jueves, 10 de noviembre de 2011

Se enciende una alarma


Ha transcurrido un tiempo prudencial para que el amor (por un tipo del club, en el que uno depositaba sus esperanzas) y del fracaso (de su ciclo, al que no le cabe otro adjetivo) no distorsionen el necesario balance que debe hacerse de este fin de ciclo de Russo, que tiene olor a cierre de una era.
El ciclo culminó como uno desea, con claridad y caballerosidad de ambas partes, pero la sentencia de Russo en su despedida sonó fuerte y clara: Estudiantes necesita terminar con su ansiedad de conseguir resultados en el corto plazo. “Ansiedad” fue el término utilizado acertadamente por Miguel: Estudiantes perdió la memoria como institución, y lo que supo ser cantera y apuesta al largo plazo hoy es improvisación en todo sentido. ¿Cuál es la política de Estudiantes, de su comisión anterior y de ésta? ¿Gastar poco, porque el club no cuenta con recursos? ¿O contratar once tipos a préstamo, vaciando virtualmente al club de dinero y patrimonio? La decisión de contratar a Martino (hoy caída) parecía ir en esta vía contradictoria de bajar el billete que hiciera falta con tal de intentar campeonar, sobre todo tras las clarísimas declaraciones de Lombardi aludiendo a la situación económica y el necesario desacelere que precisan las arcas del club.
De todas maneras, el pronóstico de Russo suena un tanto hipócrita: su apuesta fue claramente cortoplacista, su deseo era ganar el torneo o la copa y fue él quien orquestó, con los dirigentes salientes y quizás algún empresario involucrado donde no debe, la extraordinaria erogación de dinero que realizó Estudiantes para contratar nada menos que once tipos (cuando Filipas y Russo habían acordado en seis). El balance de 2011, que se inició con el comando deslucido de Berizzo y contó con un momento de lucidez, aquel interinato de Suárez con los pibes preparándose para jugar el semestre siguiente, se adelanta entonces naturalmente: fue un año donde hubo una política horrible de incorporaciones, en el cual Estudiantes se pareció a San Lorenzo e Independiente, eternamente cambiando medio plantel, sin ningún tipo de plan a largo plazo y cada vez más vaciado por los “intermediarios” que hacen negocios a través del club. En otras palabras, a Estudiantes le ofrecieron negocios supuestamente maravillosos y mientras los intermediarios se llevaban su tajada, Estudiantes vaciaba sus arcas para traer tipos por seis meses, a veces lesionados, a veces sin fútbol, a veces gordos. Los ejemplos sobran.
No se trata de minimizar las causas futbolísticas detrás de la debacle del ciclo Russo: está claro que el equipo debería estar más arriba por nombres propios, más allá de quienes se lesionaron o no rindieron como prometieron. Pero Russo nunca encontró un equipo, cambió constantemente a los jugadores y desmoralizó con sus pruebas a medio plantel. Equivocó cambios, marginó jugadores importantes como la Gata o Benítez solo para dar lugar a quienes había traído él, y se suicidó siempre defensivamente a cambio de un premio ofensivo generalmente nulo.  Los jugadores, desconcentrados, probablemente sin demasiadas ganas de jugarse la vida para salvarle el pellejo (notable lo de Benítez en el último partido: pretender que un jugador sistemáticamente marginado de los once te salve las papas era ridículo desde la previa), se mandaron las mil y una y siempre hubo que remar contra la corriente. Son ídolos de la institución, pero con Verón alejado y un tanto cansado, se nota un vacío de liderazgo que alguien deberá asumir. Por otro lado, es común que en los finales de ciclo los jugadores grandes quieran ser más caudillos que líderes, quieran mandar antes que dar el ejemplo, y una coexistencia armónica y voraz como aquella del plantel del 2009 resulta prácticamente inconseguible. Pasan los años, para todos, desgastan, agotan.
Se termina un ciclo raro, corto, absolutamente descorazonador y que plantea muchas interrogantes profundas acerca de la actualidad de este plantel, de las políticas económicas de la comisión entrante y del proyecto a largo plazo. La única certeza que parece haber quedado, en esta maraña donde uno no sabe bien quien va a jugar el año que viene y, sobre todo, quien merece jugar, mucho menos quien va a dirigir, es que para estar últimos, Estudiantes podría haber comenzado ya la transición profunda necesaria como el agua. Que los pibes jueguen con Verón, que Desábato le marque el camino a Sarulyte, que Braña cague a pedos a Auzqui y Hoyos, que Boselli le enseñe algunos trucos a Carrillo. Y que finalmente Estudiantes recupere su cantera y, de la mano de los pibes, gaste menos y venda más. Un camino lógico, clarísimo, hacia una refundación que se impone.
A Estudiantes todo le cuesta doble. El éxito parece haberlo confundido, parece haberle hecho seguir pasos atolondrados en intentos vanos por conseguir éxitos rápidos, en lugar de apostar, como marca su historia, a procesos largos y coherentes. El 2011 es la alarma que necesitaba este Estudiantes menemista, al borde del vaciado institucional, para volver a cuidar esa línea tan pincharrata para alcanzar la gloria. Estudiantes necesita, de cara al 2012, un proyecto no sólo deportivo, como pedirá el hincha y el periodismo con su ansiedad desmemoriada, sino un proyecto integral, sostenido en el largo plazo más allá de los nombres propios. 

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