martes, 4 de octubre de 2011

¿Qué pasa con Estudiantes?


Esa es la pregunta que surge hoy en la mente de cada pincharrata. Algunos la reprimen, evitan la charla futbolera, se resignan a resistir en silencio estos momentos impensados meses atrás, evitan pensar siquiera en los problemas del presente, y cada vez que el presente irrumpe inevitable se distraen con pavadas. Otros no pueden evitar hablar del mundo del fútbol, porque por algo el mundo es redondo como una pelota (bueno, es medio una pelota de rugby, pero eso no viene al caso): se concentran entonces en las penurias de nuestros primos o esos odiosos millonarios que se creen todavía los dueños de todo, para que nuestro querido deporte no se vuelva deprimente hasta transformarse en tópico prohibido. Son estrategias para lidiar con el orgullo mancillado. El tercer estereotipo (después de todo, cualquier obsesivo del fútbol ejecuta una mezcla caprichosa e inconstante de estos procedimientos evasivos) es aquel que intenta buscar la explicación. Algunos se conforman con una explicación simplista, otros buscan una compleja, hecha de secretos y rumores: de cualquier manera se trata de ficciones creadas para dar sentido al caos.
Por supuesto que esta tercer estrategia será el enfoque: quienes nos llamamos a nosotros mismos con cierta arrogancia “escritores” (raza poco professional, poco trabajadora y, en verdad, incomprobable) vivimos justamente creando ficciones buscando aliviar y aclarar y acallar. Aunque muchas veces este trabajo ocurra en el universo mental y no en el papel, procedemos siempre de modo racionalizador, ordenador.
Por ende, tras esta larga y autoindulgente introducción, tratemos de desentrañar que le ocurre a nuestro querido club. Hoy lo que pareció ser una demostración de orgullo, de fuerza, de pincharratez rebelde a la adversidad, la semilla para empezar de nuevo (nos referimos a la épica victoria contra Argentinos) ya quedó en el pasado, catalogada como uno de esos partidos memorables en las épocas de mediocridad que vivimos hoy como si se tratara de un sueño extraño donde nos fuerzan a revivir un pasado superado. Argentinos es un equipo pésimo, al cual Estudiantes le permitió marcar tres goles. Luego llegaron Boca y Belgrano, derrotas una vez más, y de modo cada vez más preocupante, autoinducidas por un equipo acostumbrado a perder y sabotearse. Ayer se conformó con un empate ante un equipo perdido, puteado y entregado. Una vez más tuvo todo para ganarlo y no sólo no supo manejar el pleito lejos del experto cerrador de matches que fuera antaño: y otra vez hubo que asistir a un gol del rival convertido tras un error infantil. Lleva apenas seis puntos en 10 partidos, no despega del fondo y dilapida su abultado promedio sin aprovecharlo para hacer una necesaria transición.
Los dedos siempre apuntan al DT. Los errores de Russo son a esta altura notables, comenzando por la disposición táctica suicida, sin equilibrio, donde atacar siempre significa quedar mano a mano en defensa. Para colmo, en varios encuentros quedó de último Desábato, algo que evidentemente es difícil de obviar y que llevó a los rivales a ponerle un ligerito al lado que, sin necesidad de jerarquía, le complicó la vida tirándola larga. Desábato ha perdido timing para compensar su falta de velocidad, comete errores partido tras partido y hasta parece desbocado, pero suplantarlo en su rol por Cellay sólo significó reemplazar al autor del error grosero: si el Samurai venía flojo, lejos de sus cruces de tiempista europeo, acusando su inactividad boquense, lo que hizo con Belgrano, aquel primer gol complementado por ese cruce flojísimo en el segundo, terminó de poner nerviosos a jugadores, técnico e hinchas. Estudiantes atrás, así parado y con los niveles individuales que viene mostrando, es un colador.
No sería tan terrible si esta entrega (en el mal sentido) fuera en pos de una ofensividad abrumadora. Los nombres individuales sugieren que Estudiantes debería ser, de hecho, capaz de producir chances y mover las redes. Una vez más, el combo: los nombres, muchos sin fútbol, cargando lesiones o demasiado verdes, no producen lo que se espera de ellos, pero la estructura en nada los ayuda. El ataque del equipo es predecible, lateral, lento y dependiente del desborde de dos laterales para nada virtuosos, uno de ellos con un problema alevoso para cubrir sus espaldas que colabora con el desequilibro señalado. Desbordes que terminan en centros hacia una referencia de área ausente, con Boselli lesionado y la extraña marginación de dos interesantes proyectos como Carrillo y Zapata. El colombiano entró ayer con un minuto de adicionado por jugar, casi para hacer tiempo, cuando en todo el partido uno notó que Colón se cerraba y que se necesitaban variantes más allá de las gambetas verticales que entregaron a cuentagotas Coria y la Gata y las triangulaciones entre ellos que seguimos esperando. Nunca tuvo el equipo pincha la posibilidad de centrar, la presencia de un jugador que preocupe a los defensores, que se faje en el área y evite el escalonamiento en la marca de los mediapuntas. Los cambios de Russo parecen siempre inofensivos o tardíos, y hasta ahora nunca acertó y torció el rumbo con sus lecturas. Para colmo, el constante cambio de nombres en ofensiva (por lesión o decisión táctica) no ayuda a clarificar un modo confuso de atacar: en 10 fechas se han sucedido una alarmante cantidad de esquemas, los equipos no se han repetido e, incluso, muchas veces los jugadores no han jugado en el mismo puesto dos partido seguidos.
