiene 4 situaciones de gol y las erra, de ninguna manera corresponden a la variable del azar. Si las falla por deficiencia propia o por virtud del arquero rival, corresponden a los desempeños individuales. Ese delantero tendrá una calificación baja y el arquero, que casualmente está en el arco para evitar goles, tendrá un puntaje alto. Con sus deficientes definiciones, ¿ese delantero hizo méritos para ganar un partido? Por el contrario, con sus notables atajadas, ¿no hizo méritos ese arquero para que a su equipo no le conviertan goles y por tanto esté más cerca de ganar el partido?


Aquí vendrán algunas sencillos retruques como ¨definió bien, pegó en el palo¨. Y volvemos a comparar: ¿alguna vez escucharon ¨tiró bien, pero dio vueltas en el aro y salió¨? No, en el básket si tirás bien, entra; si tirás mal, errás. Incluso en el fútbol está la máxima del ¨penal bien pateado es gol¨. ¡Por supuesto! ¿Cómo va a estar bien pateado un penal que pegó en el palo? Sí, bien pateado...para los rivales, diría nuestro guía espiritual, el Dr. Carlos Salvador Bilardo.

Otro podrá decir:¨si le pega a la tierra pero el arquero se tiró para el otro lado, ¿está bien pateado?¨ La respuesta es SÍ, DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS.

La puntería de ninguna manera debe asociarse al azar.

Otra lugar común en estas discusiones es creer que porque un equipo llegó una vez, hizo un gol y luego se defendió, ¨no merece ganar¨. Digamos que es tan meritorio tener una efectividad del 100% en el arco de enfrente, como preocupante y desmerecedora tenerla en el propio.

Incluso, si buscamos otra vez en el Diccionario de la Real Academia Española, la definición de MERECER es ¨hacer méritos, ser dignos de premio¨ (lirismo puro si lo relacionamos al fútbol). Pero como antónimo, además de desmerecer, encontramos PERDER. Es decir, MERECER=GANAR. Siempre gana el que lo merece: tuvo más virtudes o menos errores, según cómo se lo mire.

Alguna vez un periodista, ante estos argumentos del Laboratorio respondió: ¨Entonces, si es así, analizamos sólo resultados¨. La respuesta es que se analiza PARTIENDO de un resultado, que es la consecuencia del hecho. ¿O no es así en todos los deportes? ¿O hay crónicas de rugby, básket, handball, voley, etc, que hablen de ¨merecimientos ¨ del equipo que pierde?

Todas estas cuestiones adquieren mayor relevancia en nuestro Estudiantes de La Plata. Somos un club que nunca se apoyó en estas cuestiones: se pierda o se gane, las razones las buscamos en nuestro equipo buscando subsanar los errores y potenciar las virtudes con trabajo.

Después, por supuesto, podría dejar un mayor optimismo de cara al futuro saber que generamos mucho en un determinado partido y que probablemente por ese camino estemos más cerca de ganar que de perder. Pero eso es otra historia.

PD: algunos errores arbitrales podrían ser considerados como azar. Una pelota que pica medio metro adentro del arco y no es convalidado el gol, por ejemplo. Pero no todos.

