martes, 15 de mayo de 2012

Clemente, el hincha que desafió a la dictadura

Por Héctor Sánchez para El Día

Mucho le debe el hincha auténtico de fútbol, el futbolero de alma, al fallecido humorista y dibujante Caloi.

Desde el simple lugar de la resistencia cultural, Caloi encontró en el fútbol el rinconcito desde el cual contestar, fastidiar y desafiar a la mismísima dictadura militar en pleno Mundial 1978, cuando el tema de los papelitos en las canchas dividió las aguas.
Desde unos meses antes del Mundial, cuando los militares creían que tenían todo controlado en cuanto a la organización del máximo certamen de fútbol que se haya disputado en el país, la disputa se presentaba como despareja.
¿Cómo iba a poder una caricatura bastante absurda en su dibujo, un pájaro que no era tal pues no tenía alas, pero tampoco tenía manos y sí dos patitas flacas que lo elevaban apenas del piso y al que le gustaban con locura las aceitunas, ganarle una pulseada a los milicos en un tema tan popular y masivo como el fútbol?

Los voceros de los militares decían que era por una cuestión de prolijidad, que los papelitos que las hinchadas argentinas estaban acostumbradas a tirar al aire cuando su equipo salía al campo de juego podían afear el espectáculo, que de manera tan cuidada y organizada habían montado.
Pero Clemente (Caloi) no bajó sus banderas, ni la bolsa con papelitos que tantos de nosotros hemos llevado a tantas canchas, o en su defecto algún diario doblado bajo el brazo para convertirlo en papelitos, y el conflicto estalló.
Desde los poderosos micrófonos de Radio Rivadavia, el relator José María Muñoz defendía la prohibición, pero ante las críticas y burlas refinadas de no pocos colegas suyos y de muchos futboleros decía: "No estoy contra los papelitos, pero la gente tira también rollos de cinta de papel (los que se usaban y se usan aún en las máquinas registradoras de negocios y oficinas), que adentro tienen un cañito de plástico que puede lastimar".
Clemente tomaba nota de todo eso, y en algún momento llegaría la respuesta.
Con el Mundial ya empezado, Clemente recogió el guante de la prohibición militar y desde los tres o cuatro cuadritos de la tira diaria respondió con lo que tenía: una sonrisa pícara, unos ojos saltones y desafiantes y una lengua picante.
"Tiren papelitos" es la consigna, y el milagro comienza a tomar forma.
En el debut contra Hungría casi no hubo papelitos en la cancha de River; en el segundo partido -ante Francia- la tribuna popular que da a Figueroa Alcorta tiró una buena cantidad de papelitos, que fueron más aún en la derrota contra Italia. Pero fue en Rosario -siempre rebelde, siempre peleadora- en donde los papelitos coparían la parada en los tres partidos de esa fase, en donde la Selección Argentina lograría el pase a la final: una nube de papeles recortados cubrieron el estadio de Rosario Central, el Gigante de Arroyito, contra Polonia, Brasil y Perú.
En la historieta diaria, Clemente, a modo de cronista, daba cuenta de ello y los papelitos que dibujaba Caloi en la historieta también era protagonistas; mientras en laburos, lugares de estudio, mesas de bares y veredas, el guiño al personaje era cosa de todos los días, y era común escuchar un afable "che, ¿viste que hoy la siguió con lo de los papelitos?".

En la final contra Holanda, fotos y filmaciones siguen siendo la prueba irrefutable de cómo un personaje de historieta, al fin y al cabo el alter ego de tanto futbolero apasionado, le ganaba por goleada a la absurda pretensión dictatorial de prohibir los papelitos en la cancha.
Era, si se quiere, un triunfo modesto, humilde, como son muchas épicas populares, pero triunfo al fin y contra enemigos de mucho peso. Y era también una expresión de aliento futbolero de esos que se extrañan, cuando a los papelitos los tirábamos los hinchas genuinos, en lugar de las máquinas del cotillón oficial que la dirigencia aggiornada y cool del fútbol criollo impuso en estos tiempos.
Muchos tendremos ganas entonces de volver a tirar papelitos inocentes pero no tontos, para que debajo de esa nube de festejo de popular no se refugien las porquerías de cualquier barra brava de cualquier club, sino para la despedida de Caloi, el creador de un dibujo inclasificable, ni pájaro ni humano, que supo interpretar la frescura del verdadero hincha de fútbol.

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