sábado, 17 de enero de 2015

Vos sos de la C

En el reparto del dinero de la televisión, Estudiantes vuelve a mostrarse como un club chico. Chico a mucha honra, claro, chico por no pactar con el poder y, contra todo pronóstico, ser el chico irreverente que se le atreve a todos. Pero la pequeñez que es parte de la gesta ha jugado también en contra: Estudiantes es hoy, sigue siendo, categoría C en el reparto del dinero de televisación. En la categoría A están River y Boca, que cobrarán en este 2015 casi 40 millones de pesos; en la B el resto de los capitalinos considerados grandes, que se arriman a los 30; y en la C hay cualquier cantidad de equipos que cobran 20 millones.
 
La situación supo ser peor antes de 2009, en la era de la tevé codificada. Con la llegada del dinero público, AFA, todavía encabezada por Julio Grondona, aprovechó para que los llamados “grandes” (en rigor, equipos de la capital) disminuyan su ganancia por ingresos televisivos del 12% del total al 5%.
 
Los dirigentes pretendieron protestar, pero, claro, el sistema de dádivas que sigue en pie en AFA, donde los clubes dependen para equilibrar sus balances del dinero que la institución madre les adelante o preste, las voces de protesta fueron suspiros.
 
La tradición perdía peso en Viamonte. Antes de aquel 2009, en un total de 37 torneos hubo 5 campeones entre los que no son la clase A o B del fútbol, según el reparto televisivo de entonces y ahora: Ñewell´s tres veces, Estudiantes y Lanús. Desde el 2009, también fueron 5 los campeones clase C, pero en solamente 10 torneos. Además, claro, descendieron River e Independiente.
 
Las jerarquías parecían desmoronarse en este nuevo fútbol porque de las famosas patas de la mesa, la economía, silenciosa y llena de recovecos, lejos de los medios y muchas veces del conocimiento del socio, quizás sea el factor preponderante, más que el entrenador, los jugadores y el hincha incluso. Acostumbrados a ese 12% y al consecuente despilfarro que permitían esas dádivas, River y Boca, Racing e Independiente, cayeron en el descalabro económico. Los dirigentes colaboraron, claro, pretendiendo escapar de la crisis con refuerzos estelares y participando de negociaciones espurias.
 
A la muerte de Don Julio, los grandes hicieron su movida y empezaron a presionar por un mayor porcentaje del dinero de la tevé. ¿Los motivos? Como en los tiempos de la tevé privada, los clubes argumentan que son los que más rating generan: una afirmación que, si bien cierta en la generalidad, es en la letra fina donde se desmorona. ¿Cuánto más público está pendiente de Vélez que de Central, por caso?
 
El problema va más allá de los ajustes que puedan realizarse en las categorías: Fútbol para Todos dice no manejarse con lógica de mercado, de lucro, sino de difusión cultural y federalización. Contrastante con esta idea de igualdad es permitir que las viejas categorías de la tevé por cable, que sí estaban interesadas en evitar un boicot de los equipos capitalinos-convocantes, sigan permaneciendo, aunque con algunos ajustes.
 
Siendo que es AFA quien maneja el reparto, la pregunta obligada es por qué debe ir más dinero a los clubes capitalinos. Las reglas de quién pertenece a qué categoría no están escritas, algo clave: porque informalmente se suele decir que obedecen al rating que genera cada equipo o a su convocatoria (lo cual como ya mencionamos es dudoso) pero, al no estar escritas, no hay modo que los equipos salten de categoría si llevan más gente frente al televisor. Las jerarquías establecidas, supuestamente racionales, científicas, que obedecen al mercado, son en rigor escalafones que pretenden naturalizar la hegemonía de los grandes.
 
Al no estar escritas, se naturaliza la jerarquía grande-chico, basada en la cercanía a capital, construida por los medios y que nada tiene que ver con la lógica deportiva (sí, con la del mercado). Se cementa así está brecha, se le agrega un componente económico para ayudarla a dominar y salir de esta era donde cualquiera puede ser campeón.
 
Las categorías del rating son categorías de mercado a las que lo público no tienen por qué obedecer. Al sostener las categorías del rating, además, se evita que el dinero, que ahora es dinero público, combata décadas de ventajas dadas por la tradición y el status quo a los grandes, desde arbitrajes hasta traspasos obligados (los grandes, con los medios de su lado, con la televisación de los partidos de su lado, eran la obligada vidriera previa a Europa). En lugar de federalizar el fútbol, sigue estableciendo que Dios atiende en Buenos Aires.
 
(La misma falsa federalización opera en la Copa Argentina: el torneo de los humildes contra los grandes no se juega en canchas de tierra sin gradas, obligando a Boca a viajar los confines de la patria, como en la FA Cup, sino jugándose siempre en cancha neutra, plazas políticas por lo demás.)
 
Ahora los grandes quieren volver a agrandar la brecha, empujar hacia un modelo similar al de la Liga Española, donde el núcleo de los grandes negocia por separado su tajada, excesivamente mayor a la de los demás clubes. El resultado es una liga polarizada, disputada solamente por dos, a lo sumo tres equipos: una liga devaluada, previsible. Aburrida.
 
