martes, 2 de agosto de 2011

¿Triunfo cívico?

Duró lo que un gas en una canasta. La combinación de derrotas electorales K, el repudio absoluto de la gente (amenazaban con una verdaderamente multitudinaria marcha) y las elecciones primarias y generales a la vuelta de la esquina (no es casualidad que todo se caiga tras una resonante derrota en Capital), frenaron la decisión original. En la movida, quien peor quedó fue Grondona: acostumbrado a tomar decisiones desde las sombras, a través de comités fantasmas que levantan la mano como marionetas, la exposición que recibió durante esta semana lo dejó expuesto como nunca. Parte de su entorno metió la pata, blanqueó la injerencia del Gobierno, y Don Julio se vio obligado primero a salir a negar lo que habían dicho sus lacayos rebeldes y ratificar la decisión de reestructurar el torneo, para luego, aún más vergonzoso que el desliz de sus sirvientes, verse obligado a dar marcha atrás no sobre las palabras pronunciadas, como suele suceder, por sus voceros, sino por las suyas mismas. Grondona mostró una fragilidad como nunca antes, un entorno dividido y una dependencia (económica, claramente: a lo largo de la semana publicamos un conjunto de notas detallando los números en rojo de AFA y los clubes) absoluta del Gobierno y sus marchas y contramarchas. Su ruptura con Clarín aparejaría consecuencias inevitables: Grondona ya no está blindado, aunque ahora es de vital importancia discernir entre las críticas desde la indignación y las críticas desde el interés de los despechados monopolios de medios y del vampiresco Vila, que quiere ser el nuevo Emperador de Calle Viamonte para traer definitivamente y sin control la privatización al fútbol.

La exposición de Grondona y el freno al proyecto mamarrachesco constituye sin dudas un triunfo de la voluntad popular. Sin embargo, existen dos aristas preocupantes: la injerencia de los medios hegemónicos, que mezcló el furor genuino de los hinchas con el furor digitado por sus opiniones tendenciosas, clarinistas y danielvilistas (ningunos nenes de pecho que promueven su propia agenda para recuperar la pelota en sus pantallas); y la posibilidad de que toda esta vuelta atrás sea una pantomima para pasar las elecciones y después se termine imponiendo como siempre, por decreto grondonista disfrazado de democracia. De todos modos, el grueso de los hinchas han demostrado no comer vidrio ni afista ni clarinista, y estarán alertas ante un potencial retroceso del retroceso. Ganó la gente.

Es que resultaba tan claro dónde iba dirigido este torneo, que ni siquiera los propios beneficiados se pronunciaron a favor. La TV necesitaba a River (de todos modos, casi por decreto –AFA rescindió el contrato con TyC- lo tendrá, pero en la B) y los equipos y la propia AFA necesitan desesperadamente platita. La política de despilfarro continúa, y cada vez que se inyecta dinero a los clubes, estos aceleran en lugar de desacelerar, y luego rezan que llegue un nuevo salvataje. Son esclavos eternos, justo como los quiere Don Julio.

Esta movida se hacía pretendidamente en nombre de la “federalización”: pero si bien hace falta una reestructuración del fútbol y una mayor igualdad entre Capital y el resto, no hacía falta ser un genio para percatarse de que la cantidad de equipos del interior, en el nuevo torneo, era la misma que en el viejo. La verdadera federalización, claro está, reside en una repartición más equitativa del presupuesto televisivo, una de las dos fuentes de ingreso de los equipos. Pero el reparto del dinero continúa (aún con River en la B!) intentando perpetuar la brecha unitaria, sin importar el mérito deportivo (y con este reparto resultaría probablemente imposible para varios clubes más humildes del Nacional afrontar un torneo “federal”). Si la brecha no se agranda (si se achica) es porque las desvergonzadas maniobras de los popes de los clubes capitalinos, socios de la AFA, no son nunca controladas o denunciadas, y el espiral de gasto culmina en una modificación de todo para salvar a unos pocos. Pasó hace dos años con Fútbol para Todos y casi vuelve a pasar. Lo curioso es que en solo dos años quemaron la plata nueva…

Los clubes capitalinos, entonces, detentan gran parte del poder en AFA (la Asociación, en cierto modo, depende de ellos, de su marketing, para que la TV salve sus propios números en rojo) pero con el dinero percibido, lejos de colaborar al espectáculo, continúan degradándolo con pésimas campañas. Se trata de un premio a los peores: el mismo que se pretendía con la ampliación de la base de los equipos de Primera. Todos, incluso los hinchas millonarios, pusieron el grito en el cielo ante esta indignidad, mancha peor que el descenso: jugando se puede ganar o perder, pero si se gana sin jugar, en un escritorio (campo de juego de los equipos de capital desde la creación del fútbol) se trata lisa y llanamente de corrupción. La indignación de la gente estalló ante la absoluta falta de vergüenza para enmascarar la movida corrupta. Y Grondona, por primera vez, cayó mal parado, signo de su incipiente invernalidad.

