jueves, 2 de mayo de 2013

La ideología alemana



No hay milagro sino planificación. Alemania planeó hace una década conquistar el mundo, organizó su liga, hoy un ejemplo con enormes y lujosos estadios repletos, una agenda pautada antes del comienzo de la temporada y derechos televisivos que se cotizan año a año (y se reparten equitativamente). Organizó también su selección para dar el golpe no en su Mundial ni en Sudáfrica, sino en el torneo que se disputará en 2014 en Brasil.

Consecuencia, entonces: llegaron a la final dos equipos de la Liga mejor organizada, menos endeudada, auditorada cada año de modo privado, y una de las que más promueve el fútbol base. La Bundesliga, además, tiene la suerte de jugarse en el país más poderoso de Europa, y la estabilidad financiera y el flujo de dinero también han sido factores clave para acercar esponsoreo e inversión privada en el fútbol. Todo, sin despilfarro: donde hay plan a largo plazo no hacen falta inversiones ad-hoc.

Hace una década, sin embargo, la Bundesliga era una remota competencia sin lugar en la TV internacional. Los resultados magros conseguidos en los Mundiales del 94, 98 y 2002, sumados al fracaso de la Eurocopa 2000 en casa, empujaron a la federación a impulsar un aggiornamiento del histórico estilo hipermecanizado de los germanos. Mucho tuvo que ver Jurgen Klinsmann, que asumió la dirección técnica nacional en 2004 decidido a cambiar la vieja fórmula alemana del bochazo. Mucho tuvo que ver el influjo de inmigrantes que volaron hacia Alemania en busca de un futuro mejor: sus hijos tunesinos, turcos, bosnios, polacos, son hoy el corazón de una verdadera selección global. La Liga, en tanto, siguió el pedido del ex delantero, y se nutrió de entrenadores e ideas extranjeras y las nuevas generaciones se fueron nutriendo de los más elásticos modos que andaban de moda por entonces.

Así, y no de otro modo, se logró deponer la dictadura española: los alemanes dieron en las semifinales de la Champions dos de los golpes más grandes de la historia del fútbol, humillando al Real Madrid y el Barcelona y atropellando a lo Transformer la posibilidad de la morbosa final. No consiguió terminar (¿terminó?) la era Barsa el Real Madrid, con inversiones multimillonarias, sino Alemania, tras mil intentos y con el plan concreto de paulatinamente volver a ser. Requirió paciencia, cerebro, humildad y apertura mental, y hoy el fútbol más novedoso, el nuevo paradigma que ascendió desde los márgenes, se impone desde Alemania. Juego vertical, directísimo, control en velocidad y muchos intentos al arco: un fútbol físico es el eje tanto del Bayern Munich, con más jerarquía individual, potencia y control de balón, como del Borussia Dortmund, el laboratorio del científico loco Jurgen Klopp que se asemeja al estilo bielsista del ataque constante por las bandas y la presión alta.

Seguramente muchos equipos (incluidos quizás los viejos reyes) copien la fórmula en la cancha y no fuera de ella. Como sucedió con el Rey Barsa, todos querrán ser como los alemanes, pero pocos sabrán y podrán imitarlos. No interesa: el fútbol no evoluciona en única dirección, imponiendo tácticas superadoras a viejos modelos ya añejos, sino que, simplemente, surgen estilos de juego de modo rizomático, en diversas direcciones intentando deponer a los grandes equipos, buscando soluciones (siempre parciales, siempre el fútbol una manta corta) para alcanzar la gloria. Algunos consiguen vencer y se instalan en nuevos paradigmas, bajo la ilusión de un progreso.

El fútbol va hacia Alemania: el asesino de reyes marca el rumbo organizacional, pero muchos se fijarán en los experimentos que ocurren dentro de la cancha, en este nuevo-viejo fútbol que quita el aliento de tan vertiginoso y eficaz, de tan letal.


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