jueves, 4 de agosto de 2011

Días de agosto: las fundaciones de Estudiantes de La Plata


El aristocrático club Gimnasia y Esgrima había decidido eliminar de su currícula el popular deporte del fulbito. Y lo que comenzó entre los muchachos como charlas indignadas en los pasillos del colegio Nacional, fue tomando forma hasta convertirse en realidad: el 4 de agosto de 1905 un grupo de estudiantes se juntaba en la zapatería Nueva York, en 7 entre 57 y 58 para dar forma definitiva al único club de fútbol de la ciudad. La discusión continuó hasta la madrugada, a medida que se redactaba el Acta Fundacional y alrededor de las preocupaciones de estos muchachos amantes del fútbol: no había cancha, ni plata para los gastos… pero nada importó. Ellos querían jugar al fútbol. Terminada la asamblea, fueron a las seis de la madrugada del 5 de agosto a buscar a Miguel Gutiérrez, quien había sido elegido presidente de la institución. Se llamarían Estudiantes de La Plata, en honor a su condición y al club decano del fútbol, Alumni, de quien también tomaron los colores.

El único club de fútbol de la ciudad transitó sus años mozos de modo impecable: ocho años tras su fundación campeonaron en el amateurismo. Luego el fútbol se volvió profesional, y a partir de entonces ningún equipo no capitalino pudo adjudicarse un título; las distintas generaciones albirrojas llegaron todo lo lejos que se podía en aquella época de alevosía en el hurto sobre todo arbitral –hoy se hace con mayor disimulo-: merodeó los primeros puestos de la mano de los Profesores y conquistó un par de torneos no regulares (que no significaron estrellas en su camiseta)  hasta que lo vaciaron y lo descendieron desde la corrupción política. Siempre había sido una molestia, el club de La Plata.

Pero el equipo volvió al lugar donde pertenecía. Y tenía otro talante. Seguro, pasó una década y pico, pero allí estuvo la semilla de lo que vendría después, como en el 95 estuvo la semilla del 2006.

Y un 3 de agosto de 1967, después de un brillante torneo Nacional invicto, Estudiantes estaba en la semifinal. Toda su historia había esperado este momento. Pero iba 1-3 con un jugador menos, por la lesión de Henry Barale, partícipe involuntario en la epopeya, en el primer tiempo. Y allí nació Estudiantes, el equipo de la mística, de la hermandad invencible, el equipo contra todo, contra todos. Quería formar parte de la historia grande, se sentía preparado. De casi 1-4, una arremetida inolvidable marcó la genética pincharrata para siempre. Estudiantes ganó 4-3 aquella semifinal, ante la incredulidad de todos, marca común en todas las epopeyas que vendrían.

Y llegó, 3 días después, la final. Llegaba Racing, el súper promocionado equipo de José que se quedó a mitad de camino de la revolución que sí completarían los muchachos de Zubeldía. Llegaba un equipo grande, para proteger la aristocrática costumbre de que solo ganan los ricos. Pero lo sabían los muchachos: si aquel partido no se ganaba, todo el esfuerzo del 3 de agosto hubiese sido en vano…

Aquel 6 de agosto de 1967 se dio un hecho fundacional en el fútbol argentino, un hecho que cambió el fútbol, que le dio motivos y herramientas a los humildes para creer, una revolución: Estudiantes le metió tres a Racing y se consagró campeón, el primer campeón no capitalino que veía el fútbol en tres décadas de campeonatos. Otra vez, el mundo anonadado. Otra vez, Estudiantes contra todos. Y Estudiantes, al final, victorioso.

¡Felices 106 años Pinchita querido!

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