jueves, 9 de junio de 2011

En el fondo hay un problema

Por Cristian Grosso  para La Nacion


Después de un par de temporadas en el fútbol qatarí, cuando el exquisito volante ya se extinguía, Pep Guardiola eligió retirarse con los Dorados de Sinaloa. Se instaló en México porque lo atrajo ser dirigido por el español Juan Manuel Lillo, un técnico renovador y experto en ejercicios defensivos. Cuentan que Lillo fue una pieza basal en la cimentación del Guardiola DT porque entonces aprendió cómo trabajar tácticamente sin la pelota. Se convenció de que un equipo se ordena alrededor del balón. "Puede ser un poco contradictorio, pero cuanto más quieras atacar, mejor disciplina defensiva debes tener", reflexionaba Guardiola. Ningún disparate.

El fantástico Barcelona de Guardiola tiene una aceitada estrategia, un obsesivo trabajo sin pausa. El laboratorio de Pep, lejos de distenderse en las resoluciones individuales de sus cracks ofensivos, contempla puntillosos ensayos de las transiciones defensivas, cuando se pierde la pelota y organizarse para recuperarla exige un plan. En una entrevista con el diario El País, hace ya un tiempo, el cerebral Xavi Hernández sorprendía hasta al periodista?

 -¿Qué les ha dado Guardiola?

-No sabe cómo estoy disfrutando con él de DT. Igual me equivoco, pero lo más importante que ha dado al equipo es el orden que nos faltaba.

 -¿En el vestuario o el campo?

-Orden defensivo. En el repliegue, los córners, los saques.

 -¿Saques de banda?

-Claro. Cada vez que el rival saca, todos tenemos una misión y de ahí no salimos. Este Barça está muy trabajado. No sabe cómo es Pep de currante [trabajador]. Controla todas las situaciones del juego, muy especialmente las defensivas. Y debe ser así, porque tal y como está el patio, a la que te descuidas el rival te la lía. Por eso casi no nos hacen ocasiones y creamos tantas. Nuestro fútbol no es una casualidad, es consecuencia de la idea que aprendió Pep en La Masía y de mucho trabajo.

 -Es muy fácil decir eso cuando juegas con Messi...

-El talento es imprescindible y marca las diferencias, pero este equipo tiene tanto orden como talento. Si no, malo.

Sergio Batista podría tomar nota. Primero, ya no insistir con aquello de que su selección debe jugar como Barcelona. Los equipos difícilmente son imitables, y menos un ejemplar extraordinario como el catalán. Pero si aún así insistiera con la clonación, tendría que partir de un rasgo esencial: el pressing detrás de cada pérdida de la pelota y los reagrupamientos defensivos. Barcelona ejecuta una armónica y asfixiante presión colectiva, con dosis exactas de mecánica y convicción. Aprieta alto y no va sólo sobre la pelota, sino especialmente sobre los posibles receptores. Eso es trabajo.

La Argentina de Batista no ofrece una conducta defensiva confiable. Falta ensamble. La búsqueda de tenencia y control no encuentra respaldo en un eje centro con poco corte y relevos desprolijos. Entonces, más veces de las aconsejables, la defensa queda expuesta, a la intemperie y corre desde atrás. ¿Alguien ha visto a Barcelona en ese escenario? No, porque ha entrenado la emergencia. Como ha observado Valdano, aunque atacar y tener cuidado parezcan ideas enfrentadas, es sensato que sean analizadas juntas. Conviene tener determinados celos cuando se ataca. El poder hipnótico de la pelota debe adormecer a los rivales y no a los jugadores del propio equipo. "Aspiro a la compensación: que nunca el equipo defienda bien a costa de manejar mal la pelota, ni tampoco que ataque bien a costa de recuperarla mal", dice Bielsa, un técnico que pone el acento en el arco de enfrente. Lo sabe Guardiola, el gurú de la expresión más avasallante de la historia. Copiar lo elemental es el desafío para Batista.

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