Consecuencia, entonces: llegaron a la final dos equipos de la Liga mejor organizada, menos endeudada, auditorada cada año de modo privado, y una de las que más promueve el fútbol base. La Bundesliga, además, tiene la suerte de jugarse en el país más poderoso de Europa, y la estabilidad financiera y el flujo de dinero también han sido factores clave para acercar esponsoreo e inversión privada en el fútbol. Todo, sin despilfarro: donde hay plan a largo plazo no hacen falta inversiones ad-hoc.
Hace una década, sin embargo, la Bundesliga era una remota competencia sin lugar en la TV internacional. Los resultados magros conseguidos en los Mundiales del 94, 98 y 2002, sumados al fracaso de la Eurocopa 2000 en casa, empujaron a la federación a impulsar un aggiornamiento del histórico estilo hipermecanizado de los germanos. Mucho tuvo que ver Jurgen Klinsmann, que asumió la dirección técnica nacional en 2004 decidido a cambiar la vieja fórmula alemana del bochazo. Mucho tuvo que ver el influjo de inmigrantes que volaron hacia Alemania en busca de un futuro mejor: sus hijos tunesinos, turcos, bosnios, polacos, son hoy el corazón de una verdadera selección global. La Liga, en tanto, siguió el pedido del ex delantero, y se nutrió de entrenadores e ideas extranjeras y las nuevas generaciones se fueron nutriendo de los más elásticos modos que andaban de moda por entonces.
Así, y no de otro modo, se logró deponer la dictadura española: los alemanes dieron en las semifinales de la Champions dos de los golpes más grandes de la historia del fútbol, humillando al Real Madrid y el Barcelona y atropellando a lo Transformer la posibilidad de la morbosa final. No consiguió terminar (¿terminó?) la era Barsa el Real Madrid, con inversiones multimillonarias, sino Alemania, tras mil intentos y con el plan concreto de paulatinamente volver a ser. Requirió paciencia, cerebro, humildad y apertura mental, y hoy el fútbol más novedoso, el nuevo paradigma que ascendió desde los márgenes, se impone desde Alemania. Juego vertical, directísimo, control en velocidad y muchos intentos al arco: un fútbol físico es el eje tanto del Bayern Munich, con más jerarquía individual, potencia y control de balón, como del Borussia Dortmund, el laboratorio del científico loco Jurgen Klopp que se asemeja al estilo bielsista del ataque constante por las bandas y la presión alta.
Seguramente muchos equipos (incluidos quizás los viejos reyes) copien la fórmula en la cancha y no fuera de ella. Como sucedió con el Rey Barsa, todos querrán ser como los alemanes, pero pocos sabrán y podrán imitarlos. No interesa: el fútbol no evoluciona en única dirección, imponiendo tácticas superadoras a viejos modelos ya añejos, sino que, simplemente, surgen estilos de juego de modo rizomático, en diversas direcciones intentando deponer a los grandes equipos, buscando soluciones (siempre parciales, siempre el fútbol una manta corta) para alcanzar la gloria. Algunos consiguen vencer y se instalan en nuevos paradigmas, bajo la ilusión de un progreso.
El fútbol va hacia Alemania: el asesino de reyes marca el rumbo organizacional, pero muchos se fijarán en los experimentos que ocurren dentro de la cancha, en este nuevo-viejo fútbol que quita el aliento de tan vertiginoso y eficaz, de tan letal.
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