viernes, 28 de junio de 2013

La Bestia


Ver a Verón, el marciano pelado, abría bocas de la admiración. Pero ver a Braña, al Chapu, al emblema del juego humilde y sacrificado, abrumaba por la emoción que, siempre, sin falta, causaba.

¿Qué haremos sin el Chapu, el corazón de todo? Porque el Chapu se va. El hombre que cambió lo que el hincha de Estudiantes, siempre exigente en términos de entrega, entiende por “dejar la vida”. Par ideal de la Brujita, que si encontró su mejor fútbol de veterano en Estudiantes, no fue solamente por una cuestión de identificación: fue porque a su lado corría, metía, recuperaba y entregaba con gran criterio un Animal, con cada una de las letras y con toda la carga semántica del sustantivo en el club: Braña, bestia pura del fútbol, era la bestia de la mítica tapa de un matutino porteño que decía “Sabella y las bestias” cuando, allá por 2010, Estudiantes conseguía su última corona hasta la fecha.

Fue el mejor jugador de aquel torneo: cuando entregamos al plantel "Rastrojero", la revista homenaje a aquel campeón, los propios jugadores nos reclamaron la ausencia del Chapu manejando la camioneta en la tapa, junto a la Bruja y Sabella. Aquel torneo increíble que disputó, desdoblándose para, en ausencia de Verón, jugar de Chapu y de Brujita, coronó un 2010 que, varias veces, me tuvo al borde de las lágrimas: aquel gol a Juan Aurich, claro, el partido con River en Quilmes en el torneo Clausura, también, ese despliegue extraterrestre, encarnación del sentimiento del hincha en el verde césped, su callado liderazgo, fútbol antes que palabras, y su esfuerzo constante por mejorar y aprender, insignia pincharrata desde los tiempos de Zubeldía, lo convirtieron a partir de aquel año en uno de los número 5 más increíbles que haya dado el fútbol, un perro de presa capaz de mover la pelota y los tiempos con un panorama veroniano y algunos momentos directamente sobrenaturales.

Pero no siempre fue Braña esta enormidad de jugador: arribó muy joven y muy quilmeño al club en 2004, cuando todavía era un ocho de marca y compartía un mediocampo temible con Bastía y Meléndez. Pero el Chapu, pronto corrido al medio del campo, fue ganándose a puro correr un lugarcito entre los titulares: todavía terrenal, pero ya con su marca registrada del sacrificio, Braña se ganó muy rápido el corazón de los hinchas, particularmente sensibles a las gestas hechas de barridas aguerridas y trabadas con el alma.

Fue clave en la gesta del 2006, y aunque todavía era catalogado como la rústica contraparte del Capitán en mitad de cancha, ya era algo más. Ese algo más fue en la increíble Copa Libertadores 09, y también en Dubai. Aquellas actuaciones le insuflaron de una confianza para manejar la pelota, que lo transformaron. De bestia a crack: tras aquellos años de crecimiento al lado de la Brujita, con Simeone y con Sabella, Braña se supo gran jugador.

Por esas cosas de la vidriera pincharrata, siempre mal considerada, no consiguió nunca una oferta concreta por su pase. Tampoco le permitió el éxodo el hecho de haber conformado una de las mejores duplas de mediocampistas de la historia del fútbol argentino. Estudiantes, sapiente de lo que tenía, lo tentó una y otra vez para quedarse a vivir en el club.


Otra vez nos emociona el Chapu, parte viviente de la leyenda de Estudiantes de La Plata, merecedor de mucho más que aplausos y ovaciones: su partida duele pero, realizada con total transparencia, no ofende. El Chapu quiere probar alguna otra experiencia antes de colgar los timbos pero, como él mismo dijo, será el inexorable destino, su ligazón metafísica, inquebrantable, con los colores y los valores del club, lo que con el tiempo lo volverá a encontrar con Estudiantes de La Plata. Será hasta entonces. Cuando, no cabe duda, el Chapu nos vuelva a emocionar.

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