martes, 15 de mayo de 2012

Ciudadanos al poder: chispazos de pasión en un fútbol empetrolado


"One of the most overused words in
sports guys is incredible. I hate
to say it. This is incredible."
(comentarista en Rocky Balboa)

Parte 1
La petrolización del fútbol: hinchas y espectadores

Casi desde su fundación, los clubes de fútbol británicos han sido entidades privadas, lo cual despierta despistadas críticas pero resulta lógico, acorde a su tradición liberal que no ve sentido en que el Estado intervenga en la mayoría de las cuestiones, incluyendo el deporte; sin embargo, la avanzada de los petrodólares en el fútbol inglés provocó algo de alarma: los tradicionales chairmans, millonarios ligados a la comunidad, quedaban desplazados por mafiosos o seres anónimos de exótico origen que dejaban a cargo de su inversión al hijo, sobrino, nieto o cuñado. Pero con este corrimiento de lo local a lo global llegaban billones de libras esterlinas, jugadores estrellas y promesas de campeonatos: fueron muchos los seducidos inmediatamente. La pelicula Looking for Eric, en la que actúa el gran Eric Cantona, ofrece una mirada al mundo de los que se resisten, un reconocimiento breve a quienes resisten románticamente, a aquellos hinchas del Man United que fundaron, tras la compra del equipo por parte del empresario yanqui Malcolm Glazer, un club alternativo denominado FC United of Manchester. También muestra como, aún para ellos, el sentimiento, el amor por el club no cambia aún si los ideales ruegan resistencia. En el filme aparecen los hinchas atrapados por la encrucijada que se forma entre la tradición y el capitalismo global, el fin de las identidades (de hecho, la película trata sobre un obrero sometido sistemáticamente en busca de sí mismo, “Eric”).

El Manchester United es, en esta insistencia por clasificar a los equipos según clases sociales en un mundo que disuelve las diferencias en la masividad, el club de la alta sociedad de Manchester; en contraposición, el equipo históricamente sufriente, el equipo pobre y popular, es el City, el equipo de los obreros. Los citizens fueron durante décadas víctimas de todo tipo de desgracias, de 44 años sin ganar un título, de descensos y vaciamientos, y por supuesto, de las burlas del vecino que siguió siempre en la elite del fútbol y es más que un club, una marca mundial. Recibieron, entonces, los petrodólares de Sheik Manssur como un rescate providencial tras el endeudamiento contraido por el primer ministro tailandes Shinawatra, dueño anterior, y como una posibilidad de crecimiento imposible de otro modo. Y en efecto, el crecimiento del MC fue exponencial, proporcional a las inversiones estrafalarias del Sheik: 2009 los vio decimos, 2010 quintos, 2011 terceros y 2012 campeones.

Los hinchas de los equipos petrolizados no ofrecieron oposición, más allá del caso de FC United, al ingreso de estrafalarias sumas de dineros sospechosos. La federación, por supuesto, avaló el enriquecimiento de su fútbol, su jerarquización internacional de la mano de la llegada de verdaderas figuras del star system futbolero. El fútbol inglés, con su particular y espectacular estilo de juego, anduvo varios años necesitado de rivalidades fuertes, de estrellas convocantes: hace un par de décadas comenzó su proceso de “limpieza” que tomó, como medida principal para dejar fuera de las canchas a los violentos hooligans (si se quiere sobresimplificar, manifestaciones de esa subcultura disconforme, violenta, anti-civilizada, de la Inglaterra industrial) aumentar los tickets. Marginó así al “hincha común”, el de clase media o media baja, que va a la cancha como tradición y como modo de desahogo: el estereotípico protagonista del filme de Ken Loach, el aplastado por la rutina y la frustración. En la cinta, Eric busca elevarse a través del arte del fútbol por sobre su vida mundana: una especie de versión romántica de lo que supone para Norbert Elias el deporte, un modo de escapar a las constricciones de la civilización, de liberar las pulsiones reprimidas.