lunes, 9 de mayo de 2011

Los filósofos del fútbol

Hurtado de Resultadismo

Alguna vez tenía que llegar el momento de abordar la esencia de las ideologías del fútbol. Este intenta ser un ensayo que iremos afinando y mejorando con el paso del tiempo ya que es muy largo y con numerosas aristas.
 Existe un grupo de gente que "cree" que el fútbol es un arte, aunque son desconocidas las razones por las cuales llegan a esa conclusión. Cualquier persona medianamente inteligente y con sentido común deduciría que, lógicamente, el fútbol no es un arte. Una jugada colectiva, un taco, un caño, un sombrero, una gambeta, no es arte, y un profesional que le pega bien a una pelota tampoco es un artista. Son jugadas propias del deporte como lo es una volcada en basquet o un remate en voley (los seguidores de estas disciplinas no podrían reclamarlas, a su vez, como arte?). El fútbol es un deporte, una competencia y, repetimos por tercera vez para despejar todas las dudas, NO ES UN ARTE, no lo fue nunca y nunca lo será, esto es tan cierto como que la pintura o la literatura nunca serán un deporte.
 Este punto es la piedra angular del romanticismo ingenuo, infantil y fantasioso sobre el que fomentan y pregonan su mentira. Porque desde la primitiva creencia que el fútbol es un arte exigen que los equipos brinden espectáculo, y desde esa posición inventada, autogenerada y autoelogiada critican cualquier otro análisis profundo del juego, desprestigian a los que explotan la táctica y la estrategia y a los estudiosos de la fisiología del jugador. No estudian, no analizan al rival y ningunean el entrenamiento físico porque el talento es lo único necesario para jugar al fútbol, "creen" que el fútbol es... un arte.
 Decimos "creen" entre comillas porque este es el Big Bang de la teoría, no sabemos si realmente lo creen (demostraría una marcada carencia intelectual) o bien lo quieren hacer creer (sería perverso pero explicaría, al menos, su negocio). Quizá entre los cultores de los Filósofos existan seguidores representativos de las dos posibilidades.
 Entendido lo anteriormente escrito, sus críticas pasan a tener sentido porque al no satisfacerse las expectativas que tienen de ver un espectáculo artístico es lógico que insulten, agredan, odien y estén resentidos con los que no les brindan lo que buscan, o incluso, con quienes lo "destruyen", entendiendo destruir como el impedimiento del desarrollo "artístico" del espectáculo que dicen haber ido a presenciar pero que no es tal debido a que se trata de una competición deportiva. De esta manera, Riquelme es su bandera por su talento (más allá que sea un monstruo tácticamente y que acá no estamos emitiendo juicio sino ejemplificando), y cualquiera que lo marque hombre a hombre es un picapiedra destructor del fútbol y merecedor de los peores calificativos.

 A esta altura del análisis es fácil darse cuenta quiénes trabajan y quiénes son los estafadores dueños del ingenioso apodo que los define: vendehumo. De donde surge? De la gente que escuchó lo que dicen y lo comparó con lo que hacen. Gente que pensó, tiene memoria y no se deja engañar. En este punto, también, es simple identificar las caracterísiticas de los que sí los escucharon.

 En esta linea termina el análisis esencial del tema, lo que sigue es una extensión de dicho análisis.

Los Filósofos del Fútbol, término que hasta hoy nadie ha podido explicar con coherencia y llevan con orgullo, son el grupo de pseudoperiodistas y pseudotécnicos que viven de esta mentira. El término mismo encierra falsedad e incoherencia. Quiénes son los filósofos del fútbol? Los que se preguntan de donde viene, porqué existe y a donde va? Existen filósofos del tenis, del basquet, del voley? Como queda explícitamente demostrado, el término surge desde la primitiva idea que fútbol es arte.

 Hacen de la hipocresía su recurso público y se aprovechan de la simpleza y la falta de voluntad de ciertas mentes para cuestionar y cuestionarse situaciones, sean de fútbol, sean de la vida. Hablan de ser de izquierda y del comunismo pero trabajan para Clarín. Su máximo referente, el creador de toda esta gran mentira que tanto mal le hace al fútbol y a la sociedad, César Luis Menotti, fue funcional a la Dictadura más terrible y horrorosa de nuestra historia. Trabajó para Videla, con el cuál hizo "dupla" técnica, y fue capaz de sacar un revolver en una cancha de fútbol.

Dicen defender "el fútbol que le gusta a la gente" y este punto es particularmente importante; a quién se refieren con "la gente"? Nosotros somos gente, ustedes son gente, tenemos años en el fútbol, algunos como ellos, otros más y otros menos. Analizamos, estudiamos, jugamos y trabajamos en el fútbol. Entonces, cuál es "la gente" a la que representa este grupo? No a nosotros que no solo no compartimos "su fútbol" sino que entendemos en ellos la personalización de la Mentira.

 Pero hablando del juego, que defienden? La idea fútbolística es infantil y está sustentada en los partidos que jugamos en el potrero o en la rambla, sin camisetas ni canilleras. Esperan, desean y piden que el fútbol mundial profesional se juegue como en "la plaza".
 En este punto sinceramente nos resulta muy difícil, casi imposible, comprender la postura futbolística.

