miércoles, 22 de junio de 2011

La Libertadores que no se veía por TV

Por Ezequiel Fernández Moores para canchallena.com 

Pepe Sasía, nueve bravo de Peñarol, tira tierra a los ojos de Gilmar en un córner. El arquero de Santos, lastimado, no puede hacer nada y el ecuatoriano Alberto Spencer pone 3-2 al equipo uruguayo. Furiosos, los hinchas de Santos arrojan una botella contra Sasía. Pepe la parte y la muestra a los hinchas, como diciéndoles que estaba listo para pelear. Santos saca del medio y tres minutos después vuela una nueva botella. Golpea en el cuello a Carlos Robles. El árbitro chileno recupera el conocimiento en el vestuario. Sin garantías de seguridad, decide dar por terminado el partido a los 51 minutos. Santos 2 - Peñarol 3. "Soy diputado de la nación, si no sigue dirigiendo lo hago detener", lo amenaza en los vestuarios João Mendonça Falçao, presidente de la Federación Paulista. "Ladrón, cobarde -insiste-, voy a probar que usted es un sinvergüenza." Se suman Luis Alonso (Lula) y Athiel Jorge Coury, DT y presidente de Santos, respectivamente. "No respondemos por su vida cuando salga del estadio." Alguien saca una pistola. Robles se comunica con Raúl Colombo, entonces presidente argentino de la Conmebol, y le dice que el partido está terminado. Pero que lo seguirá jugando sólo para salir con vida. Es el 2 de agosto de 1962 y hay 30.000 hinchas en el estadio Urbano Caldeira, en Vila Belmiro.
"Mire, Mister, que ya ganó Peñarol", advierte Dante Cocito, kinesiólogo  carbonero  , al DT del equipo uruguayo, Bela Gutman. El húngaro se pone la gorra y decide volverse al hotel. El partido se reanuda después de cincuenta minutos. A los dos minutos, otro botellazo de los hinchas golpea esta vez a Domingo Massaro. El línea es trasladado a la clínica del estadio y el partido vuelve a suspenderse. Diez minutos después, la terna chilena retorna al campo para reanudar el juego. Pagao "empata" 3-3 para Santos. A nueve del final, Pedro Virgilio Rocha cae en el área y Robles cobra penal. La pelota ya está ubicada en el lugar. Pero Massaro, en medio de los botellazos, decide levantar su bandera. Offside. Robles le hace caso. "Tito, todos queremos llegar vivos a nuestras casas, me imagino que vos también", le dice a Tito Gonçalves, defensor de Peñarol. Robles termina la final cinco minutos antes. Después de tres horas y cuarenta minutos. Santos, que había ganado 2-1 el partido de ida en Montevideo, con dos goles de Coutinho, celebra con sus hinchas. ¡Campeón de la Libertadores! También los diarios festejan al día siguiente.

Peñarol, campeón de las dos primeras ediciones de la Copa Libertadores en 1960 y 61, sale del campo como puede. Sasía cubre la corrida de sus compañeros al túnel. Una botella se parte a sus pies. Se la tira al primero de los hinchas que ya habían invadido el campo. Sirve para disuadir al resto. "A noite das garrafadas" (La noche de los botellazos) tituló un diario, en recuerdo a una rebelión popular de 1831 contra el imperio portugués. Seis días después, la Conmebol declara ganador a Peñarol por 3-2 y establece que el desempate debe jugarse el 17 de agosto en Buenos Aires, en cancha de River. Santos protesta ante la FIFA. No se presenta y pide más tiempo para dejar que pase la furia. Además, reclama árbitro europeo. En realidad, precisa más días para recuperar a Pelé, que había vuelto lesionado del Mundial de Chile. El partido se fija para el 30 de agosto con el arbitraje del holandés Leo Horn.

Sasía no temía a nada. En semifinales de 1961, Peñarol quiso que no viajara a Asunción porque la ida en Montevideo contra Olimpia había sido muy caliente. "Si no viajo, me voy del club", amenazó a los dirigentes. Sasía lideró la salida del túnel a paso lento, mientras llovían naranjas desde la tribuna. El árbitro argentino José Luis Praddaude, que antes había recibido un piedrazo, marcó penal para Peñarol a diez del final. Llovieron más naranjas. Sasía, listo para la ejecución, recogió una, le dio un mordiscón y la tiró al campo. No se movió hasta que cayó la última naranja. Los hinchas paraguayos casi derribaron la puerta del vestuario. Un año después, la personalidad no le alcanzó a Peñarol en el desempate contra Santos en River. Los brasileños ganaron 3-0 con dos goles de Pelé.