El plan que marginó al hincha al pub, el único lugar donde una persona de clase media puede ver un partido en comunidad, fue creado tras un trágico accidente en el estadio de Arsenal y la recomendación del célebre informe Taylor de que las canchas sólo permitan hinchas sentados. La medida fue replicada a medias por otros países, pero en Inglaterra redundó en la refacción de todos los estadios desde 1990 a esta parte, y la reducción drástica en la capacidad resultante llevó a la mayoría de los equipos a construir nuevos estadios o planear hacerlo. El fútbol sentado abrió paso a otra noción, el fútbol de teatro, el fútbol deshooliganizado y elitista. Los estrafalarios precios modificaron la audiencia del fútbol y también su naturaleza misma: de hinchas se pasó a espectadores, que asisten a un espectáculo, no a una competencia, donde esperan ver piruetas y astros. Allí está la semilla del concepto de la necesidad de espectáculo en el fútbol: para contentar a quienes, de saco y corbata, asisten a la ópera futbolística a ver a los divos. La movida se completó con la desterritorialización de los equipos, al mudar los estadios tradicionales de sitio, hacia faraónicas obras petrolizadas, monumentales teatros del consumo: Liverpool se mudó de Anfield a Stanley Park, Arsenal de Highbury al Emirates Stadium, bancado por la empresa Emirates, Chelsea y Tottenham planean de cambiar el escenario y el resto de los equipos de la Premier tienen proyectos para modificar sus estadios o mudarse debido al Reporte Taylor. En Estados Unidos, donde el deporte no tiene casi ningún arraigo comunitario (los clubes se mudan constantemente) decía con aguda mirada un fanático de los Yankees sobre la mudanza de su equipo del mítico estadio de los neoyorkinos, que para colmo fue demolido: “”




Parte 2
La redención del City

El City y el United venían cabeza a cabeza. Pero, vaticinio trágico, los ciudadanos permitieron que el United los alcanzara y hasta los pasara, cuando al entrar en la fecha treinta hilvanaron una derrota y dos empates... Y entonces llegó el clásico del 30 de abril, el más picante en mucho tiempo: el City se jugaba la vida, si perdía el United se le iba a seis. Pero, simplemente, lo quiso más: le alcanzó con un cabezazo de Company y la habitual tozudez de los equipos de Mancini y, a falta de solamente 2 fechas, lideraba de nuevo junto a su clásico rival con una diferencia de gol muy superior a la del Man U: dependía, como suele decir la casetera declaración, de sí mismo.

Ambos ganaron sus compromisos de la penúltima fecha y llegaron cabeza a cabeza al final: el empate en puntos coronaba por diferencia de goles al City, pero debía ganar. Enfrentaba al Queens Park Rangers, ascendido la temporada pasada y peleando mano a mano por no descender con Bolton. El ascenso del tradicional QPR en 2011 fue narrado atrozmente por el documental The Four Year Plan, una especie de reality de cuatro años protagonizado por los magnates de la Fórmula 1 Bernnie Ecclestone y Flavio Briatore, además de los empresarios Alejandro Agag y la invisible familia Mittal, que envió a su cuñado Amit Batthia en representación: estos cuatro salvan al QPR de la quiebra absoluta, invierten millonadas y todo con el objetivo del ascenso. Resulta que la bolsa, el premio por ascender, es uno de los premios más grandes del mundo del fútbol. El grupo de los cuatro propone una especie de plan realista que salvará al QPR de la muerte y lo llevará a primera en tres años: el plan que da nombre al film, paródica referencia a un plan económico nazi, resulta gracias al dinero y muy a pesar de Briatore y cía., una especie de colectivo caligulesco donde prima la ignorancia y el capricho. El único que se salva es Batthia, un tipo sensato, inteligentísimo, que de hecho sale tan bien parado que en el cotilleo virtual se ha sugerido que el muchacho es en realidad el dueño de la productora que hizo la película. Si bien esto explicaría el hecho de que tipos como Briatore permitieran ser filmados tomando decisiones absurdas, es incomprobable.

Bueno. El acertado comentario generalizado fue que quienes niegan la emoción en el torneo largo, con todo lo que hay en juego (descensos, copas y, por supuesto, el torneo), están largamente equivocados, creyéndose los mitos proferidos por dirigentes defensores del cortoplacismo como modo de salvaguarse a sí mismos, de no evidenciar su incoherencia dirigencial. Porque la definición de la Premier League, a pesar de la polarización en la lucha de la hegemonía, fue una de las definiciones más épicas que se recuerden. (Mientras tanto, el torneo local, cuyo último vencedor ganó con un par de fechas de sobra, ofrece campeones que luego salen últimos y equipos que pelean descenso y campeonato a la vez; el torneo que se juega de modo largo -el del descenso- mientras tanto, ofrece un atrapante panorama con seis equipos sangucheados en muy pocos puntos).