Luego, al aparecer un equipo que después de años y años de trabajo, de inversión, de sacrificio y planificación, logra jugar un fútbol que a ellos les conviene tomar como propio se trepan al triunfalismo e intentan identificarse con él. Este es el ejemplo de lo que pasa actualmente con el Barcelona. Lo importante es que existen muchos Resultadistas más como nosotros que sabemos que Guardiola trabaja y estudia, que mira a los rivales y sabe de táctica y estrategia, su cerebro es una computadora, hace amonestar a sus jugadores para lograr una suspensión programada y limpiarlos de amarillas, y tantas otras posturas resultadistas más, que los Filósofos no dudarían en catalogar como horrorosas y sucias si pasaran en cualquier otro equipo.

Es grave que después de tantos años de mentiras y verborragia menottista hayan logrado que algunos los asocien con el buen juego y al resto con el malo, cuando jugar bien es una consecuencia, paradójicamente, de todo lo que este grupo de hipócritas critica.

jueves, 5 de mayo de 2011

El Doctor contra todos

El 4 de mayo fue un día histórico para el resultadismo americano: se cargó a 4 equipos cariocas, dos de ellos como visitante, en verdaderas epopeyas. Homenajeamos al padre de ese hermoso fútbol total denominado "antifútbol", como recientemente lo hiciera la Conmebol, haciendo un poco de "antibloggin", es decir: robandole el contenido a otros y pegandolo acá.

Todos los créditos, desde ya, a los muchachos de Laboratorio Pincharrata.

BILARDO CONTRA TODOS


 


Dos meses después de esta nota levantaba la Copa Intercontinental en Manchester.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Mou-rbo

