Da la sensación de que el torneo quiere arrancar antes de
tiempo las vacaciones, porque todos, los buenos y los malos, ya cerraron la
persiana y quieren irse de viajecito, algunos con las metas cumplidas y la
promesa de un disfrute sin preocupaciones y otros, sencillamente, para dejar
atrás el año de falsas promesas. Estudiantes, de una irregularidad con pisos de
pobreza conceptual y modestos techos y, a la vez, el primer Estudiantes que
tiene, desde 2010, más o menos claro el rumbo que busca (salga o no), se
encuentra en el pelotón de los primeros, los que se van del Inicial hechos y
satisfechos: por fin, luego de una serie de amagues desafortunados, parece en
camino de superar el shock de perder a Sabella y a Verón y consiguió loables 27
puntos.
Lo hizo con un paradójico aprovechamiento y
desaprovechamiento de la irregularidad del fútbol argentino: sumó más puntos de
los que sugerían el presente institucional y algunos medios apocalípticos, pero
también quedó la sensación de que, aún en transición, perdió la chance de
arrimar de modo tonto. Nunca dejó de correr, pero dejó escapar muchos puntos de
local, muchos contra equipos accesibles, muchos por los famosos errores boludos
y varios sobre la hora. Para colmo, contra los equipos que sabían a qué
jugaban, Estudiantes demostró estar a la altura: un empate en cero con Vélez y
otro con Lanús demostraron que, aunque falto de juego, el equipo de Cagna podía
emparejar sus falencias a partir de orden y sudor.
Se trata sin dudas del punto de partida que debe elegir el
DT: la defensa, aún con sus altibajos, fue el puntal de los 27 puntos del
Pincha (con tres por disputarse) y, si consigue (quizás refuerzos mediante) que
el esquema con tres abajo no signifique que por las bandas se dejen agujeros o
no se ataque, Estudiantes se volverá decididamente peligroso. De esta falta
puntual se habla hace ya rato, y Estudiantes, desequilibrado, tendrá que
comenzar a subsanar el desequilibrio y conseguir más volumen en defensa y en
ataque, mayor elasticidad, más acompañamiento, que equivale a posesiones más
sorpresivas que a la fórmula del desborde y el centro a la que terminó apelando
mucho Cagna: su equipo terminó por encima de la media a fuerza de
individualidades y empuje, pero así como dio la sensación de que no le faltó
demasiado para pelear, tampoco nada le sobró.
Las explicaciones de que Estudiantes se haya quedado a mitad
de camino entre el apocalipsis vaticinado y la gloria soñada, en un fútbol sin
procesos y por ende sin demasiada lógica, pueden encontrarse, primero, en los
demás, en la irregularidad del resto; pero también en la propia irregularidad
de Estudiantes. No estuvo tan dada, como se sugiere rápido, por la famosa
transición: es un hecho que desde la cúpula se apuesta al largo plazo, que han
aparecido algunos pibes y que se apuesta a que sigan surgiendo. Pero también es
cierto que en Estudiantes jugaron tipos que de nenes no tienen nada, y no
pocos: Villar, Desábato, Schunke, Ré, Martínez, Braña, Gelabert, la Gata,
incluso Núñez e Iberbia, suman mucha experiencia y también varias batallas por
la gloria. La transición tiene algo de mito, y en todo caso tiene más sentido
hablar de un plantel corto por elección, sin más recambio que el de los
juveniles y con muchos pibes con un verdor o condiciones que los hacen más
aptos de acompañantes que de componentes diferenciales de la ecuación (de ello
se trata el famoso plan de reestructuración del fútbol juvenil que propone Juan
Sebastián Verón). Vélez, por ejemplo, arrancó el torneo envuelto en dudas y en
medio de una marcada transición: con aportes de sus refuerzos (pocos y claves)
y gracias al piberío, que comenzó nervioso y terminó pintando caras, fue
campeón.
Es que en el fútbol argentino no hace falta sino algo de
coherencia para campeonar. Y no hace falta, tampoco, ir a un ejemplo tan
moralista como el equipo de Liniers, la Cenicienta del fútbol argentino:
Belgrano sacó agua de las piedras y es el escolta con mucho menos que
Estudiantes y varios, a fuerza de orden y convicción; Lanús, con un poco más
que el Pirata pero sin ser diferente a una decena de planteles de primera, fue
animador rescatando puntitos con viveza y aprovechando las oportunidades.
Ninguno, ni siquiera Vélez, descolló más que por algunos momentos donde, en
rigor, también ayudaron las limitaciones de los rivales.
Cagna buscó el equipo y si bien aún no lo encuentra, ha
perfilado bastante lo que quiere: alentador de cara al año que viene, tanto
como su perfil bajo, un requerimiento en estos tiempos de transición que
precisa de paciencia, y también como el hecho de que Estudiantes, al fin,
terminó un torneo con el mismo entrenador con el que lo comenzó. Este
acomodamiento de las piezas a la realidad se pretende como el piso, los pilares
de lo que se pretende construir. El próximo objetivo no debiera ser buscar el
campeonato, que de todos modos puede llegar con un poco de suerte, sino el
retorno del Pincha al plano continental: un escenario ideal para, además de
volver a prestigiar a la institución a nivel deportivo, dar rodaje a más pibes
y buscar, mediante una maduración sin presiones, a esos jóvenes capaces de marcar
la diferencia. Pensar que los diferentes pueden surgir del mercado de pases es
un error, un pensamiento de equipo grande e incluso de equipo grande de otra
época, que es necesario corregir. El negocio deportivo y económico, se sabe
pero no se ejecuta, está en la producción propia.
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