"One of the most overused words in
sports guys is incredible. I hate
to say it. This is incredible."
(comentarista en Rocky Balboa)
Parte 1
La petrolización del fútbol: hinchas y
espectadores
Casi desde su fundación, los clubes de
fútbol británicos han sido entidades privadas, lo cual despierta despistadas
críticas pero resulta lógico, acorde a su tradición liberal que no ve sentido
en que el Estado intervenga en la mayoría de las cuestiones, incluyendo el
deporte; sin embargo, la avanzada de los petrodólares en el fútbol inglés
provocó algo de alarma: los tradicionales chairmans, millonarios ligados a la
comunidad, quedaban desplazados por mafiosos o seres anónimos de exótico origen
que dejaban a cargo de su inversión al hijo, sobrino, nieto o cuñado. Pero con
este corrimiento de lo local a lo global llegaban billones de libras
esterlinas, jugadores estrellas y promesas de campeonatos: fueron muchos los
seducidos inmediatamente. La pelicula Looking for Eric, en la que actúa el gran
Eric Cantona, ofrece una mirada al mundo de los que se resisten, un
reconocimiento breve a quienes resisten románticamente, a aquellos hinchas del
Man United que fundaron, tras la compra del equipo por parte del empresario
yanqui Malcolm Glazer, un club alternativo denominado FC United of Manchester.
También muestra como, aún para ellos, el sentimiento, el amor por el club no
cambia aún si los ideales ruegan resistencia. En el filme aparecen los hinchas
atrapados por la encrucijada que se forma entre la tradición y el capitalismo
global, el fin de las identidades (de hecho, la película trata sobre un obrero
sometido sistemáticamente en busca de sí mismo, “Eric”).
El Manchester United es, en esta
insistencia por clasificar a los equipos según clases sociales en un mundo que
disuelve las diferencias en la masividad, el club de la alta sociedad de
Manchester; en contraposición, el equipo históricamente sufriente, el equipo
pobre y popular, es el City, el equipo de los obreros. Los citizens fueron
durante décadas víctimas de todo tipo de desgracias, de 44 años sin ganar un
título, de descensos y vaciamientos, y por supuesto, de las burlas del vecino
que siguió siempre en la elite del fútbol y es más que un club, una marca
mundial. Recibieron, entonces, los petrodólares de Sheik Manssur como un
rescate providencial tras el endeudamiento contraido por el primer ministro
tailandes Shinawatra, dueño anterior, y como una posibilidad de crecimiento
imposible de otro modo. Y en efecto, el crecimiento del MC fue exponencial,
proporcional a las inversiones estrafalarias del Sheik: 2009 los vio decimos,
2010 quintos, 2011 terceros y 2012 campeones.
Los hinchas de los equipos petrolizados no
ofrecieron oposición, más allá del caso de FC United, al ingreso de
estrafalarias sumas de dineros sospechosos. La federación, por supuesto, avaló
el enriquecimiento de su fútbol, su jerarquización internacional de la mano de
la llegada de verdaderas figuras del star system futbolero. El fútbol inglés,
con su particular y espectacular estilo de juego, anduvo varios años necesitado
de rivalidades fuertes, de estrellas convocantes: hace un par de décadas
comenzó su proceso de “limpieza” que tomó, como medida principal para dejar
fuera de las canchas a los violentos hooligans (si se quiere sobresimplificar,
manifestaciones de esa subcultura disconforme, violenta, anti-civilizada, de la Inglaterra industrial)
aumentar los tickets. Marginó así al “hincha común”, el de clase media o media
baja, que va a la cancha como tradición y como modo de desahogo: el
estereotípico protagonista del filme de Ken Loach, el aplastado por la rutina y
la frustración. En la cinta, Eric busca elevarse a través del arte del fútbol
por sobre su vida mundana: una especie de versión romántica de lo que supone
para Norbert Elias el deporte, un modo de escapar a las constricciones de la
civilización, de liberar las pulsiones reprimidas.