No hinchábamos por el asqueroso Real Madrid, antiequipo franquista de estrellitas muy sálvese quien pueda, pura billetera sin proyecto, pura incoherencia cada vez más enfurecida y descontrolada por la imposibilidad de superar al rival de siempre, le tires los millones que le tires.
Hinchábamos por Mourinho, el mejor técnico del mundo. Porque se atreve siempre a buscar la grandeza, porque es el único que declara que su objetivo es derrotar al mejor equipo del mundo. El único que no se entrega a su superioridad, que no sale a la cancha a ver que pasa.
Su ambición, por supuesto, lo llevó a tomar la incorrecta decisión de pasar al Merengue. Cada vez más nos recuerda a la fábula de Brian Clough que contara la película The Damned United: Mou dejó un equipo de hombres, que había formado con trabajo, que había unido hasta la invencibilidad. Con ese grupo de hombres del Inter venció, a través del esfuerzo colectivo, al Barcelona apenas un año atrás. Pero su ambición pudo más. Dejó su equipo, y se mudó a Madrid para intentar mojarle la oreja aún más a los de Guardiola. Seguro, les sacó la Copa del Rey, pero no pudo convertir a los hombres madridistas en las bestias interistas que jugaban por todo el campo. No había en este equipo merengue la juramentación, el deseo del Inter del 2010. Más solo que nunca, al punto que ni siquiera los dirigentes apoyaban sus decisiones, la ambición del portugués que todo lo enciende, esta vez incendió todo. No funcionaron sus provocaciones mediáticas. Tampoco sus jugadores.
Se ha volcado mucha tinta en defenestrar la idea de Mourinho para jugar contra el blaugrana. ¿Como, con semejantes jugadores, pudo el portugués meter tan atrás al equipo? En verdad, en los pocos momentos en que el Real pudo presionar bien y atacar con más gente, la cancha se mostró abierta y el resultado fue siempre riesgo para la valla propia. El Barcelona es así, no se le puede dar un metro, seas Aldosivi o el Real Madrid. Mourinho lo sabe, aunque no lo acepten muchos, ni siquiera sus propios jugadores. Su idea, sin embargo, no era sencillamente interrumpir el circuito de juego y esperar el milagro: pero aquel primer tiempo de alto vuelo por Copa del Rey, con contraataques tremendos con mucha gente, no se volvió a repetir (el rival y el desgaste también juegan). Entonces apostó a una jugada, y esa jugada, de contra, de pelota parada, a partir de una individualidad, no terminó de vislumbrarse de modo claro nunca. La derrota en el Bernabeu fue directa consecuencia de la polémica expulsión de Pepe, y los espacios que se le abrieron para tocar al equipo catalán. Distinta fue la historia cuando el Barcelona no pudo desarrollar su juego, por más posesión que tuviera, porque no llegó al arco. Pero con espacios, quedó dicho, el Barcelona hace lo que quiere, lo cual enardeció a su equipo, fogoneado por Mou, pero no hasta la victoria sino hasta la frustración: el Madrid terminó desdibujado y pegando, típico equipo livianito y sin caudillos en cancha. Aquí también seguramente Mou se habrá arrepentido de su movida a la capital de España, pura ambición.
El plan de Mou, en verdad, pareciera ser la única manera de jugarle a este equipo, al menos sin un lustro de preparación previa: pero se necesita temple de acero, carácter que le faltó al Madrid, y algo de suerte.  Y además, claro, se requieren arbitrajes que no caigan en la trampa mortal de la idiótica dualidad entre buenos y malos. Porque la expulsión de Pepe podría haber sido amarilla (es plancha, pero sin contacto), porque el gol que le anulan al Real Madrid ayer raya con lo corrupto, así, con más desventajas de las que ya supone enfrentar al mejor equipo del universo, se hace muy difícil. No se trata de arbitrajes digitados, sino sencillamente de lo que ya hemos descripto muchas veces en estas páginas virtuales: los referís también se sugestionan, aunque sea a modo subconciente. Y la propaganda de Unicef, las declaraciones, la entrada de Abidal, todo lleva a una imagen inmaculada del Barcelona. Entonces, cuando un jugador blaugrana finge (como ayer Mascherano, que incluso cayó luego de dar un paso en la jugada de dicho gol anulado), resulta lógico pensar que los malos lo han golpeado. En cambio, cuando jugadores con mala fama se tiran, nadie compra. Se ve en todas las canchas del mundo, como la fama de unos y otros tiene injerencia muy clara en los cobros, como a ciertos jugadores no se les cobra nada y a otros, todo (Riquelme, por caso).
Equipo maravilloso, el Barcelona. Parece invencible, porque no se vislumbran planes mínimamente efectivos para, al menos, neutralizarlos. Cuando pierden la pelota todos corren para recuperarla, cuando la tienen todos corren para pedirla. El aceitadísimo circuito tiene sus inicios años atrás, en la cantera que produce el 80% de sus jugadores, quienes se conocen entre ellos y garantizan el éxito de las pequeñas sociedades desde ese profundo ensamblaje. Y al juego colectivo le suman las individualidades que rompen todo, como le pasó al equipo de Mou en el primer partido. Pero el invencible Barcelona perdió uno, empató dos y ganó uno frente al Madrid en esta saga tremenda y tensionante de derbys. Los que piden la cabeza de Mou, sin dudas, son los mismos hinchas del Real que promueven esta política absolutamente caótica de refuerzos, gastos multimillonarios y proyectos ambiguos que se vienen abajo cada seis meses (algo similar sucede en el Mundo Boca, lo cual explica muchas cosas), cuando el Barcelona sigue demostrando, por coherencia, continuidad, por laburo, por austeridad y, claro, por juego, que son los mejores. De la historia quizás.  
Los que llaman cáncer del fútbol a Mou, peor: siguen habitando ese mundo donde la estupidez se confunde con valentía y siguen sin apreciar al fútbol desde lo colectivo, desde lo defensivo, desde la estrategia. Para ellos el fútbol es puro flash, puro show, pura magia. El único equipo que medianamente los conforma es el Barcelona, el resto del fútbol es un asco miserable, claro.
Esta gente pobló ayer el Camp Nou, y puebla todas las canchas del fútbol europeo: público operático, tenístico, que va bien vestido a la cancha y mira sentadito, aplaudiendo, las viscicitudes del match. Mientras tanto, los comentaristas bananeros repiten que es bárbaro que no haya alambrados, y el hincha se queda afuera de un fútbol cada vez más teatral, cada vez menos austero, solidario, pasional. Cada vez menos de uno, cada vez más de la televisión: el caldo de cultivo de los “proyectos” del Real Madrid, de los equipos-petro/narcodólar de Inglaterra, en fin.