lunes, 7 de noviembre de 2011

Contra el "que se vayan todos"


¡Que se vaya Berizzo!, gritamos a los cuatro vientos. El contraste entre el funcionamiento pre-Toto y pos-Toto era demasiado evidente, y aunque la chapa y la inercia consiguieron cosechar una aceptable cantidad de puntos, mas alla de que el por entonces dulce paladar del hincha no aceptara esos 25 puntitos hace no tanto deseados como el oxígeno.

Y se fue Berizzo, que hoy reaparece en los programas de TV y radiales, convocado por un sector del periodismo que algo de malintencionado tiene: llamarlo hoy que Estudiantes está último en la tabla constituye una especie de mojada de oreja a la decisión de echar al Toto, de considerarlo único culpable, cáncer necesitado de extirpación para volver a la salud.

Y algo de cierto hay en este juego periodístico, puesto que Estudiantes cortó a un entrenador en definitiva sustancialmente opuesto a aquello considerado con ambigüedad la escuela pincharrata, y más puntualmente al estilo que había fijado en sus alumnos Don Alejandro Sabella. Hoy Toto habla por tevé resaltando que según su modo de ver las cosas, el equipo debe adaptarse a las necesidades del DT y no al revés, defendiendo por elevación su intento de cambiar la fisonomía de un equipo funcional, con todas las quejas y choques que aquello provocó.




Y en su lugar realizó Estudiantes una apuesta fuerte desde lo económico, pero absolutamente coherente desde lo futbolístico: trajo a Miguel Angel Russo, un hombre absolutamente probado, ganador, inteligente, de sangre albirroja pura y varias páginas de gloria en la historia pincha. Pero Estudiantes sigue penando, y anda ahora peor que con aquel timorato, vueltero comando de Berizzo, que nunca terminó de decidir un rumbo. Quizás le faltó tiempo, pero el fútbol, como cualquier trabajo remunerado como el deporte profesional y con tanto en juego, depende lógicamente de los resultados.

Lo que se vuelve indisimulable en este enroque es sin dudas que no es sólo la cabeza del equipo la culpable de este 2011 nefasto. El análisis siguiente que realiza el gritón de radio es que los jugadores no ponen huevo, son crotos, etc. Este análisis, equivalente al famoso “que se vayan todos” que se corea en las tribunas y se llegó a corear en ámbitos políticos, no sirve en absoluto. Ningunear a los campeones de esta generación es no sólo una falta de respeto; además carece absolutamente de realidad. Lo cierto es que hay jugadores clave, de esos que uno espera que tripulen en la tormenta, con niveles bajos, rendimientos verdaderamente sorprendentes, a los que se suman los nuevos, que desconcertados por una realidad distinta a la que imaginaban y faltos de fútbol, no han mostrado demasiado. Y tampoco negaremos que por momentos, desde afuera, ha dado la sensación de que liderazgo se ha confundido con caudillismo, un hecho que sucede con todo ciclo glorioso a medida que se aproxima a su fin: los grandes que exigen respeto, los nuevos y su frescura irrespetuosa, los técnicos atrapados entre imponer su plan y sus jugadores, y el plan y los jugadores de los líderes…

Si Berizzo por momentos permitió que le armen el equipo, de Russo no puede decirse lo mismo: mandó al banco a la Gata, un preferido del público y de los referentes, por varios partidos, y hoy juega pero sale siempre; tampoco tuvo problemas en darle banco a un histórico como Boselli en el partido contra Racing, donde, contrario al pensamiento generalizado, considero que se hizo un planteo correcto con un hombre menos y que el cambio de Boselli tenía sentido por el gran recorrido que le da al equipo el Rayo Fernández, vs. un Mauro notablemente mufado y desgastado. Algo de lo que pretende Russo comienza lentamente, muy lentamente, a verse en la cancha, aunque también es evidente que no termina de haber feeling con el plantel, y que en definitiva eso marca la diferencia entre un equipo que juega convencido y uno que hace el trabajo que le indican.

Uno imaginaba un par de victorias que ayudaran a convencer, pero ya nos encontramos en la fecha catorce, últimos, y las probabilidades indican que, salvo una seguidilla de victorias improbables, el DT dejará su cargo en diciembre, dejando un legado de unos diez jugadores a préstamo traídos por él, varios inutilizables, una economía que no permite realizar incorporaciones para suplantar las incorporaciones fallidas y una nula promoción de juveniles. Hoy el plantel de Estudiantes tiene poco material propio, por lo cual la situación pos-junio es todavía más alarmante: sin Verón, sin Boselli, sin Cellay, sin Coria, y con otros probables éxodos, Estudiantes se enfrentará con un vacío en su plantel impensado hace un año atrás. Jugará con un equipo que mezclará los últimos partidos de los históricos que sobrevivan, con las primeras armas de los chiquitos que han sobrevivido este año y medio a pura incorporación, a puro tapón a los jugadores de inferiores. Algo, algo más profundo que un técnico o que un grupo de jugadores, se hizo mal.

En el medio de los ciclos de Berizzo y Russo hubo un momento de lucidez: el interinato de Luis Suárez permitió que algunos pibes demuestren que son igual o más que muchos refuerzos que se acercaban al club tras un esfuerzo económico que terminó colocando al club en una situación de desacelere forzado, y no estratégico. Porque en aquel entonces parecía el plan más sensato: dedicar el último año en cancha de Verón a la formación de los líderes del futuro, que son también apuestas económicas. Sin embargo, aquel plan se desvaneció en el medio de un mercado de pases demasiado osado para una comisión que salía: contratar un DT del calibre de Russo y traer los once refuerzos que llegaron a apenas un par de meses del fin de su mandato es sin lugar a dudas una locura, desde la coherencia de los proyectos pero sobre todo desde lo económico. Esta comisión pasará buena parte de su mandato tapando los agujeros dejados por un mes de caprichos dirigenciales, caprichos que le negaron al DT campeón de América tantas veces que dio el portazo que hoy se lamenta más que nunca.

Hoy, entonces, Estudiantes se ve forzado a desacelerar su rumbo. El mercado de pases de verano verá partir a muchos y llegar a pocos. Sin Verón y quizás con nuevo técnico, el tema del liderazgo en un momento tan caliente resulta una interrogante mayúscula. Hay que tomar conciencia de estas realidad y bancar el inicio de un nuevo ciclo. Pero sobre todo hay que aprender: Estudiantes necesita un proyecto de fondo, un proyecto institucional antes que deportivo. El espasmódico y menemista modo de contratar, a puro préstamo, que ha caracterizado a la institución en este último tiempo, es propia de equipos como San Lorenzo, que campeonato tras campeonato pretenden romper el mercado gastando euros en traer jugadores por unos meses, siempre en mal estado y sin compromiso, para terminar endeudándose ante la falta de éxitos y convertirse, en definitiva, en clubes encubiertamente manejados por capitales privados.

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