Hace dos años Juan Pablo Varsky escribía un artículo sobre el primer reestructuración/salvataje de la AFA a los clubes, y sobre todo, sobre como una década más tarde todo seguía igual, con despilfarro de parte de los clubes que los volvía dependientes de Grondona. Aquella vez se hizo la pantomima de “cambio estructural”, se crearon tribunales de esto y aquello para controlar y se juró y perjuró que el corrupto o incapaz sería desafiliado... y nada. Esta vez la idea de una reestructuración también tuvo como rostro verídico una necesidad económica de una entidad que opera a pérdida hace décadas y se hunde cada vez más. Da la sensación, por ello, que si este cambiaso no se lleva a cabo finalmente, se hará alguna otra matufia fantasma para, otra vez, sacarse la soga del cuello. Da la sensación, en verdad, de que cambien o no cambien las cosas en la superficie, en realidad todo sigue igual.

Addendum
¿No habrá llegado la hora?
Por Juan Pablo Varsky para canchallena.com

Grondona se quedó solo. Retiró de la agenda la kermés de 38 equipos. No le quedó otra. Ya se había desmarcado el Gobierno. Después de que los propios dirigentes de los clubes hubieran admitido la "intervención de Balcarce", los principales funcionarios se llamaron a silencio. Tras negar lo evidente, Don Julio se defendió y hasta se adjudicó el esperpento. Programó la Asamblea para noviembre y dio por consumada la aprobación. Sin embargo, los mismos directivos que habían habilitado el estudio en la primera votación (22 a favor, 4 abstenciones y 1 ausencia) registraron el enfático rechazo popular. Hinchas y socios, amigos y rivales, coincidieron todos, acaso por primera vez: el experimento era un mamarracho.

Los presidentes, que responden a sus asociados, comprobaron que no tenían margen para el sí en la próxima reunión. Sin respaldo del Gobierno ni de los dirigentes, Grondona mandó el proyecto al freezer. Se refirió a un "aluvión destituyente" y vinculó las malas interpretaciones con operaciones de prensa. Es evidente que sus enemigos (Grupo Clarín y Daniel Vila) aprovecharon el espacio para colar a través de sus medios esos asuntos personales y abrigarlos bajo la frazada de "la bronca de la gente". Los políticos opositores también vieron lugar para meterse, figurar y fijar posiciones.

Pero aún aceptando esas interesadas amplificaciones, el motivo del rechazo es profundo y espontáneo. Si el 80% de los hinchas, toda la oposición y tus principales enemigos mediáticos están del otro lado, el problema es tuyo. Porque lograste unirlos con esta iniciativa. La marcha de ayer en la AFA confirmó, otra vez, que la virtualidad no hace la revolución. Una cosa es escribir #chauGrondona en Twitter o apretar "Me gusta" en Facebook y otra es ponerle el cuerpo a una manifestación. Los hinchas y, sobre todo, los socios tienen un desafío mucho más factible: exigir que su propia dirigencia defienda sus derechos. El compromiso y la participación podrían desembocar en una solicitud concreta de Asamblea de Socios para tratar, por ejemplo, una propuesta de campeonato largo, eliminación de los promedios y Promociones, calendario de marzo a diciembre, reformulación del Tribunal de Disciplina y del Colegio de Árbitros, sanciones a los clubes con las finanzas arruinadas y la activación del decorativo Tribunal de Cuentas.

En un país con enorme desproporción entre hinchas y socios, el reclamo no va más allá de la descarga emotiva y efímera. Los presidentes y principalmente Grondona lo saben muy bien. Ése es el espíritu del "Todo Pasa". Sin embargo, puede generarse una oportunidad de cambio, solo si aficionados y dirigentes deciden involucrarse. ¿No habrá llegado la hora de que los clubes de primera división empiecen a pensar en la posibilidad de independizarse de la AFA y crear la Liga Profesional con estatuto y reglamento propios? Imaginarse una competencia en la que los mismos equipos negocien los derechos de TV colectivamente para evitar asimetrías "alla" España y que cobren directamente, sin la actual intermediación de la AFA. ¿Por qué la AFA debe ocuparse de la élite que puede autogestionarse? Las selecciones, el ascenso y las Ligas provinciales sí necesitan la ayuda de la Asociación. Grondona tiene el poder que le han dado los clubes de primera. Le regalaron la caja. Negocia, reparte, perdona deudas, tapa agujeros y protege a directivos. Así gana elecciones. Pero no siempre se le ocurrirá la genialidad de armar una kermés con 38 equipos para ponerse a todos en contra. Mientras su sistema funcione, nunca se quedará solo.

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