El plan que marginó al hincha al pub, el
único lugar donde una persona de clase media puede ver un partido en comunidad,
fue creado tras un trágico accidente en el estadio de Arsenal y la
recomendación del célebre informe Taylor de que las canchas sólo permitan
hinchas sentados. La medida fue replicada a medias por otros países, pero en
Inglaterra redundó en la refacción de todos los estadios desde 1990 a esta
parte, y la reducción drástica en la capacidad resultante llevó a la mayoría de
los equipos a construir nuevos estadios o planear hacerlo. El fútbol sentado
abrió paso a otra noción, el fútbol de teatro, el fútbol deshooliganizado y
elitista. Los estrafalarios precios modificaron la audiencia del fútbol y
también su naturaleza misma: de hinchas se pasó a espectadores, que asisten a
un espectáculo, no a una competencia, donde esperan ver piruetas y astros. Allí
está la semilla del concepto de la necesidad de espectáculo en el fútbol: para
contentar a quienes, de saco y corbata, asisten a la ópera futbolística a ver a
los divos. La movida se completó con la desterritorialización de los equipos, al
mudar los estadios tradicionales de sitio, hacia faraónicas obras petrolizadas,
monumentales teatros del consumo: Liverpool se mudó de Anfield a Stanley Park,
Arsenal de Highbury al Emirates Stadium, bancado por la empresa Emirates,
Chelsea y Tottenham planean de cambiar el escenario y el resto de los equipos
de la Premier
tienen proyectos para modificar sus estadios o mudarse debido al Reporte
Taylor. En Estados Unidos, donde el deporte no tiene casi ningún arraigo
comunitario (los clubes se mudan constantemente) decía con aguda mirada un
fanático de los Yankees sobre la mudanza de su equipo del mítico estadio de los
neoyorkinos, que para colmo fue demolido: “”
Parte 2
La redención del City
El City y el United venían cabeza a cabeza.
Pero, vaticinio trágico, los ciudadanos permitieron que el United los alcanzara
y hasta los pasara, cuando al entrar en la fecha treinta hilvanaron una derrota
y dos empates... Y entonces llegó el clásico del 30 de abril, el más picante en
mucho tiempo: el City se jugaba la vida, si perdía el United se le iba a seis. Pero,
simplemente, lo quiso más: le alcanzó con un cabezazo de Company y la habitual
tozudez de los equipos de Mancini y, a falta de solamente 2 fechas, lideraba de
nuevo junto a su clásico rival con una diferencia de gol muy superior a la del
Man U: dependía, como suele decir la casetera declaración, de sí mismo.
Ambos ganaron sus compromisos de la
penúltima fecha y llegaron cabeza a cabeza al final: el empate en puntos
coronaba por diferencia de goles al City, pero debía ganar. Enfrentaba al
Queens Park Rangers, ascendido la temporada pasada y peleando mano a mano por
no descender con Bolton. El ascenso del tradicional QPR en 2011 fue narrado atrozmente
por el documental The Four Year Plan, una especie de reality de cuatro años protagonizado
por los magnates de la Fórmula
1 Bernnie Ecclestone y Flavio Briatore, además de los empresarios Alejandro
Agag y la invisible familia Mittal, que envió a su cuñado Amit Batthia en
representación: estos cuatro salvan al QPR de la quiebra absoluta, invierten
millonadas y todo con el objetivo del ascenso. Resulta que la bolsa, el premio
por ascender, es uno de los premios más grandes del mundo del fútbol. El grupo
de los cuatro propone una especie de plan realista que salvará al QPR de la
muerte y lo llevará a primera en tres años: el plan que da nombre al film, paródica
referencia a un plan económico nazi, resulta gracias al dinero y muy a pesar de
Briatore y cía., una especie de colectivo caligulesco donde prima la ignorancia
y el capricho. El único que
se salva es Batthia, un tipo sensato, inteligentísimo, que de hecho sale tan
bien parado que en el cotilleo virtual se ha sugerido que el muchacho es en
realidad el dueño de la productora que hizo la película. Si bien esto
explicaría el hecho de que tipos como Briatore permitieran ser filmados tomando
decisiones absurdas, es incomprobable.
