Para Solos Contra Todos
Siempre que un técnico comienza a
“analizar” su futuro, el desenlace es previsible como película pochoclera:
Azconzábal pidió cuarenta y ocho horas para pensar y, acorde a la lógica
futbolera, en dos horas se bajó del barco. Esta vez el hincha no pidió
masivamente corte de cabezas, ni chifló ni llamó desesperado a la radio: fuimos
civilizados y bastante coherentes en nuestros reclamos (los canchistas, claro
está, no los hinchas radiofónicos), y hasta algunas encuestas respaldaban una
continuidad del Vasco. Quizás tenga que ver con el pasado pincha y la bonhomía
del juninense, su invicto inicial y la promoción de varios chicos; quizás con
la sensación de que, tres técnicos después, nada cambia, y entonces el planteo
debe ser más profundo que el típico golpe efectista de timón. Lo cierto es que
al Vasco no se lo comieron los socios, los hinchas, la opinión pública, que
aceptó bastante resignada este presente de un punto sobre quince; no, al Vasco
se lo comió la propia lógica histérica del fútbol en la que ha caído,
lamentablemente, un Estudiantes donde mucho se habla de proyecto, pero poco se
planifica.
Azconzábal será el tercer técnico en irse
desde 2011, y el tercero en ni siquiera terminar un torneo. El problema, es
evidente, trasciende la esfera del conductor y revela la falta absoluta de
rumbo: Berizzo fue un experimento, un intento de descubrir al próximo Simeone o
Sabella en un momento donde, sobre todo desde la propia dirigencia, algunos
seguían ninguneando el laburo de Pachorra y creían en el reinado de los
jugadores “que se dirigen solos”. Tras la decepción del bielsista, se buscó un
técnico con espaldas y de la casa: Miguel Angel Russo llegó con todos los
pergaminos, armó un equipo para ganar dos competencias en Europa, y se lo
devoraron los resultados y las rencillas, dejando como legado un larguísimo
plantel y un importante agujero económico. Como toda medida efectista fue
absolutamente ineficiente: fue su peor actuación al frente de un equipo en dos
décadas.
Tras el enorme gasto y la realización de
que, más allá de quien estuviera al frente, también se imponía un ordenamiento
en el seno del plantel, la dirigencia entrante buscó primero un DT de perfil
alto, acorde a las exigencias del endulzado paladar del hincha y buscando un
cimbronazo en el arranque de su campaña, para luego girar 180º y proponer la
continuidad del interino Azconzábal, que por cierto, pasó de elegir técnicos a
ser técnico a no ser nada... Los buenos resultados cosechados en el cierre del
Apertura 2011, la falta de otras ofertas, el bajo costo del DT y la posibilidad
de comprarle pocos refuerzos e indicarle que su labor era la promoción de
juveniles, inclinaron la balanza. Se trató de una decisión sensata, que sin
embargo asomaba falta de audacia: el laburo del DT se centraría en hacer jugar
a los chicos e intentar llegar a fin de semestre cerca de la punta. Un objetivo
lo logró, el otro parecía disolverse cuando el Vasco tomó su decisión.
Y en la vorágine irreflexiva que se activa
por instinto, ya se nombra a Pellegrino, Martín Palermo y Nelson Vivas. ¿Pero
cual es la intención? ¿Hacer hincapié en profundizar el camino de
revalorización de la cantera en detrimento de los pases rutilantes, y dedicarse
a sumar puntitos para sobrevivir? ¿Invertir fuerte en el estadio y ahorrar en
lo deportivo? ¿Alcanzar una copa? ¿Pelear un título? De la respuesta dependerá,
en primera instancia, el plantel con el que se trabajará. Y el técnico debería
ser elegido acorde a la decisión tomada en este sentido: si se habla de Martino
y luego se contrata a Azonzábal, como ocurrió tras la partida de Russo, es
evidente que no hay una decisión fuerte al respecto. Si esto se repite, se
corre el riesgo de, por apresuramiento y desesperación, borrar los pasos
positivos dados en este ciclo del juninense (buscando la renovación del plantel
con sangre joven) y de profundizar los errores del pasado (no percatarse de la
necesidad del recambio propio para las arcas y para la propia salud del
plantel). Y en definitiva, además, si se continúa realizando apuestas, ¿no
volverá a suceder lo mismo? ¿No perderá un novato Palermo/Vivas/Pellegrino, por
impericia, dos o tres partidos claves, y caerá el hacha sobre su cabeza?