Los de Rojo visitaban al Sunderland, que ya no peleaba por nada. El QPR arrancaba la fecha un punto arriba del Bolton, pero jugaba contra el candidato. El Manchester City la tenía fácil. Aparentemente. Porque el United arrancaba ganando rápido con gol de Rooney, y la presión pasaba a los estigmatizados hombres de celeste, que se comían uña y dedo con cada vez más fruición a medida que pasaba el tiempo y el gol no llegaba. En cancha del Store, caía Bolton: QPR estaba a salvo por ahora.

Y entonces, en medio de un clima absolutamente tenso, Zabaleta le pegó al bulto y el arquero de los Rangers respondió como el que ataja sin ganas en el fútbol 5: carambola, gol y mucho alivio para el City, que ya se pensaba campeón. Bolton empataba y se salvaba, encima.

Y entonces, el mundo decidió ponerse de cabeza: un error defensivo del City le permitió a Cisse aplicar la ley del ex y empatar. Una gota de sudor frío se deslizó lentamente por la espalda de cada aficionado citizen. Algunos, los optimistas, lo consideraron apenas un escollo más. Todo había sido demasiado fácil, pero había aún cuarenta minutos para conseguir un golcito apenas contra un equipo que había llegado media vez. No había motivo razonable para preocuparse. Más tranquilidad aún le dio al City la expulsión de Barton por pegarle a Tevez. Ya estaba.

Y entonces, a minutos de que QPR quedara con diez, lo imposible: una contra, un centro y, por la espalda, Mackie metía el 1-2 con un cabezazo furibundo que hizo temblar el estadio. Con apenas veinte minutos por jugar, todo fue silencio e incertidumbre. La sequía se extendía irremediablemente otro año más. El reloj consumía los minutos como cigarrillos, con ansiedad, con vicio. De repente, ya iban 90. Bolton ahora caía y descendía irremediablemente. El United ganaba y se consagraba, mientras los hinchas se relamían pensando en las cargadas tremendas del día siguiente. Caía el enésimo centro y Dzeko empataba, pero iban 91 minutos, y con 3 más de recupero, parecía un gol para la estadística, para la burla del destino.

Con apenas noventa segundos en el tiempo de recupero, el City atacó, por primera vez en los últimos cuarenta minutos que fueron cuarenta años, por el centro. Agüero se retrasó para comandar y  profundizó para un Ballotelli que de espaldas hizo lo que pudo en el intento de devolver la pared. La pelota entró al area, atrás el Kun. Tenía el arco, pero antes mil piernas. Amagó, enganchó, amagó. Y le pegó, fuerte y arriba. Y sacudió el mundo. Gol del City. Locura en el banco, en las gradas, locura total, locura de los relatores, locura del mundo. El City era campeón tras 44 años, por diferencia de gol, con un gol a menos de 60 segundos del pitazo final contra un equipo que casi descendió. Fúbol.

El triunfo del City, con todo su irremediable color petróleo, rompio los horribles protocolos de teatro: los hinchas, que pasaron de la tristeza al borde del suicidio (todo con tal de no ir a trabajar al otro dia y recibir las cargadas por una pecheada historia, la enésima para un City que no salia campeón hace 44 años, y encima para darle el titulo a los vecinos) a la alegria mas increible y desmesurada, invadieron el campo entre lagrimas risueñas y saltos añinados por primera vez en un fútbol fuertemente protocolarizado. En ese momento el triunfo fue suyo, se apropiaron del título, del club, de la gloria los hinchas que habían gastado un sueldo en ir a la cancha. Todavia el futbol, a pesar de su globalizacion, sus entradas para ricos y sus despersonalizadas gestiones, sigue siendo, por algunos instantes aunque sea, de la gente, de la comunidad. El fútbol es mucho menos rebelde de lo que se piensa románticamente, mucho más eslabón del sistema que acto contracultural; y sin embargo... como dicen, irónicos primero y resignados al final, en Moneyball: como no ser románticos cuando se habla del fútbol, ¿no?

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