jueves, 19 de marzo de 2015

Más corazón que juego



Qué manera de sufrir: Estudiantes consiguió los tres puntos que precisaba como agua ante Libertad, equipo durísimo y ordenadito que hace de sus armas una escuela, y se acomodó en el grupo de la Libertadores. Todavía está obligado a ganar su siguiente compromiso, ante Atlético Nacional de local, de mínima, pero cortó una minirracha adversa y llega a su primer descanso en un mes y medio con siete puntos y diez en el torneo.

Estudiantes, otra vez, fue más corazón que juego: superado durante buena parte del pleito, y hasta perdido por momentos, en la segunda etapa hizo gala de la garra para superar sus propias limitaciones, su propio cansancio y, en última instancia, a su rival, y conseguir el golcito que necesitaba.
Hubo tres momentos clave en el partido, y el primero no es futbolístico. Durante la primera etapa, Estudiantes caía en la medianía que proponía Libertad, embarrando los caminos con mucha gente atrás y, encima, amenazando con una contra que agarre mal parados a los centrales del equipo de Pellegrino, una constante desde el verano, y también con el juego aéreo, un ítem donde los paraguayos ganaron siempre.
Y entonces, promediando esa primera etapa de aproximaciones nada más (Sánchez Miño marró un gol en la línea tras un desborde de Cerutti, la más clara) el arquero de Libertad quiso hacer unos minutitos de tiempo lanzando el balón afuera para un supuesto jugador lesionado, que ya se ponía en pie. A Pereira mucho no le gustó y no devolvió la pelota: en su lugar, condujo el ataque mientras todos estaban paraditos, y terminó tirando (con cierto desdén) un puntapié a la nada. Los jugadores del visitante se le fueron al humo y, después, se sucedieron varias jugadas de pierna fuerte. Y, créase o no, a pesar de que el equipo se desordenó en lo que restaba de tiempo, el tole tole le sirvió de despertador a Estudiantes, que a partir de allí, sin argumentos pero con pulmón, se rebeló a los mil y un obstáculos que proponía el rival.
El segundo momento clave fue el ingreso de Acosta y Auzqui. En la segunda etapa el Pincha salió convencido a llevarse puesto a su rival, pero de no encontrar la vía se desanimaba y, encima, dejaba muchos espacios: por momentos, Libertad estuvo más cerca de mojar con centros o contras (la más clara, un tremendo mano a mano del Rorro a espaldas de los centrales que Hilario desactivó).
Entonces entraron el chiquitín y Carlitos, tantas veces vituperado: uno clarificó, metiéndose entre los carriles prestablecidos que a veces vuelven predecible a Estudiantes, y desarmando varias veces, gambeteando o pasando, a la defensa paraguaya; el otro le dio dinámica y casi moja de pura voluntad dos veces, apareciendo por sorpresa en el segundo palo, pero el 7 no definió bien y el arquero apagó el incendio.
Acosta no tuvo nada que ver con el gol, pero en un momento donde Estudiantes tenía la posesión y Libertad las situaciones, su sola presencia reverdeció los ataques de Estudiantes, preocupó a la defensa rival hasta obligarla a meterse atrás y, en definitiva, puso al Pincha en otra situación, con otra predisposición. Al borde. Hasta ese momento, los únicos que habían conseguido llevar a Estudiantes con corazón y fútbol eran Aguirregaray y Cerutti, las figuras por empuje. Pero sus motores tienen límite y Acosta llegó en el momento justo para que Estudiantes no afloje y siga con el asedio.
Y de ese asedio, en el mejor pasaje del Pincha (sin claridad pero con mucho amor propio), llegó el tercer momento clave del partido: balón recuperado por Sánchez Miño, que de cinco, con el panorama de frente y sin la línea de marca, rompió la línea y abrió para Auzqui. Carlitos fue al fondo y centró antes del cierre de la defensa, y cuando parecía que Carrillo se pasaba, el delantero, a quien se notó, sobre todo en el segundo tiempo, mal físicamente, metió la que importaba: tomó en el área chica la pelota de espaldas, giró y tiró.

La tribuna se vino abajo, demasiada tensión contenida en un solo grito. En estos encuentros donde todo se reduce a hacer un gol (de parte de ambos), la ansiedad se acumula, los nervios se contagian a la cancha y cuando llega el gol, todo es épica. Sí, "esa" palabrita resonó, otra vez, por el Estadio, cuando Estudiantes le pagó con su propia medicina a Libertad y le ganó cerca del cierre, como pasara la semana pasada en Paraguay. Pero el triunfo costó, mucho, y se pagó con más piernas cansadas y más jugadores a la enfermería. La semana larga tras el encuentro del fin de semana, entonces, será claro para recuperar soldados y que Estudiantes siga soñando en la Copa.

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