martes, 9 de octubre de 2012

Messi suspende el tiempo

El primer tanto de Messi en el superclásico no será recordado. Gol de rebotero en un clásico empatado y sin el picante de la era Guardiola, quedará inmediatamente opacado por el segundo tanto, tremendo tiro libre al ángulo, y será sepultado entre los 265 goles que realizó en su carrera en Barcelona.

Barcelona perdía 1 a 0 y llegó tocando al borde del área. Pedro envió un centro y empezaron los rebotes. La pelota se desvió dos veces, mientras en el área jugadores de uno y otro equipo buscaban la pelota y ésta decidía cambiar de dirección a su antojo. Ingobernable, dejaba en ridículo a los planteles millonarios, expuestos en su humana torpeza, en su falta de gracia. A mil revoluciones, víctimas del nerviosismo que se vive en un clásico cada vez que la pelota merodea el área, los defensores trataban de sacarla como fuera y los del Barsa de empujarla como sea. La pelota le rebotó a Xabi Alonso como si fuera un objeto inánime. Xavi Hernández quedó mirando como la pelota lo superaba, mientras Pepe, tiempista reconocido, saltó absolutamente a destiempo por exagerar la vehemencia y terminó en el suelo. Todos, torpes, tensos, acertaban solo al aire.

Pero mientras todos quedaban hipnotizados por la pelota, clavados a contrapié contrariados por los rebotes, Messi siempre supo dónde iba a terminar la pelota. Fantasmal, evitó el barullo y se deslizo directamente allí, al encuentro de su amiga en el borde del área chica. Logró lo imposible y domó el balón, que picó mansito junto a él, sin siquiera tocarlo. Casillas realizó el último gesto torpe de la jugada e intentó desesperado tapar el tiro inminente: todo en milésimas, Lío esperóel fin del movimiento desarticulado de Iker, que terminó sentado en el piso, y tocó despacito al gol, como si se tratara de un entrenamiento.

Alrededor, un tendal de jugadorescomo soldados caídos, derrotados por el caprichoso andar de la pelota, atestiguaba que no se trataba de un partido amistoso sino de una guerra en la que, mientras todos se apresuran a desesperarse, Messi, un natural, ni se inmuta. A veces ve todo tan claro que parece jugar en cámara lenta; y cuando alrededor todos entran en el vicio del apuro apocalíptico y él la agarra, el efecto se magnifica e, incluso, parece suspender el tiempo.

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