sábado, 14 de junio de 2014

¿Quién dice que es fácil?


El resultado deja un 3-1 que indigna. Indigna en su injusticia, porque Brasil, ese candidatazo que iba a golear a todos, a duras penas pudo ser coherente y fue puro empuje e individualismo. Indigna más, claro, porque Croacia hizo su partido y el árbitro torció el rumbo con ese penal que vio sólo él. Una sanción vergonzosa, sumada a la faltita sobre Julio Cesar que decidió sancionar y que terminaba en gol croata, difícil de pensar como un accidente, mera inocencia. Un inicio negro para la credibilidad del Mundial.

Deja muy poco para el análisis, entonces, el encuentro, desnaturalizado por la inclinación de la cancha. “Digno igual”, dicen algunos de Croacia. ¿Digno? En todo caso, una dignidad nada sorpresiva: quienes pensaban que Brasil iba a apabullar a los croatas poco sabe de fútbol. La joven patria de los Balcanes siempre muestra esa sangre guerrera y ese orgullo por la nación conseguida a fuerza de lucha. Así llegó a ser tercero en su mundial debut.

Los pueblos de esa problemática zona, además, siempre han tenido buenos deportistas y mucha pasión. De ningún modo iba a haber paseo verdeamarelho: debut mundialista y la presión agregada de la localía. Cuando Marcelo empujó el balón contra su propia área, fue el despertar de esta ilusión, tan carioca, que auguraba que todo sería fácil.

Y también fue un alerta para el resto de los equipos. No existen ya los cuadros fáciles: todos estudian, hay videos de todo y estrategias posibles para, aún en desventaja de jerarquía, anular al rival. El análisis prepartido suele perogrullar las verdades, dar por sentado jerarquías que, cuando menos, hay que ratificar partido a partido, con mucho cuidado. El encuentro de hoy, clara muestra, tuvo al perdedor siguiendo un plan de juego más pensado que el ganador. Brasil no tuvo ideas, y sí azar, en el primer tanto, mala ejecución de Neymar, y mucha política en el segundo. El tercero, donde apareció la individualidad que separa a los grandes equipos de los trabajadores, apenas decoró.

Las individualidades tendrán su peso, claro, como siempre. Pero ya no habrá, por mero peso específico, goleadas estruendosas: ya no hay equipos entregados, todos vienen a molestar. Todos, además, tienen cuadros formados por jugadores que se desempeñan en el centro del mundo futbolístico, Europa, y hasta cuentan con la ventaja de que muchos son desconocidos y descuidados.

Ojo, entonces. Nada faltó para el batacazo, apenas que el árbitro no estuviera influenciado (siendo bienpensante, claro), por el clima festivo de la previa. Este Brasil no es campeón cantado, tendrá que remar bastante (lo que más tiene, parece, es personalidad), no podrá depender de ayudines siempre y por ende, el Mundial será abierto. El Mundial arranca con una mancha negra y una advertencia: no hay nada fácil, menos en un torneo así, donde juegan tanto los sentimientos, la ansiedad, los nervios. Menos en el panorama actual del fútbol, donde ya no hay inocencia.

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