miércoles, 5 de diciembre de 2012

Misiones y lecciones



Da la sensación de que el torneo quiere arrancar antes de tiempo las vacaciones, porque todos, los buenos y los malos, ya cerraron la persiana y quieren irse de viajecito, algunos con las metas cumplidas y la promesa de un disfrute sin preocupaciones y otros, sencillamente, para dejar atrás el año de falsas promesas. Estudiantes, de una irregularidad con pisos de pobreza conceptual y modestos techos y, a la vez, el primer Estudiantes que tiene, desde 2010, más o menos claro el rumbo que busca (salga o no), se encuentra en el pelotón de los primeros, los que se van del Inicial hechos y satisfechos: por fin, luego de una serie de amagues desafortunados, parece en camino de superar el shock de perder a Sabella y a Verón y consiguió loables 27 puntos.

Lo hizo con un paradójico aprovechamiento y desaprovechamiento de la irregularidad del fútbol argentino: sumó más puntos de los que sugerían el presente institucional y algunos medios apocalípticos, pero también quedó la sensación de que, aún en transición, perdió la chance de arrimar de modo tonto. Nunca dejó de correr, pero dejó escapar muchos puntos de local, muchos contra equipos accesibles, muchos por los famosos errores boludos y varios sobre la hora. Para colmo, contra los equipos que sabían a qué jugaban, Estudiantes demostró estar a la altura: un empate en cero con Vélez y otro con Lanús demostraron que, aunque falto de juego, el equipo de Cagna podía emparejar sus falencias a partir de orden y sudor.

Se trata sin dudas del punto de partida que debe elegir el DT: la defensa, aún con sus altibajos, fue el puntal de los 27 puntos del Pincha (con tres por disputarse) y, si consigue (quizás refuerzos mediante) que el esquema con tres abajo no signifique que por las bandas se dejen agujeros o no se ataque, Estudiantes se volverá decididamente peligroso. De esta falta puntual se habla hace ya rato, y Estudiantes, desequilibrado, tendrá que comenzar a subsanar el desequilibrio y conseguir más volumen en defensa y en ataque, mayor elasticidad, más acompañamiento, que equivale a posesiones más sorpresivas que a la fórmula del desborde y el centro a la que terminó apelando mucho Cagna: su equipo terminó por encima de la media a fuerza de individualidades y empuje, pero así como dio la sensación de que no le faltó demasiado para pelear, tampoco nada le sobró.

Las explicaciones de que Estudiantes se haya quedado a mitad de camino entre el apocalipsis vaticinado y la gloria soñada, en un fútbol sin procesos y por ende sin demasiada lógica, pueden encontrarse, primero, en los demás, en la irregularidad del resto; pero también en la propia irregularidad de Estudiantes. No estuvo tan dada, como se sugiere rápido, por la famosa transición: es un hecho que desde la cúpula se apuesta al largo plazo, que han aparecido algunos pibes y que se apuesta a que sigan surgiendo. Pero también es cierto que en Estudiantes jugaron tipos que de nenes no tienen nada, y no pocos: Villar, Desábato, Schunke, Ré, Martínez, Braña, Gelabert, la Gata, incluso Núñez e Iberbia, suman mucha experiencia y también varias batallas por la gloria. La transición tiene algo de mito, y en todo caso tiene más sentido hablar de un plantel corto por elección, sin más recambio que el de los juveniles y con muchos pibes con un verdor o condiciones que los hacen más aptos de acompañantes que de componentes diferenciales de la ecuación (de ello se trata el famoso plan de reestructuración del fútbol juvenil que propone Juan Sebastián Verón). Vélez, por ejemplo, arrancó el torneo envuelto en dudas y en medio de una marcada transición: con aportes de sus refuerzos (pocos y claves) y gracias al piberío, que comenzó nervioso y terminó pintando caras, fue campeón.

Es que en el fútbol argentino no hace falta sino algo de coherencia para campeonar. Y no hace falta, tampoco, ir a un ejemplo tan moralista como el equipo de Liniers, la Cenicienta del fútbol argentino: Belgrano sacó agua de las piedras y es el escolta con mucho menos que Estudiantes y varios, a fuerza de orden y convicción; Lanús, con un poco más que el Pirata pero sin ser diferente a una decena de planteles de primera, fue animador rescatando puntitos con viveza y aprovechando las oportunidades. Ninguno, ni siquiera Vélez, descolló más que por algunos momentos donde, en rigor, también ayudaron las limitaciones de los rivales.

Cagna buscó el equipo y si bien aún no lo encuentra, ha perfilado bastante lo que quiere: alentador de cara al año que viene, tanto como su perfil bajo, un requerimiento en estos tiempos de transición que precisa de paciencia, y también como el hecho de que Estudiantes, al fin, terminó un torneo con el mismo entrenador con el que lo comenzó. Este acomodamiento de las piezas a la realidad se pretende como el piso, los pilares de lo que se pretende construir. El próximo objetivo no debiera ser buscar el campeonato, que de todos modos puede llegar con un poco de suerte, sino el retorno del Pincha al plano continental: un escenario ideal para, además de volver a prestigiar a la institución a nivel deportivo, dar rodaje a más pibes y buscar, mediante una maduración sin presiones, a esos jóvenes capaces de marcar la diferencia. Pensar que los diferentes pueden surgir del mercado de pases es un error, un pensamiento de equipo grande e incluso de equipo grande de otra época, que es necesario corregir. El negocio deportivo y económico, se sabe pero no se ejecuta, está en la producción propia.

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