sábado, 21 de junio de 2014

El matagigantes: razones para un batacazo


Nadie. Nadie contaba con Costa Rica. Algunos, con ese afán de distinción, tiraban a Honduras como potencial sorpresa. Otros, replicando lo que se viene charlando, hablan de Bégica. Nadie tenía a los Ticos: convidados de piedra en un grupo con tres campeones mundiales, eran el extra, el equipo del que todos se alimentarían, al que dejarían en cero. La derrota de Uruguay fue, por ello, sinónimo de siamo fuori: no había chances de que los centroamericanos repitieran la hazaña. Todos, todos, calculamos que en el grupo de la muerte, pasaría el que más goles le hiciera a Costa Rica: pero pasó Costa Rica, y mandará a casa a dos campeones mundiales, con Inglaterra afuera y Uruguay e Italia jugándose en el último partido mano a mano la clasificación. Un encuentro para alquilar balcones: desde las alturas no hay chances de ser afectado por las chispas.

El extra del grupo D mirará todo esto tranquilo, ya instalado en octavos: y de pasar primero, tendría un cruce accesible, ante el segundo del grupo de Colombia que saldrá de Japón, Costa de Marfil y Grecia.

Por supuesto, poco crédito para el vencedor: como la humillación inicial fue para Uruguay, ahora son los italianos los castigados por no poder vencer al débil equipo tico. ¿Débil? El fútbol se resiste a ver una realidad de varias jerarquías agonizando por el paso del tiempo y el trabajo de los rivales. El fútbol sostiene sus grandes narrativas, sus “equipos grandes”, pero cada vez más sólo se sostienen en lo discursivo.

Ya viene sucediendo hace rato, con equipos que dan la sorpresa aunque luego no están preparados porque ni ellos mismos confían en su potencial. Ellos mismos se desmoronan ante las leyendas y las casacas: pero hace rato, las camisetas solas no alcanzan. Costa Rica, si no es la primera, es sin dudas el sumum de esta tendencia de los márgenes a atrevérseles, cada vez más, a los países del centro del mundo futbolístico.

Y con armas de esas que se dicen nobles. Porque hemos discutido, desde este espacio, infinitas veces el absurdo concepto de nobleza en la elección de la estrategia, la idiotez de moralizar las formas de juego y de castigar, para colmo, a los pobres por adoptar estrategias que podrían llegar a permitirles vencer a los poderosos. Pero Costa Rica trasciende esta dicotomía porque, lejos de ser un equipo pragmático y especulador, juega como lo han hecho los grandes protagonistas, hasta el momento, del mundial.

Los Ticos, con la Azzurra como ante la Celeste, consiguieron frustrar al rival. Una defensa bien plantada y un generoso bloque de medios que presiona desde media cancha complicó la circulación de ambos equipos. Costa Rica obligó a Italia a jugar con los que menos saben, a revolearla por momentos, y para colmo, los que realizaban la presión alta luego retrocedían para colaborar en defensa: la convicción en escribir la historia, el entendimiento profundo y visceral de su plan de juego, y de sus limitaciones, construyen un vínculo profundo que se refleja en su arma más poderosa, la solidaridad física, no solo verbal.

Pero todo esto, sin la bola: con la pelota, los Ticos jugaron como el equipo más experimentado, manejando los tiempos, tocando de primera en el medio para clarificar y provocar el adelantamiento de la línea italiana y luego jugando profundo y rápido con sus delanteros. A través de la contra, Costa Rica marcó sus 4 tantos en la Copa del Mundo y se instaló en octavos.
Costa Rica fue el mejor con y sin pelota. Y con menos posesión, fue el que impuso las condiciones de juego, ante una Italia preso de su telaraña como un novato. Justo Italia, quien supo ser maestro del bochazo. Pero esta Italia, de la mano de Cesare Prandelli, cambió su estilo histórico privilegiando la posesión, a contramano del mundo que decidió que era hora de juego vertical, algo que además aplauden desde los palcos dorados los directivos FIFA, uno de los motivos por el cual hay tantos goles en este Mundial.

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