Seguramente. Y así no hay proyecto que resista. La idea madre, que incluye no
solamente una conducción o un estilo de juego sino una noción integral de lo
necesario para el club, debe ser la base del proceso, por encima de nombres
propios; en lugar de esto, se busca antes el nombre, y el shock mediático para
calmar al ansioso, sin haber aclarado la idea, sin poner por delante un
proyecto.
Y entre los nombres propios, tema tabú,
están los jugadores que no han podido sacar adelante este momento durante un
año y medio ya. No se trata de acusar tontamente a tipos con una historia enorme
encima del lomo: no debemos caer tampoco en esa histeria destructiva del “que
se vayan todos”. No ha faltado voluntad ni compromiso: lo que a faltado es
tranquilidad, fruto de una institución que se ha tornado incoherente e
impaciente a pesar de su discurso largoplacista. Sin caer absurdamente contra
la historia viva, deben valorarse momentos, ganas, costos; al fin y al cabo,
¿es tan terrible que algunos jugadores estén desgastados, necesiten cambiar de
aire, buscar ambientes diferentes? El club, ha quedado claro tras el último
informe de las finanzas, necesita reducir el gasto; el largo plantel, repleto
de nombres que olvidamos por momentos (¡Nelson Benítez! ¡José Luis Fernández!
Emblemas de un Estudiantes del despilfarro), una limpieza. Siempre ha sido un equipo de personalidades
fuertes y quizá ayude a descomprimir un equipo estancado, notablemente
frustrado en la cancha, muy presionado desde adentro y desde afuera, que
algunos busquen nuevos rumbos, diferencias económicas, desafíos distintos.
Por supuesto, si Azconzábal se halla sin
fuerzas, golpeado al borde del nocaut como dicen, no hay nada que hacer: el
apoyo debió haber llegado antes, si se consideraba -como debe considerar la
dirigencia a su conductor designado- que el Vasco era esencial al proyecto.
Aunque también es sumamente atendible que la conducción del club, que tiene sus
ambiciones deportivas, entienda que, si alguna vez se recurrió al Vasco porque
se necesitaba un poco de calma, perfil bajo y sensatez, considere ahora el
ciclo cumplido. Lo que es incomprensible es el fin abrupto: no hay coherencia
en terminar ya mismo un ciclo que se sabía, más allá de las esperanzas que nos
despertaron los refuerzos y las victorias, se trataba más de acompañar la
transición que de bañarse de gloria. ¿Qué cambia trabajar siete fechas con
Azconzábal, o siete fechas con un DT interino? ¿Es saludable acostumbrarse a la
inestabilidad, cambiar siempre que llegan las pálidas? El ciclo del Vasco
debería llegar a su fin natural, haciendo menos traumática además su salida
para el plantel. Y mientras termina el torneo, los dirigentes podrían tomarse
su tiempo para formular un plan deportivo serio y sin concesiones a los pedidos
mediáticos, propios de la ansiosa y bipolar lógica del titular marketinero, y
contratar un conductor acorde. Y, claro, respaldar su decisión con hechos,
acompañar, comprometer al plantel y dejarlo laburar. Todo apunta, sin embargo,
a que una vez más, por cuarta vez en un año y medio, Estudiantes traerá un DT a
las apuradas, improvisando por la supuesta urgencia. Y la urgencia es sólo
percibida: Estudiantes todavía está a tiempo de pensar antes de correr, como
decía Pachorra. Estudiantes todavía está a tiempo de ser paciente y consecuente
con sus ideas: ése es el único camino hacia la grandeza.
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