domingo, 29 de marzo de 2015

Se derrumba

La bronca se encarna en el hincha, a distancia: Estudiantes perdió al límite del papelón un partido que, en 40 minutos, parecía que iba a ser de lucha, no generó fútbol ni gol, perdió en mitad de cancha todo el tiempo con rendimientos individuales bajísimos y se comió tres en la esquiva Bombonera. La cara resquebrajada preocupa, sobre todo, porque esta vez no corre el cansancio y porque los resultados no ofrecen razones para semejante crisis de identidad: apenas una derrota con suplentes ante San Lorenzo, un empate con Argentinos de visitante y una derrota rarísima con Banfield derrumbaron la ilusión de un equipo que arrancó para llevarse todo.

El derrumbe futbolístico de la temporada se reflejó en el derrumbe dentro de los 90: el Pincha arrancó bien paradito, controlando el movedizo mediocampo de Boca (Meli, Erbes, Colazo, Pérez, mucho buen pie y velocidad), y hasta tuvo el gol. Con la fórmula pergeñada por Pellegrino, Cerutti (de arranque para consagrarse en el escenario principal del fútbol) desbordó y encontró a Viruta Vera, siempre picante, que mandó su anticipo de cabeza al palo. Iban 15.

Boca empujó un poco más, mientras Estudiantes buscaba paradito detrás de mediacancha generar algo con el Pocho. Preocupaba el delantero de Estudiantes, y también el ataque de Boca, pero nadie generaba más que algún tumulto y el primer tiempo se iba, cuando Erbes, el motor del Xeneize, se metió por detrás de la línea de medios, recibió de Osvaldo y tiró: fuerte, pero no tan esquinado, encontró mal parado a Hilario, sorprendido por la parábola.

Estudiantes se vino abajo. Al minuto Osvaldo, provocador showman, demostró que no sólo tiene olfato para saber cuándo lo enfoca la cámara y mostrar las marcas de una falta, tirar un besito a la tribuna o mostrarle el pastito a Desábato (acto por el cual amonestaron, increíblemente, a Desábato): también para mandarla a guardar en una jugada rápida que agarró mal parado a Estudiantes, luego de que Vera pisara el área mano a mano y perdiera la chance por frenarse.

Dos a cero abajo: mucho, para un equipo en evidente crisis de liderazgo dentro de la cancha. Podía trabajar el partido, correr, meter, pero cuando tuvo la responsabilidad de llevar la pelota al otro arco no encontró nunca las vías. Cerutti fue una esperanza aislada y Vera, fuego apagado por la sideral desconexión entre líneas: los encargados de transportar el balón hasta tres cuartos se ausentaron sin aviso. ¿Problemas físicos, individuales, o tácticos?

El único que se rebeló fue Aguirregaray, que, viendo como a pesar de la derrota inminente el resto del equipo seguía paradito, atado cada uno a su rol, a su banda, agarró tres o cuatro veces la lanza y rompió líneas. Incluso se convirtió en enganche, tocando y yendo a buscar, antes de perder la pelota, correr 30 metros a Erbes y, tras, tomarlo, ser expulsado.

Schunke le echó en cara la expulsión, que dejaba sin chances al equipo. Pero el uruguayo corrió de atrás al cinco contrario sin que nadie lo tome: muchos espacios y brazos demasiado bajos en Estudiantes, tras esta rachita que ya deviene en crisis, se sumaron a la susceptibilidad de Abal, quien echó al lateral sin que haya pegado una sola patada y, luego, le sacó roja directa a Auzqui (estaba amonestado) por… pasar de largo. El 7 tiró la patada pero le erró, y el juez decidió, a 30 metros de distancia, expulsarlo.

Pero de todos modos, las dos rojas eran un reflejo de la impotencia de Estudiantes. Boca tocaba y tocaba, confiado, mientras el Pincha se ponía cada vez más nervioso, incapaz de cerrar los espacios y corriendo atrás de la pelota aún con once jugadores. Por momentos durante este 2015, Estudiantes ha mostrado esa cara, un medio demasiado frágil: una picardía para un equipo con calidad en el medio como para hacer gala de la posesión y no pararse tan atrás, exponiendo demasiado al equipo cuando recibe un gol a tener que cambiar el libreto. Pero también hay un componente anímico: antes del gol, los de Pellegrino habían sido efectivos en ensuciar el partido, pero el gol derrumbó al equipo como un castillo de naipes.



Los tres goles y el nerviosismo en la cancha marcan que, oficialmente, hay crisis. Estudiantes, un equipo que se había acostumbrado a ganar, ahora se acostumbra a perder: se le escapan partidos ganados, partidos peleados y, cuando se ve en desventaja, se vuelve sumiso ante la derrota. Otro momento clave en la historia de este Estudiantes.

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