martes, 12 de junio de 2012

La conspiración de la lluvia



El agua jugó para Rafa Nadal y lo coronó por séptima vez en Roland Garros

Lo ganó la lluvia, cuando parecía que causaba el destronamiento de Rafa en su reino de polvo de ladrillo. En Francia, la lluvia pareció conspirar primero contra Nadal para luego convertirse en la clave de su séptima conquista, historia pura. En la corte francesa de Roland Garros, el Rey Rafa rige hasta sobre el clima.

En el partido jugado el domingo, Nadal dominaba mental y tenísticamente hasta que la lluvia comenzó a frustrarlo. El efecto que aplica a la pelota, ese top indomable que en polvo constituye la base de su reinado, disminuye su eficacia en una cancha mojada, con pelotas mojadas. Pasamos así del banco destruido por el raquetazo de un Djokovic impotente, que estaba dos sets y quiebre a cero en una final que ya todos daban por terminada, a la pelota arrojada por Rafa al juez para demostrarle cómo había aumentado su tamaño por el agua, cuando Nole hilvanó 8 juegos consecutivos, ganó el tercer parcial y se puso 2-0 en el cuarto.

Entonces los jueces decidieron la suspensión del encuentro. Nadal discutió con el juez, exigiendo explicaciones por haber permitido que el juego siguiera durante una hora en medio de la garúa. Pero por más circo que se montara lo supimos todos: el parate constituía un freno a la avanzada del número 1 del mundo. Nadal tendría la chance de calmarse, descansar su físico siempre sobrecargado por su estilo de juego y, sobre todo, de salir a la cancha pensando que bastaba con ganar cinco juegos para llevarse el séptimo trofeo en el Grand Slam francés.

La relación conspirativa entre Nadal y la lluvia no es nueva, se remonta al regicidio de Wimbledon 2008, cuando el entonces Emperador Federer volvió de estar dos sets abajo y parecía destruir la moral de un joven Rafa obsesionado con la pesadilla de la derrota del 2007 en el mismo escenario. Pero entonces la lluvia frenó al más grande de todos y con su sonido íntimo calmó al regicida que sería rey. La lluvia fue la principal aliada del Rey Rafa cuando éste, en la Catedral del tenis, conquistó el trono.

SENTENCIAS DE MUERTE

Ahora, el poder es caprichoso y difícil de controlar, y Roger, dado por muerto en Wimbledon, volvió de la tumba para recuperar su reinado exiliando a un Nadal desgastado. Rafa cayó en desgracia, y los rumores sobre su fin rondaban el reino del tenis. Aquella fue la segunda muerte del español: la primera había acontecido en Wimbledon en 2007, un año antes de su iconoclasta destronamiento. Pero, como afirmó alguna vez el beisbolista más célebre de todos los tiempos, Babe Ruth, “simplemente no puedes vencer a quien nunca se da por vencido”. Rafa fue pronunciado muerto con apresuramiento, volvió de su exilio y recuperó el trono por prepotencia de trabajo.

En el convulsionado reino tenístico no le duró mucho a Rafa el reinado: cuando parecía aplacada la rebeldía de Federer, apareció un nuevo hereje. Novak Djokovic conquistó aliados con su carisma y en una avanzada sensacional aplastó a Nadal  6 veces en 2011 y una más en los albores del 2012 en la batalla de Australia, una de las más grandiosas contiendas que recuerde el deporte. El serbio, con su destreza natural que recuerda a la de Federer el Grande y una fiereza y hambre propias de Nadal el León, era el nuevo rey del tenis. Rafa fue dado por muerto.

Pero, simplemente, no se puede vencer a quien nunca se da por vencido. Nole flaqueó: lo más difícil es mantenerse, requiere de madurez, de constancia, y el joven e inexperto Djokovic, quizás algo satisfecho, quizás algo confiado, se mostró vulnerable. Rafa comenzó a planear su regreso al poder al darse cuenta de que el Rey Bufón no podría repetir la campaña del año anterior. Esperó. Acechó. Con la paciencia de los sabios, preparó el terreno para una batalla clave, en su casa, Roland Garros, donde apenas perdió un encuentro sobre 52. Rompió la racha de derrotas ante Nole y el aura de invencibilidad que se gestaba alrededor, con las victorias de Montecarlo y Roma. Djokovic no era el mismo: hasta pareció que no alcanzaría la batalla prometida, pero el enfrentamiento era cosa destinada. Habló entonces Rafa con su vieja aliada, la lluvia, le ordenó estar atenta: si lo notaba cansado, si lo notaba frustrado, si su rival comenzaba a mejorar, debía conjurar una tormenta que frenara la batalla. Así consiguió Nadal, un lunes, herir de muerte al monarca serbio, que perdió el encuentro con una doble falta y vio frustrada la chance de conseguir los 4 torneos grandes y entrar en un selecto grupo fuera del cual figuran nombres legendarios del tenis: Sampras, Borg, Lendl, Connors… Si ellos no pudieron, ¿por qué habría de serle sencillo a Novak alcanzar la gloria?

Tras la derrota en campo francés, muchos se apresuran a dar por terminada la era Djokovic, obviando que el serbio ha estado en las últimas cuatro finales de majors (todas victorias contra Nadal hasta el lunes) y que, seguramente, recuperará su voracidad con una derrota que necesitaba. Estará herido y vulnerable, pero no hay rivales serios para Nole más allá de Rafa y, en un buen día, Federer. Djokovic sigue siendo el Rey. Un monarca bajo presión que deberá mostrar, en la Catedral del tenis en apenas dos semanas, su grandeza en la adversidad para demostrar que merece un lugar en la historia.  

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