domingo, 29 de abril de 2012

Una idea por sobre los nombres



Siempre que un técnico comienza a “analizar” su futuro, el desenlace es previsible como película pochoclera: Azconzábal pidió cuarenta y ocho horas para pensar y, acorde a la lógica futbolera, en dos horas se bajó del barco. Esta vez el hincha no pidió masivamente corte de cabezas, ni chifló ni llamó desesperado a la radio: fuimos civilizados y bastante coherentes en nuestros reclamos (los canchistas, claro está, no los hinchas radiofónicos), y hasta algunas encuestas respaldaban una continuidad del Vasco. Quizás tenga que ver con el pasado pincha y la bonhomía del juninense, su invicto inicial y la promoción de varios chicos; quizás con la sensación de que, tres técnicos después, nada cambia, y entonces el planteo debe ser más profundo que el típico golpe efectista de timón. Lo cierto es que al Vasco no se lo comieron los socios, los hinchas, la opinión pública, que aceptó bastante resignada este presente de un punto sobre quince; no, al Vasco se lo comió la propia lógica histérica del fútbol en la que ha caído, lamentablemente, un Estudiantes donde mucho se habla de proyecto, pero poco se planifica.

Azconzábal será el tercer técnico en irse desde 2011, y el tercero en ni siquiera terminar un torneo. El problema, es evidente, trasciende la esfera del conductor y revela la falta absoluta de rumbo: Berizzo fue un experimento, un intento de descubrir al próximo Simeone o Sabella en un momento donde, sobre todo desde la propia dirigencia, algunos seguían ninguneando el laburo de Pachorra y creían en el reinado de los jugadores “que se dirigen solos”. Tras la decepción del bielsista, se buscó un técnico con espaldas y de la casa: Miguel Angel Russo llegó con todos los pergaminos, armó un equipo para ganar dos competencias en Europa, y se lo devoraron los resultados y las rencillas, dejando como legado un larguísimo plantel y un importante agujero económico. Como toda medida efectista fue absolutamente ineficiente: fue su peor actuación al frente de un equipo en dos décadas.

Tras el enorme gasto y la realización de que, más allá de quien estuviera al frente, también se imponía un ordenamiento en el seno del plantel, la dirigencia entrante buscó primero un DT de perfil alto, acorde a las exigencias del endulzado paladar del hincha y buscando un cimbronazo en el arranque de su campaña, para luego girar 180º y proponer la continuidad del interino Azconzábal, que por cierto, pasó de elegir técnicos a ser técnico a no ser nada... Los buenos resultados cosechados en el cierre del Apertura 2011, la falta de otras ofertas, el bajo costo del DT y la posibilidad de comprarle pocos refuerzos e indicarle que su labor era la promoción de juveniles, inclinaron la balanza. Se trató de una decisión sensata, que sin embargo asomaba falta de audacia: el laburo del DT se centraría en hacer jugar a los chicos e intentar llegar a fin de semestre cerca de la punta. Un objetivo lo logró, el otro parecía disolverse cuando el Vasco tomó su decisión.

Y en la vorágine irreflexiva que se activa por instinto, ya se nombra a Pellegrino, Martín Palermo y Nelson Vivas. ¿Pero cual es la intención? ¿Hacer hincapié en profundizar el camino de revalorización de la cantera en detrimento de los pases rutilantes, y dedicarse a sumar puntitos para sobrevivir? ¿Invertir fuerte en el estadio y ahorrar en lo deportivo? ¿Alcanzar una copa? ¿Pelear un título? De la respuesta dependerá, en primera instancia, el plantel con el que se trabajará. Y el técnico debería ser elegido acorde a la decisión tomada en este sentido: si se habla de Martino y luego se contrata a Azonzábal, como ocurrió tras la partida de Russo, es evidente que no hay una decisión fuerte al respecto. Si esto se repite, se corre el riesgo de, por apresuramiento y desesperación, borrar los pasos positivos dados en este ciclo del juninense (buscando la renovación del plantel con sangre joven) y de profundizar los errores del pasado (no percatarse de la necesidad del recambio propio para las arcas y para la propia salud del plantel). Y en definitiva, además, si se continúa realizando apuestas, ¿no volverá a suceder lo mismo? ¿No perderá un novato Palermo/Vivas/Pellegrino, por impericia, dos o tres partidos claves, y caerá el hacha sobre su cabeza? Seguramente. Y así no hay proyecto que resista. La idea madre, que incluye no solamente una conducción o un estilo de juego sino una noción integral de lo necesario para el club, debe ser la base del proceso, por encima de nombres propios; en lugar de esto, se busca antes el nombre, y el shock mediático para calmar al ansioso, sin haber aclarado la idea, sin poner por delante un proyecto.