"Cuando nos íbamos a jugar afuera -recordó hace poco Tito Gonçalves-, había que despedirse de los amigos y familiares por las dudas." No todo era violencia medio siglo atrás en los primeros años de la Copa Libertadores. Peñarol y Santos volvieron a encontrarse en semifinales de 1965. Para evitar la furia de Vila Belmiro, Santos eligió jugar la ida en el Pacaembú, escenario de la final de esta noche. Bajo una lluvia torrencial, Pelé anotó el 1-0 de cabeza a los 2, Pepe puso el 2-0 de tiro libre, a los 4, y Dorval el 3-0, a los 5. Rocha descontó a los 18, Dorval puso el 4-1, a los 22, Héctor Silva el 4-2, a los 24, y Coutinho 5-2, a los 43, minutos antes de que Luis González le atajara un penal a Pelé. A los 18 y 22 del segundo tiempo, Peñarol estrelló dos tiros en los postes. Sasía, a los 30, y Silva, a los 35, descontaron a 5-4 y en el último minuto Sasía metió otro cabezazo en el palo. Aún hoy se la recuerda como la final más espectacular en la historia de la Libertadores. En la revancha, Santos ganaba 2-1 a quince del final. Sasía, de penal, y Silva pusieron el 3-2 para Peñarol. El desempate fue otra vez en River. Peñarol ganó 2-1 y su figura fue un joven arquero debutante, Ladislao Mazurkiewicz. La final fue contra Independiente. En la ida en Avellaneda, el Rojo ganó 1-0. Sasía volvió a tirar tierra en un córner a los ojos del arquero rival, esta vez de Miguel Ángel Santoro. El peruano Arturo Yamasaki lo vio y lo echó de inmediato. Peñarol ganó 3-1 la revancha, pero en el desempate en el Estadio Nacional de Santiago cayó 4-1 y con Sasía otra vez expulsado. Fue el final del Pepe en Peñarol.

Los dirigentes condenaron la viveza que antes toleraban. En realidad -cuenta Luciano Álvarez, en su formidable  Historia de Peñarol  -, fue la excusa para sacárselo de encima. Sasía, que era presidente de la Mutual de jugadores, asesoraba a los juveniles de primer contrato. No cobraba su sueldo hasta que no recibiera el suyo el último empleado del club. "Con sexto de escuela -dijo una vez-, entiendo cosas que no todos entienden, que no vienen en ningún libro." Ateo que tenía fe en la vida, como decía, Sasía mantuvo sus botines Sportlandia en pleno Mundial 66, cuando ya sus compañeros de equipo eran seducidos por Adidas y Puma. Cuando Alberto J. Armando lo llamó al teléfono del bar montevideano de Aires Puros, corrieron para buscarlo: "¡Pepe!, ¡Pepe! Apurate, te llaman de Buenos Aires, un tipo dice que es de la sede de Boca. Que un tal Armando te quiere hablar. No me dijo el apellido, sólo el nombre, Armando". Murguista y frenteamplista, Sasía duró poco en Boca y volvió a la Argentina años después, para jugar en Rosario Central. Sasía fue una especie de segundo Obdulio Varela, mítico capitán de Peñarol y del Maracanazo en el Mundial de 1950.

La Libertadores que definen esta noche en el Pacaembú Santos y Peñarol es completamente distinta. Posee nombre de banco español y televisión desde todos los ángulos. Imposible imaginarse pistolas en los vestuarios, botellazos o tierrita en los ojos del arquero rival. También los equipos son otros. Santos, que jamás volvió a ganar tras la última conquista de 1963, no es el de los tiempos de Pelé, aunque tiene al fenomenal Neymar, que vuela apenas lo miran los defensores rivales. Peñarol está todavía más lejos del gran campeón de los 60. Su presencia en la final es casi milagrosa si se recuerda cómo comenzó la Copa. Pero cuenta con la fuerza del colectivo. Imprescindible si se trata de fútbol.

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