miércoles, 12 de enero de 2011

The Falcioni affaire (I): el problema circular de la vidriera


Los hinchas de clubes no capitalinos a menudo nos preguntamos que pasa por la cabeza del jugador o director técnico que, sin ningún tipo de racionalidad aparante, deja su cómodo hogar, humilde quizás pero calmo y ganador, para ir a un equipo del establishment que anda peleando puestos de descenso. Los casos son numerosísimos, pero en este año tuvimos un par bien paradigmático: la ida de Falcioni (seguramente, junto a Ervitti, cuando termine todo el teatro mediatico que han montado a fin de presionar la venta) a Boca y la de Mou al Real. Dos tipos inteligentísimos, absolutamente liberados de los absurdos prejuicios que hay que leer todos los días en los diarios y repetir por corrección política, dejan sus equipos, equipos que han formado desde abajo, planteles enteros de hombres que eran chicos inmaduros, grupos individualistas, y que tornaron bajo su tutela en hombres hermanados para conseguir la victoria. Resulta terrible, pero la ambicion sin dudas los ha traicionado y enceguecido, al punto de no ver cuanto mejores eran sus proyectos, armados con coherencia, con tiempo, a  los proyectos absolutamente marketineros y sin basamento de Boca y el Real, estandartes de los clubes que cada campeonato cambian medio equipo, traen otro DT y al poco tiempo su proceso se interrumpe, dejando detrás un plantel armado por un tipo (casi desde cero, gracias a la billetera de estos popes) que ahora enfrenta la dirección de otro. Para colmo, los volantazos, debido a la exposición que tienen los fracasos de estos dos grandes, son contundentes: es decir, se contratan técnicos y jugadores absolutamente opuestos a los que venían trabajando y fracasando, lo cual genera, desde ya, alto descontrol entre los jugadores que hay, los que vienen y los que ya no saben si van o vienen y nada entienden.
No ven esto, Falcioni, Mourinho, Clemente Rodriguez, Cellay, Pavone?
La pregunta es algo capciosa. Porque en realidad, el modo en que opera el mercado les da la razón. Los clubes capitalinos son vidriera para cualquiera, se juegue bien o mal, se pelee una copa o el descenso. Garantizan un espacio diario en los periódicos no menos a dos paginas, garantizan constantes notas (si te va bien, para mimarte; si te va mal, para sicoanalizarte) y cada gol se repite mil veces por semana.
Las razones no son arbitrarias, es decir: no responde meramente al “estatus” supuesto de estos clubes “grandes” el tener mas prensa, sino al negocio que ello signfica. Los medios venden mas mostrándolos porque, en definitiva, hay mas hinchas de esos equipos gracias a la perpetuación de este sistema de vidriera (de hecho, en el interior del país la gente es, inexplicablemente, hincha de un club que jamás podrán ver en vivo, quizás). Tambien allí se oculta el por que de las inversiones repetidas en estos equipos, aunque mediocreen, y no en equipos que pelean cosas como, digamos, Estudiantes o Velez. La plata que le tiran a River o Racing no es fruto de la pasión de los empresarios, sino de la certeza de que allí el jugador se “mostrara”.
El jugador, entonces, se muestra mucho mas en los clubes capitalinos. Su deseo lógico entonces será mostrarse porque, como hemos ya reparado en alguna ocasión, jugar al futbol en Argentina tiene como único objetivo saltar al “futbol en serio” o, al menos, al mexicano, para hacerse unos mangos y vivir tranquilo. No es de mercenario, sino sencillamente de profesional (es necesario quitarle el romanticismo falso al futbol para comprender algunos gestos verdaderamente comprometidos en su verdadera magnitud). Como consecuencia de esta elección, los equipos grandes incorporan mejores jugadores. Tambien, por supuesto, venden mas caro, pues la exposición infla: y como lógico resultado de vender mas caro, dispone asi de la posibilidad de incorporar mejor no solo gracias a su vidriera sino también a su economía. El club capitalino construye gracias a los medios la base de una economía que, si no fuera por la absoluta malversación dirigencial y las constantes transferencias absurdas, debería crecer eternamente, agigantando la brecha con los clubes medianos, que encima cuentan con menos hinchas y con un circulo exactamente inverso, vicioso, que determina que vendan barato, tengan que incorporar mas caro, no peleen por nada y, como fruto de su poca exposición, tengan poca posibilidad de incorporar hinchas a sus filas.
Pero no solo tienen la posibilidad de ganar mas dinero, los clubes de capital; también, como consecuencia lógica, ganan mas títulos. Y gracias a ello, los medios venden mas, mucho mas que si, digamos, ganara el titulo un Banfield. Cerrando asi el circulo vicioso perpetuo del futbol argentino y mundial, y terminando de paso no solo con el mito del bello futbol que exponen los grandes, consecuencia del cual ganan mas títulos y tienen mejores jugadores; sino también con el mito que demoniza a los medios y construye oscuros intereses detrás de su exagerada cobertura de algunos clubes. El interés no es racista, sino meramente económico. Una sociedad para triunfar.

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