El técnico no parece encontrar el camino, y si bien dispone de un abanico de variantes, es cierto que las lesiones han minado el plantel y que muchos de los recién arribados se encuentran muy por debajo del umbral de lo aceptable, física y futbolísticamente. Para ellos, para colmo, la transición se ha complicado gracias a los resultados, que siempre complican la adaptación y el compromiso. Los históricos no dan demasiado buen ejemplo, con un Verón ausente como en aquellos días de cruces con Simeone, con Desábato demasiado errático, con el Chino casi marginado, con la Gata alternando entre titular y suplente, con Cellay demasiado distraído y lejos de su nivel. Braña, por supuesto, no puede con su gigante corazón, pero no alcanza. Nadie puede cuestionar a estos gigantes coronados de gloria, al menos sin entrar en la tierra de las suspicacias que siempre se levantan con algo de malicia y algo de ingenuidad, imaginando un mundo de carmelitas descalzas que se ensucia con los lógicos desacuerdos en un grupo de cuarenta tipos, a los que se les da demasiada trascendencia en los malos momentos. Sin embargo el nivel de los líderes ciertamente no alienta a la rebeldía que necesita Estudiantes, y parecen por momentos cansados de tantos problemas, tantos rumores, tantas presiones, tanto liderazgo, algo resignados. Se trata, claro, de una lectura absolutamente subjetiva.
Un poco más objetivo es pensar que este escenario era posible, a pesar del buzón que compramos muchos hinchas después del Apertura 2010: ya por entonces el equipo tenía problemas de edad, de rendimiento y de recambio. Estudiantes cuenta con un plantel grande, que debe comenzar con urgencia a imaginar el cambio de mando, que debe contar ya con sangre fresca y comprometida con la causa. La política de refuerzos de este semestre, absolutamente farolera, destinada a satisfacer al DT, a los hinchas y a algún empresario, sin tomar en consideración las consecuencias económicas, no tomó en cuenta este escenario, trajo once tipos nuevos, varios con un signo de interrogación gigante pero obviado por los dirigentes, y los juntó con seis o siete tipos cansados, tocados. Tras la ida de Sabella, para colmo, el equipo no encontró un líder unánime, de esos que conducen al equipo hacia la muerte por la victoria. Claro que Verón puede hacer la parte, pero implica un esfuerzo que no le permite enfocarse en jugar y le genera una presión que no debería tener, y críticas que no quiere recibir por hacerse cargo. El rol de técnico es del técnico, y sin ánimo de entrar en la zona del rumor malintencionado, resulta claro que hay poca onda con el entrenador y sus proyectos. 
Estudiantes dilapida puntos, prestigio y dinero en contar con un equipo de jugadores de renombre que no le generan dividendos. Y se trata de un despilfarro porque el retroceso no es una estrategia, una elección, sino el hijo no deseado de una estrategia: se podría haber alcanzado el mismo desempeño, o un desempeño mejor, con lo que hay en casa, con los grandes liderando a los pibes, con un refuerzo estelar en lugar de once tipos caros con demasiadas dudas sobre presente, ganas, adaptación, etc. A esta altura, la marginación constante de juveniles en pos de darle oportunidades a José Luis Fernández, Coria o Mariano González (los últimos dos con crédito abierto, por cierto), equivale a lo que se hizo en su momento con los Peñalba/Pereyra/Barrientos, puro nombre, mucho billete y nada de resultado, y tiene toda la pinta de ser un mal negocio. Económico y futbolístico.
Estos argumentos resultan bastante claros, objetivos y convincentes. Pero cualquiera con memoria no puede olvidarse que, si bien estos algunos de los errores señalados son los que llevaron a perder esos puntos, se podrían haber ganado tranquilamente, sin distracciones infantiles, con un poco de suerte, los partidos con Ñewell’s, San Lorenzo, Independiente, San Martín, incluso hasta se podría haber pasado de ronda con Arsenal. Conjeturas, seguro, pero imaginando un poco, con esos triunfos quizás el equipo encontraría motivaciones acorde a sus aspiraciones. El entusiasmo es tan contagioso como la resignación y, más concentrado y más tranquilo, el equipo seguramente hubiese ido mejorando sus problemas y no estaría como lo tenemos hoy, empantanado, esperando que alguien de sentido a todo como quien espera a Godot.
No hay verdad en esta versión de los hechos del Apertura 2011: la respuesta tranquilizadora, que sintetice todo, que clarifique todo, que solucione todo al menos en nuestras cabezas obsesionadas, sobrepensantes y tristes, no existe. Tampoco importa tener la razón, o discutir por horas si yo tengo razón o si aquel que tiene “la posta” gracias a su contacto super confidencial (el kiosquero) es quien tiene la respuesta: nadie la tiene. La realidad, mucho más compleja que una columna de opinión o que cualquier opinión, seguramente ofrece una complicada mezcla de lo planteado aquí, con algunos ingredientes íntimos y obviados, con cuestiones individuales que nunca desentrañaremos, en fin. Esto es sencillamente un ejercicio de reflexión que intenta, a ciegas, no darle la espalda al problema, que lo confronta, que sueña con restaurar los problemas con la conciencia de que, en realidad, es algo mucho más difícil, una cuesta empinada como un tobogán. Apenas un intento de punto de partida, mirando siempre para adelante, esperando aprender de errores pasados, esperando que las conclusiones, las soluciones y las alternativas que surjan de la reflexión y el debate lleven a repensar modos que no han funcionado y sobre todo, ayuden a remontar este barrilete de ilusiones rotas. Aunque cueste, aunque se haga a oscuras, sin mucha idea de lo que se está haciendo, hay que tener fe en que Estudiantes, con laburo, con esfuerzo y con reflexión, va a volver a volar.

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