viernes, 9 de septiembre de 2011

La burbuja

Para Contra Todos


Todo empezó con la salida de Sabella. Diez días antes del comienzo del torneo, el técnico del seleccionado se fue por ninguneos varios y dejó un plantel seriamente golpeado desde lo anímico. La CD intentó repetir su acierto y contrató un DT novato, aunque no del riñón, pero Berizzo, por personalidad y capacidad, nunca pudo imponer su idea: se quedó el Toto entre ideas de cambio mal recibidas e ideas conservadoras digitadas por los jugadores. Todo con nefasto resultado: Estudiantes tiró por la borda prestigio, rachas y confianza.

Hasta principios de 2010, la política de los dirigentes había sido clara: no desarmar el plantel pero, a cambio, reforzarse lo mínimo indispensable. Atenerse a esta idea a rejatabla le valió a la CD la enemistad y renuncia de Pachorra, que pidió durante cuatro mercados de pases consecutivos un nueve para su equipo, jugó la final del mundo con un equipo notablemente disminuido respecto al que recibiera en 2009 y sufrió algunos arreglos piresianos. Tras la debacle del Clausura 2011, a meses de las elecciones, muchos apuntaban a la sede. Por primera vez en un lustro, el plantel se desarmaba (producto de políticas de refuerzo de mercados de pases anteriores, concentradas en el préstamo como forma de adquirir, aunque más no sea temporalmente, jerarquía; el aporte de esa jerarquía fue muy poco en relación al gasto). Y se hablaba de fin de ciclo, de necesaria transición. Los dirigentes parecen haber sido influenciados por un clima de decepción y enojo general; decidieron correrse de su política austera y darle a la gente lo que pedía. Incluso hasta podría leerse que, sabiendo que dejarían sus cargos en septiembre, lo hicieron sabiendo pero sin importarles el agujero económico que generaban. Se trató, quedó dicho en este espacio, de una apuesta a refundar un equipo de capa caída y necesitado de transición. También fue apuntado que sin la contratación permanente de Sosa y con demasiados préstamos caros e inevitablemente temporales, la refundación no era tal, sino que apenas se trataba de un manotazo de ahogado, de esos que tiran los equipos capitalinos, por mantenerse en los primeros planos desde el dinero y no desde los procesos. No había transición de experimentados hacia jóvenes, sino meramente la incorporación temporal de sangre de supuesta buena calidad para intentar cerrar un ciclo con éxitos. ¿Y después?

Pero en verdad, la apuesta, en el corto plazo al menos, podría haber salido bien. La jerarquía de los jugadores contratados, una columna vertebral pincha, proba y multicampeona (quizás en la ausencia de su doble 5, corazón y cerebro, pueda explicarse el andar cabizbajo de este equipo hasta la eliminación de la Copa) y la firma de Russo al frente del proyecto invitaba a la ilusión. Los más cautelosos apenas vaticinaban un lógico período de formación y adaptación de los nuevos: nadie imaginó este escenario. En apenas dos meses, Estudiantes está afuera de la pelea grande, habiendo armado un plantel largo para afrontar ambos torneos con el menor desgaste posible. Seriamente comprometido para alcanzar la Libertadores del año que viene, ni siquiera en eso puede pensar el equipo: debe primero encontrar una forma que lo convenza, un par de triunfos que lo estabilicen y, entonces sí, plantear nuevos objetivos que movilicen a los jugadores.

Pero dejemos lo deportivo para otro momento. Lo deportivo, a menudo, suele ser una manifestación de lo institucional. Estudiantes atraviesa un momento de suma confusión, con las elecciones a la vuelta de la esquina, un oficialismo en retirada, cuestionado a pesar de sus éxitos, ningún candidato de peso confirmado, la fantasmal presencia de Pires, la división de aguas que genera Verón entre los dirigentes y, sobre todo, las acusaciones y los miedos de los candidatos y de la oposición acerca de la situación económica del club. Institucionalmente Estudiantes supo estar cerca de un club modelo, pero hoy se ha alejado de su línea tanto histórica como la pertinente a este ciclo. La famosa transición hoy se muestra necesaria: no se vislumbran reemplazos en el largo plazo para los estandartes de la mística en este lustro, que ya peinan canas, arrastran dolores y, lógicamente, rinden menos que ayer. Pero en lugar de incorporar dos o tres buenos jugadores, alguna apuesta y darle lugar a los chicos en este marco de experimentados, al futuro, el club apostó una vez más en traer rellenos. Estudiantes contrató diez jugadores, cuatro más incluso que los que pidió Russo. Algunos ya probaron, como en el pasado Peñalba, Barrientos, Pereyra, no ser más que jugadores de moda, caros y requeridos pero para nada deslumbrantes a la hora de la verdad. Son estos los que evitan que suban a primera los proyectos de grandes jugadores que hay. Porque, a pesar de que, según el propio Filipas, el fútbol juvenil necesita de una autocrítica (y también una inversión constante y profesionales probos a cargo), han surgido valores de la talla de los hermanos Hoyos, Modón o Carrillo, que al menos deberían ser considerados para sumar minutos y demostrar su valía. Un caso emblemático resulta el de Iberbia, que sin que le sobre nada, a puro tesón, se impuso a todos los refuerzos que trajeron para jugar por ese sector a lo largo del año.

