martes, 11 de junio de 2013

¿No se mancha?

Hasta las baldosas sabían que el partido estaba suspendido por un muerto y un herido de gravedad, producto de un enfrentamiento entre facciones de la barra brava y la Policía. Pero los relatores de Fútbol Para Todos seguían haciendo su mejor esfuerzo por mostrarse anodadados por el tiempo que tardaban en salir de los vestuarios los jugadores. ¿Estarían aplicándose productos para el cabello?

Otra vez, mientras tanto, los hinchas esperaban pacientes, rehenes por enésima vez del accionar represivo de la Policía y las constantes luchas de poder en el seno de verdaderas organizaciones mafiosas como son las barras bravas, que protegen los políticos y los dirigentes del fútbol. Cada vez menos gente defiende el supuesto folclore que aportan los cabecillas de las tribunas, porque cada vez es más evidente que se trata de un discurso vacío que protege sus actividades criminales ilegítimas. Podremos analizar su legitimidad barrial, su surgimiento en el marco de la disolución de identidades locales de los noventa, su rol como defensores de los hinchas ante los abusos o vacíos estalaes-policiales, pero se torna cada vez más evidente que detrás de las narrativas sociológicas y folcóricas se esconden tipos que lucran con las diversas changas que permite el fútbol, desde venta de choripanes y estacionamiento hasta pases de jugadores. Y que se matan entre sí por el botín, con el guiño de una Policía que participa del negocio.

Y los hinchas siguen yendo, a pesar de que son manoseados y golpeados por una Policía que permite el ingreso de cientos de hinchas sin entrada y sin cacheo ante sus ojos. Siguen yendo, cuando pueden morir por una bala perdida, en medio de un enfrentamiento entre facciones, el único tipo de pelea entre barras hoy en día, terminado el romanticismo de “correr al otro”. Van, se comen una suspensión, y van de nuevo el finde que viene. Les ponen la AFA Plus y ellos la pagan: una absurda medida cuyas ganancias irán a parar al bolsillo de algún funcionario y que continúa con la política de hacer en la superficie pero negar el problema de fondo. Vender humo y que nada cambie, porque, en rigor, no hay ningún interés político en que estos “hinchas apasionados”, como se los llamó alguna vez desde el oficialismo, tengan que rendir cuentas que incluyen, claro, punterismo, seguridad privada para funcionarios, aguante en actos políticos y hasta un gremio de hinchas patrocinado por el kirchnerismo en la víspera del Mundial 2010. Mucha menos intención, como demuestra el sugestivo silencio de FpT mientras se determinaba la suspensión de Estudiantes-Lanús, hay de revisar los organismos de seguridad, los operativos costosos y futiles, la obvia connivencia entre las barras y la Policía.

En la misma línea que AFA Plus, persecutoria de los hinchas, está la disolución del Coprosede, demasiado sucio ya tras perder todas las batallas posibles y demostrarse una y otra vez su connivencia en hechos de violencia (uno de los cuales sucedió en el mismo escenario que el encuentro de anoche: por Copa Libertadores, la Policía y los organismos de seguridad abrieron puertas que permitieron que una facción de la barra cruzara de tribuna y baleara a Sergio Chans). En su lugar surgió el Aprevide, que es, básicamente, el mismo organismo con la misma política. Su participación se reduce a determinar horarios ridículos “para mayor seguridad” (ayer lunes se jugó, por esos motivos, a las cinco de la tarde), y pedir operativos multitudinarios que resultan, cada vez que hay problemas, absolutamente impotentes. A veces son impotentes por falta de preparación, tanto logística (no puede ser que mil operativos armados sean abrumados por treinta sujetos y no tengan otra alternativa, otra herramienta, que la represión: que sean incapaces de prevenir y contener a pesar de su entrenamiento y su armamento) como en la inteligencia: mientras los medios advierten durante días la posibilidad de enfrentamiento entre barras (que además siempre recrudece cuando se terminan los torneos y se produce la repartija de lo recaudado que, encima, aumenta si se pelea por algo) la Policía parece no anoticiarse nunca. Por supuesto, estas distracciones ocurren muchas veces porque los operativos son impotentes porque quieren, socios de las barras en muchos chanchuyos barriales, amigotes. Los hinchas de Estudiantes recuerdan, recientemente, la liberación de una zona aledaña a la cancha de All Boys en Floresta que provocó un enfrentamiento entre parcialidades.

