Argentina es esto: furia y genialidad ofensiva, todavía a media
máquina porque Di María, Higuaín y Agüero siguen sin aparecer; pero muchísimos
problemas abajo, siempre mano a mano por la falta de volantes por las bandas.
En el golpe por golpe, la Selección fue esperablemente más que Nigeria y lo
venció 3 a 2 para pasar primero, con puntaje ideal, a los octavos.
Pero más allá de los peligros del 433, esta fue otra
Argentina. Liberada de la presión de clasificar para evitar el bochorno y tras
juramentarse los delanteros mayor movilidad, los de Sabella comenzaron a puro
furor, toque y toque en tres cuartos, volviendo locos a los defensores
nigerianos que todavía no podían acomodarse. Messi, como imparable comodín, conectaba
con Agüero, Di Maria, Higuain, sus amigos de la ofensiva, y Argentina llegaba
enseguida al gol: iban 2 minutos cuando, tras un remate del Fideo que derivó en
el poste, la Pulga le dio duro y arriba y gol argentino.
Muchos imaginaban espacios y goleada, pero no: porque el
saldo de esta vorágine inicial no fue victoria sino empate, con las Aguilas
Verdes encontrando el empate solo dos minutos después. Zabaleta, mano a mano
contra Musa, esperó demasiado y el zarpazo del veloz delantero nigeriano
terminó en super gol.
Uno a uno en cinco minutos. Nigeria agrupada, menos ingenua
de lo que sugerían los análisis previos, y saliendo rápido “a lo Irán”.
Argentina, más paciente y algo más picante que lo usual, pero incapaz de romper
el cerco. Así transcurrió gran parte del primer tiempo, hasta que Messi.
LA REVANCHA.
El Señor Diez se paró, el balón quieto levemente al costado derecho
del área, esperando el impacto. Tiró Messi. Tapó, con vuelo aguilar, Enyeama. “¡Enyeama!”,
pensó la Pulga lleno de odio. Hijo de su madre, el mismo tipo que hizo
maravillas para que no pudiera marcar en el duelo mundialista anterior, aquel
de 2010. Enyeama comenzaba a convertirse en pesadilla, otra vez.
El gol tempranero, que había roto aquel hechizo del Ellis Park,
era un gol inútil, de dos minutos de algarabía y volver a fojas cero. Messi
hace goles no para las estadísticas o para demostrar, sino para ganar.
Pasaron unos minutos y la férrea defensa nigeriana volvía a
raspar: otra vez esperaba la brazuca, sobre el césped del Beira-Río, el impacto
de Lionel. Tiró la Pulga, un calco. Esta vez, Enyeama no llegaría: espectador
privilegiado de cómo la pelota ingresaba en el ángulo, corrió sabiendo fútil
estirarse y puteó en colores a quien supo subyugar. Este Messi no es aquel:
este supera los obstáculos y es hoy la principal razón por la cual podemos, con
algún argumento, ilusionarnos.
El gol llegó en el minuto final de la primera etapa:
Argentina, cosa del azar, pegaba en los minutos asesinos, claves, en esos que
dejan nocaut al rival. Pero Nigeria no había acusado el golpe primero y tampoco
acusó el segundo cross de Messi. Y en apenas un instante de la segunda etapa,
otra vez Musa, otra vez arrancando por derecha, encontraba el empate con una
definición exquisita que culminó una rápida contra. Argentina perdió la pelota
y Nigeria corrió contra una defensa que no sólo luce abierta y desacoplada,
sino que rara vez recibe más ayuda del medio que la que ofrece el incansable
Mascherano.
Seguramente se relamían en algunos medios, agazapados ante
la chance de la crítica y de titular “Qué pizza nos comimos”. Pero Argentina
encontró el modo. Sin ser coherentes con la narrativa el partido, no hubo
salvación messiánica, ni siquiera combinación entre los de arriba: fue córner y
rodillazo de Marcos Rojo al gol.
Sí. Marcos Rojo. Al que mandaron a comprar garotos. Rojo, el
más parejo de la Selección, bancando como puede el retroceso, siempre solo
contra dos, y, aemás, desdoblándose en ataque con generosidad y corrección. El
jugador que más corrió con Irán tuvo su premio cuando el balón buscó su pierna
para clavarse en el arco de Enyama.
Con el 3 a 2 en el marcador, y con el primer puesto casi en
el bolsillo (Nigeria debía ganar), Argentina retrocedió, una doble apuesta que
abrió los huecos para la contra. Ya estaba afuera Agüero, notablemente tocado
en este Mundial, y Pachorra decidió que la presencia de Messi, la carta, era
demasiado riesgosa ante los cruces de los africanos que no mermaban en su
intensidad. Pudo ampliar Argentina de contra, también sufrió en alguna ocasión
(Zabaleta taparía a Muza lo que parecía el replay del primer tanto) pero, en
definitiva, esto es Argentina.
El paso al frente es notorio: más movilidad, más conexión entre las líneas, triunfo más convincente, con espacios Argentina volvió a mostrar, como en la previa al Mundial, que es letal. El golpe por golpe es una apuesta. La apuesta que quieren
los jugadores, que reconocieron luego que para hacer funcionar el esquema
tienen que retroceder: en este sentido, son varios los jugadores que parecen
bajos para realizar este desdoblamiento: sin físico, nivel o confianza, parecen
más preparados para quedarse en su quintita que para solidarizarse en el retroceso.
Pero todo esto quedará para el análisis en una semana de
seis días hasta el primer duelo a suerte o verdad. Mientras tanto, a pesar de
las críticas, a pesar de los cruces públicos, a pesar de los medios que
fogonean el malestar, fracasistas que apuestan a la derrota: a pesar de todo,
con puntaje ideal, Argentina pasó la primera prueba. Otros están comprando
suvenires en el free shop.
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