El modelo, está claro para cualquiera que vio el último Mundial, es la liga alemana, que reparte equitativamente los dineros y obliga a una reinversión en estructura e inferiores a sus clubes. Misma lógica de la liga inglesa, que reparte la mitad del ingreso por derechos de TV de manera equitativa. Pero, tras la caída de Grondona y el crecimiento en las decisiones de Viamonte de los dirigentes de las entidades capitalinas, el riesgo de un regreso al modelo de los privilegios para pocos es cierto.
 
Si debe haber diferencias entre categorías, que sean incentivos a actuaciones deportivas, o a gestiones económicas sanas (en tiempos de números en rojo cotidianos). O ambas. O a revés, incluso, como la NBA, que da las mejores selecciones del draft a los equipos peor ubicados, buscando emparejar así la liga para el bien del espectáculo.
 
No debería haber incentivos por una naturalizada jerarquía viejísima y ya caduca: los “grandes” no tienen tanta más gente que varios equipos, tienen menos logros en varios casos y sus clubes se hunden en deuda. Las diferencias, está claro, no deberían obedecer al impulso elitista-unitario que siempre gobierna en nuestro país. Siendo que la lógica del rating es mercantil y el FPT no pretende lucrar, no debería regirse por sus reglas; además, es evidente que hay equipos del interior que generan más rating que varios de la clase B (San Lorenzo, Racing, Vélez e Independiente), por lo cual no se trata más de un argumento para racionalizar una jerarquización cultural, construida, caprichosa.
 
Y justamente la cultura futbolera siempre ha relegado a Estudiantes de su merecido lugar: contra la marea luchó el equipo de Zubeldía para terminar con la tiranía capitalina en 1967, contra todo pronóstico es tetracampeón de América (y varios de la lista apenas tienen un puñado de trofeos internacionales entre todos), contra todos llegó a ser subcampeón del Mundo hace apenas un lustro. Pero siempre fue contra: nunca tuvo Estudiantes peso real en AFA, para torcer las decisiones.
 
Ni siquiera cuando era el gran club argentino, durante los días de Zubledía o la era de Verón jugador. En aquellos días de este milenio, por ejemplo, jugó un partido sin relevancia contra Tigre tres días antes de la final Sudamericana (AFA no lo pospuso); también lo bajaron de un hondazo en el Apertura 2009, porque no convenía un campeón en la fecha 17 (Estudiantes viajaba a Dubai), y meses después Independiente colaboró sospechosamente con el campeonato de Argentinos, que relegó a Estudiantes al segundo lugar para luego tener un desastroso torneo y terminar, recientemente, descendiendo.
 
Estudiantes comparte la bolsa de gatos que es la categoría C con otros clubes como Lanús, que hace rato está deportivamente en otra categoría, y a la vez, como Olimpo o Rafaela, los luchadores de la Primera División. Ahora habrá una categoría D para los ascendidos al torneo de 30 equipos pero, claro, recibirán casi nada del reparto que ya está bastante ajustado y peleado: apenas 4 millones para equipos que precisan mucho más el dinero, si queremos que el torneo sea parejo, claro.
 
Para el deporte, está claro lo que debería ser y lo que no será. Para Estudiantes, es evidente lo que conviene: comenzar a viajar capital y a pesar en la política cotidiana, armar una coalición de equipos que quieren cambiar de categoría o abogar por el fin de las categorías, o por el inicio de las categorías repartidas a partir de méritos deportivos e institucionales, casilleros en los cuales Estudiantes ha estado, hace diez años, entre lo mejor del fútbol vernáculo.
 
Los clubes “grandes” ya formaron esa coalición: durante 2014 se documentaron en los medios varias reuniones entre los popes de capital para pedir más plata por tevé, algo que jamás hubieran discutido con Grondona en vida pero que, en el estado anárquico de AFA hoy, bien puede ser la plataforma del candidato que, con el respaldo de los poderosos, suba al trono de Viamonte.
 
Es el momento justo, entonces, para que Estudiantes también aproveche el vacío de poder y remiende una injusticia histórica que siempre lo tuvo, injustamente, en el mapa de los segundones.
 
En el luto del grondonismo, es el momento: el voto por decantación ya no corre, cada cual defiende su quinta sin miedo a represalias de Don Julio, los grupos de poder todavía no están conformados y, de hecho, están dispersos. Es el momento de evitar que los poderosos establezcan nuevamente la dictadura de los grandes, que pretenden determinar las expectativas económicas de todos, estableciendo por la fuerza, bajo la apariencia de una democracia, el espectro de posibilidades para el resto de los equipos: porque la economía es clave en el fútbol hoy y quizás una diferencia de un millón de dólares no implique tanto en la inmediatez, quizás incluso dependa del uso que se le da… pero, de acá a diez años, hace la diferencia entre un equipo campeón y uno que lucha por permanecer.

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