martes, 29 de marzo de 2011

Las heridas


Fue un golpe al corazón. De todos, hinchas y jugadores: una poderosa angustia se apoderó de nosotros, que confundimos con bronca. Así sucedió al plantel, habitualmente medido, pero que desgarrado salió, en esta circunstancia como nunca antes salió a expresar públicamente su disgusto con la decisión que había tomado Don Alejandro Sabella, padre adoptivo de una criatura bestial, ganadora. Bajo su tutela el equipo había encarrilado su hambre voraz y se habia puesto al servicio del equipo a partir de una entrega emotiva que lo llevaba a jugar en cualquier condicion, en cualquier cancha.
Pero su salida (no especularemos acerca de los motivos) fue abrupta, y dejo una herida abierta en el pincharrata. El cuerpo de su capitán fue, durante unos meses, la fisonomía del equipo: herido, cansado de tanto andar, harto de tanta ignorancia, aunque siempre orgulloso y valiente para ponerle la jeta a la cosa. Y con el corazón sangrante se repuso a pura garra, a pura voluntad, a un momento terrible en la historia del club, “el peor momento de su carrera”, según graficó el enorme león Rodrigo Braña.
Hace un par de días nomas la Brujita habló por los medios y contó que se había acercado a Pachorra, intentando cerrar las heridas que dejo su salida. Luego hubo aquel encuentro público, con motivo del homenaje a los campeones del Mundo y del Apertura 2010. Sabella fue quien habló en aquella oportunidad, pronunciando tibias palabras que alientan aún más la esperanza de reconciliación y retorno. Caramelos para el corazón y curitas para las heridas de la familia pincha, que se encontraba entristecida, más que nada, por sufrir un conflicto en el seno de su familia, algo a lo que no acostumbra este equipo. Hace bien.
Los medios se quedaron con el título de tapa, relamiéndose en el morbo, comentando si Pachorra le dejaría preparar el supuesto asado reconciliatorio a Verón o consideraría que le quería quitar protagonismo, y otras cuestiones tan absurdas por las cuales a veces, como bobos, nos dejamos llevar.
Pocos levantaron el comentario que, el mismo dia de aquellas palabras de la Brujita, y acerca del mismo tema, realizaba el gladiador Braña. El Chapu, ídolo de todas las familias, confesó que la partida de Sabella había sido el golpe más duro de su carrera, para sorpresa de muchos, por sobre Abu Dhabi, por sobre la Recopa, por sobre aquella lesión que lo privó de ser mundialista. Y cuando le preguntaron si se marcharia del único club, verdaderamente, de La Plata, dijo que si bien se sentía cómodo, era algo para pensar, dado el fuerte desgaste que venia sufriendo.
La declaración preocupa. El Chapu, se sabe, es fundamental. Todo hincha de Estudiantes detesta al jugador que, obnubilado por unos billetes, por las vedetes y las tapas de los diarios, se va a cualquier club de los capitalinos o al Artico, abandonando proyectos y pensando que progresa. Decisiones de ese tipo dan bronca. Pero no es el caso, éste, el de Braña. Partícipe de las tres conquistas de la era Verón, el Chapu vivió una seguidilla verdaderamente endemoniada con este plantel. En 2008 se propusieron dejar de ser el eterno club expectante y llegaron a la final de la Sudamericana. La derrota obligó al orgulloso León a redoblar la apuesta y a apuntar todo a la Libertadores. Pero claro: Estudiantes arrancaba en repechaje y no hubo vacaciones. Resultados adversos obligaron a que, con el cambio de timón de Astrada a Sabella, Estudiantes jugara varios meses ambos torneos con la misma base, intentando conquistar la ansiada lata y salir del último puesto del Clausura. La conquista significó tocar el cielo con las manos para estos muchachos, pero luego el recambio no fue el adecuado y se afronto un semestre duro, que una vez más termino más tarde que para el resto, con la corajeada en Abu Dhabi.
Vacaciones, hubo pocas. En año de mundial, todos los fixtures se acortaron. Para colmo, Estudiantes, guapo como es, apostó a todo o nada y jugó cada tres días partidos donde se definía un pase de Copa o las chances de campeonar en el torneo. El cansancio, al final, nos dejó con “nada” al final (si eximimos de lo productivo la demostración de temple y osadía de aquel equipo). Entonces, empezaron las críticas de los que siempre andan agazapados, y también de los inconformistas de siempre. Los hay en cualquier club, es cierto. Pero parecían particularmente ingratos en este caso.
El Chapu no pudo jugar el final de aquella doble competencia: lo lesionaron, y lo sacaron también del Mundial. A su edad, fue sin dudas un golpazo. Llegó bastante justo a la reanudación de las competencias, donde soportó las duras caídas en Recopa y Sudamericana, y la lluvia de criticas y certificados de defunción que provocaron esas derrotas. Hay mucho periodista, se sabe, esperando, deseando que Estudiantes vuelva a mediocrear. Pero el año culminó con un trofeo, glorioso, místico, ganado contra todo, a lo guapo, y las sonrisas volvieron a las caras de un plantel estresado. Todo había valido la pena.