El ninguneo de lo propio ha sido una creciente deficiencia (y ha habido acierdo, que no se me malentienda) de este ciclo: la consigna de seguir peleando desde lo deportivo no incluye darle minutos a jóvenes verdosos, a pesar de que la movida hipoteca el futuro, realidad cada vez más notable. ¿Que pasará cuando se retiren las glorias? Para entonces tampoco estarán las aves de paso que hoy pueblan el plantel y cobran en euros. Estudiantes se acerca peligrosamente a esos equipos vaciados, sin patrimonio propio, obligado a desestabilizar su economía para armar un plantel cada seis meses: ha ingresado, luego de coquetear durante dos o tres mercados de pases, en una espiral de erogación de dinero constante e incoherente. Una tierra donde son muchos los que hacen negocios, pero no Estudiantes. La espiral puede llegar a aportar éxitos deportivos amparados en un gasto constante. Sin embargo, la burbuja generada por los éxitos, tarde o temprano, y sobre todo cuando se hilvanan un par de derrotas y se pierden un par de objetivos, estalla.

La salida de Berizzo tuvo un par de fechas que apuntaban al ideal: desacelerar, meter pibes, acompañarlos con las glorias. Con un par de refuerzos, podría haber sido un equipo competitivo Estudiantes. Imprevisible por su juventud, quizás, y no apto para la doble competencia. Pero apostando a un futuro sano. La llegada de Russo implicó apostar fuerte a lo deportivo. Pero aún entonces el DT enviaba un mensaje distinto, claro: no estaba dispuesto a abandoner el sitial que había alcanzado Estudiantes pero, afirmaba, lo que se arme debía subsistir más allá del año. Una consigna también sana, que apostaba al crecimiento sostenido. Tampoco fue ese el camino elegido, en definitiva. Cuando se termine el contrato de Miguel, se irán con él una decena de jugadores, sin contar posibles retiros o ventas.

Nadie quiere abandonar el rumbo deportivo, aunque muchos empiezan a aceptarlo como una necesidad. Quizás no lo sea. De cara a las elecciones, no se ha oído una voz que proponga un plan austero que permita seguir caminando por el camino hoy sinuoso del éxito sin comprometer la economía, como el plantel que armara el Doc y dirigentes en el 82, con un par de chirolas. Hasta ahora la consigna que se impone, sin ninguna explicitación de planes, es la de la casa propia. Caer en esa dicotomía “cancha o equipo” tampoco sería sano. Deben buscarse soluciones que se complementen y, sobre todo, que no pongan en peligro al club.

Zubeldía se alejó sorpresivamente del mando de un plantel desarmado y avejentado, quizás conciente de que se terminaba un ciclo y de no poder llevar a cabo la necesaria transición de sus discípulos. Recientemente el ex presidente Otolina intentó, con fines políticos, manchar la épica presidencia de Mangano al hacer referencia a la deuda que dejó su ciclo. Cierto es que Estudiantes sufrió económicamente luego de aquel período, pero también que quedó un Country y una copa del mundo como parte de nuestro patrimonio. No puede caerse en la ingenuidad de pensar que operar un equipo competitivo en el fútbol argentino es un negocio magnífico: generalmente genera deudas en premios y contrataciones, apenas equilibrables mediante alguna venta salvadora. Los ciclos exitosos conllevan pérdidas lógicas y además, terminan. Esta lección histórica debe servir para no repetir errores del pasado. Es necesario trabajar las metas siempre en ese límite entre el rédito y el endeudamiento potable: Estudiantes no debe abandonar su crecimiento, pero debe realizar sus apuestas dentro de este marco, ser conciente de sus limitaciones como institución y no despilfarrar recursos como si fueran renovables. Se impone un proyecto que involucre lo deportivo pero también el largo plazo, la transición necesaria y las inferiores. Un proyecto que acreciente el patrimonio del club a partir de las inversiones realizadas, en vez de disminuirlo como lo hace cada jugador que viene a préstamo y no deja nada más que pérdidas. Un proyecto que quizás implique desacelerar el crecimiento deportivo para desinflar una hinchada burbuja económica: porque después de todo, tras la apuesta monetaria que implicó el armado de este plantel y también del plantel de inicios de año, hoy, al alcanzarse el límite de la burbuja, Estudiantes desacelera obligadamente.

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