jueves, 17 de noviembre de 2011

La última de Pires

Para Solos Contra Todos


¿Qué esperábamos? La movida que muchos celebramos, también la supimos podrida. Y fue, nada más y nada menos, la movida que le dio poder a ese sujeto que se llama Miguel Pires, que nadie sabe bien que hace en el club.
Pires ha traído varios buenos jugadores al club, es innegable. También ha hecho lo suyo para que otros no lleguen, favoreciendo así a sus representados: bajó de lo Pillud por Mercado, trabó lo de Licht, y se le dan méritos por tantos negociados turbios que uno no quiere decir más para no meter la pata. En tanto la relación sea meramente comercial, estará en Estudiantes no caer en las tretas de un tipo que, lógicamente, quiere ganarse el mango.
Pero cuando hace un año trajo a la Gata al club sin que tuviéramos que poner un peso, nadie dijo demasiado. Era evidente que estamos participando de una movida rara. El deseo del jugador debe ser respetado, desde ya: la Gata la pasaba mal en México y quería pegar la vuelta, y la burocracia del fútbol no debería ofrecer tanta traba. Después de todo, hecha la ley, hecha la trampa: las legislaciones de FIFA obligan que tras una rescisión el jugador debe esperar hasta el mercado de pases siguiente para integrarse a un equipo, pero de la mano de Pires, la Gata lo hizo inmediatamente. Los dirigentes de Estudiantes, en lugar de entablar una conversación con sus pares de Tigres, palmearon en la espalda al turbio mercader. Le debían un gran favor, de esos que no se olvidan. Pires había metido el pie en la puerta.
Desde entonces, Pires se integró al equipo de decisiones de Estudiantes. Presionó más allá de lo que deberían haberlo dejado, pero con la venia de Verón (hoy, dicen, algo arrepentido) y tras la muestra de amistad mostrada en el caso de la Gata, probablemente se haya vuelto poderoso naturalmente. Su twitter refleja descaradamente esta situación, insultando a varios dirigentes que lo cuestionan, e insiste desde esa plataforma constantemente en remarcar la deuda que tiene el club con él, que, dice, trae negocios de primera, expeditivos, a la institución. Varios de estos negocios de primera han resultado verdaderas pesadillas: hoy, por ejemplo, Nelson Benítez, pagado en euros, está colgado y tiene contrato por dos años más. Un invendible. De los que llegaron este semestre, José Luis Fernández, también prestado con dinero europeo, está ya marginado. La mayoría de los once refuerzos de este semestre llevan su rúbrica como representante o intermediario, en un fabuloso negocio en el que algún alto dirigente, sabiéndose de salida, ha hecho también un gran negocio con porcentajes de venta y alguna coima.
Y de pronto, en medio de un presente desolador al que nos hemos acostumbrado, surge el temita de la Gata. Cuatro meses parado, más 600.000 dólares. Y no faltará un boludo que diga que lo pagamos barato. Es cierto, el valor de Fernández es mucho mayor (Tigres pedía 1.200.000), más allá de que el jugador se depreciará con su inactividad de cuatro meses. El tema pasa por otro lado: Estudiantes pagó la llegada de la Gata con un favor adeudado a Pires, quien exprimió el favor hasta las últimas consecuencias. Mientras tanto, el supuesto favor volvió como un muerto vivo para morder a Estudiantes en el culo. Pero ¿qué podía esperarse? ¿No era evidente que esto iba a pasar? ¿O por un momento imaginamos que éramos los más vivos de la cuadra? 

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