Bueno. El acertado comentario generalizado
fue que quienes niegan la emoción en el torneo largo, con todo lo que hay en
juego (descensos, copas y, por supuesto, el torneo), están largamente
equivocados, creyéndose los mitos proferidos por dirigentes defensores del
cortoplacismo como modo de salvaguarse a sí mismos, de no evidenciar su incoherencia
dirigencial. Porque la definición de la Premier League , a
pesar de la polarización en la lucha de la hegemonía, fue una de las
definiciones más épicas que se recuerden. (Mientras tanto, el torneo local,
cuyo último vencedor ganó con un par de fechas de sobra, ofrece campeones que
luego salen últimos y equipos que pelean descenso y campeonato a la vez; el
torneo que se juega de modo largo -el del descenso- mientras tanto, ofrece un
atrapante panorama con seis equipos sangucheados en muy pocos puntos).
Los de Rojo visitaban al Sunderland, que ya
no peleaba por nada. El QPR arrancaba la fecha un punto arriba del Bolton, pero
jugaba contra el candidato. El Manchester City la tenía fácil. Aparentemente.
Porque el United arrancaba ganando rápido con gol de Rooney, y la presión
pasaba a los estigmatizados hombres de celeste, que se comían uña y dedo con
cada vez más fruición a medida que pasaba el tiempo y el gol no llegaba. En
cancha del Store, caía Bolton: QPR estaba a salvo por ahora.
Y entonces, en medio de un clima
absolutamente tenso, Zabaleta le pegó al bulto y el arquero de los Rangers
respondió como el que ataja sin ganas en el fútbol 5: carambola, gol y mucho
alivio para el City, que ya se pensaba campeón. Bolton empataba y se salvaba,
encima.
Y entonces, el mundo decidió ponerse de
cabeza: un error defensivo del City le permitió a Cisse aplicar la ley del ex y
empatar. Una gota de sudor frío se deslizó lentamente por la espalda de cada
aficionado citizen. Algunos, los optimistas, lo consideraron apenas un escollo
más. Todo había sido demasiado fácil, pero había aún cuarenta minutos para
conseguir un golcito apenas contra un equipo que había llegado media vez. No
había motivo razonable para preocuparse. Más tranquilidad aún le dio al City la
expulsión de Barton por pegarle a Tevez. Ya estaba.
Y entonces, a minutos de que QPR quedara
con diez, lo imposible: una contra, un centro y, por la espalda, Mackie metía
el 1-2 con un cabezazo furibundo que hizo temblar el estadio. Con apenas veinte
minutos por jugar, todo fue silencio e incertidumbre. La sequía se extendía
irremediablemente otro año más. El reloj consumía los minutos como cigarrillos,
con ansiedad, con vicio. De repente, ya iban 90. Bolton ahora caía y descendía
irremediablemente. El United ganaba y se consagraba, mientras los hinchas se
relamían pensando en las cargadas tremendas del día siguiente. Caía el enésimo
centro y Dzeko empataba, pero iban 91 minutos, y con 3 más de recupero, parecía
un gol para la estadística, para la burla del destino.
Con apenas noventa segundos en el tiempo de
recupero, el City atacó, por primera vez en los últimos cuarenta minutos que
fueron cuarenta años, por el centro. Agüero se retrasó para comandar y profundizó para un Ballotelli que de espaldas
hizo lo que pudo en el intento de devolver la pared. La pelota entró al area,
atrás el Kun. Tenía el arco, pero antes mil piernas. Amagó, enganchó, amagó. Y
le pegó, fuerte y arriba. Y sacudió el mundo. Gol del City. Locura en el banco,
en las gradas, locura total, locura de los relatores, locura del mundo. El City
era campeón tras 44 años, por diferencia de gol, con un gol a menos de 60
segundos del pitazo final contra un equipo que casi descendió. Fúbol.

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