Pero no fue éste el caso: fue la Policía la causante del balazo mortal, que habría intervenido acorde a la costumbre en la disputa de modo represivo y habría ejecutado al barra de Lanús.Los líderes de la hinchada de Lanús fueron quienes desalojaron, antes de la suspensión, la tribuna visitante, pero en un nuevo error del operativo, la Policía permitió que llegaran al Hospital de Gonnet, donde se hallaba el muerto. Obivamente, se produjeron graves incidentes también allí.

Por supuesto, culpables no hay nunca, nadie se hace cargo a pesar de las toneledas de plata, dineros públicos incluso, invertidos en organismos y en operativos que a todas luces nada modifican, nunca, pero que sirven para la foto. Y ante los incidentes, nunca recae la responsabilidad en ellos: se utiliza a las barras como chivo expiatorio, demonio que surge de la nada, y no como un síntoma de una sociedad corrupta y de una voluntad política nula de solucionar los problemas concretos que permitió el crecimiento desmedido de un negocio criminal bajo su tutela. Mucho menos se los piensa como seres humanos: si son barras, parece disolverse el repudio por la muerte, parece ser motivo suficiente para tirar.

Esta notable negación del problema de fondo lleva a la continua aplicación de medidas vendehumo: se cierran los estadios en los clásicos, en la Primera B no se permite público visitante, se obliga a los hinchas a empadronarse o a dejar los encendedores en casa... Siempre parches, siempre claudicaciones, la Provincia acaba de determinar, tras una semana de terror, que las dos últimas fechas se jugarán sin público visitante, cuando los incidentes de los últimos años no vienen siendo causados por los choques de hinchadas sino por internas de barras. Se criminaliza al hincha y no se persigue al criminal. Y, además, claro, se suspenden encuentros: fueron dos este fin de semana (Estudiantes-Lanús y Velez-All Boys) y, en esta época de descensos y campeonatos, de histeria y guita en juego, suelen multiplicarse.

¿El show debe continuar? La suspensión del partido, molesta para mucha gente, en definitiva es incuestionable: ningún partido debería jugarse cada vez que se produce una muerte por el fútbol. Además, se corría riesgo real de que todo se pudra: el fallecido era cabecilla de la barra y el culpable, un policía. Pero, sin medidas reales para contener la violencia, resulta casi irónico parar un partido, que, treinta minutos después, se juegue otro y la atención vire, convenientemente, a otro lugar y que, como medida para solucionar la cuestión, se prohiba a los hinchas concurrir a los espectáculos deportivos: se trata de una concesión que demuestra la incapacidad de los organismos de seguridad de organizar un encuentro y de una medida mentirosa, con el único objetivo de llegar al fin del torneo y que todo pase, como reza el lema oficial de Julio Grondona.

El partido se suspende, pero la transmisión sigue, esperando hasta la hora del pase con Rosario, donde juega Newell's. Y en medio de toda esta producción de Fútbol Para Todos, claro, aparece, increíblemente, la publicidad de AFA Plus, la supuesta solución a todos los males. Los medios oficiales se hacen los desentendidos, no hablan (no pueden) de los abusos, ineficiencias o complicidades del operativo, de la falta de decisión política para solucionar la violencia en el fútbol, y, lo antes posible, otra vez, todo se disuelve en el aire televisivo. Rueda la pelota, sale el puntero a la cancha, sigue el show.

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