Y entre los nombres propios, tema tabú, están los jugadores que no han podido sacar adelante este momento durante un año y medio ya. No se trata de acusar tontamente a tipos con una historia enorme encima del lomo: no debemos caer tampoco en esa histeria destructiva del “que se vayan todos”. No ha faltado voluntad ni compromiso: lo que a faltado es tranquilidad, fruto de una institución que se ha tornado incoherente e impaciente a pesar de su discurso largoplacista. Sin caer absurdamente contra la historia viva, deben valorarse momentos, ganas, costos; al fin y al cabo, ¿es tan terrible que algunos jugadores estén desgastados, necesiten cambiar de aire, buscar ambientes diferentes? El club, ha quedado claro tras el último informe de las finanzas, necesita reducir el gasto; el largo plantel, repleto de nombres que olvidamos por momentos (¡Nelson Benítez! ¡José Luis Fernández! Emblemas de un Estudiantes del despilfarro), una limpieza.  Siempre ha sido un equipo de personalidades fuertes y quizá ayude a descomprimir un equipo estancado, notablemente frustrado en la cancha, muy presionado desde adentro y desde afuera, que algunos busquen nuevos rumbos, diferencias económicas, desafíos distintos.

Por supuesto, si Azconzábal se halla sin fuerzas, golpeado al borde del nocaut como dicen, no hay nada que hacer: el apoyo debió haber llegado antes, si se consideraba -como debe considerar la dirigencia a su conductor designado- que el Vasco era esencial al proyecto. Aunque también es sumamente atendible que la conducción del club, que tiene sus ambiciones deportivas, entienda que, si alguna vez se recurrió al Vasco porque se necesitaba un poco de calma, perfil bajo y sensatez, considere ahora el ciclo cumplido. Lo que es incomprensible es el fin abrupto: no hay coherencia en terminar ya mismo un ciclo que se sabía, más allá de las esperanzas que nos despertaron los refuerzos y las victorias, se trataba más de acompañar la transición que de bañarse de gloria. ¿Qué cambia trabajar siete fechas con Azconzábal, o siete fechas con un DT interino? ¿Es saludable acostumbrarse a la inestabilidad, cambiar siempre que llegan las pálidas? El ciclo del Vasco debería llegar a su fin natural, haciendo menos traumática además su salida para el plantel. Y mientras termina el torneo, los dirigentes podrían tomarse su tiempo para formular un plan deportivo serio y sin concesiones a los pedidos mediáticos, propios de la ansiosa y bipolar lógica del titular marketinero, y contratar un conductor acorde. Y, claro, respaldar su decisión con hechos, acompañar, comprometer al plantel y dejarlo laburar. Todo apunta, sin embargo, a que una vez más, por cuarta vez en un año y medio, Estudiantes traerá un DT a las apuradas, improvisando por la supuesta urgencia. Y la urgencia es sólo percibida: Estudiantes todavía está a tiempo de pensar antes de correr, como decía Pachorra. Estudiantes todavía está a tiempo de ser paciente y consecuente con sus ideas: ése es el único camino hacia la grandeza.

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