lunes, 6 de junio de 2011

Rafa


Nole será inevitablemente el número uno del mundo. Lo será, probablemente, en el corto plazo: ha mostrado un tenis avasallante, de monstruosa técnica y una mentalidad fija llegar a la cima. Su juego naturalmente ofensivo, su desfachatez y la decisión que ha tomado este año de dar el salto, asi lo dictan. Tambien influye un calendario que deja de lado el polvo de ladrillo y, claro, la voluntad del herético ascendente que buscan ser el numero 1. Nadal supo ser el hambriento numero dos, pisando los talones de Roger, y hoy, protegiendo el uno contra su primer rival en ascenso desde que la rivalidad Federer-Nadal quedo superada, comprende la grandeza de Roger, la soledad del numero uno, la presión sicológica, el desgaste, la obligación. Rafa exhibe ya algunos signos del desgaste de ser el uno, tanto físicos como mentales (y eso que la cabeza de Rafa es prodigiosa), signos que comienzan a acentuarse a medida que Novak le gana una y otra vez en las finales: parte de su plan es justamente haberle agarrado la mano a Nadal, y la tendencia parece, solamente, acentuarse.
La derrota de Djokovic con Federer en semis de Rolanga, con el uno al alcance de la mano, evidencia sin embargo dos cosas: en primer lugar lo muestra aún verde, un muchacho decidido y confiado pero aún falto de la grandeza de Roger o Rafa; en segundo lugar muestra la vigencia de Federer, quizás disminuido en reacción o velocidad, incluso en regularidad, pero un tipo que con la mano atada en la espalda es el número tres o cuatro del mundo, y no más. Aunque muchos, ansiosos por ver el cambio de guardia, sigan matándolo. Roger mantuvo su reinado con gracia y seguridad durante un tiempo record, resistiendo los embates de Nadal, el ascendente pibito arrogante (hoy el escenario es al revés), y la presión enorme de ser el número uno y que todos esperen que ganes. Sin dudas, el número uno de la historia.
Aquella lucha ya legendaria generó un absurdo antagonismo entre Roger y Rafa. Cierto que superficialmente el juego de uno es técnico hasta la perfección, hermoso en su simpleza y similar al movimiento de las aves, o del agua: un caballero anglosajón; mientras que el del otro es aguerrido, mental, sin sutilezas, puro avasallar mental y físicamente al oponente: el conquistador. Sin embargo, esta dualidad es una notable construcción a partir de la exageración de sus cualidades. Roger ha demostrado fuerza y entereza, también un enorme orgullo. Solo se lo vio impotente cuando, al igual que Djokovic con Nadal esta temporada, veía como se le escapaban finales ante el mismo muchacho y no podía hacer nada. Es cierto que es más templado, pero su orgullo sin dudas hizo una aparición en la semifinal de Roland Garros, cuando todos lo daban por perdedor. Federer nos regaló quizás una última final entre los grandes de la década, y de paso, casi con naturalidad, le puso freno a la ascendencia aparentemente imparable de Novak, imponiéndole su primera derrota en 2011. Como diciéndole “te falta, pibe”, mientras sacaba algunos boletos para la reconquista de Wimbledon entre los escritores de obituarios prematuros.
Y Rafa? Rafa, a pesar de su enorme ambición, jamás ha dejado de ser un competidor leal. Mucho más caballero que algunos gentleman de cotillón, la comprensión de la dureza de las presiones estar arriba, y una nobleza y una humildad mostradas en cada enfrentamiento y en cada entrenamiento, hicieron que a pesar de la diferencia generacional, Roger y Rafa se hicieran compinches. La semifinal de Francia fue una especie de favor, de un amigo a otro.
Pero el uno de Rafa será, en el corto plazo, historia. Pendiente la reacción de Rafa a perder el trono (y todos esperamos que sea una espectacular)  es la realidad del juego y la vida: siempre habrá alguien más joven, más fuerte y más ambicioso. Lo difícil no es llegar sino mantenerse, refrán que demuestra la grandeza del reinado de Roger, siempre consecuentemente el mejor ante los espasmos de grandeza de sus rivales. Es justicia que haya perdido su trono no en manos de la edad o del cansancio, sino en manos de un oponente digno: alguien que a pesar de una técnica que no exhibe la voluptuosidad o la soltura, la naturalidad del talento, que a pesar de ser en principio un jugador unidimensional, defensivo y de polvo, entrenó hasta que la sangré manchó los grips, trabajó y trabajó, y conquistó todas las superficies. Si cada golpe suyo roza la perfeccion, es solo debido a su inteligencia y, sobre todo, a los milenios de trabajo que ha dedicado a cada faceta de su juego. Cada golpe exhibe la pasión, la fuerza y también la rusticidad de ese trabajo pesado, manual, exhaustivo. Su mejor cualidad, su defensa, no es sino fruto de un increíble trabajo sobre su físico que le permite correr todas las pelotas, resbalar, reaccionar, agacharse, en cualquier momento del partido. El modo mismo de jugar que, dijeron, lo sacaría de los courts por lesión mas pronto que tarde. Pero no fue asi. Gano en todas las superficies, aun las que no favorecían su juego, enriqueció sus variantes volviéndose mas ofensivo por momentos, y conquisto la cima. Hasta que una lesión lo margino de los courts, y las voces volvieron a hablar. Pero el trabajo, se recupero y sigue arriba. Y tambien esa presión supero Rafa a puro laburar: la presión de ser el uno.
No eran muchos los que confiaban en él, salvo él. Nadal es el hambre de gloria, y la inteligencia puesta al servicio de ese hambre de gloria. Solo así se explica como el trabajo puede haber vencido al talento, como el número uno de la historia perdió la cabeza ante la desgastante insistencia de su perseguidor, y sucumbió así ante el número uno del momento. 
El dueño de la cabeza más prodigiosa de la historia del deporte enfrenta un desafío similar al que sufriera Roger ante un joven y ascendente Nadal. It's going to be legen-wait for it....

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