Si jugadores de más de 30 años soportaron el trajín, las críticas, el estrés de pelear todo, y jugaron lesionados, cansados, trabaron con la cabeza y concentraron cada tres días, perdiéndose de estar con su familia y vivir una vida cómoda como la que viven la mayoría de los futbolistas, fue, sin dudas, por el hambre de gloria que tienen estos tipos. También, claro, por el club y por sus carreras. Pero el que dirigió esa intensidad, el que indicó el rumbo y convenció a todos de seguirlo, fue Sabella. Pachorra encontró, cuando llegó al club, un grupo ganador y ambicioso, pero tendiente a la desconcentración y a la interna. Y les dio lo que necesitaban: una causa, por la cual luchar, por la cual dejar la vida. Estos jugadores eran tipos predispuestos al esfuerzo sobrehumano, y fue con Sabella quien los empujó a ese límite de compromiso. Fueron momentos verdaderamente emotivos para todos, para ellos y para nosotros, los hinchas, que sentíamos esa cofradía aún (o sobre todo) en los momentos de derrotas y frustraciones.
Pero entonces Sabella agarró y se fue. Sus razones permanecen envueltas en un manto de misterio, pero entendemos que seguramente ha tenido razón en cuanto a los argumentos (era un señor pensante, Don Pachorra), no así en cuanto al momento (mucho más, sin información, no puede decirse). Durisíma estocada al corazón pincha.
¿Y qué habrán pensado los tipos que dejaron la piel por la causa que les indicó Pachorra, que se infiltraron, que jugaron 8 partidos por mes, que pusieron siempre la cara, cuando a días del comienzo lo vieron partir? Podemos solo especular, pero seguramente, como dijo recientemente el Chapu, se trato de una decepción enorme: si quien indicaba el camino que justificaba el sacrificio, salta del barco antes de la batalla… quizás el camino no valiera tanto la pena. Sin dudas, han visto a partir de la salida de Sabella relativizadas sus creencias y han sentido que tal nivel de sacrificio no valia la pena, en definitiva. En palabras menos rebuscadas, seguramente varios deben haber pensado que era para largar todo, disfrutar con la familia, irse a jugar anónimamente, sin ningún tipo de presión o copromiso, a algun club de Mexico o de la Europa invisible.
A los rumores de una Brujita frustrada con la ola de trascendidos y todo el puterio mediático (del cual somos responsables, en parte) se suman estas declaraciones del Chapu. No deben tomarse como señales del Apocalipsis: el Chavo y el Chino se quedarán seguramente a vivir, la Brujita extraterrestre tiene varios partidos antes de volverse para Melmac, la Gata está chocho y muy místico albirrojo y hasta es probable que el Chapu se quede, una vez que se salga de la vorágine de los partidos cada tres días y pueda pensar (y le charlen). Ojalá también la refundación del equipo a la que asistimos le dé motivos y esperanzas dentro de la cancha.
Por lo pronto, el corazón del equipo se encuentra nuevamente herido, producto de la sobrecarga de minutos (ruptura fibrilar: tiene para 3 semanas, es decir, 5-6 partidos…), y no viaja hacia tierras colombianas, donde Estudiantes se juega mucho (inclusive, la posibilidad de tomarse con soda el último compromiso del grupo: parece menor, pero está claro que el nivel de competición en que se maneja el club recibe cada minuto extra de descanso, físico y mental, como una bendición). La delegación que partió a tierra cafetera lleva apenas dos delanteros, debido a la lesión de Gastón Fernández: pronto también el veterano Rorro y el sacrificado González comenzarán a sentir el cansancio y mermarán, mas allá del riesgo de lesión, su rendimiento. Entre los convocados no estará Roncaglia, suspendido, y Ré se halla apenas recuperado y no va de titular: como resultado volverá a experimentarse con Nelson Benítez en la zaga central (la defensa no tiene, entonces, más recambio que echar mano a juvneiles). Estudiantes no es un equipo que tenga la posibilidad de juntar planteles largos y de jerarquía, y la doble competencia que elige, con valentía, por hambre de gloria, afrontar, como se ve es sumamente desgastante física y mentalmente.
Me gustaría entonces que se tome todo lo balbuceado aquí como una razón para, durante este semestre, duro emocionalmente y de transición técnica, apostar solo por una competencia, y relajar asi las pesadas cargas físicas y sicológicas que vienen sufriendo los referentes. Hace 5 años clasificar a la Copa era casi utópico, y hoy no se puede bajar del cuarto puesto... Preferible sería una apuesta a la rotación a partir de la incorporación de los interesantes juveniles que han ido surgiendo (Cardozo, Hoyos, Auzqui, Carrillo y algunos otros todavía muy jóvenes), aceptando una merma en el nivel y en las expectativas, pero recibiendo a cambio la maduración de los jugadores que enriquece al plantel y, de cara al mercado de pases, permite que no se necesite incorporar tanto y, de paso, que en algún momento entre dinero en el club.
Y ojalá todo esto sea tomado en cuenta por algunos hinchas (que en mi opinión no representan en absoluto al hincha medio pincharrata, solo que son los mas “visibles”) para bajar su nivel de exigencia, dejar de llamar quejosos a las radios y de escribir iracundos en los foros con nimiedades de la cotidianeidad, que no aportan absolutamente nada salvo descontento; y simplemente apoyarlos (se lo han ganado con creces), ir a la cancha, aplaudir a los nuestros, y disfrutarlos. Disfrutar este momento no implica relajarse en los laureles. Los jugadores de Estudiantes, se sabe, son incapaces de ese relax.

Columna publicada en www.edelpcontratodos.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario