viernes, 7 de febrero de 2014

Sinceramiento

El año comenzó turbulento. Gastón Fernández se fue a jugar al fútbol a Estados Unidos a cambio de la deuda que el club mantenía con él. A Vergini le cayó la ficha y siguió el ejemplo de la Gata para escaparse al Sunderland. El club perdía en los primeros días del año jerarquía y dinero. Los refuerzos altisonantes (Alvaro Pereira el más notable caso) se transformaban rápidamente en nombres terrenales, mientras transcurrían días con empleados en paro y césped largo en el Country. Síndrome del fútbol argentino, el caso Estudiantes: los sueños terminan siendo humo y las contrataciones acaban siendo más que moderadas.

Ninguna dirigencia de los últimos años quiso realizar el trabajo aburrido de balancear las cuentas. Se gastó toda la bonanza y luego se gastó a crédito de futuras bonanzas. La actual CD entró con un mensaje de austeridad, pero fue impotente ante la fragilidad estructural: se encontró con una situación mucho más desesperante de la esperada y probablemente incluso haya diagnosticado, inicialmente, la situación con mayor levedad a la merecida. La idea de que los melones se acomodarían andando sin dudas rondaba en las mentes de Lombardi y los suyos cuando, a mediados de 2013, decidieron postergar la austeridad por intentar ser dirigentes de un equipo campeón y trajeron a Jorge Luna, Patricio Rodríguez, Santiago Vergini y Franco Jara. Nadie quiere hacer el trabajo aburrido.
La situación pareció estallar este verano. La falta de pagos en los sueldos a los empleados, a la espera de los dólares salvadores de la venta de Zapata (la transferencia de último momento fue el primer síntoma de que Estudiantes estaba en verdaderos apuros económicos), y una pretemporada con sólo un refuerzo a 24 horas de arrancar el torneo y con dos fugas a cambio de la deuda, mostraron la impotencia, la debilidad no solo deportiva sino institucional del club ante su deuda. Estudiantes ya no es soberano de su nave.

Forzosamente el club comienza a transitar, tras amagues, marchas y contramarchas, el mentado post-Verón. Un período donde los pichones son todavía pichones (y muchos, irremediablemente, deberán irse antes de explotar) y los refuerzos vienen a sumar antes que a cambiar la ecuación. Estudiantes debe atravesar este momento porque cometió errores gruesísimos en la planificación a largo plazo, apostando descerebradamente por figuritas, desinteresado por la deuda creciente y el déficit operativo, por la desvaloración del club como marca, y también como destino: los sponsors ya no ven al club chico que puso de rodillas al Barcelona, al equipo de Verón; tampoco los jugadores de otros clubes ven esa institución paradisíaca de antaño, de sueldos al día y competitividad garantizada. Estudiantes abandona la elite.

El dinero tiene de rehén el presente y el futuro de Estudiantes, comanda sus decisiones y limita sus proyectos. Pellegrino tiene que convivir con esta situación (habitual, por otro parte, en gran parte del fútbol argentino) y acepta tener que conducir a una cofradía compuesta mayormente por la verde y volátil juvenilia del club.

Pero Estudiantes cuenta todavía con un plantel por encima de la media y bien podría sobrarle, en el desnutrido fútbol criollo, para pelear los primeros puestos; y sin embargo, el equipo no termina de ser equipo, de concretar lo que prometen sus nombres. Un año de conducción de Pellegrino no ha garantizado, en ese sentido, la construcción de una identidad futbolística. Lo visto en la pretemporada  no amerita entrar en pánico (hay esperanza), pero confirma que el equipo no ha evolucionado sino que mantiene las mismas fortalezas y debilidades que lo caracterizaron bajo este DT. El rumbo no termina de esclarecerse: Pellegrino no consigue transmitir su mensaje al equipo, no logra plasmarlo en la cancha.

El verano no alimentó el optimismo de los hinchas; al contrario, fastidió ver la misma cara del equipo, y enojó la derrota en el clásico contra un equipo diezmado (sin su doble cinco titular y sufriendo la lesión de su zaguero comandante en el inicio del juego) pero que, con humildad y coherencia, fue más equipo que Estudiantes. El Pincha parece estancado en un nivel de juego que le traerá victorias y derrotas casi al azar, y que lo vuelve siempre, en su falta de argumentos, rehén de las condiciones que imponga el rival.

Si Estudiantes quiere ser exitoso (esto es, exceder las expectativas reducidas de su contexto) debe reconocer su situación y elaborar estrategias para superarla. El fin de fiesta llegó. Ya no vendrán jugadores de renombre, habrá que conformarse con lo que hay. A partir de ahí, resultará crucial entonces calibrar la mira en los mercados de pases, en lugar de seguir alimentando el desequilibrio del plantel. Además, será fundamental trabajar mucho en la semana para madurar pibes y, sobre todo, conformar un equipo que sepa lo que quiere y como conseguirlo, así sea algo tan simple y conformista como un empate rasposo de visitante.

Lo importante, entonces, es el sinceramiento: no deberá el hincha exigirle al equipo que afrontará el torneo Final 2014 solidez de campeón y juego perfumado. Habrá que esperar apenas magias parciales, bancar la consolidación del piberío y, soñar con el crecimiento de la conducción técnica, seria y trabajadora pero, en la realidad pobretona del fútbol argentino, hasta ahora, estancada en la promesa de mejor fútbol.

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