sábado, 10 de mayo de 2014

No será el último adiós



Fiesta. Una fiesta total: Estudiantes, dentro y fuera del campo, armó una despedida de casa ideal para el Idolo, Juan Sebastián Verón, metiendo baile en la tribuna y también sobre el césped, y trepando a la punta, porque lucha nunca deja de dar el León. Fueron tres los goles en un partido curiosamente tranquilo para el Pincha, acostumbrado al sufrimiento y la paridad: porque lo pudo abrir rápido, como ante Colón, y entonces un partido que asomaba aparejo mutó a ideal para el local.

Amanecía el partido y mientras Estudiantes jugaba su habitual fútbol que hace eje en la subida por las bandas, San Lorenzo, con equipo alternativo, avisaba que iba a ofrecer resistencia: Romagnoli, en cámara lenta pero con la claridad de los cracks, viejo némesis del León, conducía el toque de primera del equipo de Bauza que encontraba con facilidad, a espaldas de Correa y Auzqui, a hombres libres.

Pero todo lo planificado por el Patón se vino abajo cuando, trascurridos solo cinco minutos, el Pincha se puso en ventaja: tras una habitual pared Auzqui-Jara y centro a Carrillo, el 9 pateó sobre la marca y la pelota le cayó, en el borde del área, a Correa; el Tucu le dio como un crack, hermoso agarrarla así, llenarse el pie y ponerla en el ángulo. Primero en Primera para Correíta, y primero para el Pincha cuando los jugadores todavía se acomodaban.

A partir de ahí todo cambió. Los de Pellegrino se entusiasmaron y pasaron por encima a un San Lorenzo que se dejaba presionar y parecía perdido: acusaba el golpe del gol. Y vaya si lo acusaba, que parado en ataque dividió un pase hacia el último hombre. Carrillo, atento y haciendo gala de sus cualidades fuera del área, anticipó, corrió 30 metros, enganchó ante la marca y, cuando salió Alvarez a achicar, tiró al medio a Franco Jara. El cordobés había acompañado la jugada y solo tuvo que empujar hacia el gol para completar el jugadón de su compañero, una dupla cada vez más letal. Iban, solamente, doce minutos.

Y desde ahí, calco de Santa Fe, Estudiantes buscó planchar el partido. Pudo haber metido alguno más, seguro, tuvo chances con Correa, Carrillo y Jara, una jugada preparada de tiro libre que tapó el golero de Boedo y también un lindo corner olímpico del Once, aunque también en algún momento pudo recibir algún golcito para el susto y por distraído. Pero, básicamente, el partido parecía jugarse con los dos esperando que los minutos pasen.

Por supuesto, Franco Jara jamás juega en esa tónica y, mientras Estudiantes afianzaba el toque-toque para que corran las agujas del reloj y San Lorenzo se deshacía en intrascendencia y errores de manejo, mérito todo de un equipo muy enchufado y muy entero físicamente, bueno, en ese momento en el que todo pasaba lejos de los arcos, Jara interceptó un pase atrás calco del segundo tanto del encuentro (¿estudio del DT sobre dónde presionar?) y se metió en el área. Mano a mano, no perdonó: 3-0, habitual bailecito y gran celebración del equipo, que supo que el encuentro estaba listo, que podía respirar, que los puntitos estaban en casa.

Y entonces, el marco se llevó puesto el partido: sobraron los minutos finales, sobre todo luego de que Pellegrino, con el partido cocinado, decidiera sacar al Pelado para la ovación, más relevante, el resguardo físico: el público se entregó con una ovación atronadora hacia la Brujita en su último partido en casa, y el griterío no paró hasta el final. Se mezclaron en las emociones la victoria, la retirada del Preponderante y la punta porque, con la Brujita en cancha, imposible no soñar, imposible: él plantó la semilla que resembró la fe cuando volvió allá en 2006, entonces cómo no creer.

Tras el pitazo, una nueva ovación hizo lagrimear a Verón, que se quedó un rato en cancha despidiéndose de los suyos, de los que lo banca siempre, cuando tantas veces el mundo se empeñó en defenestrarlo en ningunearlo. No pudo terminar sus declaraciones, los ojos colorados, el club que es su vida diciéndole un adiós que todos, hasta los que gritamos hasta la disfonía para retribuirle algo, sabemos que es un hasta lueguito.

Ahora ya es sábado por la noche, tiempo para disfrutar la fiesta bárbara que armó el Pincha, contando anécdotas del Pelado entre amigos pincharratas y sabiendo que el Pincha hizo lo que tenía que hacer. Y que quiere más.

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